María, Pilar de la fe

 

“Oh Virgen del Pilar, Reina y Madre. España y todas las naciones hispanas reconocen con gratitud tu protección constante y esperan seguir contando con ella.

Obténnos de tu Hijo fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor.

Queremos que en todos los instantes de nuestra vida sintamos que tu eres nuestra Madre.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

Para los católicos, tenemos en mucho a la Madre de Dios y la amamos de una forma por la que, muchas veces, se nos tilda de exagerados. Sin embargo, bien sabemos que todo el amor que mostremos por María, la Virgen Santísima e Inmaculada, será poco porque los méritos de la Madre de Dios y, también, el auxilio que nos proporciona cuando la requerimos, valen más que todo lo que el mundo pueda ofrecernos.

Pero ¿por qué hacemos esto?

Dijo San Juan Pablo II, en su último viaje a España, al despedirse, que nuestra patria es, en efecto, “tierra de María”. Y lo es porque aquí se nos ofreció la Madre como Madre y la aceptamos como Madre al igual que hiciera el discípulo Juan al pie de la cruz.

Tenemos muchas razones para tener a María como pilar de la fe católica a la que gozamos pertenecer. Las mismas tienen mucho que ver con lo que aquella joven judía ha sido para millones de creyentes, es para millones de creyentes y será para millones de creyentes.

Por ejemplo, la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium (LG), dice en su número 58, que

“La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Allí, por voluntad de Dios, estuvo de pie, sufrió intensamente con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de madre que, llena de amor, daba amorosamente su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima que Ella había engendrado. Finalmente, Jesucristo, agonizando en la cruz, la dio como madre al discípulo con estas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19, 26-27)”.

Por tanto, la Virgen María nos antecede en la voluntad de seguir a Cristo y es, así, ejemplo de perseverancia y de sufrimiento aceptado por la gracia de Dios. Es, digamos, un espejo donde mirar lo que quien cree en el Creador puede llegar a llevar a cabo y a sentir en su corazón y no equivocarse con una tan santa elección.

Pero, por su parte, el Catecismo de la Iglesia católica, nos dice que María es nuestra Madre en el orden de la gracia porque (967)

“Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es ‘miembro supereminente y del todo singular de la Iglesia’ (LG 53), incluso constituye ‘la figura’ [typus] de la Iglesia (LG 63).”

Si procuramos, pues, imitar a María haremos todo lo posible para mantener nuestra fe y creencia en Dios y para ser, con el prójimo, caritativos en extremo. Así la tomaremos como lo que es: icono de esperanza en Cristo.

Dice, por otra parte, Horacio Bojorge, S.J. en “La Virgen María en los Evangelios” (editado por la Fundación Gratis Date)  lo siguiente:

“Se comprende así lo bien fundada en la Sagrada Escritura que está la contemplación eclesial de la figura de María como nueva Eva, esposa del Mesías y Madre de una humanidad nueva de Hijos de Dios. En efecto, en la tradición de la Iglesia se ha interpretado que en el apelativo Mujer está la revelación de grandes misterios acerca de la identidad de María. Por un lado, se ha reconocido en ella a la Nueva Eva que nace del costado del Nuevo Adán, abierto en la cruz por la lanza del soldado. Como nueva Eva ella celebra a los pies de la cruz un misterioso desposorio con el Nuevo Adán, que la hace Esposa del Mesías en las Bodas del Cordero. Allí por fin, Jesús la hace y proclama Madre, parturienta por los mismos dolores de la redención que fundan su título de corredentora. Madre de una nueva humanidad, de la cual Juan será el primogénito y el representante de todos los creyentes.”

Vemos, pues, que María no es, con serlo, una mujer sin más sino que es la que suscita en Dios un amor tal que, por su intervención, entró la salvación al mundo al decir sí a la petición del Ángel Gabriel y, luego, al dar a luz a su Hijo Jesús. Madre, como bien dice el P. Bojorge, de una humanidad que ya no es la pecadora sino la limpia de pecado y la que hace un nuevo pacto con  Dios.

María es, también, mediadora como reconoció Pío XI en el número 15 de su Carta Encíclica “Miserentissimus Redemptor” (8 de mayo de 1928) al escribir que

“Nos, confiados en su intercesión con Cristo, que siendo el ‘único Mediador entre Dios y los hombres’ (52), quiso asociarse a su Madre como abogada de los pecadores, dispensadora de la gracia y mediadora” o como, por ejemplo, deja dicho la Constitución citada arriba Lumen Gentium (62) cuando dice que “Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora”.

María es, pues, mediadora (¿Veremos nosotros un dogma en tal sentido?) y como tal es pilar de una creencia que la tiene como apoyo espiritual al que dirigirse en los momentos de tribulación como muy bien nos recuerda el Santo Rosario en las Letanías que dedica a la Theotokos desde que así fuese llamada en el Concilio celebrado en Éfeso en el año de Nuestro Señor de 431.

En realidad, cuando Dios escogió a aquella joven judía para que fuera su Madre no dudaba lo más mínimo de la fe que tenía, que había decidido entregar su virginidad a Aquel que la había creado. Por eso, con el paso del tiempo llegaría a decir a su prima Isabel que la iban a llamar bienaventurada todas las generaciones. Y es que Dios había hecho cosas grandes por ella y en ella. Y, por eso mismo, se convertiría en pilar de la fe para los hermanos de su hijo Jesús, alguien en quien apoyarse en momentos de tribulación y alguien a quien acudir, en oración, cuando se siente tristeza y agonía en el alma.

María, pilar de la fe; María, pilar de la creencia en  Dios Todopoderoso, en su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo, ruega por nosotros. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

…………………………..

Por la libertad de Asia Bibi. 

……………………..

Por el respeto a la libertad religiosa.

……………………..

Enlace a Libros y otros textos.

……………………..

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

 

La Madre de Dios siempre está y siempre es accesible.

 

Tozudos, para tozudos, los que se dan de bruces contra una pared y creen que pueden atravesarla.

…………………………….
Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

…………………………….

InfoCatólica necesita vuestra ayuda.

Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:

da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7), y haz click aquí.

 

Todavía no hay comentarios

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.