Un amigo de Lolo – Lo bueno de la Cruz y de nuestras cruces
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.
Lo bueno de la Cruz y de nuestras cruces
“Lo que nos vienes a decir con todo es que la Cruz está hecha de madera corriente y moliente y nada de ponerle celofán a las cicatrices. Lo que importa no es que te hagas excepcional, sino que todas las criaturas del mundo tengan su fortunilla en los latigazos, troncos sobre las espaldas y esponjas de hiel. En casa, cruces, y Calvario también en el taller y la convivencia. Lo que cuenta no es que tu sudor y tu sangre tengan barnices de colores bonitos, sino que se viva el acre goterón de la muerte, ese mismo que fue por la vida empapando las virutas, y el desgarrón de tu Carne Redentora”. (Mesa redonda con Dios, p. 171)
Aquellos que no creen en Dios Todopoderoso y no tienen a Cristo como su Maestro, es más que probable que tengan por bueno y verdad que la Cruz es una necedad o una locura. De hecho eso era lo que pensaban muchos que, en tiempos del Hijo de Dios conocieron lo que pasó con aquel Maestro al que mandó crucificar el Gobernador Pilato.
Hay, sin embargo, quien tiene un sentido muy distinto de lo que es la Cruz de Cristo y las nuestras porque ha comprendido mejor que muchos el significado tanto de una como de otras. Y no es por casualidad que Manuel Lozano Garrido, nuestro Beato Lolo, sepa mucho de esto.
A tal respecto, es bien sabido por cualquiera que todos tenemos que morir. Por tanto, que tengamos que cargar con alguna que otra cruz no es cosa extraordinaria sino que, por ser realidad muy inferior a la propia muerte, es cosa de cada cual que eso nos pase. No hay, por tanto, nada excepcional en cargar con una o varias sino que lo que importa es lo que entendemos que debemos hacer con las mismas y el sentido que le damos de ellas en nuestro corazón.
Lo que queremos decir es que es gozoso, que puede serlo, cargar con las cruces que tengamos. Y es más, que lo que más importa es que seamos capaces de ver en nuestras cruces un camino que nos lleve a la vida eterna si es que podemos emparentarlas con la Cruz de Cristo. Decimos si podemos aunque, en realidad, deberíamos decir, mejor, si queremos porque se trata de una opción muy personal y muy cercana a nuestro corazón. Si queremos que Cristo ilumine nuestra vida sólo podemos hacerlo si es que en la cotidianeidad de un sufrimiento lo ofrecemos para completar el que tuvo Cristo en su santa Pasión.
Por cierto, algo muy importante que nos dice Lolo es que no debemos tratar de edulcorar el sufrimiento de tal forma que pareciera que no lo es. Lo es y, por eso mismo, es algo común a cada uno de nosotros, que soportamos las cruces con las que cargamos y que debemos darnos cuenta del hecho incontrovertible de que no somos nada extraño en el mundo. Es más que es lo normal en cada ser humano. Y que lo que marca la diferencia entre personas no es que cada una cargue con sus cruces sino que cada cual se dé cuenta de que carga con ellas y que tal carga tiene una finalidad bien definida: la vida eterna.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
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Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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