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19.07.19

Llamaron a la policía… (1er Crónica Laosiana)

Llamaron a la policía… (1er Crónica Laosiana)

Estamos misionando en Laos, buscando las tribus paganas que, según los reportes -principalmente, protestantes, aún no oyeron el Evangelio. Estamos llevando a cabo la “Cuenta Regresiva Misional” (CRM), que comenzamos en la fiesta de la Epifanía del Señor del 2018 y que, simplemente, consiste en hacer el primerísimo anuncio del Evangelio en las pocas etnias (no más de 500, estimamos) que parece que aún no oyeron la Buena Nueva de la Salvación (cfr. Mt 24, 14).

Vinimos a Laos porque, según nuestra investigación -que basamos principalmente sobre los estudios protestantes, Laos es el país que, después de China e India, cuenta con el mayor número de tribus o etnias que, aparentemente, jamas oyeron el Evangelio. 

Ayer llegamos a la tribu Tchaho. Hoy llegamos a la tribu Alu. También hoy tuvimos un primerísimo contacto con la tribu Akha, y más precisamente con los Akha Noukouy, cuyas mujeres usan muy bellos vestidos, pero cuando hace calor pueden pasearse, sin problema, con el torso al descubierto. 

Estamos agotados. No es momento de balances. Estamos en plena guerra. Hoy debemos volver a Phongsali, que es una ciudad con un aeropuerto que tiene cuatro vuelos internos por semana.

Hay mucho para contar, pero prácticamente no tenemos fuerzas para escribir. El tema es que si no escribimos ahora, muchas cosas las olvidaremos ya que la vida misionera implica un alud abundatísimo de experiencias, aventuras e historias, donde los lugares, personajes y acciones se pueden multiplicar sin cuenta.

Nuestra misión se localiza en el extremo noroeste de Laos, la ex-Indochina. 

Llegamos a Laos hace varios días pero aún no hallamos tiempo para sentarnos, menos aún para sentarnos a escribir, salvo el primer día en el cual tuvimos que escribir sobre otra cosa pendiente. Ahora, a bordo de la 4×4, mientras anochece en las montañas indochinas, resistiendo la tendencia de los ojos a cerrarse, principiamos a escribir estas notas a caballo. Como siempre, habría mucho para escribir, pero sólo tenemos tiempo para escribir unas pocas cosas.

Como unos amigos españoles, y unos amigos de amigos, adoptaron espiritualmente las tribus laosianas que aparentemente no oyeron el Evangelio, vinimos a Laos a predicarles sabiendo que el terreno ya está sembrado por las plegarias de quienes las adoptaron “in spiritu”.

Las tribus de la lista eran muchas y no habíamos tenido tiempo de estudiar sobre ellas. Por eso, cuando llegamos a Laos, junto con un amigo francés -que es quien, por tres semanas, acompaña a quien escribe estas líneas- hicimos un rápido estudio y dividimos las etnias en tres zonas: las de norte, las del centro y las del extremo sur. Nos pareció que debíamos comenzar por el norte o, mejor por el extremo noroeste -que es donde se encuentran muchas de las tribus de la lista-. Entre las tribus del norte, decidimos empezar por la tribu Tchaho, pues nos pareció la más necesitada y una de las más paganas y remotas. 

Desde el punto de vista eclesial, estamos en el medio de la nada, en las periferias más extremas, ya que la tribu Tchaho está a unas quince horas de viaje de la sede del Vicariato Apostólico de la zona. El sacerdote, estimamos, más cercano estará a unas diez horas de viaje, pero, de todos modos, en principio, ningún sacerdote, ni nativo (casi no hay) ni extranjero está autorizado por el gobierno para predicarle a estas tribus. Son tribus remotísimas, desconocidas y paupérrimas que viven en las montañas, en zonas donde hasta hace poco no había caminos y, por tanto, eran casi totalmente inaccesibles. Hoy, en principio, hay unos senderos de tierra, o barro, ya que el gobierno quiere controlarlas y, a su vez, limitar o prohibir la producción de opio, cultivo este que es muy antiguo en estas zonas. En las tribus, aun se halla un importante índice de opiómanos. 

Finalmente, después de ciertos preparativos y a pesar de grandes obstáculos, y habiendo obtenido el permiso de la jerarquía eclesiástica local, pudimos llegar a Phongsali, que es el centro (¿o periferia?) desde donde se puede partir a las tribus del noroeste laosiano. En Phongsali contratamos, por un día y medio, una ínfima agencia turística -que está casi sin trabajo por la ausencia total de turistas, al menos en esta época del año, donde hace un calor tropical infernal-, que nos permitió lograr algo muy difícil: localizar las tribus en un mapa y llegar a ellas. El dueño fue un nativo con un espíritu rabiosamente comerciante (o, mejor dicho, con un espíritu de ladrón), pero sabía donde encontrar las tribus, 

Así fue que llegamos a los dominios de la tribu Tchaho, que mora a tres horas de China (tres horas a pie). 

Los Tchaho hablan el idioma Tchaho, que no se parece en nada al laosiano (lengua oficial del país) y que, a falta de alfabeto, usa los caracteres chinos. De todos modos, muchos Tchaho, especialmente los hombres, entiende el laosiano, hablado por nuestro guía. Para nuestra sorpresa, algunos Tchaho, hablan chino básico, por lo que pudimos comunicarnos bastante bien, sin depender del guía, que fue nuestro principal enemigo, ya que hizo todo lo posible para que no prediquemos. 

Quisimos quedarnos dos semanas con los Tchaho, pero, al cabo de un día y medio, debimos volver a Phongsali ya que nuestro guía nos dijo que él pidió permiso al gobierno solamente por dos días. En un día y medio no se puede hacer mucho, pero de todos modos, fueron horas muy intensas.

Lo primero que hicimos fue saludar a la gente en el dialecto local (diciendo “mi gong”), pero prácticamente nadie nos respondía, Luego, tuvimos un encuentro con el jefe, pero no mostró nada de alegría con nuestra visita. Como nos dijo el guía, todos los jefes de las tribus hoy dependen del Partido Comunista, que, por medio de un sistema muy corrupto, aún, gobierna Laos. Ésto es terrible para la evangelización ya que cuando se visita una tribu, lo primero que hay que hacer es visitar al jefe y todo debe pasar por medio de él, pero, he aquí el drama, el jefe es, de algún modo, un lacayo de la tiranía comunista y el comunismo laosiano, fiel a los principios del satanista Karl Marx, prohíbe el proselitismo cristiano. De todos modos, a pesar de su inicial frialdad, el jefe nos autorizó a visitar al chamán (o “mopi”), que es el lider espiritual de la tribu. 

