Noticia de última hora: Charlie, el niño obligado a morir por el sistema - Serie “De Ramos a Resurrección” - Inoculando el veneno del Mal
Hoy, 30 de junio de 2017, según instancias judiciales europeas (le llaman algo así como Tribunal de Derechos Humanos (¿?) el niño Charlie Gard va a ser desconectado para que tenga una “Muerte digna” (¿?). ¿Hasta cuándo vamos a soportar esta dictadura asesina?
Si eso se lleva a cabo, pidamos a Dios por el alma de este ángel, para que interceda por nosotros y, sobre todo, por los que han permitido que muera quitando a sus padres (que no son delicuentes, ni drogadictos ni lo han dejado abandonado nunca) la patria potestad a la que, al parecer, no tienen derecho. ¿Hasta cuándo vamos a soportar esto?
En las próximas semanas, con la ayuda de Dios y el permiso de la editorial, vamos a traer al blog el libro escrito por el que esto escribe de título “De Ramos a Resurrección”. Semana a semana vamos a ir reproduciendo los apartados a los que hace referencia el Índice que es, a saber:
Introducción
I. Antes de todo
El Mal que acecha
Hay grados entre los perseguidores
Quien lo conoce todo bien sabe
II. El principio del fin
Un júbilo muy esperado
Los testigos del Bueno
Inoculando el veneno del Mal
III. El aviso de Cristo
Los que buscan al Maestro
El cómo de la vida eterna
Dios se dirige a quien ama
Los que no entienden están en las tinieblas
Lo que ha de pasar
Incredulidad de los hombres
El peligro de caminar en las tinieblas
Cuando no se reconoce la luz
Los ánimos que da Cristo
Aún hay tiempo de creer en Cristo
IV. Una cena conformante y conformadora
El ejemplo más natural y santo a seguir
El aliado del Mal
Las mansiones de Cristo
Sobre viñas y frutos
El principal mandato de Cristo
Sobre el amor como Ley
El mandato principal
Elegidos por Dios
Que demos fruto es un mandato divino
El odio del mundo
El otro Paráclito
Santa Misa
La presencia real de Cristo en la Eucaristía
El valor sacrificial de la Santa Misa
El Cuerpo y la Sangre de Cristo
La institución del sacerdocio
V. La urdimbre del Mal
VI. Cuando se cumple lo escrito
En el Huerto de los Olivos
La voluntad de Dios
Dormidos por la tentación
Entregar al Hijo del hombre
Jesús sabía lo que Judas iba a cumplir
La terrible tristeza del Maestro
El prendimiento de Jesús
Yo soy
El arrebato de Pedro y el convencimiento
de Cristo
Idas y venidas de una condena ilegal e injusta
Fin de un calvario
Un final muy esperado por Cristo
En cumplimiento de la Sagrada Escritura
La verdad de Pilatos
Lanza, sangre y agua
Los que permanecen ante la Cruz
Hasta el último momento
Cuando María se convirtió en Madre
de todos
La intención de los buenos
Los que saben la Verdad y la sirven
VII. Cuando Cristo venció a la muerte
El primer día de una nueva creación
El ansia de Pedro y Juan
A quien mucho se le perdonó, mucho amó
VIII. Sobre la glorificación
La glorificación de Dios
Cuando el Hijo glorifica al Padre
Sobre los frutos y la gloria de Dios
La eternidad de la gloria de Dios
La glorificación de Cristo
Primera Palabra
Segunda Palabra
Tercera Palabra
Cuarta Palabra
Quinta Palabra
Sexta Palabra
Séptima Palabra
Conclusión
El libro ha sido publicado por la Editorial Bendita María. A tener en cuenta es que los gastos de envío son gratuitos.
“De Ramos a Resurrección” - II. El principio del fin - Inoculando el veneno del Mal
“Entonces los fariseos se dijeron entre sí:
‘¿Veis cómo no adelantáis nada?,
todo el mundo se ha ido tras él”
(Jn 12, 19).
Ya hemos visto como los que querían a Jesús poco o, mejor, nada de nada, urdían cómo terminar con el enviado de Dios. No extraña que, entre ellos, hubiese quien quería que las cosas pasaran según fuesen pasando. Es decir, que no todos podían estar por la labor de fabricar acusaciones falsas contra aquel que tanto daño, según ellos, les estaba haciendo. Por eso, cuando pasó aquello de la entrada gloriosa de Jesús en Jerusalén, no tardaron mucho, los que sí querían que desapareciese, en hacer ver, a los demasiado tibios, que nada se había conseguido con eso de esperar. Y es que el corazón del hombre muestra, demasiadas veces, mucha prisa cuando es el mal quien lo dirige.
Algunos querían adelantar o, lo que es lo mismo, ver cómo sucedían las cosas. Así, creían que verían como Jesús se entregaba en manos de sus perseguidores sin tener que hacer nada contra Él. Y es que bien sabían, también ellos, que el pueblo, mucha parte del pueblo, tenía al hijo del carpintero por un gran maestro grande en señales y grande en palabras. Y eso les impedía actuar de forma expeditiva por el miedo que tenían a su propia gente, a la que, formando parte del pueblo escogido por Dios, llevaba muchos siglos esperando la respuesta del creador a su llamada de auxilio espiritual y material.
