Título: Porque Dios lo ve

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 59

Precio aprox.:  3.50 € en papel – 0.99 € formato electrónico.

ISBN: 5800129714322 papel; 978-0-244-40759-9 electrónico.

Año edición: 2018

Los puedes adquirir en Lulu.

“Porque Dios lo ve” - de Eleuterio Fernández Guzmán.

Con este libro, de título bien significativo, damos comienzo a una nueva colección de libros de fe y espiritualidad católica. Si la primera se llamó “Fe sencilla” en atención a tratarse de textos sin elucubraciones teológicas elevadas (de aquí el título, como decimos) la que ahora iniciamos se titula “Fe práctica” porque desciende hasta el día a día de una convicción filial en el amor hacia Dios y, sobre todo, en el necesario cumplimiento de su santísima voluntad.

Reproducimos, para eso, la Introducción del primer libro de la citada colección.

Introducción - Una anécdota que vale mucho

Al que esto escribe siempre le ha impresionado lo que, en una ocasión, ocurrió (se cuenta que le ocurrió) a un maestro tallador de piedra o, mejor, a quien acudió a plantearle cierta pregunta. Y es que es síntoma de la fe que se puede tener y, sobre todo, de lo que supone la misma. 

El caso es que aquel hombre llevaba muchos meses trabajando en el capitel de un claustro (o de una catedral, sea la realidad como sea que fuere) Y podemos suponer que el trabajo, en aquellas circunstancias y, sabiendo la habilidad del maestro, era duro pero fructífero. 

En un determinado momento alguien pasó junto al capitel y junto a quien tanto tiempo llevaba allí trabajando. 

La conversación, como no podía ser de otra forma, trató de qué es lo que estaba haciendo en aquel capitel y qué representaba. Sin embargo, a quien preguntaba le interesaba más otra cosa. 

¿Qué era lo que le interesaba más que el trabajo en sí, el objeto del mismo? 

Podemos decir que aquel conversador quería saber cuál era la razón por la cual el maestro que trabajaba la piedra y que llevaba tanto tiempo trabajándola, lo hacía. Sí, quería saber si es que no sabía que aquella obra suya, sin duda maestra, iba a ser cubierta por otra pieza con lo cual era evidente que su trabajo no lo vería nadie. 

Aquel maestro, aquel hombre que había empleado muchos de los días de su vida en tallar en la piedra, por ejemplo, una escena bíblica (o lo que fuera que tallara), al parecer, estaba trabajando en balde, para nada. Y tal “para nada” era debido a que nadie, seres humanos se entiende, iba a ver el resultado de su obra. 

Hay momentos, sin embargo, en los que se debe aprender mucho de lo que otros dicen. Y aquel era uno más que oportuno para que quien preguntaba y, de paso, zahería al maestro (casi tomándolo por bobo o algo peor), aprendiera algo que podría ser crucial para su vida. 

Esto lo decimos por la respuesta que le dio quien, tallando aquella piedra, llevaba tanto tiempo haciéndolo y que, por supuesto, conocía el destino final de su obra. Y es que le dijo: 

- Lo ve Dios. 

“Lo ve Dios”. Aquellas tres palabras que, claro, son muy pocas, encierran en sí mismas una verdad de fe tan grande que debería haberle hecho pensar mucho y durante mucho tiempo a quien preguntaba aquello que tanto le extrañaba. 

Y así, Dios lo ve. Y lo ve todo. 

Dice, a tal respecto, el Salmo con el que damos comienzo a este libro, que el malvado y, se sobreentiende, peca, cree (neciamente) que “su culpa no será descubierta”. Pero es que, además, no sabe (o no quiere saber) que también será “aborrecida”. 

Aquí todo cuenta. Queremos decir que, como nos dice el Salmo y decía aquel maestro del que hemos hablado arriba, Dios sabe lo que hace el malvado y lo que hace el maestro. Pero no sólo eso sino que, en justa correspondencia y en cumplimiento a su santísima Justicia, en un caso, el primero, castigará (por aborrecer los actos del malvado) la conducta de quien así actúa y, también, premiará lo que aquel perseverante trabajador de la piedra, que sabe muy bien que Dios va a ver la obra de sus manos, está llevando a cabo.

Aquel “Porque Dios lo ve” es una realidad y es un camino: lo primero porque no puede ser de otra forma: Quien todo lo ha creado, por fuerza ha de verlo todo. Pero también es un camino reconocer y saber que no podemos hacer nada que Dios no sepa y vea. Así, nuestra conducta puede estar motivada por tal realidad y, luego, llevada a la práctica según tal verdad. 

Por nuestra parte decimos, ya para terminar esta Introducción, que según vamos a tratar de mostrar a lo largo de las páginas de este libro, es bien cierto que Dios todo lo ve y que nosotros, las más de las veces, hacemos como si eso no lo supiéramos. Y, claro, así nos va o nos puede ir…

Eleuterio Fernández Guzmán

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