Establecimiento del tribunal de la Santa Inquisición en España
La orden de predicadores
España está bien presente en la creación del tribunal estable de la Inquisición. El sacerdote castellano Domingo Guzmán de Osma, uno de los miembros de la legación papal de Inocencio III en la predicación de 1206 contra los herejes cátaros, que concluiría con la cruzada contra los albigenses, maduró durante la misma la creación de una orden específicamente dedicada a la lucha contra la herejía.
Inocencio, impresionado con la personalidad de Domingo, fue su principal patrocinador. Tras su muerte, en julio de 1216, fue su sucesor Honorio III el que aprobó los estatutos del instituto (que había adoptado la regla de san Agustín) el 22 de diciembre de 1216 en la bula Religiosam Vitam.
Domingo atrajo a numerosos compañeros de la antigua legación papal y creó una primera orden de monjes que combinaban su regla monástica con una misión perpetua “fuera del claustro”, es decir, en la ciudad y el campo, allí donde el error teológico oscureciese la luz de la Verdad evangélica. La Orden se llamó “de los Predicadores” (aunque con el tiempo se les acabaría conociendo popularmente por el nombre de su fundador, dominicos). Los frailes debían unir una formación teológica formidable (acudían a las cátedras más reputadas de teología) con un estilo de vida sencillo y piadoso, para ejercer la predicación y la vida mendicante. Domingo los envió en pequeños grupos, no sólo al Languedoc (él mismo había fundado su primera casa en Tolosa, en 1215), sino al norte de Italia, a Francia y a la Corona de Aragón. En 1219 suscitó una segunda orden, la de las monjas predicadoras (cuyo primer monasterio había fundado en 1206, en Prouille, cerca de Aude), encargadas de orar incansablemente por el fin de las herejías, la conversión de los herejes y la evangelización a todos los pueblos de la tierra.
Más adelante creó una tercera Orden, de laicos (tanto hombres como mujeres), que debían seguir en su vida secular los principios dominicanos. Se le llamó “de penitencia”, pero fueron más conocidos como “Milicia de Cristo”, pues asistían a los monjes en sus tareas de predicación y combate contra la herejía. Los papas vieron muy pronto la utilidad que estos religiosos bien formados y ardientes defensores de la ortodoxia tendrían para impulsar los tribunales de la Inquisición, que formaron en su mayor parte desde bien pronto.
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El fin de las guerras religiosas en Occitania
En el Languedoc, el problema cátaro, lejos de resolverse con la cruzada albigense, rebrotó. El IV concilio de Letrán (1216) despojó oficialmente al conde Raimundo VI de su señorío en Tolosa por proteger a los herejes gnósticos, otorgándoselo a Simón IV de Montfort, jefe de la cruzada y flamante duque de Narbona y vizconde de Rasez. Raimundo VI se exilió a Inglaterra, dado que su valedor natural, Pedro II de Aragón, había muerto en la batalla de Muret (1213), y sus estados habían quedado bajo protección papal.
En julio de 1216 (tras la muerte de Inocencio III), los occitanos se rebelaron contra sus nuevos señores francos. Raimundo VI desembarcó en Marsella (Provenza) y reconquistó Tolosa el 17 de septiembre de 1217. El nuevo papa Honorio III amenazó con la excomunión y una nueva cruzada a todos los que auxiliasen al despojado conde, privándole de la ayuda de aragoneses e ingleses. Los francos sitiaron de nuevo Tolosa en octubre, sosteniendo un largo asedio. La guerra fue larga y conoció diversas alternativas, continuando a la muerte de sus protagonistas (Simón en junio de 1218 en el sitio de Tolosa y Raimundo en 1222) en las figuras de sus hijos respectivos: Amaury VI y Raimundo VII. Finalmente impotente, Amaury- que había perdido casi todas sus posesiones en Languedoc- cedió sus derechos a Luis VIII de Francia en 1224 a cambio de que su señorío patromonial (Montfort) fuese elevado a la dignidad de condado, y se retiró al norte.
Entrado el rey de Francia en el juego, el fin de este no podía ser otro que su predominio. Los embajadores de Luis lograron que el papa Honorio III excomulgara en el concilio de Bourges (29 de noviembre de 1225) al conde Raimundo VII de Tolosa por rebeldía a las disposiciones del IV concilio de Letrán y por proteger a herejes. Raimundo había recuperado casi todas las posesiones de su padre, pero fue derrotado cuando el ejército del príncipe Luis entró en Occitania en 1226.
Raimundo no quiso repetir la contumacia de su padre, y firmó el tratado de París-Meaux el 12 de abril de 1229, con el que concluyó definitivamente la guerra occitana. Raimundo VII entregó diversos señoríos al rey de Francia, se obligó a dejar de proteger a los cátaros de la inquisición, prestando fidelidad a la Santa Sede. Su única hija y heredera Juana casó con Alfonso Capeto, conde de Poitiers y hermano del rey. Alfonso y sus hijos heredarían el condado tolosano, sin que otros familiares o descendientes de Raimundo pudiesen reclamarlo. Para firmar el acuerdo hubo de hacer penitencia, peregrinando a París y siendo flagelado en los escalones de la catedral de Notre-Dame.
Esta segunda fase de la guerra ya fue plenamente “nacional” y escasamente religiosa. Los trovadores occitanos, precursores de este arte y maestros de todos los juglares, abandonaron sus conocidos poemas de amor, y cantaron en inflamados versos a favor de su señor y contra los francos. En sus belicosas métricas hay invectivas contra la perfidia del rey francés, y los vicios del papa y los obispos, pero ni rastro de defensa de los errores del catarismo, del cual no se podría ni sospechar ser causa de la guerra leyendo los cantares de gesta contemporáneos.
Raimundo VII cumplió sus obligaciones religiosas, expulsando y aplicando las disposiciones de los concilios contra los albigenses. Políticamente, procuró perjudicar a la casa francesa, apoyando las reclamaciones del rey de Inglaterra al ducado de Aquitania. Murió en 1249 y con él la casa tolosana. Su hija Juana y Alfonso de Poitiers no tuvieron hijos, y a la muerte de este en 1271, el condado de Tolosa pasó a la casa real francesa. Provenza y los otros pequeños condados occitanos no tardarían en correr la misma suerte.
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La Bula de 1231 de Gregorio IX. El nacimiento de la Inquisición pontificia
Gregorio IX retomó el impulso de sus predecesores contra los cátaros, y en 1231 emitió la bula pontificia Excommunicamus, que resumía las disposiciones de los concilios de Tolosa, Melun, Beziers, Verona y IV de Letrán, aprobadas y promulgadas por el emperador Federico II y el rey Luis IX de Francia. En las localidades donde se sospechase la presencia de herejes todos los mayores de edad habían de denunciarlos si los conocían; se confiscarían las propiedades de los condenados por herejía, y las casas que hubiesen asilado herejes serían derruidas. Los herejes que se arrepintieran seguirían un proceso minucioso de penitencia y debían habitar en lugares diversos a aquel donde se hubiesen establecido profesando aún el error. Para los que no se convirtiesen las penas eran más terribles: excomunión, cárcel, destierro y, si eran relapsos, entrega al brazo secular, es decir, ejecución, que normalmente se verificaba en la hoguera.
Se ha de puntualizar que la herejía cátara, además de sus elucubraciones dualistas o esotéricas (que “solamente” afectaban al alma), sostenía otras afirmaciones como la invalidez de los juramentos (recordemos que los juramentos eran la base del sistema feudo-vasallático), la proscripción del matrimonio equiparándolo con la fornicación, la prohibición de cultos y la destrucción de templos. Todas estas enseñanzas conmovían hasta lo más profundo los cimientos de la organización social medieval, provocando por ello el encono y persecución regular de los cátaros por las autoridades seculares como enemigos del estado.
Esta bula estableció definitivamente la inquisición pontificia, tras las misiones especiales previas, dando por ineficaces las inquisiciones episcopales, demasiado sujetas a la autoridad de los señores locales. Al responder únicamente ante el pontífice, los inquisidores se convertían en sus ejecutores personales, con capacidad para investigar incluso a los más poderosos. Estarían confiados a frailes dominicos o a franciscanos allí donde no hubiese de los primeros (Gregorio IX canonizó tanto a santo Domingo de Guzmán como a san Francisco de Asís).
