Halloween y las obras de Satanás

El Padre de la mentira, el Príncipe de este mundo o, simplemente, Satanás, el Diablo, sabe cómo embaucar a los hombres. Siempre hace uso de las técnicas, más o menos refinadas pero tendentes a hacer caer en su trampa a los que, a lo mejor, están ya casi preparados (por las cosas del mundo o/y  la simple ignorancia) para caer en ella. 

Esta cosa que se celebra allende de nuestras fronteras llamada Halloween es una de las obras de las que Satanás se vale para engañar dulcemente a los hijos de Dios. De todas formas, no importa que sea una fiesta extranjera sino lo que la misma significa. Eso sí; lo otro importa bien poco. 

Sin embargo, hay muchos que, al parecer, no acaban de comprender que se trate de eso sino que se sostiene que no es más que una fiesta en la que los niños se disfrazan y piden o dan caramelos… 

Sin duda que se trata de caramelos pero los mismos están envenenados porque se fundamentan en una celebración exacta y puramente satánica. 

¿Puede ser cierto eso que, al parecer, es inocente?

La inocencia puede basarse, la mayor de las veces, o se sustenta, en lo que se puede ignorar de la vida según nos vaya pasando. Así, son inocentes los niños porque saben bien poca cosa de lo que hacen y si, además, los padres manifiestan ignorancia total o, peor, adecuado conocimiento de lo que se pretende celebrar con tal recordatorio… entonces el resultado es el que es: desorientación en los espíritus infantiles y siembra de cizaña, mucha cizaña. 

En realidad, lean esto bien despacio: un verdadero católico no debe celebrar NUNCA Halloween. Y cuando se dice nunca se quiere decir nunca. Por tanto, no puede haber ni pretexto ni excusa, siquiera, para caer en la tentación de disfrazar al niño o participar de cualquier forma en tamaña aberración espiritual para un católico. Eso es ir sembrando el mal en sus corazones que son, como bien sabemos, tan dados a aceptar muchas, a veces, demasiadas cosas. Ellos, al fin y al cabo, pueden ignorar pero los padres no tienen derecho alguno a no saber, a callar, a dejar escondida su fe para y en tal momento. 

Para que se sepa: el 31 de octubre es un día crucial para los brujos y satanistas porque es la víspera del año nuevo de la brujería y, además, hasta pudiera celebrarse una festividad importante de Satanás. Por eso procuran celebrarlo de la forma más terrorífica que se pueda. Y disfrazar a los niños de brujas, muertos o cosas por el estilo es celebrarlo de forma muy terrorífica y es, además, tomar parte en una celebración de Lucifer, enemigo declarado de Dios y de su Iglesia católica.

Se puede sostener, de todas formas, que todos celebran tal engendro. Sin embargo, el católico sabe (tiene que saber) que no puede tomar parte en una cosa como es la que celebra el Mal porque, además, se dar a entender que las cosas de Dios no importan o se las aparta cuando nos conviene… (no olvidar “Amarás a Dios sobre todas las cosas”… “sobre todas las cosas”). 

Lo que pasa es que aquí hay dos bandos: el de Dios y el de Satanás. Y a nosotros nos corresponde estar en uno o en otro. Y si recordamos que podemos ser tibios (nos dice el Apocalipsis que Dios vomita de su boca a los que lo son) deberíamos pensar más que bien en qué bando queremos estar: uno, el de Satanás, lleva a la muerte eterna; el de Dios, a la vida eterna. 

Parece, pues, como se suele decir, que no hay color: nosotros, los católicos, preferimos la parte de Dios antes que la del Diablo. Hacer otra cosa es, seguro, ganarnos una condena al Infierno. Y hay que decir esto bien alto, para que se sepa, y sin disimulos políticamente correctos.

 Por eso, para que nadie pueda alegar que no sabe o que no entiende, aquí van estos buenos consejos. Tómenselos más que en serio y que les sirvan de guía: 

1.- Explique a sus hijos las razones por las que no van Halloween  más. Y nada de salir a pedir dulces.

2.- No permita que sus hijos vayan a la fiesta de Halloween de su escuela, conjunto, barrio, etc. Y explique al profesor cuáles son sus razones para que eso sea así. Es más, si es necesario, no lleve a su hijo ese día a la escuela o colegio: la salvación de su hijo vale mucho más que faltar un día a clase.

3.- No colabore con el Mal: no regale dulces a los niños ni a nadie que vaya a pedir dulces a su casa.

4.- Si puede (hoy a medios electrónicos para hacerlo que no cuestan dinero) envíe esta información a sus amigos y conocidos. Hágalo aunque no sean católicos porque también tienen derecho a no ignorar, a no saber, a consentir.

5.- En caso de que seas joven o adolescente, también debes saber y conocer (sobre todo tú) porque ahora es el momento en el que te puede engañar Satanás. No participes en las fiestas de Halloween: que donde es no, sea no.

6.- Es más, si usted tiene una tienda o un supermercado, o es propietario de un establecimiento comercial de cualquier tipo, no promueva esta fiesta: ni lo adorne con cosas alusivas al Halloween ni nada por el estilo. Prefiera no obtener ganancia del Mal y esté a bien con Dios y con el Bien. Seguro que sale ganando para la vida eterna.

Además, nosotros los católicos tenemos una fiesta que es mucho más importante (infinitamente más importante) que tal engendro del Demonio: celebramos a nuestros Santos y a nuestros Fieles Difuntos (aquellas almas que se encuentra en el Purgatorio-Purificatorio). Y es a ellos y a ellas a los que nos debemos porque, además, en ello nos va la vida eterna.

Amén.

Dios perdone a los que caigan en semejantes maldades.

Eleuterio Fernández Guzmán

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Por la libertad de Asia Bibi. 

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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Colaborar con el Mal: ¡Nunca!

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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