14 años después: Miguel Ángel Blanco - En su eterna memoria
Hoy se cumplen, exactamente, 14 años desde que la muerte alcanzara a Miguel Ángel Blanco de una forma inmerecida (nunca se merece eso), inapropiada, siempre, por la persona, quien sea, y vil por los causantes. Ha hecho, por lo tanto, sobre las 16’50 de la tarde, ese tiempo desde que aquellas alimañas que andaban sobre dos patas, cumplieran su negra promesa.
Más o menos las cosas fueron así.
Llegada la hora prevista por los asesinos, las 16.00 horas de aquel 12 de julio maldito, los hijos de Lucifer tomaron a Miguel Ángel, que debería encontrarse en unas condiciones físicas y espirituales bastante mejorables, lo metieron en el maletero de un coche y lo acercaron, para hacer lo que, seguramente, tenían previsto desde un principio, a una zona arbolada de Lasarte. Uno de los dos verdugos, Amaia, permaneció en el coche, mientras que Txapote, gran macho cabrío de este grupillo de impresentables, debía proceder al asesinato directo.
El ejecutor disponía de un arma que, por el calibre (22), estaba pensada (es un decir) para causar daño lento y no matar en el acto. Todo lo tenían bien determinado por su cerebro muerto y rapado.
Según los forenses que han intervenido, por así decirlo, en el cuerpo exánime de Miguel Ángel Blanco, el arma estaba “encima de la piel” lo que quiere decir, ni más ni menos, es que, en primer lugar, el delincuente común que lo mató no quería fallar y, en segundo lugar, que el ensañamiento fue grande, pues acercar tanto el arma a la cabeza debió producir, en Blanco, una sensación difícilmente descriptible y no puede ser considerado como un asesinato más sino, al contrario, como una actuación vil de una persona borracha del poder que, en ese momento, le otorgaba su inhumana superioridad.
Aquel ser sanguinario, al que algún jefecillo cobarde de su banda de asesinos comunes le había encomendado tan valiente acto, disparó en una ocasión pero, para desgracia suya y gracia de Miguel Ángel Blanco no acertó al causar, “sólo”, una fractura ósea en el cráneo del concejal. Blanco aún no había perdido la consciencia, al contrario que su ejecutor que jamás había tenido conciencia y, si la tenía, tenía un color marrón igual que sobre lo que, muchas veces, revolotean las moscas verduscas.
Tuvo que intentarlo una segunda vez. Seguramente, tan seguro como lo estamos de su cobardía y vileza, tuvo que sentir algo de pánico al ver que no se consumaba su heroica obra. No obstante ello, sobradamente conocida es la persistencia del mal en vencer al bien y mucho más si está, éste, indefenso, apretó nuevamente el gatillo.
Ahora, visto el “éxito” del primer intento, obligan a Miguel Ángel a ponerse de rodillas, para humillar, mas aún, al joven concejal que estaba viviendo los últimos instantes de verdadera vida antes de la agonía hospitalaria. Disparó, como suele decirse a “cañón tocante”. Lo hizo por debajo de la oreja, aquella a través de la cual, horas antes, habría oído a sus familiares despedirse al ir al trabajo; aquella a través de la cual habría oído, días, dos, antes, el canto de los pajarillos al dirigirse a la estación de Ermua; aquella a través de la cual, habría hecho llegar a su corazón, el odio de esos adversarios, enemigos, políticos que ahora, con su brazo sanguinario armado, daban fin a su sueño de totalitarismo, pues no es otra cosa esa disposición sobre la vida de un hombre como el caso que vivía él mismo.
Mientras gran parte de España, pero no toda, no toda, guardaba unos largos minutos de silencio ante el cumplimiento del vil plazo dado por la carcunda etarra y exigido por aquellos seres podridos, nauseabundos y vomitivos andantes de dos patas, Miguel Ángel debió caer de bruces en el suelo de la arboleda sobre un reguero de sangre de mártir. Mientras, aquel grupo de malhechores a los que deseamos, de nuevo, salgan de la cárcel en una caja hecha, a ser posible, con madera de aquella arboleda y con los pies por delante, huía del lugar de los hechos para no ser sorprendidos porque es de suponer que algún ruido saldría de aquella pistola del calibre 22 con la que acabaron con la vida sencilla de un hombre sencillo.
Entonces comenzó a producirse un llanto, a esa misma hora, sin saber cuál era, que no se apaga porque no se apaga el dolor que produjo ese llanto; entonces, una nación que se consideraba herida por la vesania procedente de las manos del odio y por la sinrazón que hicieron su trabajo pero, a la vez, también, sin pretenderlo (aunque, quizá, estaba eso en sus malolientes planes) consiguieron que muchas personas despertaran del sueño en el que vivían, y se dieran cuenta del mal que causaban, royendo la raíz de la sociedad española para comérsela por los pies y que Miguel Ángel era más que un concejal joven de un pueblo pequeño, que en su imagen nos podíamos ver reflejados todos.
Miguel Ángel Blanco, 29 años de edad, joven con proyectos, aficiones (entre las que se encontraba la música de forma importante), ideales de paz, familia, novia y, sobre todo, normal como muchos otros millones de españoles, moría hoy hace 14 años. Hoy, hace ese número de años se acabó de una forma conocida por todos con una persona a la que no se le conocía enemigo directo (error grave en aquel ambiente) pero a la que, desde aquel momento, le salieron millones de seguidores en su lucha, tras la muerte, por una paz consistente en que los asesinos sean encarcelados, los asesinos cumplan sus condenas, los asesinos pasen a peor vida, los cómplices sean acusados de eso, los encubridores cobardes sepan lo que les queda por pasar entre rejas y aquellos que no sepan qué es la vergüenza ni la hayan conocido nunca, no olviden nunca, pero nunca y nunca, que la memoria de Miguel Ángel Blanco, asesinado por ser persona y español, permanecerá eternamente en nuestro corazón, en el corazón de aquellos que, a pesar de las circunstancias que nos tocan vivir, sabemos quiénes son los mejores y lo que representan para los demás. Al menos, para muchos demás.
En memoria, eterna, de Miguel Ángel Blanco. Y en agradecimiento.
Gracias Miguel.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Para el Evangelio de cada día.
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3 comentarios
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EFG
Por mi parte es lo mínimo que puedo hacer. Descanse, en efecto, en paz Miguel Ángel Blanco.
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EFG
Esperemos, en efecto, que el cambio sea para bien aunque, conociendo el percal y con qué personas nos jugamos los cuartos, no sé yo...
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