Un amigo de Lolo – Un santo decálogo - I
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.
Un santo decálogo - I
Digamos, antes de empezar, que Manuel Lozano Garrido, en Mesa redonda con Dios, pp. 167-168, escribe un decálogo que vale la pena tener en cuenta.
Dios mediante, vamos a dedicar tantas semanas como puntos tiene tal decálogo a contemplar su significado.
“Todo por Ti y para Ti, nuestro Buen Segador. Y para que veas que te lo digo de corazón, aquí te dejo, Señor, la bandera y el programa de un humilde decálogo. Ojéalo y, si vale, échale tu bendición:
- Te desayunarás cada amanecer con el buen Panecillo de Dios y luego te harás de su milagro repartiendo los panes y los peces de tu corazón.
Bien dice Manuel Lozano Garrido que el decálogo que le presenta a Dios tiene un sentido eminentemente humilde. Quiere decir que no pretende ir más allá de lo que puede ir quien se sabe amado por Dios. Y es que este decálogo, del que hoy traemos aquí su primer punto, tiene intención de ser acogido en el corazón del Todopoderoso.
Pues bien, cuando amanecemos al mundo y nos damos cuenta de que Dios ha permitido que, durante la noche, no nos arrebatara la hermana muerte, algo nos dice que debemos agradecer que, en efecto, hayamos visto de nuevo el alba. Pero, a partir de tal momento, no debemos hacer como si el Creador no tuviera nada que ver con nuestra vida.
Antes que nada; antes de ver el mundo y sus cosas, nuestra realidad y lo que nos depara el Dios, debemos darnos cuenta de que el Todopoderoso nos regala su santa Palabra, alimento de eternidad, para que nutramos nuestro espíritu y nuestra alma. Es el primer regalo que nos hace el Creador cada día que pasa y no podemos renunciar al mismo, so pena de ser desagradecidos y no mostrar, ante Dios, que somos hijos suyos.
Es decir, lo primero que debe alimentarnos es lo que, justamente, ha estado dado para que la eternidad nos llene y, a la vez, nos empuje hacia ella. Y Dios, que ha puesto todo de su parte, gozará viendo cómo sus hijos manifiestan gusto por su Palabra y que, además, la hacen suya.
El Pan que Dios nos da hace muchos siglos que lo está proporcionando a quien quiera hacerse cargo del mismo en su corazón. No está puesto ahí para quedar bien con el hombre sino para que el mismo se sirva del mismo y, de paso, haga lo que tiene que hacer.
¿Qué, pues, debemos hacer a tal respecto?
Lo dice bien claro el Beato Lolo. En general podemos decir que debemos hacer uso abundante del alimento divino. Es más, podemos suponer que no sería del gusto de nuestro santo varón hacer otra cosa que no fuera eso.
El caso es que es algo milagroso que la Palabra de Dios, con ser una y como es, pueda tener un uso tan abundante. Podemos decir que cada corazón de creyente la toma, la hace suya y la administra de tal forma que puede hacerla rendir un 30, un 40 o un 100 por ciento, según su generosidad y corazón de carne.
Pero, por otra parte, no es que debamos buscar muy lejos el Pan divino. Lo tenemos en nuestro propio corazón porque Dios ha sembrado ahí la semilla para que crezca y de fruto abundante. Y de ahí es de donde debemos obtener lo que nosotros, con ansia evangelizadora, vayamos a transmitir a nuestros hermanos más desnortados o, simplemente, a los que ni siquiera son hermanos.
Manuel Lozano Garrido quiere empezar bien el día y muy bien este catálogo de humildad. Por eso nos empieza pidiendo que no queramos cosas excesivas ni exageradas sino aquello que Dios nos da y que está al alcance de nuestro corazón. ¡Sí!, ahí, donde está, como en su templo, su santo Espíritu.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
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