Título: Orar y reflexionar. Desde el sufrimiento y la consolación.

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 68

Precio aprox.:  3, 50  € en papel –  0.99  € formato electrónico.

ISBN:  5800126753164 papel;   978-0-244-96590-7 electrónico.

Año edición: 2018

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“Orar y reflexionar. Desde el sufrimiento y la consolación” - de Eleuterio Fernández Guzmán.

Continuamos con la publicación de textos dentro de la Colección Fe sencilla. Este libro pertenece al apartado de título hermanos en la fe.

Vayamos, pues, con la reseña. Y, para eso, reproducimos el primer apartado del libro que es la Introducción.

“Sabemos que la oración tiene mucho que ver con nuestra propia e intrínseca naturaleza.

Como somos hijos de Dios tenemos una filiación que es divina y, por lo tanto, dirigirnos a nuestro Creador debería ser no sólo lo más normal sino lo más lógico y esperado pues todo hijo habla con su padre sin darle miedo ni esperar más que, por ejemplo, ser escuchado.

Cuando rezamos, oramos o reflexionamos con voluntad espiritual vamos más allá de nosotros mismos. Dejamos encerrado nuestro egoísmo y nos dirigimos a Dios a quien queremos expresarle algo: a lo mejor pedir, a lo mejor dar gracias, a lo mejor, sólo, contemplar su maravilloso corazón de misericordia. El caso es que hacemos como aquel que, queriendo caminar hacia un determinado lugar… simplemente lo hace y busca llegar al destino sin preocuparse de lo que, sin saber, pueda acontecerle por el recorrido que quiere hacer. Camina y, si nada contrario a su voluntad sucede, llega a buen puerto.

Ya dijo Jesús que no había que hacer como ciertas personas que, en su época, rezaban a voz en grito como para darse importancia. Así, según creía el Hijo de Dios, sólo manifestaban gran hipocresía pues el Todopoderoso ve en lo secreto de nuestro corazón o, lo que es lo mismo, sabe lo que queremos y conoce nuestras necesidades. Por eso nos basta con rezar u orar en nuestro interior sin acudir a manifestaciones que están muy fuera de lugar; también podemos reflexionar a sabiendas de ser escuchados por nuestro Padre del Cielo.

En silencio. Orar en silencio allí donde nos encontremos. Dedicar, en silencio, nuestro trabajo, a Dios; querer que nos escuche en lo que hacemos sin necesidad de hacer nada más que pedírselo; hacer como que Dios nos ve porque nos ve, como que nos oye, porque nos oye, que nos ama porque nos ama. Así podemos orar sin que mengüe nuestro propio ser ordinario pero, a la vez, haciendo que el mismo crezca hasta alcanzar cotas altas de espiritualidad.  Y si hay hermanos nuestros en la fe que son ejemplo de oración y reflexión en silencio pero profunda son los que aquí traemos: la Venerable Marta Robin, la Beata Ana Catalina Emmerick y el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo.

Eso sí, es conveniente tener la voluntad de llegar a Dios con nuestra oración,  nuestro rezo o nuestra reflexión. No debemos querer que se trate de un caminar raso, raso, por el suelo sin querer elevarnos, horizontalmente, al corazón de nuestro Creador. De ser así, según lo dicho primero, poco vamos a procurar de Dios hacia nosotros. ¡Alto, alto, alto debemos volar con nuestra oración! como volaron Marta, Ana y Manuel hasta el mismo corazón del Todopoderoso.

Y Dios llega a todas partes. Eso no deberíamos olvidarlo nunca. Por eso mismo, acercarnos al Señor es cuestión, asunto, tema, de cada uno de nosotros, hijos suyos que, al hacer eso manifestamos que no le olvidamos y que imploramos su intercesión, su ser, su naturaleza de Padre Bueno. Así es como en realidad, somos verdaderos hijos suyos.

Por su parte, Manuel Lozano Garrido, Lolo, uno de los tres protagonistas de este libro, titula el capítulo III de su libro “El sillón de ruedas” de una forma indicativa del sentido que, para él, tiene su realidad. Y es que tal título es “Profesión, inválido”.

Casi llegando al final de tal capítulo escribe el Beato Lolo que:

 

“Nadie puede negar que el aislamiento suponga siempre un enriquecimiento de interioridad”. Y es que antes había dejado dicho que “Los problemas arañan, laceran, escuecen, entretanto que esperan en el umbral la hora de la asimilación. El corazón que les abre desde el principio la puerta de la intimidad, sentirá instantáneamente el rebullir de la carne que empieza a cicatrizar. La mutilación de ese mundo tan maravilloso que es el de los sentidos, el sabor grato de la vida de relación, el impacto bello de la armonía de la naturaleza, se amortiguan en el planteamiento de una nueva evolución vital, en la que la profundización se reserva la paternidad de los hallazgos más luminosos y consoladores”.