Pero los otros, los ávidos de venganza y partidarios de una solución radical a la situación que, a lo largo de su predicación, había ido produciendo el nazareno, no dejaban de sembrar cizaña entre los suyos: ¿no es suficiente con haber esperado tanto tiempo?; ¿Hasta cuándo vamos a soportar sus blasfemias y salidas de tono?; ¿nos dejaremos vencer por un charlatán?…
Todas sus preguntas sólo tienen una respuesta posible:”sí, es suficiente” o, también, “ya no podemos esperar más”. Todo, al parecer, estaba dispuesto para procurar el encarcelamiento de Jesús y, tan sólo, esperaban el momento oportuno. Cercana la fiesta de la Pascua debían pensar muy bien lo que hacían. Y es que un grave escándalo en aquel tiempo, con tantos forasteros dentro de la ciudad santa, no era nada recomendable pues los romanos andaban, conociendo la naturaleza de aquel pueblo, a la espera de cualquier motín para sofocarlo no de forma, precisamente, angelical. Todos sabían hasta dónde podía llegar el Gobernador y, sobre todo, sus poco delicados soldados.
Ellos, sin embargo, buscan que los otros, a los que consideran demasiado blandos con Jesús y sus seguidores, acaben convenciéndose de lo inútil de la espera, de que es conveniente que uno muera por todos y que, en definitiva, había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa y, si era necesario (que lo sería según el perseguido y su doctrina) hacer uso de todas las artimañas posibles.
El caso es que el veneno acaba matando. Y, en este caso, iba a acabar con la vida espiritual de aquellos que se podían haber salvado de ser tildados de ejecutores intelectuales de la definitiva persecución de Jesús. Y es que si, hasta entonces, se habían limitado a inquirir, de su persona, acerca de realidades espirituales para ver si caía en alguna trampa y se delataba como un impostor o, incluso, como un amigo de Roma (aquello de la moneda con la cara del césar tenía tales intenciones) creían haber llegado a su final la época de poner paños calientes o soluciones tibias a lo que estaba pasando con aquel maestro tan especial.
Seguramente lo que más les molesta es que su orgullo se está viendo capitidisminuido. Es más, está quedando en nada. Y es que lo que hace que se les revuelvan hasta los rincones más recónditos de su corazón es un hecho que, no por cierto, deja de ser para ellos preocupante. Y es que si Jesús, con su predicación, hubiera atraído a unos cuantos y estos le hubieran seguido por los caminos… nada hubiera pasado.
Sin embargo, ellos mismos saben la verdad: “todo el mundo se ha ido tras él”. Eso dicen. Y es que si todo el mundo se ido tras él ¿quién va a seguirlos a ellos?
La respuesta a esto era terrible y suponía un golpe demasiado duro para sus egoístas corazones: nadie. Y eso era el colmo, la gota que colmaba el vaso que había ido llenando, con su predicación y obras, aquel que viniendo de donde se suponía no podía venir ningún mesías, había conseguido lo imposible: convertir el corazón de muchos y hacer que los mismos no hicieran caso de la levadura de los fariseos. Y, si sabemos que la levadura ayuda a que la masa aumente su tamaño, podemos entender a la perfección que Jesús no quería, para nada, que aquel espiritual condimento puesto en manos de determinados creyentes judíos completara la dieta alimenticia del espíritu de sus discípulos.
“Jesús les dijo: ‘abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos.’ ellos hablaban entre sí diciendo: ‘es que no hemos traído panes.’ mas Jesús, dándose cuenta, dijo: ‘Hombres de poca fe, ¿por qué estáis hablando entre vosotros de que no tenéis panes? ¿aún no comprendéis, ni os acordáis de los cinco panes de los 5.000 hombres, y cuántos canastos recogisteis? ¿ni de los siete panes de los 4.000, y cuántas espuertas recogisteis? ¿cómo no entendéis que no me refería a los panes? Guardaos, sí, de la levadura de los fariseos y saduceos. Entonces comprendieron que no había querido decir que se guardasen de la levadura de los panes, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos” (Mt 16, 6, 12).
Y eran aquellos mismos fariseos y escribas, que habían tergiversado la Ley de Dios hasta límites insoportables, de los que Jesús había dicho: “en la cátedra de moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame ‘Rabbí’” (Mt 23, 1-7). Pero Jesús iba más lejos. Les advertía, a sus discípulos, acerca de algo muy importante y que traía a mal traer a sus perseguidores: “Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos” (Mt 2,20).
Vemos, por tanto, que ellos y según ellos tenían razones más que suficientes como para perseguir a Jesús. Y los más intransigentes de entre su clase no iban a dejar que algunos de sus mismos hermanos de cargo u oficio miraran para otro lado para ver qué pasaba. Y si ellos tenían que acelerar el proceso de persecución de Jesús de Nazaret no iban, siquiera, a pensar en no hacerlo.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
De Ramos a Resurrección es un tiempo de verdadera salvación eterna.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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