Libro: “De Jerusalén al Gólgota. Camino de salvación eterna”
Título: De Jerusalén al Gólgota
Autor: Eleuterio Fernández Guzmán
Editorial: Lulu
Páginas: 124
Precio aprox.: 5 € en papel – 1€ formato electrónico.
ISBN: 5800116406780, papel; 978-1-326-64983-8, electrónico
Año edición: 2016
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“De Jerusalén al Gólgota” - de Eleuterio Fernández Guzmán
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el final de la vida de Cristo o, mejor, el camino que lo llevó desde su injusta condena a muerte hasta la muerte misma estuvo repleto de momentos cruciales para la vida de la humanidad. Y es que no era, sólo, un hombre quien iba cargando con la cruz (fuera un madero o los dos) sino que era Dios mismo Quien, en un último y soberano esfuerzo físico y espiritual, entregaba lo poco que le quedaba de su ser hombre.
Todo, aquí y en esto, es grande. Lo es, incluso, que el Procurador Pilato, vencido por sus propios miedos, entregara a Jesús a sus perseguidores. Y, desde ahí hasta el momento mismo de su muerte, todo anuncia; todo es alborada de salvación; todo es, en fin, muestra de lo que significa ser consciente de Quién se es.
Aquel camino, ciertamente, no suponía una distancia exagerada. Situado fuera de Jerusalén, el llamado Monte de la Calavera (véase Gólgota) era, eso sí, un montículo de unos cinco metros de alto muy propio para ejecutar a los que consideraban merecedores de una muerte tan infamante como era la crucifixión. Y a ella lo habían condenado a Jesús:
“Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: ¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás! Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato. Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús, pero ellos seguían gritando: ‘¡Crucifícale, crucifícale!’” (Lc 23, 18-21)
Aquella muerte, sin embargo, iba precedida de una agonía que bien puede pasar a la historia como el camino más sangriento jamás recorrido por mortal alguno. Y es que el espacio que mediaba entre la Ciudad Santa y aquel Calvario fue regado abundantemente con la sangre santa del Hijo de Dios.
Jerusalén había sido el destino anhelado por Cristo. Allí había ido para ser glorificado por el pueblo que lo amaba según mostraba con alegría y gozo. Pero Jerusalén también había sido el lugar donde el hombre, tomado por el Mal, lo había acusado y procurado que su sentencia fuera lo más dura posible.
El caso es que muchos de los protagonistas que intervienen en este drama (porque lo es) lo hacen conscientemente de lo que buscan; otros, sin embargo, son meros seres manipulados. Y es que en aquellos momentos los primeros querían quitar de en medio a Quien estimaban perjudicial para sus intereses (demasiado mundanos) y los segundos tan sólo se dejaban llevar porque era lo que siempre habían hecho.
Jesús, por su parte, cumplía con la misión que le había sido encomendada por su Padre. Y la misma llevaba aparejada, pegada a sangre y fuego, una terrible muerte.
Podemos imaginar lo que supuso para el Hijo de Dios escuchar aquella expresión de odio tan incomprensible: ¡Crucifícale! Y es que Él, que tanto amaba a sus hermanos los hombres, miraba con tristeza el devenir que le habían preparado los que, por la gran mayoría de los suyos, eran tenidos por sabios y entendidos de la Ley de Dios.
De todas formas, era bien conocido por todos que Jesús los había zaherido muchas veces. Cuando llamó hipócritas a los fariseos se estaba labrando un final como aquel hacia el que se encaminaba; cuando sacó del Templo de Jerusalén a los cambistas y vendedores de animales para el sacrificio nada bueno estaba haciendo a su favor.
Por otra parte, es cierto que entre la sede del Procurador hasta el monte de la Calavera, apenas había un kilómetro de separación. Es decir, humanamente hablando apenas unos diez minutos podría haber invertido cualquier ser humano en llegar de un lado a otro. Sin embargo, para quien tanto había sido maltratado (ya se había producido la flagelación y la colocación de la corona de espinas) aquellos escasos mil metros supondrían, valga la expresión, un Calvario anticipado.