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Disposiciones contra los cátaros en la corona de Aragón
De la poca simpatía que gozaban los herejes en los territorios hispanos habla la legislación que el rey Pedro II el católico había dictado en 1197 en Gerona contra los gnósticos valdenses (la variante provenzal del gnosticismo), ya condenados a destierro y confiscación de sus bienes por su padre Alfonso II en 1194. En las disposiciones de Gerona, Pedro ordenaba que las autoridades civiles expulsaren a los herejes (también llamados insabattos o pobres de León- Lyon) de su reino antes de una fecha, tras la cual aquellos que permaneciesen serían quemados vivos y su hacienda repartida entre el fisco y el delator. En su persecución, podían penetrar en tierras feudales sin restricción ni obligación de pagar los desperfectos que causaren a su dueño. Los católicos que les protegieran sufrirían severas multas o confiscación de sus bienes, y si eran funcionarios, la desposesión de su cargo y azotes. Ante tan crueles mandatos, el establecimiento de un tribunal eclesiástico como el de la Inquisición, que obligaba a una predicación e investigación previas, proponía primeramente penas canónicas y penitencias, y sólo entregaba a la autoridad secular a los relapsos, puede considerarse más una suavización que un endurecimiento de la persecución.
Jaime, rey de Aragón y conde de Barcelona, criado por los templarios y protegido de los papas, era un devoto católico, y aplicó con firmeza las disposiciones contra la herejía. En las constituciones de paz y tregua dadas en Barcelona en 1225 había excluido específicamente de su protección, entre otros, a los herejes. En las constituciones de 1228, en el capítulo 19, decretó la prohibición a los valdenses y albigenses de entrar en sus tierras (exclúyanse herejes manifiestos, creyentes, fautores y defensores), ordenando sus súbditos que los delatasen a la justicia y huyesen de su trato, y a los obispos de sus reinos que elaboraran sentencias canónicas contra los mismos, que serían ejecutadas por los jueces y oficiales del rey.
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El primer tribunal de la Inquisición pontificia en España
El 26 de mayo de 1232, el papa remitió al arzobispo de Tarragona, Espárrago de la Barca la bula Declinante iam mundi vespere ad occasam. En ella le informaba que había llegado a sus oídos que algunos herejes cátaros, huidos de la persecución en Languedoc, habían penetrado en las diócesis de Urgel y Lérida, exhortándole a que encargara a los frailes predicadores la investigación para evitar que propagasen el error conforme a las disposiciones sobre herejía de su bula de 1231; es decir, con el establecimiento del primer tribunal de la Inquisición pontificia en tierras de España. Espárrago la transmitió a fray Gil Rodríguez, provincial dominico de los cuatro reinos cristianos de la península, encargándole la designación de religiosos de los que habían de ser primeros tribunales de la Inquisición en nuestra patria. El rey Jaime aprobó la bula y le dio todo el apoyo de la justicia secular; además de su genuina ortodoxia doctrinal, no deseaba ver sus tierras devastadas por la guerra y en manos de otro rey por causa del gnosticismo, como le había sucedido a su pariente Raimundo.
A lo largo de su reinado, don Jaime actuó con enorme energía contra los herejes. Para comprender esta actitud (en nada excepcional, pues el rey de Francia o el emperador mostraron conductas análogas), hay que entender la mentalidad medieval. La creencia de la Verdad de la fe no era una cuestión meramente personal, sino que afectaba también a las comunidades humanas. El monarca podía establecer estatutos particulares para sus súbditos judíos o musulmanes, pero los cristianos (fe oficial y mayoritaria) debían profesar las enseñanzas de la Iglesia católica que su rey había reconocido como auténticas. Por ello, los herejes que se negaban a reconciliarse eran tratados, casi exactamente, con la dureza que se empleaba con los traidores al rey.
El obispo de Lérida, Bernardo, puso en práctica la bula, estableciendo el primer tribunal en su sede. Más compleja fue la creación del tribunal para Urgel. Este condado había sufrido desde hacía mucho tiempo los desastres causados por la guerra y muchos cátaros se habían establecido en él pasando a través de Cerdaña, sobre todo en territorio del vizcondado de Castellbó. Su formación iba a ser mucho más compleja.
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El proceso de Urgel. Martirio de fray Ponce de Planedis
Desde finales del siglo XII, el conde Raimundo Roger de Foix, máximo protector de los albigenses, unido a Arnaldo, vizconde de Castelbó (señoríos ambos del norte de los Pirineos), había guerreado contra el obispo de Urgel por los derechos feudales sobre Andorra. Con ese motivo efectuó devastadoras incursiones en Cerdaña y Urgel en 1196 y 1198, en la que sus seguidores cátaros se habían mostrado particularmente sañudos en la destrucción de templos. Posteriormente colaboró con Raimundo VI de Tolosa en sus campañas contra los cruzados. Para los católicos de aquellas tierras, la protección a los cátaros estaba unida al nombre del odiado Raimundo Roger. Este había muerto en 1223, sin abdicar nunca de su actitud pro-albigense. Su hijo Roger Bernardo II heredó tanto Foix como Castelbó (por su matrimonio con Ermesinda, hija de Arnaldo, muerto en 1226) y mantuvo su encono con el obispo urgelitano.
Sometido Raimundo VII de Tolosa, se había establecido en aquella ciudad un tribunal inquisitorial presidido por fray Bernardo Guidon, que llamó a comparecer al conde de Foix en 1237. Éste, no sólo desconoció el llamado, sino que mandó a su presencia a los inquisidores designados para sus dominios, ordenándoles someterse como sus vasallos y no iniciar procedimiento alguno sin su autorización, lo cual iba en contra de las disposiciones pontificias.
Tras varias dilaciones, el sucesor de Espárrago, el administrador archiepsicopal Guillermo Mongrin, en decreto del 26 de mayo de 1233, comisionó al obispo de Urgel, Ponce de Vilamur, como presidente, y a fray Ponce de Planedis, prior del convento de dominicos de Lérida, como inquisidor, para formar el tribunal.
Con la ayuda de los oficiales reales, el inquisidor llevó a cabo durante varios años la predicación y una documentada investigación en Castellbó (entre Urgel y Andorra), donde se habían asilado muchos albigenses huidos de Occitania. De resultas de la cual muchos se convirtieron al catolicismo y otros fueron puestos a disposición del tribunal. Entre los más destacados, el vizconde Raimundo, su esposa Timors y su hijo Guillermo Raimundo. Junto a los otros acusados, todos confesaron y abjuraron ante el obispo Ponce de Urgel y el cardenal Pedro de Benevento, prometiendo no recibir herejes en su tierra.
La continuación de las pesquisas llevó en 1237 a la conclusión de que el principal fautor de los cátaros era Roger Bernardo II, conde de Foix y señor de Ramón de Castellbó. Ponce de Urgel dispuso la excomunión in absentia del conde de Foix y de varios de sus familiares y vasallos, como protectores de la herejía. Las tropas del obispo Ponce conquistaron Castellbó, pero fueron más tarde expulsadas, y Roger Bernardo II llegó a saquear la Seo de Urgel en abril de 1239.
Hemos de recordar que obispo y conde, desde varias décadas atrás, estaban enfrentados por los derechos feudales del señorío de Andorra (originalmente señorío episcopal y posteriormente heredado por los condes). Roger Bernardo II consideró que había motivaciones políticas en su excomunión, y se quejó al nuevo arzobispo de Tarragona. Tras algunas vacilaciones, el obispo de Urgel decidió levantar su excomunión el 4 de junio de 1240.
Tras la muerte de Roger Bernardo II en 1241, su hijo Roger IV heredó tierras y animadversiones. Ponce de Vilamur siguió alentando la inquisición en tierras feudales del conde, y bien fuera por convencimiento o temor, muchos cátaros se fueron reconciliando con la Iglesia. El 24 de mayo de 1242, mientras fray Ponce de Planedis giraba viaje de predicación en Castellbó, fue envenenado por varios cátaros, destacados partidarios del conde de Foix. Su cuerpo, apaleado y apuñalado, fue arrojado a una fosa junto al de otros dos frailes inquisidores.
El obispo de Urgel acudió a recoger el cadáver y este fue trasladado en procesión para ser enterrado en la Seo urgelitana. Afirman las fuentes que el sol se detuvo cerca de su ocaso durante 6 horas, hasta que la comitiva llegó a la ciudad, ocultándose definitivamente a la conclusión de la ceremonia de entierro, alrededor de las doce y media de la noche. Numerosos milagros se atribuyeron muy pronto a sus restos, y sus reliquias finalmente fueron colocadas en el altar de la catedral. Los urgelitanos le veneraron como santo desde el principio; posteriormente fue canonizado, siendo uno de los primeros dominicos mártires.
