La Palabra del Domingo - 3 de julio de 2011 - Soy manso y humilde de corazón.
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Mt 11, 25-30. Soy manso y humilde de corazón.
25 En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. 26 Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito.27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 28 «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; = y hallaréis descanso para vuestras almas. = 30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»
COMENTARIO
Mansedumbre y humildad
Jesucristo no hablaba por hablar sino que lo que decía tenía pleno sentido y, además, tenía que ser comprendido como algo importante para aquellos que lo escuchaban pero, también, para aquellos que a lo largo de los siglos hemos tenido conocimiento de su mensaje y su doctrina.
Ocultar lo que importa.
Jesús sabía que muchos de los que se tenían por importantes no lo eran sino, al contrario, actuaban muy en contra de la voluntad de Dios. Por eso llama “sabios e inteligentes” a los pudientes de la fe de su época. Por eso muchas personas querían terminar con la vida de Jesús: había descubierto los motivos de sus vidas que no eran, precisamente, santos.
Conocer a Dios.
Llegar a saber quién es Dios sólo se puede hacer a través de Jesucristo. Por eso, acercarse al Hijo del Creador es hacerlo al Creador mismo.
Cristo dice que sólo conoce a Dios quien a Él lo conoce. Y esto porque, aunque ellos no lo comprendiesen o no llegaran a entenderlo, Jesús era Dios hecho hombre, la verdad era que sí lo era, y por eso mismo, conocerlo a él era, en efecto, conocer a Dios.
Ir a Jesús.
Jesús pedía, por conocer la Verdad, que aquellos que lo escuchaban, acudieran a Él, se fueran con Él o, al menos, que aceptasen lo que Él decía. Así tendían un bien grande en su corazón y así comprenderían lo que era ser hijo de Dios y, así, hermano de Jesucristo. Pero, para eso, tenían que ir, claro está, a Jesús.
Mansedumbre y humildad.
El Reino que Jesús proponía no lo era de violencia ni de falta de sometimiento a la autoridad. En todo caso era de sometimiento a la voluntad de Dios.
Ser manso y ser humilde eran características del Hijo de Hombre que había venido al mundo a sembrar la doctrina de Dios pero, sobre todo, a sembrar Amor y Misericordia.
Para aceptar la voluntad de Dios hacía falta, con toda seguridad, que concurriesen en una persona ser manso y ser humilde porque era, y es, la única forma de someterse a la voluntad de Otro porque se sabe que el Otro es Dios mismo.
Yugo de Cristo.
La carga que Jesucristo pone sobre nosotros no es excesiva o imposible de llevar. Por eso dice que es ligera. Y su yugo suave. No lo son, ni ligera la carga ni suave el yugo porque no sea poca cosa (es muy importante y difícil seguir a Cristo) sino porque es el Hijo de Dios el que se carga con nuestra carga y lleva, también, nuestro yugo. Por eso es ligera la carga y suave el yugo.
PRECES
Por todos aquellos que no quieran la carga que su vida tiene sobre ellos mismos y tratan de evitarla.
Roguemos al Señor.
Por todos aquellos que, aún diciéndose cristianos, no van a Cristo.
Roguemos al Señor.
ORACIÓN
Padre Dios; ayúdanos a acudir a Cristo, Hijo tuyo, para colmar nuestra ansia de vida eterna.
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Para el Evangelio de cada día.
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