Serie “Su Cruz y nuestras cruces” – Su Cruz (habla Cristo)

Ciertamente mi muerte en estos maderos es un misterio muy grande para el hombre. Es, además, algo que cuando comprendan a qué me refiero, los salvará para siempre. 

¡Qué difícil es explicarles que mi muerte es esencial para que ellos puedan, un día, estar con mi Padre! 

Ellos podrían haberse dado cuenta de que, a lo largo de mis años de enseñanza, les he ido diciendo (según mejoraba su comprensión) que todo lo que a mí se refería ya estaba escrito en los libros sagrados que se pueden leer en las sinagogas. Allí podían encontrarme. Es más, en alguna ocasión ya dije eso al leer uno de los textos del profeta Isaías. Muchos, claro, no quisieron comprenderme y los que entendieron a qué me refería se dieron cuenta de lo que eso podía suponer. Y sintieron miedo… 

Pero ahora estoy aquí colgado. Y viendo cómo se disputan mis ropas (eso también estaba escrito) aquellos que me están dando muerte, pienso si acabarán comprendiendo que he cargado sobre mis hombros con todos los pecados del mundo. Que eso no ha sido fácil bien lo he comprendido en Getsemaní, cuando pedí a mi Padre que me librara de lo que iba a sufrir (¿Sabéis que ya lo sabía y que muchas veces lo dije antes de esto?) pero que no convenía para nada que se cumpliera mi voluntad sino la del Quien todo lo había creado. 

¿Sabéis que Isaías ya dijo que el castigo salvador iba a pesar sobre mí? 

Pero, a lo mejor, no sabéis algo que deberíais tener en cuenta. Quiero decir que a través de estos maderos en los que estoy colgado os he reconciliado con mi Padre. ¡Sí! Aunque no lo acabéis de entender es a través de esta Cruz (castigo reservado, como sabéis, para los más terribles malhechores entre los que, al parecer, me encuentro) como vosotros estáis a bien con Adonai. Y, desde ahora, el Padre reconcilia al mundo, a través de mí, con Él. 

No creáis, sin embargo, que Dios me echa a mí la culpa de vuestros pecados. Sabe perfectamente y más que bien (no olvida nunca nada) en qué habéis caído muchos de vosotros (¿No dije en una ocasión que erais malos pero que Dios os amaba de igual manera?) pero también sabe que muchas veces sois demasiado débiles como para soportar, siquiera, no caer en determinadas tentaciones. 

Por eso os digo que a través de esta Cruz os he rescatado. Pero, ¿Acaso necesitábamos ser rescatados?, os podéis preguntar. 

Si hay alguien que crea, francamente, que no necesitaba ser perdonado por Dios que tire (como dije cuando querían apedrear a aquella mujer que me presentaron como adúltera) la primera piedra. Y me gustaría ver quién de vosotros no la deja en el suelo y mira para otro lado… 

Podéis pensar lo que queráis pero es a través de esta mi sangre que cae y riega estos maderos y, más allá, el suelo, como Dios os ha perdonado. Y no lo ha hecho por segunda ni por tercera vez sino, como bien sabéis, en otras muchas ocasiones. Y es que, digáis lo que digáis, hermanos, no podéis negar que son demasiadas las tentaciones a las que no hacéis frente. 

Pero no sólo eso. También os libra del demonio y de la muerte: del primero porque con esta Cruz lo venzo para siempre y de la segunda porque vuestra salvación tiene el justo premio de la vida eterna que os he ganado y que durará para siempre, siempre, siempre. 

El caso es que con mi sangre, aquí mismo colgado como estoy, hago algo más: purifico a un pueblo para que el mismo sea mío y muchos, con el tiempo, van a limpiar sus pecados en mi sangre para presentarse con alma impoluta ante el trono de mi Padre del Cielo. 

De todas formas, no puedo negar ni quiero que esta Cruz es un sacrificio, un verdadero sacrificio que ofrezco como culto a Dios, Padre mío y vuestro. Pero no es un sacrificio como los antiguos, de presa que se entrega como ofrenda sino que se trata del Hijo que sí, se entrega, pero por sus amigos los hombres. Y lo hago hasta el mismísimo extremo de dar mi vida por todos vosotros. Por eso he sido misericordioso con aquellos que aquí me han traído y están procurando una muerte cruel y, perdonad que lo diga yo, no merecida. Y es que este sacrificio es misericordioso y junto, así, aquello que una vez dije acerca del mismo y de la misericordia pues es necesario ser capaz de sacrificarse en virtud de una actitud misericordiosa y de perdón. 

Sin embargo, no digo esto para sentirme yo bien ni para consolarme sino porque eso es, eso, lo que mi Padre ha querido de mí. De ahí que todo esto sea santificante al máximo. 

¿Sabéis, de todas formas, esto qué es? Quiero decir si sois capaces de encontrar sentido a mi Cruz y si entrevéis lo que significa. 

Os lo voy a decir pronto: es una pura y exacta declaración de Amor. Lo es porque me entrego por vosotros como ofrenda y víctima a Dios. Eso es lo que hago. Y lo hago porque quiero (también os dije que nadie me quitaba la vida sino que yo la daba voluntariamente). 