El 12 de julio de 1243, Roger IV denunció al obispo Ponce a la Santa Sede como manifiestamente prevaricador contra él, poniendo sus tierras y persona bajo la protección de la Iglesia. Acompañados sus embajadores con algunos de los canónigos de la Seo e incluso el maestre del Temple, descontentos con la elección del obispo, acudieron a Perusa y allí acusaron ante el papa al obispo urgelitano de homicida, violador, incestuoso, ladrón, defraudador de moneda y ladrón de los bienes de la Iglesia para darlos a sus hijos. Oída la versión del procurador de Ponce de Vilamur (que afirmaba que la inquina del conde provenía de haber sido amonestado por el obispo para que no permitiera el gran número de cátaros que había en Castellbó), fue absuelto.
Por cierto que Ponce de Villamur acabó sus días sufriendo a su vez una inquisición pontificia, encabezada nada menos que por el Inquisidor general del Reino, Raimundo de Peñafort, por los crímenes de los que se le acusó en 1243.
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La organización definitiva de la Inquisición en la Corona de Aragón. Los concilios de Tarragona
El rey Jaime, preocupado por la ineficacia que los tribunales contra la herejía pudieran sufrir por falta de directrices claras, convocó a principios de 1233 el concilio de Tarragona (única sede arzobispal del reino). Su objetivo era dar carta de ley a la bula papal Excommunicamus, junto a un reglamento redactado por el fraile dominico Raimundo de Peñafort, natural del condado de Barcelona y penitenciario del papa. Asimismo, pretendía corregir algunos abusos cometidos en la aplicación de las disposiciones de Gerona emitidas por su padre en 1197, introduciendo la autoridad episcopal para ver los casos de sospecha de herejía.
La Corona de Aragón tenía un único inquisidor general, pero cada diócesis afecta tenía su propio tribunal, atendidas bien por el inquisidor general de forma itinerante, bien por el nombramiento de delegados o inquisidores auxiliares. El inquisidor debía tener jurisdicción supradiocesana para poder investigar movimientos heréticos que superaran tales demarcaciones.
El concilio decidió, entre otras cosas, que el obispo nombraría un sacerdote para las pesquisas, y sería el rey (o sus representantes) el que designaría dos laicos como alguaciles, para auxiliarle en la tarea. Tendrían potestad para inquirir en la propiedad privada de los sospechosos, poniendo en conocimiento del obispo y del baile o veguer (vicario local de la justicia real) lo que averiguaran. Incluso se establecía un castigo para los inquisidores negligentes en su tarea.
Si el obispo hallaba a los sospechosos culpables canónicamente, eran entregados al brazo secular para su castigo, que incluía la destrucción de las viviendas de los herejes confesos, o la devolución a su señor natural, si eran bienes feudales.
Asimismo, el concilio decidió prohibir nuevas traducciones de la Biblia (excepto el salterio, y sólo a clérigos) a lenguas romances (lo que demuestra indirectamente que anteriormente había sido tolerada su circulación). Las traducciones manipuladas al romance empleadas por los albigenses habían servido para extender sus errores.
También se prohibía que evangelizaran personas no autorizadas por los obispos o el papa para ello, que un lego disputase sobre la fe católica, o que un convicto de herejía pudiese ostentar cargo oficial alguno.
El rey aprobó lo dictaminado en el concilio y publicó un edicto, dándole cuerpo de ley. Todavía añadió en 1235 la sanción legal del códice publicado en 1229 por el cardenal de San Ángelo con instrucciones para luchar contra la herejía cátara
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Por último, Jaime I dejó sentadas definitivamente las bases de la inquisición con el postrer concilio de Tarragona de 1242, reunido por el arzobispo Pedro Albalat y con la asistencia del propio Raimundo de Peñafort, contra los valdenses. Fijaba la organización de la inquisición bajo la jurisdicción de los obispos, con los frailes predicadores como instructores casi exclusivos de los procesos.
El concilio definía al hereje como aquel que “persistía en el error”, distinguiendo a los heresiarcas y conversos de los engañados de buena fe. Los primeros eran condenados a la excomunión, así como a los que les ocultaran, rezaran con ellos, les ayudasen o defienderan. Los más graves eran los relapsos, es decir, aquellos que una vez penitenciados y reconciliados tras un proceso, volviesen a recaer en la herejía.
También estipulaba los castigos y penitencias. Los arrepentidos eran liberados tras una penitencia privada. Los dogmatizantes sufrían una detallada lista de penitenciales más severas, y normalmente públicas, llegando con frecuencia a pena de cárcel, que podía llegar a ser perpetua en los casos más señalados, aunque el Inquisidor estaba facultado de levantar la excomunión o acortar la pena si el reo daba muestras de sincero arrepentimiento.
Berenguer de Palan, obispo de Barcelona, comenzó la formación de un primer tribunal inquisitorial en su diócesis en 1241. Otros tribunales eclesiásticos fueron organizados, sobre todo en Cataluña, y algunos en Aragón.
Aunque siguieron existiendo ocasionales procesos contra seguidores de otras sectas, los tribunales inquisitoriales se mostraron eficaces, y ya no se volverá a oír hablar de los cátaros en grandes procesos en la Corona de Aragón, considerándose extinguida la herejía en Cataluña en la segunda mitad del siglo XIII.
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23 comentarios
Entonces, ¿Los cátaros eran más peligrosos de lo que se cree?
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LA
Bueno, dependerá de lo peligrosos que uno los crea.
En lo teológico, eran gnósticos esotéricos, marcadamente dualistas (san Juan ya critica esta corriente en el Apocalipsis llamándoles "nicolaítas"), no creían en muchas de las verdades de la fe, como la encarnación.
En lo eclesial desaprobaban prácticamente todos los sarcamentos, la obediencia a la autoridad, los templos... llegaron a crear una estructura paralela de obispados y parroquias (en Languedoc había cuatro obispos), con lo que a la herejía se unía el cisma.
En lo social, como comento en el artículo, rechazaban varias de las instituciones básicas de su época, como los pactos por juramento, el matrimonio o las prácticas religiosas externas, por lo que eran considerados un grupo bastante antisocial.
Allí donde arraigaron con cierta fuerza (sur de la actual Francia, norte de Italia y noreste de España) llegaron a constituir una amenaza seria de fractura social por motivo religioso, lo cual podría haber derivado en una guerra al estilo de la de los Treinta Años en el Imperio Germánico.
La Inquisición es una de las páginas más negras de la Iglesia. Impropia de quien se dice cristiano. Sobrecogedoramente contraria a las enseñanzas del Maestro. Un auténtico río de sangre de intolerancia, fanatismo y traición a la Palabra de Dios.
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Este comentario amerita unas puntualizaciones.
Los cátaros fueron una herejía condenada por varios concilios (no sólo católicos; las enseñanzas de sus antecedentes, los bogomilos, fueron también condenadas por los concilios ortodoxos). Sus raíces gnósticas fueron condenadas por todos los concilios ecuménicos e infinidad de sínodos regionales.
Añádase que enseñaban cosas tan antievangélicas como la existencia de unos escogidos con conocimientos esotéricos (que se autodenominaban a sí mismos de una forma tan poco evangélica como "perfectos" o "puros") o el rechazo a lo material hasta el punto de condenar el matrimonio (santificado por el mismo Cristo).
En cuanto a su fama romántica de "antiestablishment", convendría que la fuéramos superando. En primer lugar, aunque rechazaban la autoridad episcopal, ellos mismos acabaron creando obispados y parroquias, lo que sugiere que lo que deseaban no era una "iglesia más libre", sino crear su propio entramado clerical. Por otra parte, se tiene constancia de que muchos burgueses e incluso nobles se hicieron cátaros. Los condes occitanos que protegían a los cátaros eran, precisamente, el "establishment" en aquellas tierras, por lo que el supuesto "anarquismo socio-eclesial" que muchos les atribuyen es más bien una construcción muy posterior.
