Reseña: Meditaciones de Adviento
Título: Meditaciones de Adviento
Autor: Eleuterio Fernández Guzmán
Editorial: Lulu
Páginas: 106
Precio aprox.: 3.99 € en papel – 0.99 € formato electrónico.
ISBN: 5 800126 143477 papel; 978-0-244-65802-1 electrónico.
Año edición: 2017
Los puedes adquirir en Lulu.
“Meditaciones de Adviento” - de Eleuterio Fernández Guzmán.
Continuamos con la publicación de textos dentro de la Colección Fe sencilla. Este libro pertenece al apartado de título Tiempos litúrgicos y recoge las meditaciones publicadas en esta casa en el reciente tiempo de Adviento.
Vayamos, pues, con la reseña. Y, para eso, reproducimos la “Presentación” del libro.
El Adviento es, más que nada, un tiempo de esperanza porque, conociendo a Quien esperamos (Jesucristo) es bien cierto, como dice San Josemaría en la Homilía del primer domingo de Adviento de 1951, que “Hemos de echar fuera todas las preocupaciones que nos aparten de Él, y así Cristo en tu inteligencia, Cristo en tus labios, Cristo en tu corazón, Cristo en tus obras”.
Así, recibiremos a Jesús cuando vuelva a venir, tras el nuevo Adviento, como luz que ilumina nuestra existencia, como estrella perenne y eterna que nos deja su aliento.
El 20 de diciembre de 1978, San Juan Pablo II, impartía una Catequesis (a modo de meditación) sobre el Adviento. Se refería, en ella, al sentido esencial de tal tiempo espiritual: Dios viene. Y viene “porque ha creado al mundo y al hombre por amor, y con él ha establecido el orden de la gracia”.
Sin embargo, además, la venida de Dios tiene una causa que no deberíamos olvidar: el pecado. Por eso dice el que fuera Papa que “por causa del pecado”, viene “a pesar del pecado”, viene “para quitar el pecado”.
Viene, pues, Dios; y, haciéndose hombre, cumple con su propia voluntad que consiste, sobre todo, en que “la gracia, es decir, la voluntad de Dios para salvar al hombre, es más poderosa que el pecado” siendo, éste, el principal motivo que separa al Creador de su criatura.
Por lo dicho hasta ahora el Adviento es, básicamente, un tiempo de Jesucristo. En este sentido, dos son los momentos, incluso, históricos (uno real, otro escatológico), que determinan la importancia absoluta de Cristo:
1.-La Navidad misma.
2.-La Parusía.
En cuanto Navidad, el Marana-Tha (Ven Señor) que tantas veces proclamamos en la liturgia o en las plegarias particulares, se hace real, efectivo, a modo de recordatorio de aquel momento en que María cumplió la promesa, en forma de Fiat, que le hizo a Dios.
Y así Jesús, en su pequeñez de niño, viene. Y está aquí, entre nosotros.
En cuanto a Parusía, no es poco cierto que cada vez que recordamos que Cristo nace, se acerca el momento de la segunda venida del Hijo de Dios. Por eso, el Mesías, al nacer, cumple la Misericordia del Padre que, otra vez más, vuelve a perdonar al pueblo que eligió y le ofrece la posibilidad de aceptar a su Hijo para ser salvado a través de un sacrificio que, ya, por ejemplo, había profetizado el profeta Isaías (cf. capítulo 53).
Sabemos que muchos no aceptaron que aquel hijo de un carpintero de Nazaret llamado José fuera lo que parecía que era. Sin embargo, los que le creyeron (aunque tuvieran que esperar a la Resurrección para comprenderlo todo) nos transmitieron lo que, desde entonces, sabemos: en aquel establo de Belén Dios dijo “perdono”.
Es, por eso, tiempo de Adviento, del que viene, del que está entre nosotros.
Sin embargo, no podemos olvidar que también es un tiempo de María Madre, porque de dos formas María nos trae, cada Adviento: como presencia y como ejemplaridad.
Así, el estar de aquella joven que aceptó la propuesta hecha por Gabriel, nos sirve para traer, al ahora mismo, lo que ella quiso hacer y lo que eso supuso para la humanidad y que, como ejemplo, le sirve a la Iglesia como imagen de entrega a la voluntad de Dios porque hizo posible (y hace, cada Navidad, cada momento) que el Hijo del Creador entrara en la historia de su semejanza.
No podemos olvidar que, además de todo lo dicho, también el Adviento es tiempo de la misma Iglesia, Esposa del que viene.
También aquí hay que tener en cuenta dos aspectos: la Iglesia como misionera y la Iglesia como peregrina.
La misión de la Iglesia recibe un impulso cada vez que nace Jesús y que recordamos que nació. Tal nacimiento no es, sólo, el momento en que comienza el año, digamos, espiritual sino que, además, supone la confirmación de lo hecho entonces por Cristo. El reinicio, por tanto, de la misión, justifica esfuerzos y denuedos.
Pero también la Iglesia, en cada Adviento, se reafirma en su peregrinación hacia el definitivo Reino de Dios sabiendo que tiene siempre la compañía de Cristo, como Él mismo prometió.
Es, éste, pues, un tiempo de clara esperanza, de reconocimiento de Dios en nuestra vida, de saber que también nosotros, en la fe y en un sentido más que cierto, volveremos a nacer.
Las Meditaciones que, tras esta Presentación, hemos procurado escribir, con la ayuda de Dios, tratan de establecer una visión amplia de este tiempo de esperanza que es el Adviento y, si eso es posible, que puedan dar algo de luz que nos sirva para orientarnos hacia el definitivo Reino de Dios con la ayuda de su Hijo que, ahora también, viene para salvarnos.
Por cierto, no se tenga por olvido o por falta de ganas que no hayamos traído aquí las meditaciones para los domingos de Adviento. En realidad, lo hacemos porque cambian de un año litúrgico a otro según se trate del Ciclo A, del B o del C y, por decirlo de alguna forma que se nos entienda, el resto de días de la semana, de lunes a sábado, no sucede eso sino que, en un sentido general y a nivel de “meditación”, las meditaciones pueden ser de uso común.
Por otra parte, les ponemos aquí el Índice de este libro:
Presentación
I Semana de Adviento
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
II Semana de Adviento
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
III Semana de Adviento
Lunes
Martes
Miércoles
Jueves
Viernes
Sábado
Epílogo
Títulos de la colección Fe sencilla
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Tiempo de Adviento, tiempo de espera, tiempo de Dios.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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