La Palabra del Domingo - 31 de julio de 2011 - 5 panes y 2 peces

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Mt 14, 13-21. Comieron todos hasta quedar satisfechos.

13 Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades. 14Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.15 Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.» 16 Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.» 17 Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.»18 El dijo: «Traédmelos acá.» 19 Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente.20 Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. 21 Y los que habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños.

COMENTARIO

5 panes y 2 peces

Cuando muchas de las personas que seguían a Jesús se quedaron en campo abierto sin nada que comer lo hicieron porque querían ir tras aquella persona de la que mucho bien habían oído. A lo mejor tenían la intención de ver algún hecho extraordinario igual a los que, según decían, era capaz de hacer.

Jesús siente compasión. Sabía que era más que posible que lo siguieran no por fe sino por otro tipo de razones. Sin embargo, su corazón tierno y no de piedra le impedía despedirlos como, al parecer, sí querían despedirlos sus discípulos.

Lo que hace Cristo es poner a prueba a sus discípulos. Les pide, nada más y nada menos, que sean capaces de alimentar a las miles de personas que les seguían. Pero ellos no tenían, aún, la fe necesaria como para hacer tal cosa sin nada de lo que partir. Eran, por eso mismo, seguidores privilegiados pero sin lo que tenían que tener y estaban a la espera de la respuesta del Maestro.

Sin embargo, había, por allí, un muchacho que quería colaborar con lo que tenía: 5 panes y dos peces. En principio era poco para tantas personas y sólo quien tuviera mucha confianza en Jesús podía esperar algo tan bueno y benéfico como lo que pasó. Por eso aquel joven actuó como quien sabe que puede confiar en Aquel a quien sigue.

Y Jesús hace algo que, seguramente, era esperado por los más cercanos porque es más que probable que se lo hubieran visto hacer en otras ocasiones: orar al Padre.

La oración supone establecer una relación muy especial con Dios. Por eso, si se pide con confianza en que Quien escucha en verdad lo hace, seguro es que se obtendrá lo que se pide. Eso es lo que hace Jesús cuando tomando aquellos pocos alimentos en manos de un ser humano, los transforma, vía la oración, se dirige a Dios, su Padre, para que haga lo que sólo Él puede hacer y alimente a todas aquellas personas.

Entonces, igual que aquel alimento del cielo, aquel maná, que alimentó a los israelitas en el desierto, aquellos pocos panes y menos peces se convirtieron en sobras de las que recogieron bastante canastos que, es de suponer, fueran de notables dimensiones.

Resulta curioso que en este hecho extraordinario, en este milagro que algunos denostan atribuyendo a Jesús no una multiplicación fuera de toda mente humana sino haciéndolo pasar por una distribución, digamos, solidaria de los alimentos entre todos los presentes tenían, supone la puesta en práctica más evidente de la fe en Dios y de la confianza que un hijo, el Hijo del Creador, ha de tener en su Padre.

Nada más lejos de la realidad que suponer que todo aquellos es una invención de unos discípulos que quisieran aumentar la fama de su Maestro. Y no puede ser falso porque muchos fueron los testigos de aquella distribución generosa de la fe pues no otra cosa supuso poder multiplicar 5 panes y 2 peces entre, dice el texto, 5.000 hombres, sin contar a niños y mujeres lo que, en realidad, daría una cifra, seguramente, de más de 10.000 personas que supieron, en el acto, que Dios todo lo puede y que Cristo era su Hijo.

PRECES

Por todos aquellos que no esperan nada de Dios.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que dudan de los milagros hechos por Jesucristo.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios, ayúdanos a multiplicar, en nuestro corazón, lo que Tú nos das.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán

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Para el Evangelio de cada día.
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