Más bien diría que la nobleza del Languedoc vio en el catarismo una excusa para crearse una iglesia nacional que estuviera sometida al poder del conde de turno, en vez de al papa de Roma. Habría que encuadrar ese movimiento en la resistencia de muchos señores seculares a la progresiva centralización de la autoridad de la Iglesia latina en el papa. A diferencia de otros casos de cesaropapismo (el del mismo emperador, o posteriormente el del rey de Francia, para concluir en el cisma anglicano de Enrique VIII) en este caso se unía la herejía, lo que precipitó su fin (el de los cátaros y el de la nobleza occitana).
La descripción de la Inquisición como "río de sangre de intolerancia, fanatismo y traición a la Palabra de Dios" es burda e injusta. Al lado de los procedimientos de los señores seculares para acabar con la herejía (recordemos nuevamente que en el medievo la fe religiosa no era un aspecto personal sino social), el tribunal de la Inquisición intentaba primero la predicación, era más garantista y bastante más compasivo que la justicia real. Naturalmente, los encarcelamientos, las torturas o la pena de muerte son terribles y rechazables, pero no olvidemos que eran procedimientos de la época, no los inventó la Inquisición.
Por mucho que escandalice a los oídos modernistas, es más que probable que la instauración del Tribunal de la Inquisición en 1233 impidiera una guerra civil religiosa en la Corona de Aragón. Desde luego, nadie en su época lamentó la desaparición del catarismo de esas tierras.
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LA
La Inquisición no juzgaba a los no-católicos, sino a los cristianos que propagaban falsedades sobre la fe, cuando el poder secular deseaba mantener la unidad católica.
La Congregación para la doctrina de la fe mantiene esa función, aunque la desaparición del índice de libros prohibidos prácticamente le ha dejado sin ninguna atribución del antiguo tribunal inquisitorial.
"cualquier persona puede negar a Dios y no sufrir ninguna consecuencia terrenal"
Cualquier persona puede negar a Dios, eso no es motivo para que intervenga la Iglesia, pues la conciencia es inviolable, y Dios nos creó con libre albedrío. Si además se puede calumniar a la Iglesia o propalar falsedades sobre ella, es porque el poder civil lo permite, no responsabilidad de los tribunales de la Iglesia, que pueden actuar con diversas penas canónicas, incluyendo la excomunión.
La diferencia fundamental en ese aspecto entre el siglo XIII y el actual no es la Iglesia, sino el poder civil. Entonces existía la Cristiandad, y los poderes temporales consideraban la salvación del alma de sus súbditos y de sus reinos como asunto de estado.
La prueba de que el motivo era el dinero es que los moriscos estaban en la misma situación que los judíos en cuestión de sinceridad de fe, pero apenas fueron perseguidos porque apenas tenían bienes.
Esta finalidad recaudatoria, unida a la posibilidad, alentada y requerida por los tribunales de la Inquisición, de la delación secreta y sin necesidad de pruebas, con la consiguiente indefensión del acusado, hizo que se torturara, juzgara y quemara en la hoguera a muchos judíos conversos, sinceros o no. Por supuesto, muchas de las delaciones eran falsas y se debían a deudas o incluso rencillas personales. Los castigos a los falsos acusadores, cuando se descubrían, eran mucho más ligeros que los que podían sufrir los falsamente acusados.
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LA
Si Dios quiere, llegaremos también en algún momento a tratar la Inquisición española durante el reinado de los Reyes Católicos. Las acusaciones, por desgracia, no son infundios, sino que ocurrieron realmente. La extensión y motivación de esas actuaciones, no obstante, se merecen un examen más detenido.
Si rechazamos la leyenda del malvado judío deicida (muy popular entre la Edad Media europea, hasta la era moderna) por generalizar injustamente, tampoco procede caer en la misma falacia con respecto a la Inquisición española.
El fin principal de la política debiera ser, a mi jucio, el ordenar los asuntos temporales y terrenos de tal manera que nos faciliten a todos y no nos impidan ganar los bienes espirituales y eternos.
Sé que soy de mentalidad medieval en esto, pero considero que la Edad Media era más lúcida respecto al fin verdadero de la política que ahora.
Ahora la política se ha convertido en todo lo contrario que en la Edad Media, pues se ordena lo temporal de manera que los ciudadanos tengan lo más fácil posible el acceso al infierno, mediante la práctica del aborto, el divocio, el gaymonio, etc.
Mala política aquella que se dedica a facilitar a los ciudadanos la entrada en los infiernos.
Que la protestante fue muchisimo, pero muy de lejos, mas letal, tambien.
Que en el proceso de uniformidad social y centralizacion monarquica la Inquisicion actuo como brazo de la monarquia y de paso evito las salvajadas y brutalidades de las guerras de religion, tambien.
Que el papado trato, HORRORIZADO, de terminar con nuestra inquisicion tambien. Por cierto, no pudo dado el verdadero caramelo politico que representaba para los Reyes catolicos. Isabel de Castilla le escribio al Papa una carta, de su puño y letra, que vale la pena leer.
Que los sistemas de delacion y control social de la Inquisicion han marcado a fuego a la sociedad española, tambien.
Que no se hacia nada, tortura incluida, que no se hiciera por el brazo secular, tambien.
Que es muy dificil juzgar a otras sociedades con nuestra mentalidad, tambien.
Pero lo que no tiene un pase, es que todo eso se hiciera en nombre de Cristo. Y desde ese punto de vista, al menos para mi, injustificable como institucion de la Iglesia. Otra cosa sera como instrumento sociopolitico al servicio del poder.
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LA
El uso que un poder civil haga del tribunal es tema que habría que tratar caso por caso. No obstante, el tribunal nació con la intención de poner fin a la extensión de la herejía, intención que en sí misma es más que loable para un católico. Habrá que recordar que el propio Jesucristo estipuló un sistema de corrección fraterna para aquellos miembros de la comunidad que pecasen contumazmente (Mt 18, 15-18)- falsear el mensaje de Dios es grave pecado-, llegando hasta la expulsión.
Naturalmente, los medios empleados se han visto siempre influidos tanto por el desarrollo propio de la historia y teología de la Iglesia (cada vez más obsesionada con evitar la amenaza de las herejías) como por la mentalidad de la relación entre espiritualidad y política de cada época.
seguramente han oído el dicho "Crimenes son del tiempo y no de España", muy popular aquí en la "la otra España".
Los métodos a los cuales se le acusa a la Inquisición (pena de muerte, tortura, etc.) fueron COMUNES a todos los tribunales de su época.
Es solo propaganda que la Santa inquisición era "mala", "inhumana" o "cruel". Esa fama se la ganó porque juzgó a ricos y poderosos, entre ellos falsos conversos, conquistadores que maltrataban a indios, etc. Si alguien tiene dudas, solo tiene que revisar como fueron los tribunales y juicios en los países musulmanes, judíos, protestantes, etc.
Si justifican de alguna forma la inquisición diciendo que como acabaron a tiempo con los cátaros se evitó una guerra civil entre ellos y los católicos, igualmente argumentarán aquellos que en su momento persiguieron a los cristianos para evitar "fractura social" y guerras civiles, como ocurrió en Roma, o en Japón en el s. XVII, por ejemplo.
Al final se relativiza el exterminio de un colectivo de personas, de un genocidio. Si es malo perseguir católicos, lo siento pero también será malo perseguir a los no católicos.
Y por otro lado ¿de qué garantías hablan si la Inquisición podía torturar?. Que les pongan a uds. en el potro y confesarán cualquier cosa.
Parece mentira que todavía alguien pueda entender justificar que en otros tiempos se pudiera matar a un católico por cambiar de religión.
Se dio también la ridícula circunstancia de que un cruzado como Pedro II de Aragón que luchó en la batalla de las Navas de Tolosa, luego murió luchando contra otros cruzados en la batalla de Muret, dentro de la cruzada contra los cátaros. Eso es lo que pasa cuando se mezcaln política y religión.
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Comencemos con que no hubo ningún genocidio, ni por las características del tribunal (que no perseguía a la gente por ser de una etnia o raza) ni por el número de ejecuciones, que era inferior al de cualquier guerra contemporánea y desde luego muy inferior al de, por ejemplo, los tribunales de Salud Pública de la época del Terror de la primera república francesa (donde, por cierto, tuvo lugar el primer genocidio de la era moderna, el de La Vandée).
La comparación con la roma imperial o el shogunato es sólo parcialmente válida. Se puede hacer al valorar el llamado al interés público como justificación de una persecución, pero no en cuanto a que en ambos casos se trataba de estados que perseguían a minorías religiosas distintas. En la Cristiandad medieval las minorías religiosas estaban reguladas por estatutos especiales (al igual que en el mundo musulmán) que podían estar discriminadas pero no eran "exterminadas". En el caso de los herejes se trataba de un corriente de pensamiento dentro de la religión dominante, lo que no se producía ni en el shogunato ni en la roma imperial.
