“Saber Esperar” – Saber aceptar la Cruz

“Aceptemos la Cruz y saltemos de gozo, por la dicha inmerecida de tenerla. En eso nos distinguimos los amadores de Cristo. Bendita Cruz que a Él nos aproxima.”

Es seguro que muchas veces expresa esto el hermano Rafael. Sin embargo, al parecer, no es suficiente con que se diga una, dos o tres veces sino que se debe insistir, debe insistir San Rafael Arnáiz Barón, en algo que, de por sí, deberíamos tener más que claro y, así, asumido en nuestro corazón. Pero… es que somos como somos los creyentes católicos. Al menos el que esto escribe; los demás, ellos mismo dirán.

Bueno. La Cruz de Cristo es un símbolo pero, sobre todo, es una realidad que llevamos algo más que colgada en el cuello. Y que es el quicio sobre el que apoyar, sobre el que construir algo que no se caiga y alto tan crucial como es nuestra propia fe. Por eso es tan importante para nosotros, los discípulos de Cristo.

Es bien cierto, por otra parte, que la Cruz de Cristo prefigura la nuestra o las nuestras. Es decir, que nos sirve de modelo, de ejemplo, de cómo hacer las cosas. Y ahí la cosa cambia tanto, tanto, que a veces no somos consecuentes ni con la misma ni con lo que la misma significa. 

Tenemos, pues, dos cruces: la Cruz de Cristo y la nuestra (más si son más, claro está). Pero aquí nos habla el hermano Rafael de la del Hijo de Dios. Y lo hace porque, asumiéndola nosotros… lo demás será más fácil (aún sin serlo) y aún más sencillo (aunque no lo pueda parecer)

¿Aceptar la Cruz?

Sí, aceptar la Cruz supone hacer lo propio con Quien en ella estuvo. Y eso, se diga lo que se quiera decir, supone asumir, también, su santa doctrina, lo que nos dijo, lo quedó asumido por sus discípulos. Y eso nos hace saltar de gozo porque lo dijo no un maestro cualquiera que pudiera hablar bien o muy bien y decir las cosas de forma sencilla. No. Lo dijo Dios mismo hecho hombre y eso nos debería hacer plantearnos y, luego, replantearnos, qué es lo que pensamos acerca de eso. Y sí, de saber hacer las cosas, la Cruz de Cristo nos hace saltar de gozo porque comprendemos que, gracias a ella, nosotros podemos salvarnos. Antes de ella, no.

Y sí, es obvio que no merecemos la Cruz de Cristo. Y no la merecemos por cómo somos de pecadores y, en resumidas cuentas, de poco seguidores de tal símbolo. Y sí, también sabemos que Dios nos perdona pero eso no debería ser excusa para hacer de nuestra capa un sayo. Y eso es fácil de comprender y entender el significado de tal expresión aplicado a la Cruz y a nuestro comportamiento.

Nosotros sólo podemos, debemos queremos decir, bendecir la Cruz. Y la debemos bendecir porque ella es bendita y porque ella fue querida por Aquel que iba a morir entre aquellos maderos, a dejar caer su sangre para que la misma salvar al mundo y porque, en fin, gracias a ellas algún día podremos ver a Dios cara a cara y conocer aquello que ahora nos resulta misterioso. Por eso, el hermano Rafael nos dice que la Cruz nos aproxima. Pero ¿nos aproxima a quién?

La respuesta a esta pregunta es sencilla: la Cruz de Cristo nos aproxima a Aquel que todo lo ha creado y mantiene, a Quien quiso que las cosas fueron como fueron y no de otra forma, y, por fin, a Aquel que quiere para su semejanza lo mejor que pueda querer un Padre como tal Padre.

Y en esto está la Cruz de Cristo. Y, claro, nosotros tras ella y, si es posible y somos capaces, en ella.

Eleuterio Fernández Guzmán 

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