Un amigo de Lolo – La bondad intrínseca del sufrimiento
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.
La bondad intrínseca del sufrimiento
“El sufrimiento, así como las castañas, de una palma en otra, sin que nadie se lo quede voluntariamente. Y sin embargo es bueno en su raíz y purifica siempre. Se le quita la cáscara y nos queda dorado, crujiente, cálido y apetitoso. El mismo Dios lo ofrece, como un bocado exquisito. El quid está en saber catarlo a tiempo y en ser siempre su buen “gourment”. (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 188)
Sabemos, por lo que está escrito, que la Cruz, para muchos en el tiempo de Cristo, era una locura; para otros, una necedad. En realidad lo que les pasaba es que no entendían que fuera posible deducir algo bueno de un sufrimiento tan sangrante como fue aquel en el que murió el Hijo de Dios.
Jesús, sin embargo, obtuvo mucho con aquellas horas, tras ellas. Es decir, cuando el Emmanuel vierte su sangre lo hace con un propósito o, lo que es lo mismo, su sufrir tenía una razón de ser y buscaba un resultado espiritual grandioso. Y lo obtuvo.
El Beato Manuel Lozano Garrido entiende muy bien al sufrimiento y lo que significa. Por eso en tantas ocasiones le dedica, incluso, loas que, eso sí, para muchos no son más que expresión de masoquismo o algo por el estilo. Y tal dicen porque andan muy lejos de comprender nada de nada de lo que supone el mismo.
Cuando sufrimos, eso es bien cierto, hay una capa exterior del sufrimiento que es dolorosa: sabemos que lo estamos pasando mal y eso no es fácil evitarlo porque, por ejemplo, el dolor no se puede ocultar siempre por muy buenas intenciones que tengamos. Pero eso es lo exterior y, como sabemos, en materia de fe eso no es lo que más importa sino, al contrario, lo que menos.
Dos cosas nos dice Lolo en este texto que son muy importantes: el sufrimiento es bueno en su raíz y, además, purifica. Y ha de querer decirnos que el mismo toma el alimento de nuestra alma y, por eso mismo, bien entendido y tomado como ocasión de limpieza… acaba purificándonos y, así, haciéndonos mejores.
Resulta curioso, por otra parte, que, ciertamente, el sufrimiento no quiere ser tenido por nadie. Es decir, erraría mucho quien creyera que el católico quiere sufrir por sufrir para quedar bien con Dios asumiendo el sufrimiento. Y Lolo es, también en esto, un ejemplo. Y lo es porque durante sus largos sufrimientos no es que no intentara encontrar remedio a sus males (eso sí sería masoquismo) sino que aplicó el refrán que dice “A Dios rogando y con el mazo dando”. Es decir, buscaba remedio (se puede leer muy bien en sus libros) pero también procuraba entender el sentido de su sufrir, ofrecerlo (de eso podemos estar seguros) por santas intenciones y, al fin al cabo, hacer uso espiritual del mismo para limpiar su alma que es lo que nos dice en este texto.
Es más, hay muchos sufrimientos que, en efecto, pueden ser ofrecidos por Dios. No por esto es un Padre malo ni vengativo sino que, queriendo sólo lo mejor para nosotros, busca que nos purifiquemos de una manera que no es demasiado comprendida por el ser humano. El caso es, sin embargo, que nos conviene aceptarlos como lo que son y no buscar tres pies al gato acerca de nuestra relación con el Todopoderoso (que “si te he hecho algo para merecer esto”, “que qué te he hecho yo” y cosas por el estilo). No. El caso es asumir el sufrimiento procurando aceptar lo grandioso del mismo y, también, lo misterioso de tales situaciones. Otra cosa es no querer saborear lo que, al fin y al cabo, no es más (ni menos) que un dulce bocado espiritual ofrecido por Quien todo lo puede.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Sufrir también puede ser considerado bueno.
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