Meditaciones de Adviento –Jueves I de Adviento. Esperanzas del Adviento.
Sabemos que el Adviento es tiempo de espera. Sabemos, pues, que esperamos. Y en la espera imaginamos lo mejor que queremos que nos pase.
Es bien cierto que eso pasó, sobre todo, en el primer Adviento. Es decir, cuando la Virgen María estaba a punto traer al mundo al Hijo de Dios, ella ya haría lo que muchas veces haría: guardar en su corazón.
Queremos decir que María imaginaría que el hijo que iba a traer al mundo no podía se un niño (con serlo) cualquiera sino que, sobre sí, llevaba una señal y que la tal señal era la de Dios mismo que la había escogido a ella para que fuera su Madre.
También estamos seguros de que aquella joven Virgen esperaba. Que esperaba lo mejor de su hijo era evidente. Pero ella esperaba, aún, más, porque las promesas del Ángel (que sería llamado hijo de Dios, que se le entregaría el trono de David, etc. ) debían cumplirse porque no venían dichas por la boca de Gabriel por iniciativa suya sino que era el enviado del Todopoderoso que no podía ni engañarse a si mismo ni engañar a quien había escogido para ser Madre suya.
María, pues esperaba, tenía mucha esperanza.
Los otros nosotros, hijos de María y de Dios, que a lo largo de la historia han sido, también han esperado mucho del momento del nacimiento del Mesías y del tiempo éste, del Adviento.
Y nosotros, ya, por fin, también esperamos mucho. Es decir, no podemos hacer como si el Adviento fuera un tiempo más, sí, fuerte, pero uno más dentro del calendario litúrgico de la Iglesia católica. No. Para nosotros es, a pesar de saber qué pasará en Navidad (sobre todo por eso mismo) uno que lo es crucial (que viene de cruz) y esencial para nuestra vida de hermanos de Cristo.
Nosotros, pues, esperamos pero… ¿Qué es lo que esperamos de este tiempo de Adviento?
Esperamos, por ejemplo:
- Que ansiemos le llegada de nuestro Salvador.
- Que sea un tiempo en el que preparemos la Navidad con verdadera esperanza.
- Que Dios se acerque a nosotros.
- Que la vida se renueve.
- Que se cumplan las promesas de Dios.
- Que la Palabra se haga Vida.
- Que Belén sea el principio de la vida eterna.
- Que venga a nuestro encuentro el Hijo del Padre.
- Que le Epifanía de Jesucristo sea amada por toda criatura.
- Que la Paz sea entre nosotros.
- Que la Luz del mundo reine ya para siempre.
- Que se nos abra el camino hacia el Cielo.
- Que la semilla del Reino de Dios se plante en los corazones de los hijos de Dios.
- Que el Emmanuel se quede para siempre entre nosotros
- Que el gozo llene nuestro corazón.
- Que seamos capaces de confesar nuestros pecados; que nos arrepintamos de los mismos.
- Que aceptemos que la primera venida de Cristo no es, sino, anticipación de la segunda.
- Que nos sirva para confesar nuestra fe católica.
- Que miremos a María como nuestra futura Madre o la que, siendo, será.
- Que venga, que venga, que venga pronto Jesucristo.
Así, nosotros esperamos esto y mucho más. Es decir, cualquiera podría manifestar, ahora mismo, qué es lo que espera de este tiempo de Adviento del que ya disfrutamos los hermanos de Quien ha de nacer. Esperaría, a lo mejor, más de lo aquí apenas dicho.
De todas formas, una cosa es lo que esperamos durante el tiempo mismo de Adviento y otra, distinta, lo que esperamos del momento mismo del nacimiento del Hijo de Dios.
Esperamos, por ejemplo:
- Que se divise la Luz del mundo.
- Que el corazón del hombre venga a ser de carne.
- Que la bondad se apodere de los corazones.
- Que haya perdón entre nosotros.
- Que ser misericordioso no sea una virtud ajena a nuestros corazones.
- Que los deseos de paz sean verdaderos y no meros fingimientos.
- Que miremos a los hermanos como Dios mira a su hijo que acaba de nacer.
- Que seamos capaces de dar la mano a quien la necesite.
- Que todo esto no sea fruto de un piadoso momento sino que tenga duración y que sea para siempre.
Nosotros esperamos, sí, y con nuestra esperanza se encuentra, en el corazón, aquello que nos parece bueno y mejor porque sabemos que a Dios le ha de parecer bueno y mejor. Otra cosa no se puede esperar de aquellos que, habiendo sido creados de la nada podemos decir, siglos después de la venida del Hijo de Dios al mundo, que todo se cumplió según había sido escrito.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Esperamos que nazca el Hijo de Dios y esperamos porque creemos que ha de nacer en bien de quien crea en Él.
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