La Palabra del Domingo - 5 de noviembre de 2017
Mt 23, 1-12
“1 Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos 2 y les dijo: ‘En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los
fariseos. 3 Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. 4 Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. 5 Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; 6 quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, 7 que se les salude en las plazas y que la gente les llame’“Rabbí’. 8 ‘Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar ‘Rabbí’porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. 9 Ni llaméis a nadie “Padre” vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. 10 Ni tampoco os dejéis llamar ‘Directores’porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. 11 El mayor entre vosotros será vuestro servidor. 12 Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.
COMENTARIO
Verdades más que importantes
El Hijo de Dios fue enviado al mundo para que se cumpliese la Ley de Dios. Y eso, en aquel mundo en el que le había tocado vivir, no era de lo más fácil ni sencillo.
El caso es que sabía muy bien cómo eran aquellos que, se suponía, cuidaban al pueblo elegido por Dios, desde el punto de vista espiritual. No hacían las cosas, precisamente, como debían.
En muchas ocasiones se había visto obligado el Hijo de Dios a leerles la cartilla a fariseos, escribas y demás. Y es que, conociendo como conocían la Ley de Dios, no le gustaba, para nada, que no hicieran lo que debían en tal materia y cargaran, sobre las espaldas de los fieles judíos, grandes pesos, muchas normas y leyes, que impedían que su vida de fe fuera fluida. Y eso, para Jesucristo, era hacer un flaco favor a los que debían alcanzar el Reino de Dios.
Casi podemos imaginar lo que pasaría por el corazón de Cristo cuando viera que los que estaban destinados por Dios a ser guías de su pueblo se comportaban como los que impedían que sus fieles hijos alcanzaran conocimiento verdadero y cierto acerca de la voluntad del Padre. Y es que era como negarles el Cielo.
De todas formas, Jesucristo, abunda en lo que debe ser tenido en cuenta por todos aquellos que anhelan alcanzar la vida eterna. Y es que, por decirlo así, Dios no nos va a llevar, a arrebatar, del mundo para que entremos, sin más, en su definitivo Reino. No. Nosotros debemos ser buenos hijos suyos y, para eso, no hay que olvidar lo que no hay que olvidar.
Así, por ejemplo, debemos tener muy bien entendidos toda una serie de principios como, por ejemplo, el de saber quien es nuestro único Maestro (Cristo); también, quien es nuestro Padre del Cielo (Dios).
Y entonces, justo después de decir que no caigamos en determinados comportamientos, siembra en el corazón de aquellos que le escuchan y, ahora, en el nuestro, los principios fundamentales que debe seguir todo discípulo suyo:
1. Servir.
2. Ser humildes.
Decir esto pudiera parecer, sólo, una declaración de intenciones. Es decir, debemos hacer eso y ya esta.
Sin embargo, hay mucho encerrado en hacer eso y no un simple cumplimiento y poco más...
Así, por ejemplo, servir al prójimo supone hacer lo mismo que hizo el Maestro Jesucristo cuando vivió entre aquellos otros nosotros. Eso hizo a lo largo de su vida y, al final, en la Última Cena donde manifestó que eso, lavar los pies (en un sentido básico y amplio del servicio) a sus discípulos, era lo que ellos debían hacer.
Pero también nos quería decir que debemos hacer algo a lo que no siempre estamos dispuestos: ser humildes.
La humildad es la verdadera piedra de toque del discípulo de Cristo. Y es que ser capaz de humillarse, de saberse el último de entre los hijos de Dios (nada ante el Padre y nada ante el prójimo) es lo mismo que reconocer lo que, verdaderamente, somos. Y eso, como es fácil, comprender, no es siempre sencillo sino, en la mayoría de las ocasiones, casi imposible por cómo somos los seres humanos de egoístas y de soberbios…
De todas formas, no podemos olvidar lo que supone humillarse. Y supone ser enaltecido. Y tal enaltecimiento no creemos se refiera Jesucristo a lo que pueda suceder envida de quien actúe con humildad sino que eso acaecerá en el Cielo donde la recompensa es mayor cuanto mayor sea el buen comportarse del hijo de Dios en el mundo.
Vemos, por tanto, que Cristo nos previene contra aquellos comportamientos que puedan, en el fondo, causarnos daño y que nos pone sobre la pista de cómo debemos comportarnos y actuar.
No será, podríamos decir, porque no nos ha avisado…
PRECES
Por todos aquellos que prefieren disimular su fe.
Roguemos al Señor.
Por todos aquellos que ni quieren ser humildes y no quiere ser servidores.
Roguemos al Señor.
ORACIÓN
Padre Dios; ayúdanos a ser humildes y a servir al prójimo.
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
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