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12.07.18

26.06.18

21.06.18

19.06.18

De gestas y gestos heroicos

Fue olvidado el valor de los símbolos. No se recuerda ya que las gestas heroicas a veces no son más que gestos heroicos, gestos que quizás cuestan la vida, gestos que marcan a fuego la vida y la muerte de un campeador de lides imposibles, gestos que terminan grabando a fuego de sangre las páginas más sagradas de la historia de una Nación o de un Imperio.

Nos consume y agita el racionalismo cuantitativista y los cálculos humanos de eficiencia. Por eso, -olvidando que, en virtud de la causalidad ejemplar, a veces lo más inútil es, paradójicamente, lo más fecundo- rechazamos como inútiles todo gesto o gesta que no prometa un amplio número de adhesiones o que implique pronósticos de ostracismo y caras largas.

Es preciso recuperar el valor del símbolo, la conciencia de la belleza impostergable e imperimible de la hazaña quijotesca, de la vehemencia heroica y del gesto noble e inclaudicable.

En estos tiempos de plebeyismo, donde todo salvo el lucro se nivela para abajo, donde todo es bienvenido salvo la vehemencia apasionada en la afirmación de la Verdad, donde muchos de los católicos buenos viven con un estúpido complejo de inferioridad o de culpabilidad por no haber sido suficientemente mundanos o por no haberse adaptado debidamente a los tiempos actuales, urge restaurar la estima del símbolo heroico, del gesto caballeresco, de la palabra quijotesca, del testimonio martirial.

No importa que el gesto caballeresco prometa ser ociosa o magníficamente inútil así como no le importa a la estrella brillar cuando el mecanismo del cosmos no requiere de su brillo para conservar su eficiencia.

En el fondo, lo que más se necesita son testigos que anuncien la Verdad perenne y que lo hagan con la belleza que caracteriza a las obras de la aristocracia del espíritu, que supera con abismales creces toda la ordinariez y la mezquindad de la “eficiente” y adaptada producción los tibios y los fríos calculadores.

Al fin, no hay nada más eficaz que la gesta heroica porque sólo las gestas heroicas levantan a los pueblos en son y trance de poesía y combate, de lid maravillosa y épica exultante.

Nadie se entusiasmará con los discursos de la observancia de nimiedades cotidianas y ordinarieces profesionales. Sólo los gestos heroicos y rotundos despertaran las águilas que duermen el sueño del terrenalismo y el acomodo, del naturalismo y el negocio. Sólo las gestas impares, por más “inútiles” que sean, lograran que muchos muertos –que yertos yacen por la rutina y la depresión existencial- resuciten de sus tumbas y marchen tras, o cual, nuevos Cides y Quijotes a renovar la faz de la tierra bajo el único signo omnipotente, el signo de la Cruz.

La Cruz, omnipotente para toda hazaña y catapulta de todo heroísmo, nos hace un último llamamiento con su épico fulgor irresistible: navegar mar adentro a encender el mundo entero en el fuego del Espíritu Santo hasta que toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y el infierno ante Jesucristo y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor y el único Rey de Reyes.

Si Pelayo pudo reconquistar España comenzando desde la áspera estrechez de una diminuta cueva asturiana, ¿por qué seguimos encerrados en nuestros negocios y sacristías por miedo a las huestes enemigas, que nos acometen en poseso malón y orgiástica horda? ¿Acaso dudamos que Dios podrá enviarnos, como a Pelayo, a la Virgen Sacrosanta a pelear en nuestras nuevas batallas de Covadonga o que podrá auxiliarnos como otrora hizo mandando a Santiago a enarbolar la cruz espada y cerrar España?

Ya fallaron los cálculos, los programas, las campañas masivas de adhesión, los pactos con el mundo, los entrismos subterráneos, los plebiscitos, las juntas de firmas, los cambios de lenguaje y las concesiones de toda laya.