En realidad el cátaro no pretendía "cambiar de religión", sino que su interpretación del cristianismo era la correcta. Aunque menos frecuentes por su limitada extensión, también los cátaros destruyeron iglesias católicas y persiguieron sacerdotes católicos (el caso de san Ponç de Planedis no es único). De haber triunfado, esa persecución se hubiese generalizado (porque además sus predicadores eran beligerantes al estilo de algunos protestantes de hoy en día, y so capa de combatir el pecado justificaban muchas cosas).
Por otra parte, si uno se lee la formación y constitución del tribunal inquisitorial, su objetivo era convertir y reconciliar a los cristianos seguidores de la herejía, no "exterminarlos". Y las ejecuciones fueron puntuales, no la norma. La norma era la reconciliación (evidentemente, nunca sabremos cuántas de ellas sinceras y cuántas forzadas).
Las garantías de la Inquisición son muy anticuadas actualmente, pero en su momento fueron realmente avanzadas (empezando porque si uno decía que se arrepentía- aunque no fuese sincero- no se le podía torturar ni encarcelar... no sé cuantos tribunales actuales se conformarían con esa solución para delitos severos, como estaba tipificada la herejía en las leyes de entonces). Trataré sobre ello en un futuro artículo.
Por último, volvemos a la tortura o la ejecución: eran la norma en la época. No lo reivindico, está claro, y es una parte muy triste de la historia de la Iglesia, el que un tribunal eclesiástico adoptara tales formas de proceder de la justicia secular. Hoy en día hay leyes nacionales e internacionales que prohiben la tortura, y sin embargo las fuerzas del orden de muchos de los grandes países de nuestro mundo la siguen practicando (documentado en el caso de las grandes potencias) y muchas otras de forma extraoficial. Porque hoy en día, como entonces, cuando la autoridad teme a un grupo que pueda ser amenazante (terroristas, opositores políticos), sigue echando mano de cualquier medio para neutralizarlos. Es la naturaleza humana, por desgracia.
Hace mucho que la Iglesia condena tales procederes. Si le indigna tanto el potro, aplíquese gringo (no digo que no lo haga) a condenar a los potros de la actualidad.
Por último, y más importante, la enseñanza de la Iglesia es la correcta, y la del shogun o la del emperador pagano (o la del cátaro), equivocada.
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Una cosa es que aceptemos que combatir el error es algo bueno, otra que justifiquemos cualquier medio para ese buen fin.
Como concepto teórico (un tribunal eclesiástico para evitar que se pudieran propagar herejías entre los fieles), sin duda era buena. En su aplicación práctica fue hija de su tiempo y por supuesto receptora de vicios contemporáneos y otros perpetuos. Hay cosas que criticar, y hay otras que matizar.
Esta serie de artículos sobre la Inquisición, desde luego no pretende ni resucitar la leyenda negra ni la rosa, sino presentar los hechos y sus motivaciones como fueron. Cada uno luego sacará sus propias consecuencias.
Como los ateos nuuuunca persiguieron a nadie, no sé cómo te atrevés a intentar ponerte a la altura moral de un gran humanista como Gringo. Estos católicos atrevidos defendiendo su fe...
Saludos.
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Sin duda, también se puede escribir la historia de las persecuciones a católicos hechas en España por parte de militantes de filosofías ateas. Tal vez haga un monográfico sobre ello en algún momento.
Por ahora, ya he escrito nueve artículos sobre una persecución en concreto. Puedes verlos en este índice.
Saludos.
¿Que no hubo genocidio cátaro? ¿entonces no murieron miles de personas perseguidas por su religión?.
¿Y se puede saber según el bloguero cuántos cátaros fueron asesinados?.
Que yo sepa un genocidio es cuando se mata a miles de personas por su raza, religión, ideología política o alguna otra razón que los identifique.
Solo en Beziers y Carcasona debieron morir miles. Y la cruzada y la represión inquisitorial duraron una veintena de años.
Si somos respetuosos con la verdad histórica es probable que murieran más cátaros que los cristianos caídos en la persecución de Diocleciano, que fue la peor de todo el período romano.
Y vuelvo a recordar un punto importante. Se supone que le cristianismo defiende valores universales, que son para todo tiempo y lugar. Si el aborto es malo, es malo siempre, no vale decir "era hijo de su tiempo". Igualmente matar a alguien por su religión es malo, no valen excusas relativistas como el contexto histórico.
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Estamos hablando del tribunal de la Inquisición, gringo. No mezcle con la cruzada albigense, a la cual dediqué ya un artículo.
En este último caso se trata de crímenes de guerra, de las que ha habido miles de casos en la historia (muchos apenas documentados). Y la primera república francesa, basada en los principios de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad tiene no pocos de esos genocidios en su conciencia. No sólo el ya citado de la Vendée, sino también en la propia España, por obra del ejército revolucionario de Napoleón, donde murieron miles y miles de civiles en retaguardia por el hecho de ser españoles, y algunos simplemente por ser religiosos o sacerdotes.
Nada de eso aparece en los procesos inquisitoriales instaurados contra los cátaros.
El Magisterio de la Iglesia establece principios universales, para todo tiempo y lugar, como por ejemplo la predicación por parte de la comunidad apostólica de la Verdad de las enseñanzas evangélicas. Precisamente, la pena capital como castigo judicial último no es uno de ellos. Del mismo modo que el homicidio como último extremo de la legítima defensa puede estar justificado, la teoría jurídica dice que si la ejecución es el único recurso para proteger a una comunidad (en este caso la paz religiosa de una comunidad), esta puede ser aceptable:
"la enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas" (CIC 2267).
Y de hecho, el quinto mandamiento, en el decálogo del Sinaí, da por supuesto que proscribe el homicidio injusto (a un inocente, desproporcionado) y no todo homicidio sin más, porque a renglón seguido levítico, números y deuteronomio estipulan una serie de crímenes que se castigan con la pena de muerte.
El actual catecismo de la Iglesia católica considera (al contrario que la teoría medieval; al contrario que en los actuales códigos penales de Estados Unidos, China, India, Japón, Rusia, Pakistán, Irán, Egipto o Indonesia) que los casos donde pueda estar justificada la pena de muerte son rarísimos, "... si es que ya en realidad se dan algunos" (CIC 2267). Pero es obvio que la prohibición de la ejecución no es "un valor universal, para todo tiempo y lugar".
En cambio, asesinar premeditadamente a un inocente como pecado gravisimamente inmoral sí es un principio. Por eso el aborto sí se considera un pecado grave en todos los casos, independientemente del contexto histórico.
Precisamente esa inversión del rasero que efectúan los modernistas (la pena de muerte judicial es algo deleznable siempre, mientras el aborto a un inocente no nacido es un derecho básico) es lo que convierte a la civilización cristiana y a la cultura liberal-progresista en irreconciliables. Son dos formas de ver la vida excluyentes, por mucho que algunos se empeñen en hacerlas compatibles.
.... donde cualquier persona puede negar a Dios y no sufrir ninguna consecuencia terrenal.
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Nato: gran error el tuyo. Todos los males que sufre el hombre, físicos psíquicos o morales, vienen dados por negar a Dios de una o de otra forma.
¿Merecían morir los que guiados por su propia conciencia se hacían cátaros, o bogomilos, o husitas, o protestantes?.
Si eso no es ir contra los principios de la Iglesia, pues más argumentos a favor de los ateos. Gracias.
En cuanto a la manida Vendée, ¿a qué viene, es una excusa decir "los liberales mataron más que nosotros"? pues mira era una revolución y en ellas muere gente. Como afín al carlismo lo sabrás bien, pues el carlismo provocó tres guerras civiles en el s.XIX y en ellas también murieron muchos.
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¿Matar a alguien porque esté en contra del liberalismo no es injusto, ni desproporcionado?
¿Merecían morir los que guiados por su conciencia querían permanecer monárquicos?
Haga un poco de autocrítica, gringo. No se erija en juez del pasado desde su trono de pureza, juzgando con ojos de hoy en día actuaciones de hace 8 siglos. Sus ideales de vida también tienen raíces, y pasado. Y son mucho más cercanos.
