Valores de Cuaresma: oración

En estas Meditaciones de Cuaresma, en cuanto corresponde al tema de la oración, no podemos seguir el camino trillado, por decirlo así, de tal tipo de práctica religiosa. Es decir, no vamos a hacer discurso alguno sobre la importancia que tiene la oración ni sobre otro tema relacionado con las generales de la ley de la misma. Y es que lo que nos corresponde es mirar el hecho de orar, de rezar, desde un punto de vista muy particular que tiene que ver, no por casualidad (no existe la misma ni aquí ni nunca) con la Cuaresma.

Una oración muy especial

Como es cierto saber y creer, nosotros, en este siglo XXI en el que nos encontramos, sabemos mucho acerca de lo que pasó en aquel tiempo anterior a la Semana de Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Y con esto queremos decir que son más que conocidos los pasos que, por el mundo, dio nuestro hermano Jesucristo

Nadie debería pensar, sin embargo, que eso nos libera de orar a tal respecto. Y no nos libera porque, en cierto modo y manera, cada año se revive de una forma muy profunda, lo que entonces pasó. Y Cristo, por decirlo para que se entienda, no muere simbólicamente un viernes que llamamos santo sino que muere muchas veces a lo largo del año por cómo con sus hermanos los hombres. Por eso la oración es, ahora mismo, tan necesaria.

La especialidad de nuestra oración tiene relación, sobre todo, con el agradecimiento. Y no es que no podamos pedir nada a Dios sino que este tiempo lo es para dirigirnos al Padre Eterno diciendo lo que sabemos que debemos decir.

Así, por ejemplo, le podemos agradecer que enviara a su Hijo a sabiendas de lo que iba a pasar.

También le podemos agradecer que no olvidara su promesa de salvación del mundo, de aquellos seres que había creado a su imagen y semejanza aunque fuera a costa de la muerte de su Único hijo engendrado y no creado.

No es poca cosa agradecer a Dios esto. Y no lo es porque depende de tales acontecimientos que nosotros podamos alcanzar el Cielo. Y es que, como sabemos, las puertas que daban acceso al definitivo Reino de Dios, estuvieron cerradas hasta que el Hijo, muerto por el hombre inicuo e ignorante, subió a la Casa de su Padre y, entonces, el Creador admitió aquella sangre entregada por aquella víctima propiciatoria.

Necesidad de la oración

Nosotros somos nada. Es decir, si somos conscientes de lo que supone ser hijos de Aquel que todo lo creó y mantiene, es bien cierto que sabemos que, comparados con El Señor, somos nada de nada. Eso, por eso mismo, nos hace creer que debemos dirigirnos a Quien nos ha creado con una devoción muy especial y más aún en este tiempo de Cuaresma que es muy dado, está para eso, a facilitarnos la oración porque tenemos una buena causa y buen fin particular.

La necesidad de la oración puede apreciarse en la que hay de limpieza de nuestra alma. Por eso podemos pedir a Dios que consuele nuestro corazón porque sabemos que somos pecadores y que eso aumenta el peso que Jesucristo lleva en la cruz que lo sostendrá en el monte Calvario.

Pero es que, además, necesitamos liberarnos de las asechanzas del Maligno y de sus secuaces. Y bien sabemos que al hijo de la perdición no le gusta nada de nada que oremos porque eso supone que atendemos con gozo a Quien nos ha creado y que, entonces, damos de lado a todo lo que suponga alejamiento del Señor y de toda su bondad y misericordia. ¡Sí!, orar ahora mismo, en este tiempo de espera y esperanza debe, precisamente, desesperar a quien no tiene esperanza alguna de ser salvado porque quiso, él mismo, desviarse del camino que lo había llevado a Dios.

Oremos con gozo a Dios Padre

Estamos, pues, en un tiempo espiritual que es muy propicio para la oración y para que la misma se haga con fruto. Y que nosotros, que podemos mirar al Todopoderoso como un hijo mira a un Padre, no dudamos lo más mínimo acerca de que hemos de ser escuchados por Aquel que nos creó. Por eso nuestra oración ha de ser gozosa y el gozo que encierre la misma tiene todo que ver con la misma posibilidad que nos da nuestro Padre y que tiene que ver con el sacrificio de su Hijo y hermano nuestro.

La bondad del Creador ha de saber acoger su corazón la oración de sus hijos y llevarla allí donde más haga falta porque el beneficio de su misericordia ha de partir, además desde su propio corazón por iniciativa suya, de aquellas oraciones que, limpias y sanas desde su raíz, nos permiten estar más cerca de Quien supo dar su vida por cada uno de sus hermanos los hombres.

Cuaresma, pues, es tiempo de oración, como lo es cualquier otro del año del creyente católico. Sin embargo, ahora, ahora mismo, las entrañas de misericordia de Dios están abiertas por los latigazos que recibió Cristo, por la lanzada que le abrió el costado y, en fin, por cada una de las caídas que sufrió en su camino hacia el Gólgota. Y eso, se diga lo que se quiera decir a tal respecto, no lo podemos desaprovechar.

Eleuterio Fernández Guzmán

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Tiempo de espera y de esperanza es la Cuaresma.

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