Ciertamente, la muerte de Jesús se estaba preparando desde hacía algunas horas. Todo apuntaba a ella pero, no podemos negarlo, sus perseguidores se habían asegurado de que otra cosa no pudiese suceder. Y es que lo habían atado todo bien atado y que el Procurador romano decidiera entregárselo era sólo cuestión de tiempo.
Otra cosa era que todo aquello estuviera previsto en las Sagradas Escrituras. Seguramente no se escribía con nombres y apellidos las personas que iban a intervenir pero ya el profeta Isaías escribiría que el Cordero de Dios sería entregado para ser llevado al matadero sin siquiera protestar. Y eso era lo que iba a suceder cuando el Procurador entregara a Jesús a los que querían terminar con su vida. Y es que cada paso que dio desde que se echara el madero al hombro hasta que llegó al Gólgota constituyó un ejercicio de perdón hacia aquellos que le estaban infligiendo un mal no fácil de soportar. No obstante, se estaba escribiendo, con letras de sangre, el camino de la salvación del género humano.
Y esto es lo que tratamos de reflejar en las páginas de este libro.
Digamos, casi para finalizar, que nos hemos permitido escribir acerca de lo que podría haber pasado por el corazón de Cristo en cada uno de los momentos por los que pasó en aquel camino, no largo, que lo llevó desde Jerusalén al Gólgota. Y esto corresponde al apartado (“Lo que Cristo tiene por bueno y mejor”).
Por otra parte, en el que lleva por título “De nosotros mismos a Cristo” tratamos de dirigirnos al Maestro en forma de oración, de súplica de perdón o, en fin, de gracias dadas a Quien tanto hizo por nosotros con aquel recorrido material y espiritual.
Por otra parte, les ponemos aquí el Índice de este libro:
Introducción.
I. Pilato, la condena y la entrega de
Cristo a los perseguidores.
Poncio Pilato.
Lo que Cristo tiene por bueno y mejor.
De nosotros mismos a Cristo.
II. Las caídas de Cristo.
Soldados que lo llevan a Cristo
hacia el Calvario.
Lo que Cristo tiene por bueno y mejor.
De nosotros mismos a Cristo.
III. Aquellas mujeres.
Las mujeres; aquellas que lloran.
Lo que Cristo tiene por bueno y mejor.
De nosotros mismos a Cristo.
IV. La Verónica.
Verónica.
Lo que Cristo tiene por bueno y mejor.
De nosotros mismos a Cristo.
V. El que ayuda a Cristo.
Simón de Cirene.
Lo que Cristo tiene por bueno y mejor.
De nosotros mismos a Cristo.
VI. Los que persiguen a Cristo.
Fariseos.
Plebe manipulada.
Lo que Cristo tiene por bueno y mejor.
De nosotros mismos a Cristo.
VII. María.
María.
Lo que Cristo tiene por bueno y mejor.
De nosotros mismos a Cristo.
VIII. Los dos ladrones.
Dimas y Gestas.
Lo que Cristo tiene por bueno y mejor.
De nosotros mismos a Cristo.
IX. Juan y las santas mujeres.
Juan.
Las santas mujeres.
Lo que Cristo tiene por bueno y mejor.
De nosotros a Cristo.
X. El soldado convertido.
El centurión.
Lo que Cristo tiene por bueno y mejor.
De nosotros mismos a Cristo.
XI. Y murió Cristo.
Jesucristo.
Lo que Cristo tiene por bueno y mejor.
De nosotros mismos a Cristo.
Epílogo.
La Cruz a cuestas.
Jerusalén en tiempos de Jesús.
Esperamos sea del agrado de los lectores este nuevo libro dedicado a un momento tan importante de nuestra historia como hijos de Dios.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
El camino que hizo Cristo desde la Ciudad Santa al Calvario es uno que tiene mucho que ver con la salvación del hombre.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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