La misteriosa levedad del ser humano
Muchas veces decimos eso de que “no somos nada”. Y suele ser tras el fallecimiento de alguna persona, conocida o no. Entonces caemos en la cuenta de lo poco que somos aunque creamos lo contrario y nos gloriemos de nuestra propia vida como dándonos una importancia que no tenemos y, a lo mejor, hasta ni merecemos.
Es bien cierto que poco somos si nos arrimamos a Dios Padre. En su poder total nosotros aparecemos como una simple mota de polvo ante la inmensidad de una estrella que, como el Sol, además es considerada una que lo es enana.
Hay, sin embargo, noticias que nos muestran hasta qué punto esto es verdad. Y las hay que son muy tristes a la par que indicadoras de lo que somos. Esta dice lo que sigue:
“Muere arrollada por un tren en Dénia cuando oía música con unos auriculares”.
Tenía 29 años y caminaba hacia su lugar de trabajo. Un día más, como otros iba a ser. Tendría momentos duros y momentos de gozo en los que amaría la vida de una forma especial. Sentidos segundos de amor con los que fomentar, en su corazón, la seguridad de que valía la pena existir, que Dios le había hecho un gran favor creándola. Y es que era mujer.
A lo mejor, incluso, no tenía creencia alguna. Sin embargo, a pesar de no tener un sostén tan importante como es la fe, seguramente amaría la vida, la suya, la de los suyos, la de sus conocidos y, en general, la de todo ser humano que no tenga en su mente malas ideas para con su prójimo. Y es que debía ser una persona común… como somos la gran mayoría de las personas.
Sin embargo, seguro que no esperaba que las cosas se torcieran en un momento determinado. Cuando aquel tren la atropelló debía estar en el mejor de los mundos. Lo decimos porque no se enteró de nada: de los avisos del maquinista ni de, seguramente, los gestos que le haría más de uno que veía lo que estaba a punto de suceder.
Ella caminaba y no apreció la levedad de su vida, de su existencia, de lo poco que somos y de la nada que podemos llegar a ser en un segundo cualquiera. Y es que nuestro ser, aquel que tanto amamos (aunque no siempre protegemos de tentaciones) es liviano como una pluma y ligero para dejar de ser. Y eso es lo que Dios quiere. Para eso nos ha creado así. Y debemos ser conscientes de lo que eso supone, de que en cualquier momento podemos ser llamados (sin avisar siquiera) a presentarnos ante su Tribunal.
De todas formas, pido por la persona que aquí nos ha servido de ejemplo. Y pido a Dios que la tenga en su seno y que le perdone lo que tenga que perdonarle porque, a lo mejor, no ha acudido suficientemente preparada a su presencia, a su Juicio particular. Y estoy seguro que Dios, en su Justicia y Misericordia, sabrá hacerlo porque, si nos hizo tan leves, más fuerte es su Amor por nosotros.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Somos tan leves, tan poca cosa…
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2 comentarios
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EFG
Pues ayer mismo, en un libro del P. Jorge Loring, "Motivos para creer" (Que no sería astrónomo pero sí creo que se informaba para escribir) decía que "El Sol es una estrella pequeña" (Planeta Testimonio, 2001, p. 17). Pero bueno, el caso es que de lo que se trata, aquí es que somos nada que es como comparar una mota de polvo con el Sol y nosotros con Dios (en cuanto tamaño, claro, aunque aquí tampoco se trate de tamaño sino de otra cosa)
De todas formas, decir que el Sol es una estrella enana no quiere decir que no haya otras que sean más pequeñas sino que, en tamaño, las hay más grandes.
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