Pero no podemos decir que aquí lo esté pasando bien. Todos podéis ver que hay clavos, sangre, sufrimiento y dureza extrema de muchos hombres. Y eso duele. También duele mucho (seguramente más) el abandono de muchos de mis discípulos. Y aunque ahí estén mi Madre y otras mujeres y mi fiel amigo Juan, no por eso voy a dejar de decir las cosas como son: hay miedo y el miedo no sólo guarda la viña sino que cierra muchos corazones a la Verdad o, lo que es lo mismo, a mí mismo que, como os dije, soy, además de eso, el Camino y la Vida. 

Quisiera, de todas formas, preguntaros qué es lo que significa Dios para vosotros mirándome aquí, colgado y a punto de entregar mi espíritu al Padre. ¿Sabéis que se os revela con esta Cruz? ¿Acaso sois capaces de daros cuenta de que con ella se cruza a la vida eterna? 

Os puedo decir, para quien no sea capaz de responder a tales preguntas, que esta Cruz es la verdadera manifestación de mi Padre. Y así, lo mismo que yo me manifesté, cuando nací, ante aquellos magníficos reyes que vinieron de allende las tierras, lo mismo hace el Señor a través de estos maderos. Por eso es un verdadero acto de Amor. Pero de Amor con mayúscula, como corresponde a Quien tiene entrañas, precisamente, de misericordia y Quien nunca olvida a su creación. 

Lo vemos, esto, en que el signo que muestra el amor en su esencia y básica realidad, es el dolor. ¿Cuántos de vosotros no os habéis dolido cuando la persona amada se ha alejado de vuestra vida? ¿Acaso no sufrís cuando muere un ser querido? ¿No es eso amor en su expresión más perfecta? Por eso, si mostrar que somos capaces de sufrir por el ser amado es, en efecto, muestra de amor ¿qué podéis decir de lo que yo estoy haciendo ahora mismo por vosotros a los que llamo amigos? 

Miradme, pues, a mí, que estoy aquí crucificado. Pero miradme no con lástima sino con gozo de ver cómo es posible que alguien haga lo que hace como expresión del Amor del Padre, de su Espíritu y de mí mismo, su Hijo. Y que lo haga por todos sus hermanos los hombres.

Hace bien poco acabo de dejar a mi Madre en manos de Juan el Zebedeo. Lo he hecho porque sé que os servirá de ayuda en el camino que ahora vais a emprender. Muchos de vosotros estáis escondidos porque tenéis mucho miedo pero pronto la luz abrirá vuestros corazones y el Espíritu Santo hará morada en vosotros como templo. No olvidéis nunca, por eso mismo, que todo empezó aquí, entre estos maderos en los que algunos, ignorantes de verdad de a Quién están crucificando como parte de su trabajo, han querido terminar con una palabra, la de Dios, que estaba llamando al mundo a una gran conversión. Mi sangre, por decirlo así, ha empezado a lavar muchos pecados. Pero ahora, cuando voy a entregar mi Espíritu al Padre es cuando más recuerdo que muchos de vosotros habéis sido discípulos fieles de este Maestro que había venido al mundo a deciros que la salvación era posible y que no todo estaba perdido. 

Imaginaros, por ejemplo, qué sentiría Abrahám cuando subió al monte con su hijo para entregarlo a Dios en sacrificio. Al final, no se consumó el mismo porque mi Padre comprobó la fidelidad de un tal hijo. Pues ahora a lo mejor podéis imaginar qué estará pasando por el corazón de Aquel que perdonó la vida de Isaac pero ha creído bueno y mejor que la mía quede, humanamente, aquí colgada mientras subo a su Seno para sentarme a su derecha. Dolor, sí, pero también gozo de ver cómo un Hijo es capaz de ser fiel hasta sus últimas consecuencias. 

¡Ah!, por cierto. No quiero que se me olvide que, así como Dios ha mostrado amor por sus hijos a través de mí, lo mismo he mostrado yo con El señor mediante mi obediencia no ciega sino bien entendida y bien consentida. Y es que antes ya os he dicho que mi vida la entrego porque quiero y es que ¡quiero entregarla para que Dios la acepte en beneficio vuestro! Y si Él os quiere consigo para vivir eternamente en su definitivo Reino yo os voy a preparar estancias (esto también os lo he dicho más de una vez) para que las ocupéis en el Cielo. Y es que es muy conveniente que se sepa que mi amor por el Padre es tan grande, tan total, tan absoluto, que si me hace beber el cáliz de dolor que estoy bebiendo no lo rechazaré sino que apuraré hasta la última gota sin dejar que una sola se pierda o no riegue mi corazón de Hijo que ama a su Padre. Al fin y al cabo, sólo hago lo que me ha mandado hacer. 

Os lo repito: me entrego libremente a esta Cruz. Y lo hago para que el mundo sepa (como revelación, que lo sepa) que amo al Padre porque es mi voluntad amarlo y obedecerlo. 