"¡La Vendée ya no existe, ciudadanos republicanos! Ha muerto bajo nuestra libre espada, con sus mujeres y niños. Acabo de enterrar a un pueblo entero en las ciénagas y en los bosques de Savenay. Ejecutando las órdenes que me habéis dado, he aplastado a los niños bajo los cascos de los caballos y masacrado a las mujeres, que así no parirán más bandoleros. No tengo que lamentar un sólo prisionero. Los he exterminado a todos”.
Carta del general François Joseph Westermann al comité de salud pública de París, 23 de diciembre de 1793.
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La cultura cristiana y la cultura modernista son incompatibles.
La actualidad de cada una depende de dónde se viva.
Sí, es injusto y desproporcionado matar a alguien por no querer ser liberal.
Ahora espero que me contestes y me digas si igualmente e injusto matar a alguien por no querer seguir siendo católico. Porque todavía no lo has hecho, solo respondes con preguntas y echando balones afuera y con el manido "¡Y TÚ MÁS!".
Caray, con lo poco que te gusta la democracia liberal, te comportas como nuestros políticos.
O igual te parece que los crímenes de la Inquisción y los cruzados están justificados. Y los de los carlistas.
Y yo juzgo desde ninguna torre de pureza ni desde los siglos. Juzgo como os gusta juzgar a vosotros, con valores universales y sin relativismo. Matar a una persona porque no comparte tus ideas políticas o tu religión es un crimen, en cualquier tiempo y lugar, porque es un derecho natural ejercer la libertad de conciencia. Es un crimen comparable al aborto.
Pero ya veo que os cuesta, os cuesta mucho el examen de conciencia que le pedís a los demás, y que recurrís al relativismo cuando os conviene.
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Sí, es injusto y desproporcionado matar a alguien por no seguir las enseñanzas de la Iglesia.
Y no, no he echado balones fuera: tanto el artículo como los comentarios están plagados de explicaciones, datos y matizaciones. Son comentarios de brocha gorda como el suyo los que me hacen contestar con generalizaciones.
Queda un dilema: ¿son los valores universales de la Iglesia tan buenos y superiores que cuando los católicos no los hemos seguido en algún momento merecemos su crítica acerba (con lo cual se ha convertido en un fundamentalista cristiano)? ¿o en realidad son falacias carentes de valor, en cuyo caso qué importa que haya existido la inquisición, o las cruzadas, o el cura que te pegaba de pequeñito si hablabas en la cola, puesto que en pura lógica valores torcidos sólo pueden provocar malas acciones?
¿Y usted, gringo? Aparte de no creer en nada trascendente, ¿cuáles son los valores en los que funda su vida? Este es un artículo histórico. Nadie pretende que un tribunal eclesiástico se comporte ahora como en el siglo XIII.
Pero ¿qué hay de el listado de democracias liberales y oficialmente laicas o agnósticas con pena de muerte legal: Jamaica, Bielorrusia, Estados Unidos, Corea del Sur, Ceilán, Israel, India, Japón, Rusia, un montón de países africanos oficialmente agnósticos? ¿no tiene opinión sobre ello? ¿o echa balones fuera?
Porque los pocos países confesionalmente católicos que quedan (Ciudad del Vaticano, Malta y, creo, Liechtenstein) no la aplican.
¿Sabía que el católico rey de Francia Luis XVI abolió la pena de muerte y unos años después la muy laica Asamblea revolucionaria de Francia la reinstauró? Uno de los primeros en sufrir los efectos de la ley (junto a otros muchos miles) fue precisamente el monarca que la había abolido.
El beato Pío IX como jefe de Estado y gobierno y como monarca absoluto (solo tenía una asamblea consultiva que además se elegía por sufragio censitario), era el responsable de esas ejecuciones y de esas leyes.
La diferencia es que yo no beatifico ni canonizo a nadie.
Yo puedo admitir las cosas buenas y las malas del pasado, pero son ud.s los católicos los que se dan a sí mismos como ejemplos de virtud a alguien responsable de más de cien ejecuciones.
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LA
Es que la ilegitimidad radical de las ejecuciones penales no es un dogma del catolicismo, gringo. Es que, como les gusta decir a los ateos que se las dan de "mejores conocedores de la Biblia que los católicos" con respecto a la homosexualidad, Jesús jamás condenó la pena de muerte, y aunque siempre predicó el perdón y el amor, la cita sin reproche en una de sus parábolas (Lc 19, 27). Es que san Pablo reconoce la potestad de la autoridad civil para aplicar la pena de muerte en Romanos 13, 1-5.
Es que en el siglo XIII la pena de muerte se aplicaba a delitos como la sodomía, cazar en coto real, adivinar el futuro o falsificar moneda, cosas que hoy en día nos parecen barbaridades (y no eran invento cristiano, que ya las leyes romanas y germánicas lo estipulaban). Quemar a un heresiarca relapso no generaba ningún conflicto moral en la época. ¿Que hoy en día hemos hallado métodos mucho mejores y humanitarios para castigar el delito y proteger a la sociedad que la pena de muerte? Mucho mejor para nosotros. Pero no se puede juzgar al siglo XIII con criterios del siglo XXI.
Todos los códigos penales de la época de Pío IX contemplaban la ejecución, gringo (y muchos de los de hoy en día, aunque a usted ese tema le interese menos comentar). Por cierto, de las 133 personas ejecutadas en sus 32 años de mandato, por los pocos datos que he podido localizar, aquellas sentencias que se conocen lo fueron a terroristas carbonarios (gente que ponía bombas o asesinaba a sus ministros) o criminales mafiosos, muchos de los cuales había él mismo puesto en libertad al acceder al solio en una amnistía política. Si tiene usted alguna fuente que demuestre durante el pontificado de Pío IX alguna ejecución a una persona porque "pensaba diferente" y no por un crimen, gustosamente revisaré este párrafo.
A Pío IX, por supuesto, se le beatificó por otros muchos motivos. Es muy detestado por los liberales porque, tras mostrarse tolerante con estos, y recompensarle con atentados, revoluciones en Roma e intentos de asesinato, cambió su política y puso fuera de la ley sus actividades. Unos angelitos.
Fue un hombre piadoso, culto, aperturista y favorecedor del desarrollo tecnológico en sus Estados. Fortalecedor de la enseñanza de la Iglesia y de su autoridad frente a los revolucionarios al servicio del rey de Piamonte, esos que expulsaban órdenes religiosas, quemaban templos, incautaban colegios y perseguían sacerdotes.
Un hombre de grandes méritos y virtudes; también defectos, claro está. Recomiendo leer detenidamente su biografía para ver a un pastor que realmente se preocupaba de su rebaño, defendiendo a Dios antes que querer complacer al mundo. Cuantos obispos (y algún abad) hoy en día no deberían tomar ejemplo de ello.
El liberalismo jamás le ha perdonado su Syllabus, donde pone blanco sobre negro la incompatibilidad de ser cristiano con la filosofía modernista. Y en vida se lo hicieron pagar con una guerra y persecución constante (desde Bismarck hasta Garibaldi).
Ese liberalismo que nació como rebelión contra el orden constituido, cuando una parte de los Estados Generales de Francia se autointituló (sin sufragio ni elección democrática, ni legitimidad alguna) en Asamblea que "representaba a la nación".
Ese liberalismo que proclamó la declaración de los derechos humanos y esculpió en todas partes los ideales masónicos de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Pero cuando decapitaron al monarca legítimo, y se encontraron con el rechazo de la mayoría de los franceses, no convocaron "elecciones libres", ni preguntaron "democráticamente" a la nación que quería: entregaron el poder a un comité de sanguinarios criminales para que el ejército y la guillotina se encargaran de los "enemigos de la libertad" y aseguraran su gobierno, eliminando físicamente a los que no pensaban como ellos en una espiral de sangre y fuego donde acabaron matándose unos a otros. La locura concluyó en la dictadura militar de la bota tiránica del amigo Bonaparte, la única forma en la que logró la "república de la libertad" hallar el orden.
Ese fue el nacimiento del liberalismo parlamentario que hoy en día se enseñorea de Occidente (y por su medio, domina el mundo), y va dando lecciones de moral a los católicos.
La única sangre que derramó Cristo fue la suya, y gracias a esa sangre, y por seguir sus mandatos, podemos los cristianos predicar la salvación, aunque nuestros pecados y debilidades sean muchas, y en lo personal no seamos ejemplares. No remitimos a nuestras propias y arrogantes teorías, sino a Él.
