22.06.21

Liturgia y belleza, relación y retos (I)

belleza

Es indudable que a lo largo de los siglos, desde su mismo origen, la liturgia ha sido el gran “lugar de la belleza”, donde se han dado cita las diversas artes, tan variadas, para el culto divino.

Pero esta relación tan natural entre la liturgia y la belleza, parece haberse diluido un tanto por causas distintas; recuperarla puede ser una tarea feliz y apasionante, en la medida en que comprendemos cuán necesaria es la belleza y en la medida en que penetremos en la naturaleza auténtica de la liturgia.

1. La belleza expresa el Misterio de Dios

Un atributo divino de gran alcance es la belleza, la hermosura. Coincide con el ser de Dios, nada en él existe de fealdad, porque ésta es lo defectuoso, lo que roza la mentira, la falsedad, en última instancia, la fealdad es atributo del pecado que siempre lo deforma todo.

Dios es la suma e infinita belleza, porque es Verdad y es Amor. Un salmo, el 44, que la Iglesia le canta a Cristo mismo, afirma: “Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia”; otro salmo, el 110, cantará de Dios: “esplendor y belleza son su obra”. El mismo libro del Génesis, en el relato de la creación que leemos en la santa Vigilia pascual, cuando afirma “vio Dios todo lo que había hecho y era bueno”, podría igualmente traducirse por “vio Dios todo lo que había hecho y era hermoso”, porque la misma palabra griega “kalós” significa, curiosamente, “bueno” y “bello”.

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15.06.21

"Te rogamos, óyenos" ¡¡Vamos a cantarlo, que no cuesta tanto hacer las cosas bien!!

oración fielesSería, sin duda, un gran avance en el canto litúrgico y en el relieve orante de la liturgia si se cantase la Oración de los fieles.

Para ello, es necesario antes realizar algunas precisiones. Estamos mal acostumbrados en lo referente al canto litúrgico, a su gradualidad e importancia, y por ello a veces preocupa más un canto del ofertorio o de “acción de gracias” después de la comunión, cantos que son totalmente prescindibles y mejor sería que sonase sólo el órgano, y sin embargo otros elementos que favorecen la participación de todos, como las aclamaciones, las respuestas, o la misma Oración de los fieles no se cantan ni el coro refuerza ahí el canto de todos.

O, cuántas y cuántas veces, cantos “religiosos” (que no litúrgicos) que se introducen a la fuerza en la liturgia y la desfiguran: Cantos de “perdón” en el acto penitencial, Cantos que parecen un “Gloria” pero que ni remotamente es la letra del “Gloria”, cantos antes del Evangelio que no son el “Aleluya y su versículo”, sino una cancioncilla más (por ejemplo: “Aleluya cantará quien perdió la esperanza…”). ¿No habría que hacer limpieza ya de esos cantos?

Hay elementos en la liturgia que deben purificarse o erradicarse (como esos cantos antes citados) y otros elementos que deben potenciarse. Ya la Instrucción Musicam sacram –que sigue siendo un referente- señalaba lo siguiente:

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8.06.21

Las Primeras Comuniones: distinguir entre participar e intervenir haciendo cositas (IV)

niños en su sitio

La confusión teológica y pastoral entre participar e intervenir, entre participar en la Misa y desempeñar un ministerio encuentra en las Primeras Comuniones un ejemplo evidente. Los niños van a recibir un Sacramento, participar de la Eucaristía comulgando por vez primera, y ese es su modo de participación, diferente de desempeñar o realizar ministerios o servicios litúrgicos (cantando, leyendo moniciones o peticiones, etc.) que otros deberán realizar para que los niños vivan mejor, con tranquilidad y sin nervios, la Misa de su Primera Comunión.