Quizás, como a la División Azul de Palacios, no nos queden más que bolas de nieve o piedras para resistir ante los tanques enemigos del Goliat de turno. En tal caso, tiraremos sin piedad esas bolas de nieve y esas piedras, y así gritaremos al mundo todo que no nos rendimos y que nada podrá arrancar nuestra bandera, la bandera de Cristo Rey y María Reina, la bandera de la Cristiandad, que supo y quiere ser Imperio que proteja en su seno a todos los pueblos de la tierra que yacen presos bajo el poder aplastante de las finanzas mundiales, en las tinieblas de la apostasía, el paganismo y el vil materialismo.

Que Cristo impere doquiera y que nosotros seamos sus pregorenos, sus apóstoles martiriales, sus avanzadas imperiales, sus lanceros inclaudicables, sus últimos soldados, aquellos que no calculan ni miden sus lides pues su hambre y su sed de justicia los extasían en sueños de heroísmo y generosidad.

 

Padre Federico Highton, S.E.

Misionero en el Himalaya

18-VI-18, Madrid

15.06.18

La Iglesia, las falsas religiones y el homicidio pre-natal

La Iglesia, las falsas religiones y 
el homicidio pre-natal
 
 
Por el Padre Lic. Federico Highton, S.E.
Kakarvitta - Madrid, Junio de 2018
 
La cámara de diputados de Argentina devino cámara del infanticidio pre-natal. En el contexto del actual “debate” sobre el llamado “aborto” (eufemismo mediático para referirse al homicidio pre-natal), aportamos este breve subsidio cuyo objetivo es presentar sucintamente la posición de las principales creencias religiosas sobre el asesinato del nasciturus.
Si bien, probablemente casi todos los legisladores, son relativistas, en mayor o menor grado y muy pocos votan en conciencia y a pesar de que casi seguro la mayoría vota según criterios estúpidos o viles, como ser el interés del partido, la opinión de las mayorías encuestadas, el cálculo electoralero, la fama social o el interés económico derivado de eventuales coimas o favores que las multinacionales del asesinato pre-natal les puedan ofrecer, creemos que es intelectualmente provechoso presentar las posiciones religiosas sobre el homicidio prenatal.
La Iglesia Católica es la única Religión Verdadera y además es la única Religión que, sin fisuras ni excepciones, defiende al niño por nacer . Los legisladores católicos que votan aprobando una ley abortista, devienen reos de pecado mortal –que es castigado con el infierno eternal si no hay arrepentimiento-. Ellos re-crucifican místicamente a nuestro divino Salvador, misteriosamente presente en cada niño destrozado por los forceps, aspiradoras o decapitaciones de los más siniestros verdugos: los médicos aborteros. 
El (neo-)modernismo “católico” no es católico, por más que sus mayores cultores sean ministros del culto válido. Esta herejía, dicho brevemente, mundaniza la Fe revelada, buscando convertir a la Iglesia en una sirvienta del Mundo, en vez de afirmar que a la Iglesia, y sólo a Ella, le corresponde la Misión de ser la Maestra del mundo, la Maestra que lleve al mundo a Cristo. He aquí que el modernismo podrá aprobar cualquier cosa, desde el homicidio de bebés hasta el cambio de sexo de los obispos, desde procesiones de nudistas hasta la idolatría lisa y llana. Hoy podrá justificar la pedofilia en nombre del amor, mañana bendecirá al Anticristo…
Los protestantes evangelistas si se mueven según su concepción religiosa, deberían votar en contra del homicidio pre-natal, mas como para el luteranismo rige el libre examen, según el cual cada creyente interpreta la Biblia como le parezca, no se puede decir que el protestantismo sea pro-vida . Será pro-vida según la interpretación privada de cada cual. De hecho, los tribunales hebreos hoy tienden, casi monolíticamente, a aprobar el homicidio pre-natal en muchos casos, interpretando la Palabra de Dios en esta línea. Es que si se quita el Magisterio de la Iglesia y se interpreta la Biblia de modo privado, se puede usar las Sagradas Escrituras para justificar cualquier cosa.
En lo que toca a los legisladores judíos, los cuales, como los católicos, son muchos, hay que decir que si son practicantes de su religión, hoy dominada por el rabinismo kabbalístico-talmudista, en principio votarán a favor del homicidio pre-natal ya que, como todos saben, la jurisprudencia rabínica contemporánea (unánime o al menos dominante) aprueba el asesinato del bebé por nacer en muchos casos.
De los musulmanes no hablemos porque ningún legislador argentino, o casi ninguno, lo es. De todos modos, creen en el Corán que dice que durante un buen lapso de tiempo el bebé por nacer no es un ser humano.
Legisladores hinduistas no debe haber ninguno en Argentina, aunque sí debe haber algunos budistas, aunque sea un budismo a la carta (ese yoguismo fashion de los bosques de Palermo, los sahumerios en el living y la falopa misticona). Ahora bien, los legisladores budistas o filo-budistas si bien tendrían el discurso de la compasión y la benevolencia con todo sentiente, en principio no tendrán ningún problema en matar bebés por nacer ya que la falsa creencia en la reencarnación, como pasa en Taiwán, puede mover a matar al nasciturus que tuvo la “desgracia” de ser concebido en el seno de una madre necesitada, para que se reencarne en el seno de una madre rica.
Digamos también una palabra sobre el marxismo ya que, en el fondo, el marxismo es una pseudo-religión puesto que nadie puede adherir a esta ideología salvo que crea en ella (ya que no hay ninguna prueba que demuestre la verdad de sus postulados, sino todo lo contrario).
Los legisladores marxistas, tanto extremos como moderados, no tendrán problema en aprobar o mandar, cual Herodes, cualesquier matanza de seres humanos, nacidos o por nacer, ya que el marxismo puro es materialista y para el materialismo todos los seres, incluidos los humanos, no somos más que un montón de materia. Por eso, para los marxistas que sean coherentes con el materialismo afirmado dogmáticamente por Karl Marx, en línea de principio, no hay diferencia entre tirar treinta mil bolsas al mar y asesinar treinta mil hombres. 
¿Y el liberalismo? Digamos también una palabra sobre esta impostura, si bien no es una religión, aunque sí es un pecado, como decía Sardá y Salvany. Para el liberalismo, más o menos, vale todo, según sea el grado variante de liberalismo de cada cual, desde el sacrilegio público –protagonizado recientemente por un ministro macrista- hasta la poliandria, la legalización de las drogas y el bestialismo-en-la-vía-pública.
 