El cristianismo medró con la sangre de sus mártires; el modernismo se impuso por la sangre de otros. Cada cual juzgue.
+Me alegra mucho que señale que Jesús nunca condenara la pena de muerte, y que la cite sin reproche en una de sus parábolas.
+Estás dando argumentos relativistas para excusar a Pío IX. Que la pena de muerte fuera normal en muchos países no justifica que lo fuera en los Estados Pontificios.
Y yo no juzgo al s. XIII ni al XIX con criterios del XXI sino con criterios universales: todo hombre, aunque sea un asesino, tiene derecho a la vida y la pena de muerte es injusta e hipócrita.
Y tanto ahora como en el s.XII había alternativas como la cadena perpetua.
+Pío IX fue un monarca absolutista, sacó a los judíos del gueto de Roma (donde vivían encerrados desde que lo ordenara san Pablo V) y tras la revolución de 1848 los volvió a encerrar. ¿Qué razón había para semejante castigo colectivo?. Fue un hombre que gobernó cn ayuda de la inquisición y la censura, y ordenó secuestrar al niño judío Edgardo Mortara solo porque una niñera católica lo bautizó en secreto, y claro un niño cristiano no podía criarse con padres judíos ¿dónde estaban entonces los valores familiares?.
Y sí, pues claro que podemos encontrar políticos mucho peores, pero yo no los considero un ejemplo.
Es la Iglesia la que propone como ejemplos a Pío IX o Pablo V, ejemplos universales. Cuando alguien sube a los altares se le considera como dicen los ingleses a man for all the seasons, un hombre para todas las épocas.
Desde luego para mí Pío IX no es ejemplo moral de nada.
+La Iglesia ha medrado con mucha sangre derramada, propia y ajena. Hasta para ser religión legalizada en Roma Constantino tuvo que vencer en la batalla del puente Milvio, supuestamente con la ayuda de Dios. Luego se hizo religión obligatoria con Teodosio. Y si no hubiera sido por la Inquisición, los progromos y expulsiones de judíos, y las cruzadas contra cátaros, husitas, paganos del Báltico, etc. tal vez no habría tantos católicos en Europa.
El liberalismo se impuso por la fuerza porque por las buenas ni papas ni reyes iban a dejar el poder absoluto que ostentaban. Y bien que se defendieron los partidarios del antiguo régimen y bien que siguieron dando la vara los reaccinarios, recuerdo: los carlistas provocaron tres guerras civiles en España.
Que juzgue la gente cómo estaríamos mejor en Europa si con democracia o con una monarquía absolutista.
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Sí, son malos los argumentos relativistas. Y buenos los argumentos universales: todo ser humano es libre, y no propiedad de otro; y todo ser humano tiene derecho a la vida.
Menos en el caso del aborto, claro... en ese caso un hombre de valores universales for all seasons como usted puede buscar mil excusas para justificar que un ser humano es propiedad de su madre (violando el derecho a la libertad), la cual ejerce un derecho cuando ordena su muerte si así lo considera conveniente (violando el derecho a la vida).
El grave pecado de matar a un inocente, estimado gringo, sí es un dogma universal católico. Justificar la violación de ese derecho a un inocente y a la vez criticar la pena de muerte a un criminal sí es injusto e hipócrita.
"si no hubiera sido por la Inquisición, los progromos y expulsiones de judíos, y las cruzadas contra cátaros, husitas, paganos del Báltico, etc. tal vez no habría tantos católicos en Europa."
Tal vez. Y si no hubiese habido Cristiandad que hubiese unificado cultural y espiritualmente Occidente... no hubiese habido después una Europa para heredarla. Eso es particularmente cierto para las Cruzadas (tan de moda abominar de ellas, olvidando que la mera existencia de la nación- o así- de España nace de una cruzada). Y si la Inquisición no hubiese existido, tal vez cuando llegaron los otomanos lo que habría en Europa sería cientos de pueblos cada uno con su secta cristiana haciéndose la guerra entre sí. Ahora viviríamos en Europistán, y no tendríamos estas amenas charlas usted y yo sobre la libertad de conciencia (concepto filosófico genuinamente cristiano).
Veo que finalmente justifica que el liberalismo se impusiera por la fuerza, sin andar preguntando democráticamente a los pueblos si deseaban ser liberados. Gracias. Por lo que veo, aquí para todos el fin, efectivamente, justifica los medios.
Es que los burgueses plutócratas (inciso: las diversas constituciones liberales de la primera república francesa fueron redactadas por una Asamblea constituida por representantes del 10% de varones mayores de edad más ricos del país) siempre han tenido muy claro cuál era la verdad sobre la libertad y el conocimiento al que había que llevar a los pueblos para liberarlos, aunque no quisieran. Ya se sabe, los reaccionarios (o sea, todos aquellos que querían seguir viviendo su vida como siempre y no deseaban las novedades revolucionarias traídas por la burguesía masónica), dieron "mucho la vara", hasta ser totalmente reducidos.
Por último, ya sabe usted que las guerras siempre las provocan los que las pierden. El carlismo encabezó levantamientos populares (sí, los reaccionarios representaban al pueblo, y en el caso de la primera guerra carlista, a la mayoría del pueblo), y el gobierno contestó con el ejército; de ahí lo de guerras. El fallo fue perderlas, no otro.
Como el liberalismo necesitó casi un siglo de gobiernos para contar con un apoyo numéricamente mayoritario de la población, no pudo hacer levantamientos. Para sostenerse en España siempre optó por los golpes de estado militares (que cuando fracasaban se les llamaba muy educadamente "pronunciamientos"):
Francisco Espoz y Mina y otros (liberales exaltados, "conspiración del triángulo"), 1816.
Juan van Halen (liberal exaltado), 1817.
Rafael Riego y Antonio Quiroga (liberales exaltados), en 1820 con las tropas destinadas a América (añádase el cargo de traición).
José María Torrijos (liberal exaltado), en 1831.
Leopoldo O´Donell (liberal moderado, la "Vicalvarada"), en 1854 y otra vez en 1856.
Juan Prim (liberal progresista), en 1866.
Baltasar Hidalgo (liberal progresista), en 1866.
Juan Bautista Topete (liberal conservador), en 1868.
Manuel Pavía (liberal conservador), 1874.
etc, etc
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Buen resumen
+No deja de ser contradictorio que los "reaccionarios" defiendan la idea de que el monarca puede gobernar de manera absolutista, que él es el soberano y él hace y deshace las leyes, y que luego como no quieren obedecerle cuando abole la Ley Sálica y declara heredera a su hija, van y montan un levantamiento.
Los reaccionarios no representaban al pueblo, usaban al pueblo analfabeto para sus intereses.
Si el bando carlista era el de los curas trabucaires, los ultramontanos y los de "¡vivan las caenas!", me alegro de que perdieran. Ya solo faltaba que a estas alturas todavía creyéramos que el mejor gobierno es el de uno solo que encima dice estar ahí por designio divino y no se le puede rechistar.
+¿Te das cuenta de lo que escribes?.
Así que si no hubera sido por la inquisición tal vez cuando llegaron los otomanos, se habrían encontrado una Europa dividida con cientos de sectas cristianas enfrentándose entre sí.
Vaya, primero si eran cristianas ¿por qué iban a enfrentarse entre sí?. Pero lo cierto es que los cristianos predicando la paz se han enfrentado entre ellos durante siglos. Y cuando llegaron los otomanos eso fue lo que se encontraron.
Recuerda que los primeros en saquear Constantinopla no fueron los musulmanes sino los católicos de la cuarta Cruzada. Y las tropas malpagadas de carlos V hicieron lo que nunca lograron los sarracenos, arrasar Roma. Por cierto en el contexto de la llamada Guerra de la Liga de Cognac, en la que el Papado era enemigo de España. Ya ves, para matarse entre ellos los cristianos no necesitan ni ser de sectas distintas.
Segundo,si el islam no existiera deberíais inventarlo. Es vuestro coco para asustar a los niños, y sirve para justificar no ya solo las cruzadas, sino que veo que hasta la inquisición y las ejecuciones de otros euopeos. La cosa es que santos son los que aceptaron el martirio y se dejaron matar por los romanos, y santos sn los que cogieron las armas y no se dejaron matar por los sarracenos. Con los cristianos no hay quien se entere. Al final siempre teneis la razón hagais lo que hagais.
