Meditaciones de Cuaresma – A partir de mañana
Recomienda un santo como San Josemaría que es muy conveniente ponernos en situación tal que podamos imaginar que estamos, por decirlo así, “dentro” de un episodio que recogen las Sagradas Escrituras. Y eso, con no ser fácil, no podemos negar que estimula mucho la fe quien eso sea capaz de hacerlo.
Esto lo decimos porque hoy, un sábado más del año no es, sin embargo, un sábado más. Lo decimos en presente porque nosotros queremos estar en aquel otro presente que fue el día anterior a la entrada triunfal (montado en un asno, eso sí, como era de esperar según lo escrito) de Jesucristo en Jerusalén y que conocemos como Domingo de Ramos. Y es que ya lo había dicho el profeta Zacarías cuando escribió (9,9) esto:
“¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna.”
Resulta curioso que el título, por así decirlo, de mañana (el que se le ha puesto a lo largo de los siglos) contenga el gozo y la muerte a la vez. Y es que se habla del “Domingo de Ramos de la Pasión del Señor”. Y no podemos negar que es gozo, por lo de Ramos, pero que también es muerte, por lo de Pasión.
Pero volvamos a cómo se encuentran los personajes antes de lo que sucedería con aquel “hosanna” que muchos iban a pronunciar apenas pasen unas horas desde hoy, sábado del mes de abril del año, más o menos, treinta y tres de nuestra era.
Ya está todo dicho. El Maestro ha hablado, últimamente más, de cómo va a ser eso de la traición de alguno de nosotros y de cómo va a ser entregado. Y, sin embargo, aún no acabamos de entender ni la razón, entonces, de ir a Jerusalén cuando sabe lo que le va a pasar ni, tampoco, el hecho de que nadie parece que sea capaz de hacer nada para evitar algo tan terrible como puede ser una forma así de morir.
Estamos muy cerca de Jerusalén. Es de noche y el Maestro nos está hablando del Reino de Dios, de que muy pronto vamos a verlo en toda su realidad y de que es posible que muchos de nosotros huyamos cuando veamos lo que va a pasar.
Y nosotros miramos la escena, escondidos para que no se nos vea, porque queremos conocer, porque queremos saber más y mejor cómo fue aquello por mucho que ya sepamos cómo fue…
Después de unos momentos de silencio, vemos como el Maestro toma la palabra porque quiere preparar bien a sus Apóstoles y a todos los que allí se encuentran:
-Mirad, hermanos, debéis saber que lo que está escrito ha de cumplirse. Yo he venido a que se cumpla hasta la última tilde de la Palabra de mi Padre y, entre tales Palabras, están las que hablan de cómo voy a ser entregado. También está escrito que no protestaré por lo que me hagan y que seré llevado al matadero como un cordero.
A lo mejor alguno de vosotros, ¿verdad, Juan?, estaba presente cuando el Bautista me señaló diciendo que yo era el Cordero de Dios. Y sabíais lo que eso quería decir porque conocíais las Santas Escrituras de nuestro pueblo.
Entonces, como debéis comprender, si lo que está escrito es Palabra de Dios… ¿Qué puedo hacer yo que no sea cumplirla? ¿Acaso he venido al mundo a hacer mi voluntad o la de mi Padre?
Podemos ver como, en aquel momento, muchos agachan la cabeza como avergonzados por haber pensado que eso no podía ser así, que su Maestro no podía morir como decía que iba a morir y que Dios no podía permitir tal cosa. Y Pedro es uno de los que mejor se da cuenta porque, en una ocasión, fue reprendido por Jesús y hasta le llamó Satanás porque le dijo que de ninguna de las maneras podía pasar eso de su entrega y su muerte. Y es que Pedro aún no comprendía…
La noche avanza y las primeras luces del día están iluminando la oscuridad de este día. Y aunque nadie diga nada, poco a poco se van levantando de los lugares donde habían pasado las últimas horas, aún con sueño por haber estado escuchando al Maestro. Y vemos cómo Jesús, algo separado de aquel numeroso grupo, está orando como siempre lo hace y cómo alguno había querido aprender y por eso le dijo que le enseñara a orar.
Ahora pasa algo que, según sabemos, va a ser importante. Y es que el Maestro le dice a uno de sus discípulos que vaya a buscar un asno. Y es que hoy es, ya, mañana.
Eleuterio Fernández Guzmán
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