Meditaciones de Cuaresma - Saber encontrar la Cruz

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Aquellos que no creen en Dios Todopoderoso y, menos aún, en su Hijo Jesucristo, cuando alguien le habla de la Cruz es más que posible que esboce (siendo generoso por su parte según están las cosas hoy día) una sonrisa y, a modo de aquello que le pasó a San Pablo cuando habló en el Areópago de Atenas sobre la resurrección, diga que ya le hablaremos de eso otro día (cf Hch 17, 32).

También sabemos que la Cruz, para algunos, era necedad y, para otros, cosa absurda…

Pero eso, como bien podemos imaginar, no puede pasar con aquellos que se saben hijos de Dios y, por tanto, creen en el poder de Quien todo lo ha creado y mantiene y, también,  creen en la venida al mundo de su Hijo y en lo que luego sabemos lo que pasó.

El caso es que la Cruz no es un tema sobre el que podamos argumentar que es poca cosa. Y es que es, muy al contrario, lo más importante que podemos echarnos al corazón y, desde allí, a nuestro quehacer diario.

En realidad, la Cruz es símbolo pero también es realidad que nunca debemos olvidar. Por eso debemos encontrarla si es que queremos ser fieles a nuestra fe católica.

 

El símbolo de la Cruz

La Cruz, desde que el Hijo de Dios, fuese puesto en ella sin misericordia alguna y con la peor mala baba que a cualquiera se le pudiera ocurrir, no ha venido a ser algo pasajero, como con importancia ligera o escasa. No. En realidad, ha devenido un símbolo que es, además, lo que identifica a los discípulos de Cristo y no deja lugar a dudas acerca de qué es lo que creen los mismo.

La Cruz, como símbolo, muestra un camino a seguir que es, sin duda alguna, difícil. Es decir, quien se dice discípulo de Cristo sabe a ciencia y corazón ciertos que su vida podrá ser difícil o muy difícil pero que sabe a Quien dirigirse y en qué fijarse.

Es Cristo a quien podemos abocarnos cuando lo pasamos mal. También, claro, cuando debemos agradecer lo bueno que nos pasa. Y es que no es poco saber que, por muy mal que anden las cosas para nosotros, nuestro hermano Jesucristo está ahí. Y sí, que estuvo colgado en dos maderos que, a forma de cruz, la Cruz por excelencia, era el castigo que se tenía reservado a cierto tipo, según decía, de criminales. Y eso consideraban que eran aquel Maestro que tenía la culpa de haber sido Maestro y haber enseñado.

Decimos, pues, que la Cruz es símbolo.

Como símbolo, la Cruz representa una idea que tiene todo que ver con el servicio, el amor a los amigos y, en fin, el saber dar la vida y existencia por el Bien. Nada tiene, pues, que ver, con el egoísmo sino que, al contrario, abona nuestro corazón para que, del mismo, fructifique la bondad y la misericordia.

La Cruz, también, es representación de algo que, por ser tan superior, es bien cierto que está muy lejos de nuestro alcance pero bien nos puede servir de ejemplo a seguir. Por eso Jesucristo se dejó clavar en ella y, lo mismo que se había hecho bautizar sin tener pecado alguno que limpiar, aquí permitió que se pusiera en aquella situación sin ser culpable de nada.

La Cruz, pues, es símbolo. Y lo es porque aquellos que nos consideramos discípulos de Cristo tenemos por Verdad a quien allí estuvo puesto, tenemos por Camino tal forma de hacer las cosas y, en fin, tenemos por Vida la que nos procuró con su sangre. Y por eso la Cruz es símbolo y nunca debemos olvidar que lo es y lo será siempre, siempre, siempre.

Una Cruz muy real que se refleja en la cruz

Pero también sabemos que la Cruz, digamos cruz en minúscula porque ya no nos referimos al origen de nuestra fe sino a la que, cada cual, llevamos, cargada sobre nuestro corazón, es una realidad de la que no podemos huir.

La cruz, o las cruces, que cada uno llevamos, no nos alejan de Dios sino que, precisamente, nos acercan más a Quien aceptó el sacrificio de su Hijo a cambio de la vida eterna para el resto de seres humanos creados a imagen y semejanza de Quien todo lo puede. Y ni podía permitir que pasase otra cosa ni, de hecho, lo permitió sino que, al contrario, miró a Jesucristo desde la Eternidad y, viendo aquella santísima muerte, concibió, para el hombre, un mañana que no muere nunca.

La cruz es nuestra, es bien ciertoY si hay alguien que no crea que lo es, sólo tiene que mirar a su propia vida. Seguramente encontrará más de una realidad, propia e intransferible, que le mostrará y demostrará que carga con una o varias. Y, siendo cierto que es más que posible que pueda no ser culpable de cargarla es también más que posible que otras tanta tengan su origen en su propio comportamiento, hacer o deshacer en la vida.

Con esto queremos decir, apuntar tan sólo, que cruces hay muchas y que, cada uno de nosotros, sabe muy bien, con cual está cargando…

Debemos, pues, encontrar la Cruz de Cristo. Y no porque seamos masoquistas o algo por estilo sino porque es la Casa de Dios en la Tierra y porque en ella murió Aquel que, entregándose por nosotros consiguió que se abrieran las puertas del Cielo. Y eso es lo que tenemos muy en cuenta en este tipo de Cuaresma.

Olvidar eso, la necesidad que tenemos de la Cruz, de estar con ella y, sabemos, en ella (llevándola cuando eso corresponda hacer) no es propio de buenos hijos de Dios ni de buenos hermanos de Jesucristo. 

 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

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