+Respecto a la unidad de España conseguida mediante cruzada... ¿por qué siempre se tiende a santificar la ambición política y el derramamiento de sangre?.
La unidad de España también se consiguió por ejemplo con la invasión de Navarra por Fernando el católico, ya ves, cristianos contra cristianos. Y el concepto de "España" no estaba tan claro. ¿Qué se suponía que había que "reconquistar", el reino visigodo?. Entonces eso incluía Lusitania y el sur de Francia. Supuestamente pues la reconquista aún estaría incomleta.
Los portugueses hicieron varias guerras para dejar claro que lo de "España" no iba con ellos. A los catalanes no les fue tan bien. A los guanches canarios los hicieron españoles por narices. Las fronteras nacionales afortunadamente no son parte del depósito de la fe.
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Estimado gringo: no soy absolutista, ni el carlismo lo era. Pero como nos estamos desviando mucho del tema, no voy a seguir por ahí. Respeto sus opiniones; me conformo con saber que admite las irregularidades y actos contra la ley, incluyendo injusticias y hasta crímenes que cometieron los liberales, ya que considera que la bondad de un sistema o idea que usted adhiere no queda afecto por los medios que se han empleado para llegar a su triunfo.
A los otomanos les frenaron el rey de España (católico), el emperador en Austria (católico), auxiliados por las flotas de las repúblicas de Venecia (católica) y Génova (católica), junto a los caballeros de Malta (católicos) y con la coordinación y financiación del Papa (eh... vale).
Lo de que el islam es el "coco" que empleamos los católicos para asustar a... ¿los niños? ¿los ateos? es bastante divertido. Por lo visto no ve usted las noticias en Irak, Siria o Egipto.
Por último, yo no santifico ni a la Inquisición ni a las Cruzadas. He hecho un poco de historia-ficción (el what if.... que tanto gusta a los anglosajones) y esa parte tan prosaica y secular de la acción de la Iglesia (que por supuesto es siempre secundaria e infinitamente más prescindible que su misión de anunciar el mensaje de Cristo) resulte haber sido (aunque repugne a su mentalidad modernista- fácilmente repugnable por unas cosas y no tanto por otras, según hemos ido viendo) tal vez bastante importante para la constitución de Occidente tal y como lo conocemos actualmente.
Parece obvio que ninguno nos vamos a convencer, mucho menos echando mano de la acritud. Un último apunte: si a mí se me hubiese ocurrido decir (seriamente) que "el problema de España es que quemamos a pocos herejes", no sólo se hubiese montado un escándalo monumental con los lectores ateos o agnósticos. La mayoría de los católicos me hubiesen repudiado, y el editor del portal, con buen criterio, me hubiese llamado la atención y obligado a retirar ese comentario.
En cambio, un célebre escritor de éxito ateo librepensador reconocido puede decir esto: "lo que lamento profundamente [...] es que aquí no hubo guillotina para obispos, reyes y aristócratas." O por ejemplo "yo soy jacobino y creo que los estados deben ser fuertes [...] y el que no quiera ser libre, lo va a ser a garrotazos." O esta otra: "Odio a los cristianos que se han dejado matar en los circos romanos sin pelear". Y que decir de este resumen de su propia pluma: "El problema de España, a diferencia de Francia, es que no hubo una guillotina en la Puerta del Sol que le picara el billete a los curas, a los reyes, a los obispos y a los aristócratas... y al que no quisiera ser libre le obligara a ser libre a la fuerza. Nos faltó eso, pasar por la cuchilla a media España para hacer libre a la otra media."
Dejando de lado que tiene su club de fans que le jalean y están encantados, el resto del espectro comentan con jocosidad su boutades, que son como extravagancias que se disculpan a los cenutrios con éxito. Puedes no estar de acuerdo, pero por supuesto hay que respetarle su "derecho" a lamentar que no se haya masacrado a más enemigos políticos.
Nadie se atreve a decirle que se retracte de sus barbaridades, claro está.
Y esa es la realidad: no hay objetividad ni cientifismo alguno. Hay dos cosmovisiones y la oficial actualmente es una. Y los que tenemos la otra ya sabemos lo que nos espera.
ya regrese de las misiones, fueron fabulosas... extrañe nuestras conversaciones.
Por favor, permíteme hacer algunas puntualizaciones (aunque algunas de ellas ya fueron Luis Ignacio).
1.- La inquisición juzgo católicos SOLAMENTE.
2.- Ha sido por siglos una técnica mas de los anticatólicos el intentar acabarla desde dentro. A Dios gracias con poco éxito.
3.- Ambos inquisiciónes protegian la ortodoxia de la religión.
4.- En el imperio Español la religión católica fue religión de estado, IGUAL QUE EN MUCHAS OTRAS NACIONES DE AQUELLA EPOCA e inclusive actualmente, ejemplos actuales ISRAEL y REINO UNIDO.
5.-En consecuencia, la Inquisición Española, ademas protegia a la corona de falsos católicos, que intentaban destruir tanto a la religión como al Imperio. Esos falsos cristianos son el equivalente a un cargo de ALTA TRAICION. Ejemplos actuales: imagina que un musulman finge ser judío para llegar a primer ministro de Israel, ¿Qué crees sucedería si lo descubren? Tu que tienes tanta relación con los judíos, dime ¿que crees que haría el MOSAD?
6.- Para entender un proceso histórico debemos analizarlo con los lentes de la época y ningún otro fue mas justo, si existieran dudas sobre este tema, te suplico nos indiques UNO SOLO ejemplo de algún otro tribunal mas justo. Por favor, no despotriques diciendo que la Inquisición era mala y que nos debería dar vergüenza, la verdad histórica nos indique que no era perfecta, pero fue la mejor de su época.
Mi querido gringo, "CRIMENES SON DEL TIEMPO Y NO DE ESPAÑA", constantemente intentas analizar situaciones históricas con un pensamiento del siglo XXI, no tiene ninguna lógica histórica para intentar demostrar puntos equivocados.
PD: tengo problema con los acentos, disculpe la audiencia las faltas de ortografía.
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No, Pedro. La Inquisición pontificia garantizaba un sistema de justicia al acusado, similar (o mejor dicho, más garantista) que los tribunales civiles de la época. A su debido tiempo publicaré un artículo con los métodos de investigación y condena del tribunal inquisitorial medieval.
Tanto en el artículo como en la zona de comentarios ha quedado claro que nadie considera que la tortura o la ejecución sean métodos válidos para el examen religioso entre cristianos.
Eso también se aplica para la persecución religiosa que llevaron a cabo los reformadores protestantes:
Entre 1525 y 1537 Martín Lutero (hay numerosas citas llamando a la represión brutal de católicos y disidentes), Calvino, Zwinglio, Bucero, Knox se complacieron en tolerar, e incluso alentar, la persecución de católicos, la destrucción de iglesias y el azote e incluso el linchamiento de sacerdotes y religiosos. Los casos se cuentan por miles.
En Ginebra, Calvino impuso una dictadura teocrática protestante, donde los católicos fueron perseguidos constantemente.
Es conocida la furia iconoclastia en la rebelión de los Países Bajos de 1566, donde se destruyeron cientos de iglesias católicas y monasterios.
El rey Christian III de Dinamarca obligó a todos los habitantes a convertirse al luteranismo en 1536, encarcelando y confiscando los bienes a sacerdotes y obispos. En 1624 se promulgó la pena de muerte para todo sacerdote católico que aún siguiese en el país; en 1683 los daneses conversos al catolicismo sufrieron requisa general de sus bienes (leyes vigentes hasta 1849).
El rey de Suecia promulgó leyes similares: hasta 1815 todo sacerdote católico detenido en territorio sueco podía ser condenado a muerte y cualquier sueco converso al catolicismo era exiliado y se le confiscaban sus bienes.
El Acta de supremacía de 1534 reconocía a la corona como suprema cabeza de la Iglesia en Inglaterra. Todo aquel que no prestase el juramento de supremacía podía ser ahorcado. Los que se negasen a asistir a los oficios anglicanos sufrían mutilación. Durante el reinado de Isabel I se persiguieron y ejecutaron a numerosos católicos. Se desconoce a ciencia cierta los católicos represaliados en Irlanda por la corona británica por no convertirse al anglicanismo.
Y así muchísimos casos.
Por el corresponsal de ¡Despertad! en España
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Por ejemplo, se puede consultar esta: http://infocatolica.com/blog/apologeticamundo.php/cat145/
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