Camino a Nochebuena y Navidad – Tercer paso: ¿Por qué Cristo vuelve siempre?
Camino a Nochebuena y Navidad – Tercer paso: ¿Por qué Cristo vuelve siempre?
En efecto. Cada Nochebuena y, luego, cada Navidad, el Hijo de Dios vuelve, en un sentido más que cierto y atemporal, a nacer. Y es esto un gran misterio sostenido por la fe y por seguridad de que es la Voluntad de Dios que eso así sea y suceda.
Damos un paso más. Ahora no nos referimos a nosotros. Es decir, ni ahora se trata de cómo vamos a tener el corazón de, tampoco, a dónde queremos llegar. No. Ahora se trata de Alguien, así, con mayúscula, porque es mayúsculo el ser divino al que nos referimos.
Cualquiera ha adivinado que hablamos del que nacerá el día que celebramos que nació. Sí. Jesús, llamado así porque Dios quiso que fuera Él entre nosotros, nacerá de nuevo, como decimos arriba. Y, como Dios no da puntada sin hilo ni su Hijo ha de venir al mundo sin razón alguna… entonces es que, al contrario de esto, ha de haber una razón y un hilo que todo lo una.
En cuanto a la razón, podemos llamar causa y, en cuanto a la voluntad de Quien eso permite, verdadero motivo muy personal, el Hijo de Dios vuelve cada año, seguramente, por muchas causas y razones. Aquí, seguramente, no podremos dar sólo una porque sería acotar demasiado la Verdad y eso, ni puede ser cierto ni, además, nos conviene nada de nada.
Podemos decir, por ejemplo, que Cristo vuelve otra vez (y decimos siempre porque será siempre hasta que venga por segunda vez en su Parusía) porque, al parecer, no acabamos de comprender que vino la primera vez porque quería que nos salváramos. Pero fueron, y somos, duros de mollera…
También podemos decir, dando otro ejemplo o posibilidad, que Cristo vuelve otra vez porque, siendo también Espíritu Santo-Dios quiere recordarnos lo importante de su existencia, lo santo de su doctrina y, en fin, lo que nunca debemos olvidar. Y, en realidad, nos hace más que falta que así sea.
Vuelve Cristo, otra vez, a nacer porque nos ama sobremanera y, estamos seguros, que gusta y goza con volver a ver los ojos sorprendidos de los humildes y sencillos pastores que acudieron a Belén a ver cómo sucede lo que el Ángel les ha dicho. Y es que, así, nosotros podemos ser como ellos fueron.
Cristo, también podemos estar seguros de esto, vuelve a nacer porque quiere que nuestro duro corazón se reblandezca y venga a ser de carne viendo como un ser tan pequeño y criatura divina nos perdona desde ya, desde aquel entonces, lo que le vamos a hacer, aún, hoy día, con nuestros pecados y caídas.
El Hijo de Dios ha, pues, de nacer de nuevo porque nosotros sabemos que es muy importante (crucial, que viene de cruz, de su, luego, Cruz) que, mirándolo, veamos en su ser la salida de la tiniebla en la que podamos estar, la Roca firme sobre la que construir una vida sólida en la fe y, en fin, una más que cierta y real posibilidad de ser buenos hijos de su Padre y el nuestro.
En cuanto al “hilo” (de la puntada que da Dios en esto) no es poco cierto que nos sirve para unirnos con nuestro Creador. Y nos sirve por lo que sigue:
Cuando nace Jesucristo (antes, sólo Jesús; luego, confirmando su misión, el Cristo enviado por Dios) lo que se había roto de la relación del pueblo elegido por el Creador con el Todopoderoso, digamos, se repara. Es como si Dios quisiera que nunca se hubiera llevado a cabo la ruptura que, ¡Ay!, tantas veces había acaecido entre los que había elegido como su pueblo y Él mismo. Pero ahora eso iba a ser sanado y, de nuevo, habría unión entre Quien todo lo había hecho y mantenía y quien se había alejado de su corazón por causas, seguramente, no admirables ni aconsejables.
Y decimos que se vuelve a unir al hombre a Dios porque, en tal momento (aunque se perfeccionaría este nuevo pacto del Creador con su semejanza tras la muerte y resurrección del Hijo que es cuando se abre el cielo y, para nosotros, la vida eterna es posible) se establece un nuevo pacto entre el Todopoderoso y su imagen, el ser humano que, muchos siglos antes, había creado de la nada. Y hacía falta que sucediese aquello de la primera Nochebuena, tras el primer Adviento y, al fin, la primera Navidad. Y sucedió.
Nosotros, que miramos aquellas cosas que entonces pasaron con la distancia que ponen, de por medio, los siglos, no podemos, sin embargo, más que agradecer que la Voluntad de Dios fuera la que fue. Y poner sobre la mesa un agradecimiento, un sí, un para siempre, que llegue al corazón de Dios. Sólo así mostraremos que sí, que queremos que vuelva a nacer su Hijo, que lo necesitamos para que nuestra existencia se sostenga sobre la esperanza de la vida eterna y sobre un ser que, en su pequeñez de recién nacido contenía, y contiene, toda la sabiduría y poder del Universo.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Caminar sabiendo que Quien viene es el Hijo de Dios da alas a nuestro corazón, para que camine, sabiendo lo que supone la Venida.
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