Traigo aquí a colación un artículo, realmente sensato, digno de ser pensado por sacerdotes y por catequistas en su formación; hay que reconocer la verdad de las cosas, corregir lo que se está haciendo mal y adquirir un sentido de la liturgia más hondo, sagrado y espiritual:

“Este ‘ardiente deseo de la santa madre Iglesia’ de que ‘mediante una educación adecuada’ se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente, activa y fructuosa en las celebraciones litúrgicas ha sido y viene siendo frustrada por una confusión fatal: identificar la mayor o menor participación en la liturgia con el mayor o menor protagonismo en la ejecución de ritos o acciones simplemente ministeriales…

En el fondo, este confusión a la que aludimos puede ser también la simple consecuencia de haber limitado durante sAiglos la liturgia a las acciones sagradas llevadas a cabo por el sacerdote en virtud de su potestad, acompañado en todo caso de algún ministro que de cerca le pudiese ayudar en su ejecución, mientras de ella quedaba marginado el pueblo, reducido a mero asistente…

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1.06.21

Epifanía de la Iglesia (Tu Catedral - III)

Catedral de sevillaVer una catedral, observarla sobresalir de entre los edificios circundantes de la ciudad, firme, fuerte, al paso de los siglos, es toda una epifanía de la Iglesia misma.

Es la presencia de la Iglesia en el mundo y entre los hombres va conducirlos a Cristo y la vida sobrenatural. ¿Acaso puede tener la Iglesia otro fin distinto, acaso puede reducirse a objetivos humanos y político-sociales? La catedral, elocuente, en el marasmo de la ciudad, señala a Cristo y su vida. Es un nuevo Cenáculo donde el Espíritu Santo actúa eficaz y generosamente y, saliendo de la catedral, la Iglesia predica, catequiza, anuncia, viendo cómo surgen nuevas conversiones, aparecen vocaciones nuevas, vitalidad renovada. Cada catedral es un Cenáculo donde, orando junto con la Stma. Virgen María, el Espíritu Santo se derrama desde el cielo a las almas, a la Iglesia, a la cual da vida, carismas, vocaciones, impulso, gracias, santidad.

Es la Iglesia misma. La catedral, cualquier catedral, nos lleva a pensar en el Misterio mismo de la Iglesia, en su naturaleza, en su vocación, en su misión. Tal como la quiso Cristo mismo, su Esposo, su Cabeza, su Señor, que por Ella murió en la cruz para agraciarla y embellecerla (cf. Ef 5, 21ss).

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25.05.21

Las «oraciones secretas» de la Misa, ¿secretas, secretísimas o ignoradas?

porunfdamente inclinado Hay oraciones “secretas” en la Misa, que acompasan el ritmo espiritual de la Santa Misa para el sacerdote que la celebra, aunque en muchos casos estas “oraciones secretas” son tan secretísimas, que se omiten, no se recitan, no se hacen las pausas necesarias para que el sacerdote pueda rezarlas.

Pero las oraciones secretas poseen un gran valor: ayudar al sacerdote a vivir espiritualmente la Misa, a oficiar rezando él el primero, como auténtico orante, y no como protagonista, o showman realizando un espectáculo para los demás. Las oraciones secretas ayudan a descubrirse ante Dios, situarse ante la Santa Trinidad, calmar el ritmo, recoger el alma: el sacerdote –o el obispo- ha de ser el primero en ser orante, en ser consciente de la grandeza del Sacrificio eucarístico, en desprenderse de lo que lo estorbe para subir, ascender, hacia Dios.

Estas oraciones secretas –llamadas “apologías” originariamente- requieren algo más que una pura recitación mental; se pronuncian materialmente con los labios, pero en un tono de voz bajísimo, audible sólo por uno mismo y, como mucho, por el acólito que esté al lado en ese momento. Esto ayuda, sin duda alguna, a recitarlas más conscientemente, sabiendo que lo que se dice, sin distraerse. También hay que evitar el extremo contrario: la costumbre de algunos de rezarlas en voz alta con el micrófono para que todos las recen, o las escuchen… en lugar de respetar el silencio de los fieles y no convertir la Misa en constante palabrerío en voz alta para todo y en todo momento.

Hagamos el recorrido por estas oraciones secretas: cuáles son y en qué momento se rezan.

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