Mientras esperábamos que el mopi vuelva de sus faenas rurales, rezamos la Misa y algo más en la habitación que nos asignaron para dormir, la cual se encontraba en la casa de la hija del jefe. 

Bastó que empecemos la Misa para que empiece una batalla de raros ruidos y de odiosas molestias, lo cual nos pareció muy lógico ya que la nuestra fue la primer Misa jamás celebrada en los dominios de la nación Tchaho. Si tenemos en cuenta que los Tchaho son animistas, como todas, o casi todas, las tribus de montaña de la zona, nos podremos dar una idea de la guerra preternatural que implicó la Misa. En efecto, los niños con sus gritos, los chanchos con sus guarridos y las personas que, como locos, golpearon las puertas (que cerramos con traba) durante toda la Misa conformaron un circo que hizo muy difícil rezar. Una de las personas que, con más ahínco, golpeaba la puerta, cuando le abrimos, entró a buscar un balde y un serrucho, que no sabemos porqué habían puesto al lado de nuestro colchón. 

La hija del jefe y otra doña se indignaron con nuestra misa y llamaron a la policía. 

El guía turístico estaba furioso y nos vino a imprecar acusándonos de haber rezado “sin respetar la cultural local”. 

Nos dispusimos a pasar un día o una temporada en la cárcel. Los hombres y las mujeres se juntaron a discutir sobre nosotros. Habían diversas opiniones, todas ininteligibles para nosotros. Esperamos en nuestra habitación, rezando el santo Rosario, con paz y alegría. 

Cada vez que oíamos un motor, pensábamos que podía ser la policía comunista. Fue una experiencia interesante. Nos ofrecieron comida, pero la rechazamos. Estábamos a una hora de viaje (en auto) de la ruta. Estábamos realmente en el medio de la selva, rodeados por una tribu y nuestro indignado guía, esperando la llegada de policía, a quienes, según nos dijo el guía, íbamos a tener que pagarles los costos del viaje (la gasolina del patrullero, etc). Era de noche y el calor era insoportable. Esperamos tranquilos rezando el Rosario. 

Al fin de cuentas, terminados los debates de los nativos, se nos dijo que el problema policial iba a ser tratado al día siguiente. Respondimos que queríamos volver a la ciudad de Phongsali y dejar la tribu ya que Dios, en Mt 10.14, nos dice lo siguiente: “Cualquiera que no los reciba ni oiga sus palabras, al salir de esa casa o de esa ciudad, sacudan el polvo de sus pies”. Acto seguido, salimos de la casa, nos sacudimos el polvo de nuestro calzado, y pusimos los bolsos en la 4×4. Entonces, compungido, vino el jefe y nos pidió que nos quedásemos, nos sonrió y nos invitó a cenar. 

Accedimos a la invitación y compartimos una agradable cena donde empezamos a aprender el dialecto Tchaho, traduciendo desde el chino. 

(Continuará)

Padre Federico, S.E.

Misionero en tierras paganas,

18-VII-19, Laos

1.06.19

El Budismo en pocas líneas (I)

El budismo en pocas líneas

 

Para responder a pedidos de algunos lectores y amigos, en dos o tres entregas, haremos una presentación sintética sobre el Budismo, especialmente sobre el Budismo Tibetano, fundando nuestra exposición en nuestros estudios sobre el tema y en nuestra intensa experiencia de vida en el Himalaya. Rogamos a Dios que estas breves líneas sirvan al laicado a rechazar la pestífera tentación del budismo, que mientras se presenta disfrazado bajo los ropajes del pacifismo, la meditación y la gimnasia relajante, abre de par en par las puertas del alma y del hogar familiar a los demonios del infierno, lo cual no pocas veces acaba en posesiones diabólicas.

 

Teodicea Budista

Un día me encontré con un monje tibetano y tuvimos un diálogo, lo cual no es fácil ya que casi nunca quieren hablar. Suelen evitar el diálogo y a menudo a lo evitan de modos bruscos. Mas, esa vez, pude dialogar y dialogar amistosamente. Era un monje de alto nivel de un importante gompa (monasterio) tibetano ubicado en Nepal. De pronto, le pregunté quién creó el universo y su respuesta fue: “Ustedes creen en Dios, nosotros en el karma”. Le respondí que si bien eso es cierto, su respuesta no respondía la pregunta ya que el concepto (o mitología) del karma -que, en realidad, no existe- hace referencia a supuestos efectos, no a causas, de las faltas pasadas. Por ende, no puede decirse que el karma creó el mundo. Terminó aceptando que su respuesta fue inadecuada y que su iluminación no es tan alta como para saber quién creó el mundo. Dijo que respetaba mi creencia en el Creador y no intentó siquiera amagar refutarme. Lo invité a rezarle a Dios “por las dudas”, esto es, ya que, según él, no se puede afirmar, con certeza, que no exista. Pero, me dijo que no quería mezclar los caminos. Le dije que su camino jamás le dará la felicidad ni la iluminación y le dije lo siguiente: “yo te invito a rezar ahora, pero si no quieres rezarle a Dios ahora, al menos cuando después de muchos años experimentes la nulidad e infructuosidad total del budismo,  rézale a Dios y verás cómo Él te responderá”.

Ateísmo Budista

          Como ya anticipamos, el Budismo es ateo. El Budismo no cree en un Dios Creador. Mas tampoco es posible que crean en un Creador ya que para ellos no hay creación, es decir, para la corriente dominante del Budismo Tibetano, nada existe, nada es. El Budismo Tibetano es nadismo.

El Budismo Tibetano tiene un enorme panteón de dioses y demonios. Mas, ¿cómo se compatibiliza este panteón de dioses con su ateísmo? El tema es así: para los budistas, los dioses son dioses por una temporada, luego de lo cual devienen animales, hombres, demonios u otro tipo de ser. De fondo, está el absurdo mito de la reencarnación.

Hay budistas, especialmente en el pueblo llano, que no quieren ni oír hablar de Jesús ya que lo consideran incompatible con el set de mitologías y supersticiones budistas. Pero, hoy en día, en principio, el Budismo considera a Jesús como un Buda más, como un gurú más, como un iluminado más ya que el Budismo considera que hay diversas encarnaciones de Buda para mostrarnos el camino de la iluminación.