Pero si hay algo que Lolo manifestaba era una alegría que, dadas las circunstancias físicas de su vida, lo engrandecían como cristiano y lo elevaban, ya entonces, a los altares de la fama de santidad que seguro tenía ya en vida. Lolo, por tanto, nos enseña a saber sobrellevar y, en expresión muy utilizada en los libros (9) que escribió, a sobrenadar, aquello que más daño pudiera producirnos en nuestra vida de hijos de Dios. No hundirse bajo ningún concepto en la fosa de desesperación sino, al contrario, subir, subir, subir, hacia Dios desde un simple y santificante sillón de ruedas. Y ser, así, ejemplo de lo bueno y mejor que puede expresar un buen hijo de un tan gran Señor.

Y eso, exactamente lo mismo, podemos decir tanto de la Beata Ana Catalina como de la Venerable Marta Robin pues supieron hacerlo en sus muy especiales circunstancias físicas (muy menguadas) manifestando, con su santo proceder, que  hay cosas que no es que sean imposibles de llevar a cabo sino que hay que llevarlas con tesón y gozo espiritual. 

Vemos, por tanto (y los tres fieles católicos aquí traídos son ejemplo de eso) que en lo que pudiera parecer una situación difícil (que lo es) de vivir hay también un mucho de esperanza y de fe que conducen la existencia de unas personas que, llevadas de su fe, caminan (aunque eso no siempre sea posible si hablamos del andar físico) hacia el definitivo Reino de Dios con una firmeza espiritual propia de titanes de la fe y de auténticos mártires, por testigos, de su hermano Jesucristo.

A la hora de escoger entre los muchos católicos que han podido pasar por situaciones similares a los tres que traemos aquí, nos hemos decantado por unos que, en sus vidas, demostraron que se puede cumplir con la voluntad de Dios en las más difíciles circunstancias personales. Tanto Marta Robin como Ana Catalina Emmerick y Manuel Lozano Garrido, Lolo, son ejemplo de que es posible amar por encima de todas las cosas a Dios Creador y, además, demostrarlo con hechos y palabras.

A este respecto la primera de las creyentes-sufrientes citadas, la Venerable Marta Robin, dejó dicho el 29 de agosto de 1932 que “Nuestro corazón está hecho para amar una sola cosa: a nuestro gran Dios de amor. ¿Qué amaremos si no amamos al Amor?”.

Por su parte estamos de acuerdo con el P. Ángel Peña O.A.R que, su libro “Una maravillosa historia de fe” referida a la Beata AC Emmerick deja dicho lo siguiente:

“Por todo ello, nosotros podemos concluir este librito de su vida, diciendo: a través de su vida hemos contemplado le esencia de la Iglesia católica. Hemos visto como en un cristal transparente las maravillas de nuestra fe, de sus dogmas, de su doctrina y de sus sacramentos. Ana Catalina ha sido el instrumento de Dios para conducirnos de modo fácil y suave a comprender y recibir las inmensas bendiciones que la Iglesia católica tiene para nosotros y que nos expone a nuestra consideración. ¿Hasta cuándo dejaremos de ser católicos de segunda categoría? ¿Cuándo aprovecharemos al máximo las bendiciones de la presencia real de Jesús en la Eucaristía, de la presencia maternal de María, de la amistad e intercesión de los santos, de la ayuda de nuestro ángel custodio, de las bendiciones sacerdotales, de las reliquias de los santos, del agua bendita y, especialmente, de la confesión y de la comunión?”

Cada uno de los creyentes aquí traídos han dado abundantes frutos espirituales. Así, por ejemplo, Marta Robin fundó los “Foyers de Charité” habiendo extendido tal fundación  a muchas naciones del mundo; Ana Catalina Emmerick que con sus visiones y otros escritos nos ha traído a la realidad de nuestra fe un comportamiento verdaderamente católico; y, por fin, Manuel Lozano Garrido, Lolo, ha hecho posible que comprendamos que es posible sufrir físicamente y ser enormemente feliz y transmitir tal gozo a través de sus libros y escritos.

Y volviendo al libro citado arriba, Manuel Lozano Garrido termina el mismo con algo que da significado a su vida y a la de los tres creyentes católicos aquí traídos. Dice, a tal respecto, lo siguiente (p. 49):

“Lo exacto es que nuestros tendones, comprimidos al máximo, estarán siempre subordinados al supremo recurso de la musculatura de Dios, que se arquea junto a nuestro latido y nuestro forcejeo. Lo que está bien claro es que nuestras espaldas no se rendirían tanto a la pesadumbre si nos adelantáramos a la visita del infortunio tendiendo ya la mayo a la colaboración generosa con los planes divinos”.

Y eso es lo que hicieron, para ejemplo de sus hermanos en la fe, tanto el propio Lolo como la beata Ana Catalina Emmerick y la superviviente espiritual Marta Robin."           

Por otra parte, les ponemos aquí el Índice de este libro:

Introducción                

Marta Robin                     

Oraciones

Ana Catalina Emmerick           

Reflexiones

Manuel Lozano Garrido, Lolo   

Reflexiones

Un necesario y agradecido  Epílogo

Títulos de la colección  Fe sencilla

Eleuterio Fernández Guzmán 

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