II.
 
El más elemental sentido común y la ley natural bastan y sobran para darse cuenta que siempre será una iniquidad abisal asesinar un bebé por nacer. No hace falta ser ni filósofo ni religioso y ni siquiera se requiere creer en Dios, para entender que el asesinato pre-natal no es menos asesinato que el post-natal.
Pero, las falsas religiones mencionadas en este artículo –antiguas (rabinismo, hinduismo, budismo, islamismo, protestantismo) y modernas (marxismo y liberalismo)-, oscurecen las conciencias de sus adherentes con sus doctrinas favorecedoras del masacramiento de los niños que viven el seno materno. 
En suma, si bien la ley natural prueba irrefutablemente la malicia intrínseca del llamado “aborto”, al fin de cuentas, por más que ilegítimamente tres obispos con tono dulzón se opongan a heroicas manifestaciones, sólo el Catolicismo defiende y defenderá a capa y espada al niño por nacer.
¡Que el fuego de la caridad consuma a los católicos y los lleve a gastarse y desgastarse en la defensa de los niños por nacer y de la reyecía de Cristo, el Autor de la Vida!
¡Que la reyerta por la vida, pase lo que pase en el parlamento, prepare la reyerta por la reyecía de Aquel que es la Vida, nuestro señor Jesucristo, Esposo de la Iglesia Católica por los siglos de los siglos!