Antropología Budista

Como enseña Santo Tomás de Aquino, nuestra alma tiene dos potencias: la inteligencia y la voluntad. El objeto de la inteligencia es la verdad, esto es, la inteligencia fue hecha por Dios para que conozcamos la verdad y reflexionemos sobre ella y, sobre todo, para que contemplemos la Verdad Suma, que es Dios. El objeto de la voluntad es el bien, esto es, la voluntad fue hecha por Dios para que amemos el bien y alcancemos el Bien Sumo, que es Dios.

Para el Budismo Tibetano, por el contrario, la inteligencia no puede conocer la Verdad ya que nada existe. Así es. El Budismo Tibetano cree que nada existe, que nada es, que todo es una ilusión, que todo es nada. Ergo, no hay nada que conocer. El Budismo Tibetano distingue dos tipos de ciencia: la ciencia aparente y la ciencia última. La ciencia última es considerada como la ciencia verdadera y sólo se obtiene por medio de la iluminación, que se conquista luego de muchos años de horribles mortificaciones y penosas meditaciones y, a menudo, gimnasia yoguística. Ahora bien, ¿en qué consiste esa famosa “iluminación” o ciencia última? En darte cuenta que “nada existe”.

Mas, ¿cuál es la posición del Budismo Tibetano respecto de la voluntad? El Budismo considera que todo deseo es malo per se, que todo deseo es egoísta y que no debemos tratar querer ser felices. En lo que toca a la educación de la voluntad, el objetivo, entonces, del budista (y del yogui) no es sino el de erradicar todo deseo, incluso el deseo de felicidad. ¿Y si uno tiene deseo de ayudar al prójimo doliente? También hay que extirpar ese deseo.

En suma, si se considera la concepción budista-tibetana sobre las dos potencias del alma (inteligencia y voluntad), debemos concluir que el Budismo Tibetano equivale, sin más, a la máxima negación del hombre, a la aniquilación total de todo lo humano y, por tanto, a la muerte del hombre. En efecto, si no podemos conocer nada (porque nada es) y no debemos desear nada (porque todo deseo es egoísta), entonces lo mejor que podríamos hacer en nuestra vida (si fuese posible) sería extirparnos la inteligencia y la voluntad. Por eso, en línea de principio, un budista tibetano coherente debería considerar mucho más dichoso a los minerales que al hombre ya que las rocas no caen en ilusiones ni egoísmos. He aquí el culmen de la sabiduría orientalista, que tantos hombres modernos compran sin darse cuenta que se trata de un verso absurdo.

Como dijimos, para el budismo, no hay que desear nada de nada, pero habría una excepción y es la del gurú iluminado. En efecto, si uno llega a un elevado grado de iluminación, esto es, a la perfección, entonces, uno alcanza la “intención pura”. Cuando esto sucede, entonces uno puede querer cualquier cosa y no va a haber problema ni egoísmo alguno. Por eso, la mitología budista -presente en Bhutan, Tibet y Sikkim- no tiene problema alguno en afirmar que el Gurú Rimpoche (o 2do Buda) tuvo dos consortes y que una de ellas una vez se convirtió en tigre (o tigresa) y él la montó volando hasta una cueva (“Tiger Nest”), que hoy es considerada el lugar más sagrado (¡!) del Reino de Bhutan. De todos modos el cuento del Gurú Rimpoche y la tigresa es poesía agradable al lado de lo que nos decía un monje en la meseta tibetana: “si lo haces con intención pura, no hay problema moral alguno en matar a un niño inocente, adorar lo que se sabe que no es Dios o cualquier otra cosa por el estilo”.

La voluntad fue hecha para amar y por eso se plenifica por medio de la virtud teologal de la caridad (que los modernistas deformaron transformándola en ese engendro llamado “solidaridad”). Los budistas deforman la caridad y cultivan la “compasión”, que consiste en no hacerle mal a ningún ser sentiente, lo cual, en estricta coherencia, los obligaría a caminar con cuidado para no pisar ningún insecto, cosa que hacen los jainistas, que, podemos decir, son como “primos” de los budistas. Esta compasión es tan intensa que si hay algo que brilla por su ausencia en el Himalaya son las obras de caridad (colegios, orfanatos, hospitales, …) hechas por monjes (o laicos) budistas. Y ésto que decimos, lo decimos desde la experiencia. Baste como prueba el hecho de que desde que re-fundamos la escuelita en la misión, jamás encontramos ni un voluntario budista. Ni siquiera un solo. Jamás un monje se acercó a hacernos un donativo. Todos los voluntarios que nos ayudan son extranjeros que hacen un enorme sacrificio para cruzar el mundo con tal de ayudar a los niños. Hablando con un amigo budista de la zona, en medio del Himalaya, él me decía: “es imposible encontrar voluntarios budistas”, y se reía, casi a carcajadas, cuando yo le hablaba de reclutar voluntarios.

Contemos otra historia: un día un borracho cayó desmayado en la puerta de mi casita. En esa zona del Himalaya, nadie se va a acercar a ayudar al borracho. Y si se muere, es problema de él o, más bien, castigo de su karma. Fuimos nosotros quienes tuvimos que levantar al borracho para que no se muera de frío. Debimos soportarlo muchas horas gritando y orinándonos la casa. Al otro día, estaba todo el mundo admirado porque habíamos hecho lo elemental. En suma, la compasión budista es un palabrerío. No tiene ninguna relación con la caridad.

La caridad cristiana lleva a abrazar la cruz y llevar el dolor con paciencia e, incluso, con alegría, como se ve en la vida de los Santos. Pero, el budismo odia el dolor y para evitar el dolor, buscan evitar todo deseo, hasta el deseo de felicidad.

 

Religiosidad budista

Digamos dos palabras sobre la religiosidad budista. La religiosidad budista popular, esto es, la experiencia y práctica religiosa del laico budista medio, según lo que vemos con nuestros propios ojos al vivir con ellos en el Himalaya, se puede resumir en esto: ser pasivos participantes de ceremonias monásticas, sin tener ni el más mínimo conocimiento de su religión. Ni el más mínimo. En efecto, cuando le preguntamos a los budistas laicos tal o cual cosa elementalísima sobre el budismo, no nos saben decir. Lo único que atinan a decirnos es: “pregúntale al lama (monje)”. Y cuando le preguntas a los lamas, no pueden responder prácticamente nada, pero eso es otro tema.