Creo que deberíais mirar esta Cruz como un libro abierto en el que conocer lo mejor que un hijo puede hacer por un padre y, en mi caso como ejemplo de Hijo que puede hacer por su Padre lo que tiene el Padre por conveniente creer que es importante para el Hijo. ¿Acaso vosotros, en vuestra tierna infancia, no hacéis lo mandado porque confiáis en quien os dice eso que debéis hacer? Pues eso es lo que yo hago. 

Por cierto, antes de partir a la Casa del Padre quiero deciros, para que no haya confusión, que al querer decir (muchas veces lo dije) que debíais ser como niños para entrar en el Reino de Dios, quería que entendierais que era en cuanto a la confianza que los pequeños de la casa muestran hacia su padre. Confianza, aquí, es amor y es amor puro como es el de un niño aún no corrompido por el mundo. Y así os quiere mi Padre. 

Pero quiero deciros que con esta Cruz os declaro mi Amor supremo. No puedo hacer nada mejor para mostraros que os amo con todo mi corazón y que, por eso, he derramado mi sangre y, aunque, ya me quede poca que dejar salir de mi cuerpo cada gota de la misma doy con gozo porque sé que es aceptada por mi Padre a favor vuestro. Leed, pues, en el libro de la Cruz, cómo es posible Amar a Dios con todo vuestro corazón, con toda vuestra alma y con todas vuestras fuerzas y mente. Vamos, como yo he hecho y hago ahora mismo. 

No quiero que se me olvide que lo mismo que yo os he amado, hasta el extremo, debéis amar a vuestro prójimo. Y que si muchas veces será difícil hacerlo mejor será recibido por mi Padre que lo hagáis. En mi libro, en el de esta Cruz, eso está escrito con letras de sangre. Debéis, pues, tomar vuestra cruz (o las que tengáis) e ir tras vuestro hermano Cristo. Cargad con ellas porque lo mismo he hecho yo siempre (no sólo ahora desde Jerusalén hasta este monte de la Calavera) porque sabía que debía hacerlo para sanar muchas heridas vuestras. Os pido, por eso, que os abracéis a mí y, así, haréis lo propio con esta Cruz en la que doy mi vida. 

Al fin y al cabo, esta Cruz es expresión de aquello que muchas veces os he dicho. Y es que una vez me preguntaron que cuál era el mandamiento más importante. Y les dije que, en resumidas cuentas, todo se refería a dos realidades: amar a Dios y amar al prójimo. Al primero porque nos había creado y al hermano porque era, eso, hermano nuestro, criatura del mismo Creador. Y eso se resume en la Cruz, en esta Cruz: amor al Padre a quien obedece y amor al hermano a quien perdona y por quien se entrega. 

Mirad, esta Cruz tiene dos maderos: con el vertical amamos a Dios; con el horizontal amamos a los hermanos. Es decir, así hay que amar a Dios y así hay que amar a los hermanos. Y todo lo demás nace de esto: de amar. 

Por cierto, antes os he hablado del pecado que he cargado sobre mí, de los vuestros en mi corazón. Pues os digo que no caigáis más en las tentaciones que el Maligno os va a tender. Y es que cada vez que hagáis eso, que sucumbáis a sus malignas propuestas y peticiones me estaréis cargando con vuestras caídas y, en una manera muy cierta, estaréis ayudando a que me vuelvan a clavar en la Cruz. Y es que toda vida creada por mi Padre tiene una importancia tan grande en su corazón que no puede pasar por alto ni sus pecados ni lo que ha supuesto que los mismos queden limpios. Y por eso me gustaría que os dierais cuenta de que vuestro rescate no ha sido pagado a base de cosas que se corrompen como el oro o la plata sino a un precio muy elevado: el de mi sangre. Y, además, que no se trata de una entrega, así, en general, por toda la humanidad (que también) sino por cada uno de vosotros. Pensadlo bien: “por cada uno de nosotros ha dado su sangre el Hijo de Dios”. Sólo así seréis capaces de aportar bondad al mundo y sacrificio a vuestras acciones u omisiones. 

No olvidéis, tampoco, que la Cruz es lo que garantiza que la fe en Dios Todopoderoso sea verdadera. Esto os lo digo por si acaso alguien os propone un camino espiritual que no pase por la Cruz. Si eso hace no es cosa nuestra. 

De todas formas yo muero al mundo, pero a la eternidad nacen dos realidades: mi Espíritu que va al Padre y vuestra salvación que es, ya, para siempre. 

Y todo esto tan sólo entre dos maderos, en esta Cruz. No diréis que Mi Padre no hace todas las cosas nuevas y que de lo poco no saca lo máximo. 

Al fin al cabo, Dios es Amor y la Cruz también es Amor. Y yo os he amado así; amad vosotros también.

Eleuterio Fernández Guzmán

 

Nazareno

…………………………..

Por la libertad de Asia Bibi. 

……………………..

Por el respeto a la libertad religiosa.

……………………..

Enlace a Libros y otros textos.

……………………..

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Llevar la cruz de cada uno es más fácil sabiendo que hubo Quien la llevó primero.

…………………………….
Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

…………………………….

InfoCatólica necesita vuestra ayuda.

Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:

da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7), y haz click aquí.

Todavía no hay comentarios

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.