El rincón del hermano Rafael – Entregarse del todo al Señor
“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”
Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.
Nosotros vamos a dedicar nuestra atención a un libro en particular. Recoge los diarios de San Rafael Arnaiz entre el 16 de diciembre de 1937 y el 17 de abril de 1938y está editado por la Asociación Bendita María.
Vayamos, de todas formas, ahora mismo, a escribir sobre el protagonista de esta nueva serie.
Cuando Dios tiene a bien escoger a uno de sus hijos para que siga una vida de fe acentuada hace que se note desde la corta edad. Y eso era que le pasaba a Rafael: daba muestras de que las cosas de Dios le interesaban más que al resto de sus compañeros de la infancia.
Sin embargo, desde temprana edad enfermó y empezó a llevar su particular cruz.
Aunque Rafael, dotado de una precoz inteligencia, parecía tener una vida en el mundo, en el siglo, de especial importancia (se matriculó en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid) no podía evitar, ni quería, su voluntad de profundizar en su vida espiritual.
Tal es así que ingresó en el monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas el 15 de enero de 1934.
La enfermedad que arriba hemos citado, la diabetes sacarina, le obligó a abandonar el monasterio en tres ocasiones pero volvió en otras tres ocasiones porque bien sabía que no otro era el camino espiritual que debía seguir.
Cuando recién había estrenado los 27 años Dios lo llamó cabe sí un 26 de abril de 1938 siendo sepultado en el monasterio donde había ingresado para seguir una vida espiritual acorde con su voluntad de hijo del Creador.
El caso es que la fama de santidad de un católico tan joven y tan entregado a su fe no tardó en salir de los muros del monasterio. Y es que aquello que había escrito estaba dotado de una especial atracción. Tal es así que el 20 de agosto de 1989, san Juan Pablo II lo propuso como modelo para los jóvenes que iban a acudir a la Jornada Mundial de la Juventud a celebrar en Santiago de Compostela. Y unos pocos años después, en 1992 fue beatificado (el 27 de septiembre).
Pero, seguramente, no bastaba con el reconocimiento que se hacía entonces. El Beato Rafael iba a subir un escalón más en el Cielo y el 11 de octubre de 2009 el ahora emérito Benedicto XVI canonizaba a quien había sabido comunicar al mundo que sólo Dios era suficiente para llevar una existencia propia de un buen y fiel hijo.
Que Dios nos ayude a acercarnos lo mejor posible al pensamiento espiritual de San Rafael Arnáiz, el hermano Rafael. Y, de paso, le pedimos que interceda por nosotros.
Entregarse del todo al Señor
1 de enero de 1938 – sábado
“Empieza el año 1938. ¿Qué me prepara Dios en él? No lo sé… ¿Quizás no me importe?… Menos ofenderle me da lo mismo todo… Soy de Dios, que haga conmigo lo que quiera. Yo hoy le ofrezco un nuevo año, en el que no quiero que reine más que una vida de sacrificio, de abnegación, de desprendimiento, y guiada solamente por el amor a Jesús…, por un amor muy grande y muy puro.
Quisiera mi Señor, amarte como nadie. Quisiera pasar esta vida, tocando el suelo solamente con los pies. Sin detenerme a mirar tanta miseria, sin detenerme en ninguna criatura. Con el corazón abrasado en amor divino y mantenido de esperanza.
Quisiera Señor, mirar solamente al cielo, donde Tú me esperas, donde está María, donde están los santos y los ángeles, bendiciéndote por una eternidad, y pasaron por el mundo solamente amando tu ley y observando tus divinos preceptos.”
Lo último que escribe el hermano Rafael en su diario para este primer día del año del Señor de 1938, es esto que sigue:
“He de amar la soledad, pues Dios en ella me pone.
He de obedecer a ciegas, pues Dios es el que me ordena.
He de mortificar continuamente mis sentidos.
He de tener paciencia en la vida de comunidad.
He de ejercitarme en la humildad.
He de hacer todo por Dios y por María.”
Todo, al parecer, sabe nuestro santo que tiene que ver con Quien ama sobre todas las cosas. Por eso no quiere ofender al Creador de ninguna de las maneras. Aquello que le espera, y que le tiene preparado el Todopoderoso, será lo que acepte sin temor alguno.
Todo se lo entrega a Dios. Es una forma muy suya de comportarse. Por eso lo conocemos por aquella expresión “Sólo Dios” que dice tanto de quien así se reconoce hijo de un tan gran Señor.
Y le ofrece todo lo que un buen hijo puede ofrecer a un padre: sacrificio, abnegación desprendimiento. En suma, sometimiento absoluto a la santa Providencia del Creador.
Pero el hermano Rafael no se conforma con amar a Dios como lo haría cualquier ser humano. No. Él quiere amarlo como nadie, ir más allá de lo que nadie ha ido al respecto de tal amor. Y mira alto, muy alto: al mismo Cielo.
Decimos esto último porque quiere ponerse en relación con Dios de un forma tan profunda que nada del mundo distraiga un amor tan entregado. Y es que sabe que el siglo puede distraerle de aquello que más le importa que es el amar al Creador sobre todas las cosas, con todo el corazón y con toda el alma. Y a eso se aplica.
San Rafael Arnáiz está a lo que tiene que estar un buen hijo de Dios: sólo mira a Dios porque sólo quiere amar a Dios. Y no es que desprecie a sus hermanos los hombres sino que sabe perfectamente dónde ha de estar centrado su corazón y toda su existencia. Y así lo hace. Y es que sabe que el Todopoderoso le tiene preparada una estancia que ocupar en Su definitivo Reino. Y quiere hacerlo porque tiene intención de ser como aquellos de los mejores de entre nosotros, como aquellos que, a lo largo de la historia de la humanidad han comprendido lo que significa ser hijo de Dios.
Por eso, en un momento determinado de su diario, en este día, dice esto:
“Bendito Dios, no soy nada más que un alma enamorada de Cristo. Él no quiere más que mi amor, y lo quiere desprendido de todo y de todos.”
Y así fue. Así es, en acto, para todo aquel que quiere, siquiera, imitar una tan santa forma de ser y actuar.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Sólo Dios es expresión de saber Quién es el Padre y a Quién se ama.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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