Las ceremonias populares en las que participan los laicos son de dos tipos: en su casa o en el monasterio. Cuando la ceremonia es doméstica suele deberse a que algún familiar está enfermo. En tal caso, un grupo de 3 ó 4 monjes, decentemente pagos por los familiares, emplean horas haciendo larguísimos rituales, mientras comen y toman lo que se les casa cocine. Los familiares se la suelen pasar cocinando durante los rituales. Lo esencial de estos rituales consiste en que el monje descubra cuál es el demonio que está causando la enfermedad y, acto seguido, aplacar a ese demonio ofreciéndole sacrificios latreúticos. Es decir, se trata de satanismo, aunque más no sea por “compasión”. Mas, satanismo bien pago. Un vecino budista me contaba que la mayor parte del magro ingreso de los campesinos budistas se consume en rituales monásticos.

La religiosidad budista de los monjes promedio consiste en ofrecer servicios rituales pagos a domicilio y en el monasterio. Es preciso aclarar que no es fácil para los laicos renunciar a los rituales monacales, por más plata que cuesten, ya que la mitología tibetana, inculcada por los monjes, amenaza con terribles castigos demoníacos, en esta vida, a quienes no pidan los rituales o desobedezcan los reglamentos monásticos. El Budismo Tibetano inventó un número incontable de reglas, nacidas de la superstición y del demonismo, que complican al extremo la vida de las personas. Estas reglas llegan a detalles de la vida cotidiana, como ser “no podes tener tu casa debajo de este árbol”, “hoy no podes casarte ya que es día malo” y ese tipo de cosas. Cuando un bebé nace, el monje calculará el horóscopo y luego, a menudo, advertirá a los padres que si no hacen tales y tales rituales (llamando a los monjes y pagándoles) durante tantos años, el niño sufrirá tal o cual tragedia (enfermedades, accidentes, muerte súbita, …).

(continuará…)

Padre Federico Highton, S.E.

Misionero en el Himalaya

La Santísima Trinidad y la misión

ST

Las Misiones Católicas tienen “un carácter esencialmente trinitario” (cf. CM 1). En efecto, si bien todas las obras trinitarias “ad extra” son obras de las Tres Divinas Personas, hay obras que los téologos las atribuyen a alguna Persona determinada. Por tanto, como se enseña en el documento Cooperatio Misionalis, el Espíritu Santo congrega a la Iglesia en toda la tierra, la ilumina y le da fuerza para anunciar a Cristo y al Padre –revelado por Cristo (cf. CM 1)[1].

Dios Padre y la Misión

¿De dónde nace el designio misionero? El designio misionero, como enseña el Concilio Vaticano II° (cf. AG 2), dimana de Dios Padre, dimana de Su “amor fontal” o caridad paternal. En efecto, la Iglesia toma su origen de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo, la cual tiene lugar según el designio de Dios Padre (cf. AG 2)[2].

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29.05.19

De los Fariseos y el Talmud

De los Fariseos y el Talmud

 jesus y fariseos

I.

El pasado 9 de mayo, el Soberano Pontífice dirigió una alocución a los a los profesores y estudiantes del Pontificio Instituto Bíblico que habían participado de un congreso titulado “Jesús y los fariseos. Una revisión interdisciplinaria”.

El Papa advirtió que “para muchos judíos, sin embargo, los fariseos son los fundadores del judaísmo rabínico y por lo tanto sus ancestros espirituales[1]. Esto es indudable ya que después de las guerras judías contra el Imperio Romano, el partido fariseo dominó todo el pueblo judío. En efecto, como enseña Mons. G. Podestá, después de la Caída de Jerusalén, profetizada por nuestro Señor, liderada por Tito, todo el judaísmo se volvió íntegramente farisaico ya que al caer Jerusalén en el 70 d. C., murió o fue esclavizada casi todas la nobleza judía -que combatió hasta el final-, pero algunos fariseos se fugaron oportunamente del interior de las murallas encabezados por el rabino Ben Zakkai Yochanan, que se escapó escondido en un féretro. Los fariseos fugados celebraron el Concilio de Jamnia, conformando el nuevo Sanedrín, que desde entonces, hasta el día de hoy, es exclusivamente fariseo, el cual condenó y quemó toda la literatura religiosa no-farisea. El fariseísmo entonces codificó su moral y este código se llamó “Talmud”, al cual nos referiremos en este brevísimo artículo introductorio.

El Santo Padre exhortó a los presentes, y por tanto a la Iglesia toda, a emprender una “investigación interdisciplinaria sobre las cuestiones literarias e históricas concernientes a los fariseos[2] lo cual “contribuirá a adquirir una visión más veraz de este grupo religioso[3], lo cual es importante ya que, como aclaraba el Papa, necesitamos conocer a nuestros vecinos y saber quiénes son[4]. El mismo Papa aclaró que “entre los cristianos y en la sociedad secular, en varios idiomas la palabra fariseo a menudo significa persona hipócrita o presuntuosa[5]. En la misma línea, Orígenes, comentando Mt XXIII, 27-28, señala que los fariseos “aparecen llenos de hipocresía y de iniquidad, comparados a los huesos de los muertos y a toda clase de inmundicia. Por esto dice el Salvador: “Ay de vosotros, escribas y fariseos que sois semejantes a los sepulcros”[6], lo cual se entiende mejor al leer Mt XXIII, 29-31, donde el Señor dice ““¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! (…) sois hijos de aquéllos que mataron a los profetas“, esto es, como resume San Jerónimo, “los reprende como hijos de homicidas[7]. San Juan Crisóstomo, comenta esta divina imprecación de este modo: “¿Cómo puede llamarse hijo de un homicida a aquél que no participa del modo de pensar de su padre? Desde luego se comprende que de ninguna manera[8]. El Santo Padre, en la citada alocución, hizo mención a “los relatos, a veces polémicos, acerca de los fariseos en el Nuevo Testamento[9], los cuales, como acabamos de señalar, fueron comentados por los Santos Padres.

El Soberano Pontífice en la dicha alocución, promovió que se proceda a “relacion[ar] credos y disciplinas con la intención de alcanzar una comprensión más madura y precisa de los fariseos, [lo cual] permitirá que se les presente de una manera más apropiada en la enseñanza y en la predicación[10].

 talmud

II.

Haciéndonos eco del llamamiento papal a hacer un estudio interdisciplinario del fariseísmo (que es casi como decir del judaísmo rabínico[11]) y a buscar “alcanzar una comprensión más madura y precisa de los fariseos”, proponemos que se proceda a hacer una revisión interdisciplinaria del Talmud, que, como vimos, es el código del derecho fariseo, desde el siglo II d. C.

Ahora bien, como el Talmud es un libro muy voluminoso (ocupa 14 ó 15 volúmenes) proponemos comenzar su lectura leyendo el libro del padre Pranaitis, cuyos escritos son la principal fuente de nuestras líneas. Quien no comparta las conclusiones del padre Pranaitis, debería fundamentarlo, lo cual no parece fácil. Al menos, en nuestro caso.

Mas, ¿quién fue el olvidado Padre Pranaitis? Veámoslo brevemente.

El Padre Iustinus Bonaventura Pranaitis fue un Sacerdote Católico que doctorado en Teología, fue profesor de idioma hebreo en la Academia Imperial Eclesiástica de la Iglesia Católica en el viejo San Petesburgo. Él publicó un libro titulado “Christianus in Talmude Iudaeorum” (“Los Cristianos en el Talmud Judío”). La edición original de este libro fue publicada en formato bilingüe, en hebreo y en latín, hace casi 130 años, esto es, en 1892, en el Taller de la Imprenta de la Academia Imperial de Ciencias de San Petesburgo. El libro fue publicado con el imprimatur de Su Exc. Rev. Mons. Francisco Albino Simon, Arzobispo Metropolitano de Moghileff, que era a su vez Doctor en Teología, Profesor, Miembro del Ordinum Equiti y Rector de la Academia Católica Eclesiástica Petropolitana, concedido el13 de abril de 1892. El padre Pranaitis le dedicó este libro a su superior eclesiástico, esto es, al Mons. Simon.

El libro versa sobre las enseñanzas talmúdicas, y por ende, fariseas y judeo-rabínicas, sobre los cristianos. Es una obra erudita que transcribe las principales citas del Talmud sobre los cristianos. Las transcribe del hebreo y las traduce cuidadosamente al latín (la obra luego fue traducida del latín a muchos idiomas, incluso el español, cuyo facsímil es accesible online). El libo está dividido en dos secciones: la primera trata sobre las enseñanzas del Talmud respecto a los cristianos, y la segunda, sobre las reglas que los judíos están obligados a cumplir en su convivencia con los cristianos.

El lector es libre de coincidir, o no, con el trabajo del padre Pranaitis, pero quien ose criticar este libro deberá ser tan cuidadoso como Pranaitis en documentar sus argumentos con el mismo rigor científico. Hasta el día de hoy, nadie lo ha refutado. Como el autor aclara en la dedicatoria, el libro, si bien es pequeño, “ha sido preparado con mucho esfuerzo y esmero”. Fue tal el esmero sacerdotal puesto en la realización de esta obra que el Padre Pranaitis, en la dicha dedicatoria, incluyó lo siguiente: “Que estas páginas sean para Su Excelencia la prueba de mi eterno y sincero cariño y gratitud”.

Previendo el autor vanas impugnaciones, en su Prólogo, señaló lo siguiente: “Para no ser acusado de utilizar un texto desvirtuado del Talmud o de no haberlo interpretado correctamente, como ha sucedió generalmente con aquellos que han intentado develar las enseñanzas secretas de los judíos, he colocado un texto hebreo frente al texto en latín”.

El padre Iustinus Pranaitis no sólo era un erudito sobre el tema de su libro, sino que advirtió que su vida corría peligro y así fue: fue degollado, aparentemente por la Cheka durante la revolución bolchevique en Rusia. El crimen de la Cheka contra el padre Pranaitis le impidió a este erudito Sacerdote de Dios cumplir con el noble propósito que declaró por escrito a Mons. Simon, al manfiestarle lo siguiente: “Bendígame también para que muy pronto pueda realizar obras más grandes para la gloria de Dios”.

El padre Pranaitis sabía que este libro sobre el Talmud le podía costar la vida y por eso, escribió un martirial epílogo, casi profético, del que reproducimos un haz de fragmentos: “habrá muchos que se convertirán en mis enemigos por haber de este modo testimoniado la verdad. (…) Todos vaticinaron que perecería (…). Al intentar impedirme que prosiguiera con mi obra algunos me rogaron que me acordara del destino del Profesor Charini (…) Otros me hicieron acordar del destino del monje Didacus de Vilna (…) Cualquier cosa que me sobreviniera por lo que he hecho, lo sufriré alegremente. Estoy preparado para hacer entrega de mi vida[12].

 talmud

III.

 

Como indica el padre Pranaitis en el Prólogo de la citada obra, el Talmud, desde que fue compuesto, es el código de moral inalterable por el cual la vida religiosa y social de los judíos ha sido regida hasta el día de hoy”.

La realidad es que, salvo que Pranaitis haya publicado fraudulentamente citas inexistentes del Talmud (lo cual jamás fue probado y, hasta donde nos consta, ni siquiera postulado), se debe concluir que la visión talmudista y, por tanto, farisaica, sobre el Cristianismo, y aun sobre nuestro señor Jesucristo y la Virgen Santísima, es negativa in extremis.

Mas, al fin de cuentas, esto no es sorprendente ya que “los fariseos son los fundadores del judaísmo rabínico y por lo tanto sus ancestros espirituales[13]. En la misma línea, el famoso filólogo y rabino francés Isidore Loeb (1839-1892), Profesor de Historia Judía en la Escuela Rabínica, secretario de la Alianza Israelita Universal y fundador de la biblioteca de esta entidad, apelando a una lógica inflexible, escribió lo siguiente: “¿Qué hay de sorprendente en que se hallen en el Talmud algunos ataques contra Jesús? Lo singular sería que fuese de otra manera, y si hay que admirarse de algo, es de que esos ataques no sean mayores[14]. Loeb espetó semejante confesión en la célebre Revue de Etudes Juives, de la cual fue uno de sus mayores colaboradores[15]. Como señala Pranaitis, “el pensamiento de los cristianos acerca del Talmud está comprobado ampliamente por los numerosos Edictos y Decretos que se han publicado sobre el mismo, por medio de los cuales las autoridades de la Iglesia y el Estado lo han proscrito muchas veces y han condenado sea arrojado al fuego[16]. En efecto, el Emperador Justiniano prohibió la difusión del Talmud; los Papas Gregorio IX e Inocencio IV mandaron quemar el Talmud por contener vilezas y blasfemias contra los cristianos y muchas horribles herejías; Julio III, Pablo IX, Pío IV, Pío V, Gregorio XIII, Clemente VIII, Alejandro VII, Benedicto XIV y otros Soberanos Pontífices condenaron el Talmud. León XIII, entre otros Papas, incluyó al Talmud en el Index de libros prohibidos[17].

Como señala Pranaitis, el Talmud es “el libro doctrinario que por sí solo expone y explica completamente toda la ciencia y enseñanza del pueblo judío[18].

El mismo autor explica que “es suficientemente conocido que antes del nacimiento de Cristo, existían en Palestina colegios en los que se enseñaba literatura sagrada. Las interpretaciones de los doctores de la ley se registraban sobre cartas y listas como una ayuda memoria, las que una vez recopiladas, constituyeron los comienzos del Talmud judío. En el siglo segundo después de Cristo, el rabino Jehuda, llamado El Santo y El Príncipe, advirtiendo que la ciencia de los judíos disminuía, que su ley oral se estaba perdiendo, y que los judíos se estaban dispersando, fue el primero en considerar los medios de restaurar y preservar su ley oral. Recopiló todas las listas y cartas y formó, de éstas, un libro que se llamó el Sepher Mischnaioth, o Mischnah, un Deuterosis, o segunda ley. Lo dividió en seis partes, las que fueron a su vez divididas en muchos capítulos[19]. Como indica Pranaitis, el Mischnah es el fundamento y la parte principal de todo el Talmud. Este libro fue aceptado en todas partes por los judíos y fue reconocido como el auténtico código de la ley. Luego, el Talmud fue ampliado con una serie de interpretaciones y resoluciones de los Doctores de la Ley[20]. Esta ampliación es conocida como la Gemarah. En suma, “el Mischnah sirve primeramente como una especie de texto de la ley[21] y “el Gemarah como un análisis de las diversas opiniones que conducen a las resoluciones definitivas[22]. El Gemarah es doble: hay una Gemarah de la Escuela de Jerusalen (tiene 39 capítulos), cuyo autor es el rabino Jochanan quien la finalizó en el 230 d. C., y una Gemarah de la Escuela de Babilonia. La Gemarah babilónica consta de 36 capítulos y fue compilada por varios rabinos (Aschi, Maremar y Abina) desde el 327 d.C. hasta alrededor del año 500 d. C. Esta última es la “que ha sido siempre tenida en el más alto concepto por los judíos de todas las épocas[23].

Al binomio Mischnah-Gemarah se agregaron 4 textos más, todos los cuales conforman el Talmud: las notas marginales o comentarios colegiales (Tosephoth, hecho por el rabino Ascher), los comentarios extra-colegiales (Baraiethoth), el completamiento de los comentarios (Piske Tosephoth) y el Perush del célebre rabino Maimónides (autor tantas muchas refutado por Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologica), y el rabino Schelomo. Estos 6 textos conforman el Talmud corriente, mas hay 4 breves tratados agregados por escritores y expositores posteriores: el Massekheth Sopherim (sobre los Escribas), el Ebhel Rabbeti (sobre el duelo), el Kallah (sobre la novia y su adquisición) y el Massekheth Drekii Erets (sobre la conducta).

El Talmud corriente, compuesto de 63 libros (524 capítulos), está dividido en 6 partes principales (“los 6 preceptos”), cada parte está dividida en libros (Massiktoth) y cada libro en capítulos (Perakim).

La 1ª parte se titula Zeraim, se refiere a las semillas y contiene 11 libros (el libro 4to, v.gr., trata sobre las distintas mezclas de semillas y el 7mo sobre los diezmos de los levitas).

La 2ª parte se titula Moed, se refiere a las fiestas y contiene 12 libros.

La 3ª parte se titula Naschim, se refiere a las mujeres y contiene 12 libros (el 4to, v.gr., trata sobre el divorcio, y el 7mo sobre la mujer sospechosa de adulterio).

La 4ª parte se titula Nezikin, se refiere a los daños y contiene 10 libros (el 5to, v.gr., trata sobre los 39 flagelos dados a los criminales).

La 5ª parte se titula Kodaschim, se refiere a lo sacro y contiene 11 libros.

La 6ª parte se titula Tohoroth, se refiere a las purificaciones y contiene 12 libros, que, entre otros temas, se refiere a la purificación ritual de los utensilios domésticos y de las carpas, a la gonorrea y a cómo las cáscaras de fruta portan “impurezas rituales”.

Ahora bien, como el Talmud era tan extenso y desordenado, el rabino Alphassi, en el s. XI, hizo un resumen llamado Halakhoth. Como también este resumen fue desordenado, Maimónides (llamado “El Águila de la Sinagoga”) hizo otro resumen y la Sinagoga lo condenó a muerte por agregar ideas filosóficas y leyes inventadas por él. El rabino Ascher expurgó el resumen de Maimónides, publicando el Arbaa Turin. Mas, como Alphassi, Maimónides y Ascher se contradecían en muchos puntos, el rabino palestinense Joseph Caro comentó el Arbaa Turin, publicando el Schulchan Arukh. Pero, como este libro no le gustó a los judíos occidentales, el rabino Mosche Isserles comentó el Schulchan Arukh, publicando el Darkhe Mosche, que tiene el mismo valor que el Schulchan en oriente. Hoy, el Schulchan Arukh es el “Código de Ley obligado de los judíos” y aun hoy es considerado más importante que las Sagradas Escrituras[24] y ésto se da a tal punto que en el Tratado Sanhedrin (X, 3, f. 88b) dice que “aquel que quebranta las palabras de los escribas peca más gravemente que aquellos transgresores de las palabras de la ley”. En la misma línea, en el libro Mizbeach (cap. V) se dice que “no existe nada superior al Sagrado Talmud”. Como señala Pranaitis, “los defensores contemporáneos del Talmud se expresan acerca de él de la misma manera[25].

La primer edición impresa íntegra del Talmud es la de Daniel Bomberg y fue publicada en Venecia entre 1520 y 1523, conservada (al menos hasta 1892), v.gr., en el Hall Imperial de la Biblioteca de Viena, de donde se hicieron muchas copias[26]. De fines del siglo XVI al comienzos del XVII, muchos famosos pensadores se dedicaron a estudiar el Talmud y entonces “los judíos temiendo por sí mismos, comenzaron a expurgar las partes del Talmud que abiertamente eran hostiles hacia los cristianos[27], mas “los libros judíos fueron publicados posteriormente en Holanda (país que recibía muy gentilmente a los judíos expulsados de España) con muy pocas mutilaciones. El Talmud que se publicó allí en 1664-1648 es casi similar a la edición veneciana[28]. Pranaitis, para su libro, usa la edición del Talmud publicada en Amsterdam en 1644-1648 y la edición del Schulchan Arukh publicada en Venecia en 1594.

 judios

IV.

 

Lo dicho nos permite, transcribir algunos poquísimos de los pasajes del Talmud, siguiendo la traducción castellana de la obra de Pranaitis. Con esta selección de citas, hecha casi al azar, damos por concluido este breve articulo introductorio sobre el Talmud y el Fariseísmo. Estas citas pueden resultar muy ofensivas para quienes las lean, por lo que hacemos nuestra la advertencia del padre Pranaitis: “si a ti lector cristiano te ha causado repugnancia leer las horribles blasfemias contenidas en este libro, no desahogues tu cólera contra mí. No he afirmado al comienzo que iba a narrar algo agradable, sino meramente que iba a mostrar lo que el Talmud enseñaba sobre los cristianos[29]. Mas, veamos algunas citas sin más proemios…

El Talmud sostiene que los bienes de los no-judíos pertenecen a los judíos, como se lee en el libro IIIº del Nezikin (Babha Batra, 54b), que dice: “todas las cosas pertenecientes a los Goim son como el desierto; la primera persona que llega y se las lleva puede reclamarlas como suyas”.

El Talmud sostiene que los judíos pueden defraudar a los no-judíos, como se lee en el libro Iº del Nezikin (Baba Kama, 113b), que dice: “Está permitido defraudar a un Goi”.

El Talmud sostiene que los judíos pueden mentir para condenar a un cristianos, como se lee en el libro Iº del Nezikin (Baba Kama, 113b), que dice: “El nombre de Dios no es profanado cuando, por ejemplo, un judío miente a un Goi diciendo: “Yo le dí algo a tu padre, pero él está muerto; tú me lo tienes que devolver”, siempre que el Goi no sepa que tú estás mintiendo”.

Los cristianos son considerados “herejes” por el Talmud. Ahora bien, el Talmud sostiene que a los herejes (y, por tanto, a los cristianos) se los debe matar, como se lee en el libro IXº del Nezikin (Aboda Zarah, 26b), que dice: “A los herejes, traidores y apóstatas se los debe arrojar dentro de un pozo y no deben ser rescatados”. El mismo pasaje llega a decir esto: “Se los debe matar aun a los mejores de los Goim”.

El Talmud sostiene que un cristianos merece la muerte si se lo encuentra estudiando el Talmud, como se lee en el libro IVº del Nezikin (Sanhedrin, 59a), que dice: “el rabino Jochanan dice: un goi que escudriña dentro de la Ley es culpable de muerte”. Esperemos que no nos maten por haber escrito esta introducción al Talmud.

Después de haber leído esto se entiende una de las invectivas que nuestro señor Jesucristo, manso y humilde de corazón, les dirigió no sólo a los fariseos, sino a la totalidad (moral, no matemática) de los judíos: “Vosotros sois hijos del diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él fue homicida desde el principio (…) él es mentiroso y padre de la mentira” (Jn VIII, 44). Santo Tomás en la célebre Catena Aurea cita a San Agustín, quien comentando esta caritativa corrección escuetamente señala lo siguiente: “Los judíos eran hijos del diablo, porque lo imitaban, no porque hubiesen nacido de él[30] y a Alcuino, quien precisa lo siguiente: “como Dios es la verdad, el Hijo de Dios verdadero dice la verdad; mas los judíos, como eran hijos del diablo, se separaron de la verdad”.

 

Que el Niño Jesús nos bendiga a todos,

 

Padre Lic. Federico Highton, S.E.

Mayo de 2019



[1] S.S. Francisco, Discurso del Santo Padre Francisco a los profesores y estudiantes del Pontificio Instituto Bíblico, 9 de mayo de 2019, Sala Clementina.

[2] Ibidem.

[3] Ibidem.

[4] Cf. ibidem.

[5] Ibidem.

[6] Orígenes, homilia 25 in Matthaeum. Este pasaje es citado en la Catena Aurea, de Santo Tomás de Aquino.

[7] Cf. Catena Aurea.

[8] San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 74,1.

[9] S.S. Francisco, Discurso del Santo Padre Francisco a los profesores y estudiantes del Pontificio Instituto Bíblico.

[10]  Ibidem.

[11] Cf. S.S. Francisco, Discurso del Santo Padre Francisco a los profesores y estudiantes del Pontificio Instituto Bíblico: “para muchos judíos, sin embargo, los fariseos son los fundadores del judaísmo rabínico y por lo tanto sus ancestros espirituales”.

[12] I. Pranaitis, Christianus in Talmude Iudaeorum, trad. esp., p. 85-86.

[13] S.S. Francisco, Discurso del Santo Padre Francisco a los profesores y estudiantes del Pontificio Instituto Bíblico.

[14] I. Loeb, Revue de Etudes Juives, t. I, p.256.

[15] Esta revista se encuentra online publicada en archive.org:  https://archive.org/details/revuedestudesj01soci/page/256 ).

[16] I. Pranaitis, Christianus in Talmude Iudaeorum, trad. esp., p. 23.

[17] Cf. ibidem, p. 23-24.

[18] I. Pranaitis, Christianus in Talmude Iudaeorum, trad. esp., p. 15.

[19] Ibidem, p. 15-16.

[20] Cf. ibidem, p. 16.

[21] Ibidem.

[22] Ibidem.

[23] Ibidem.

[24] Cf. I. Pranaitis, Christianus in Talmude Iudaeorum, trad. esp., p. 22.

[25] Ibidem.

[26] Cf. I. Pranaitis, Christianus in Talmude Iudaeorum, trad. esp., p. 24.

[27] Ibidem.

[28] Ibidem

[29] Ibidem, p. 85.

[30] San Agustín, In Joannem, tract. 42.

27.05.19

Código del Misionero

A.M.D.G.

Código del Misionero

“Fiado en mi Dios, asalto la muralla” (Ps. XVII, 30)

I. El espíritu del Misionero:​ Es único y sin igual, de encendida y sagrada acometividad, de buscar siempre acortar la distancia con las tribus paganas y llegar lo antes posible a ellas para hacer la primer proclamación de la Santa Fe Católica (cf. Mt XXVIII, 19-20; Mc XVI, 15-16). Vive consumido de celo por la gloria del Padre (cf. Jn II, 16), lleno del Espíritu Santo (cf. Hch II, 4). Vive como condenado a muerte, en el último lugar; urgido por la caridad, afrentado, bendice; perseguido, soporta; difamado, consuela (cf. 1 Cor IV, 9.11-13; 2 Cor V, 14)). Avanza sin piedra donde apoyar su cabeza (cf. Mt VIII, 20).

II. El espíritu de la divina filiación: Con el sagrado juramento de preferir morir y reventar antes que pecar, para no ofender a un Padre tan bueno como Dios.

III. El espíritu de amistad: De amistad continua e íntima con Jesús, de dar la vida por los amigos (cf. Jn XV, 13) y aun por los infieles que yacen en las tinieblas de la muerte (cf. Lc I, 79). El Misionero no sólo quiere darles el Evangelio a los paganos, sino su propia vida (cf. 1 Tes II, 7-8).

IV. El espíritu de unión y socorro: El Misionero es “luz de las naciones para ser su salvación hasta los confines de la tierra” (Hch XIII, 47). A la voz de ¡Viva Cristo Rey!, sea donde sea, y como sea, acudirán todos y, con oportunidad o sin ella (cf. 2 Tim IV, 2), haciéndose todo a todos (cf. 1 Cor IX, 19-22), con toda parresía (cf. Ef VI, 19-20; Hch XIV, 3), proclamarán la Buena Nueva a las tribus paganas lejanas (cf. Hch XXII, 21) que requieran los primeros auxilios espirituales (cf. 1 Cor IX, 16).

V. El espíritu de marcha: El Misionero “soporta los trabajos” (2 Tim IV, 5) y “comparte las fatigas como buen soldado de Cristo Jesús” (2 Tim II, 3), marchando gozoso por la esperanza (cf. Rom XII, 12). Jamás un Misionero dirá que está cansado, hasta caer extenuado. Será el cuerpo más veloz y resistente. Todo lo sacrificará y todo lo tendrá por basura con tal de ganar a Cristo para sí y los demás (cf. Fil III, 7-8). Sabe que si sufre con Cristo, reinará con Él (2 Tim II, 11).

VI. El espíritu de sufrimiento y dureza: El Misionero se gloriará en sus tribulaciones (cf. Rom V, 3-5), rebosando de gozo en ellas (cf. 2 Cor VII, 4). No se quejará de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed, ni de sueño, ni de sequedad, ni de la prisión (cf. 2 Cor VII, 5; XI, 10); orará sin cesar (cf. 1 Tes V, 17), se mortificará (cf. Mt X, 38), predicará la Fe a las tribus, a los brujos y a los enemigos, hará todos los trabajos apostólicos y plantará doquiera la Cruz invicta y la imagen de nuestra Señora (cf. Ef I, 10). Le dará la bienvenida a todas las cruces que la Providencia permita que él sufra: prisiones, azotes, peligros de muerte, apedreamientos, naufragios, abismos, peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los judíos, peligros de los paganos, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos, trabajos y fatigas en prolongadas vigilias, hambre, sed, ayunos, frío, desnudez (cf. 2 Cor XI, 23-27), tribulaciones, necesidades, apremios, tumultos, desvelos y deshonra (cf. 2 Cor VI, 3-10).

VII. El espíritu de acudir a las tribus infieles: La Misión, desde el hombre solo hasta la Misión entera, acudirá siempre donde haya tribus que, según los reportes, aun no hayan oído la Buena Nueva (cf. Mt XXIV, 24) o tribus cubiertas de ídolos (cf. Hch XVII, 16), siempre, siempre, aunque vengan degollando y ya no se tengan más fuerzas, sabiendo con el Apóstol, que el Misionero todo lo puede en Áquel que lo conforta (cf. Fil IV, 13) y que “no hay nada imposible para Dios” (Lc I, 37).

VIII. El espíritu de disciplina: Cumplirá su deber y será fiel hasta las mínimas inspiraciones del Espíritu Santo, obedecerá como Cristo al Padre, buscando agradar no a los hombres sino sólo a Dios (cf. 1 Tes II, 4-6), velando firme en la fe (cf. 1 Cor XVI, 13), obrando varonilmente y mostrándose fuerte (cf. 1 Cor XVI, 13).

IX. El espíritu de combate misional: El Misionero “combate los buenos combates de la fe” (1 Tim VI, 12). El Misionero, desprendido del lucro y las alabanzas (cf.1 Tes II, 4-6), pedirá siempre, siempre, misionar, sin turno, sin contar los días, ni los meses, ni los años. Fiado en Dios, asaltará la muralla (cf. Ps XVII, 30), a pesar de todas las oposiciones que la Verdad le suscitará ya que la verdad necesariamente engendra el odio.

X. El espíritu de la muerte: El morir en misión es la mayor corona. No se muere más que una vez y la muerte en misión es una catapulta al Paraíso eternal, donde se gozará por siempre de la felicidad más excelsa, más inenarrable y más inimaginable. Los Misioneros viven “siempre entregados a la muerte por amor de Cristo Jesús” (2 Cor IV, 11). El Misionero se goza al estar “cada día en trance de muerte” (1 Cor XV, 31). El Misionero no se aterra por nada ante los enemigos (cf. Fil I, 27-28).

XI. El espíritu de la enseña: La Cruz será la enseña más gloriosa, porque fue bañada por la sangre de Cristo. La segunda enseña más gloriosa será la Virgen, Reina de los Mártires, de las Misiones y del Paraíso.

XII. El espíritu de bravura: Todos los Misioneros de fuego son bravos y lo son por la gracia de Dios, no por sus fuerzas naturales; aquí es preciso demostrar que el Dios vero, Uno y Trino, es Quien hace posibles las gestas más épicas por medio los hombres por Él creados (cf. Lc I, 48-49). Movido por Cristo, el Misionero hará cosas más grandes que Cristo (cf. Jn XIV, 12).

 

¡Viva Cristo Rey!

¡Viva la Misión!

Padre Federico Highton, S.E.

25 de mayo de 2019, Ollioules

Fiesta de San Gregorio VII Magno

 

Nota: las fuentes inspiradoras de estas líneas son el emblemático “Credo del Legionario”, del cual conserva algunos pasajes intactos, y las Cartas Paulinas