InfoCatólica / Liturgia, fuente y culmen / Categoría: Constitución SC

1.07.23

Formación y no revolución

incienso La vida de la Iglesia está impregnada de la liturgia y sus repeticiones solemnes, año tras año. Así la liturgia se deja reposar en las almas, va calando su espíritu poco a poco, penetrando en las mentes, conformándolas con el Misterio de Cristo. Si todo fuesen improvisaciones, novedades y creatividades de unos y otros, sería difícil entrar en su Misterio y asimilar su contenido, que es patrimonio común de todos, de toda la Iglesia, y no de unos pocos, de un grupo o comunidad.

“La grandeza de la liturgia reside, precisamente –y esto lo vamos a tener que repetir con frecuencia-, en su carácter no arbitrario”[1].

Lo normal sería ser iniciados en la liturgia: año litúrgico, lugares, ritos, gestos, respuestas, ceremonias, vestiduras, espiritualidad, etc., en vez de cambiarlo todo constantemente si no se entiende. La tarea educativa es, sin duda, más lenta, más ardua: es ir explicando todo, paso a paso, acompañando de la vivencia de la misma liturgia; es desarrollar el lenguaje, la forma, los ritos, las plegarias y oraciones, el espíritu de la liturgia, en catequesis, pláticas, retiros parroquiales y de comunidad, sesiones de formación, artículos.

Frente a la revolución (cambiarlo todo, radicalmente, demoliendo el edificio de la liturgia) y el afán de novedades, nos encontramos con la formación y la instrucción que permiten saborear la liturgia, participar en ella con actitudes interiores. Frente al deseo de secularizar la liturgia y adaptarla a las modas, la respuesta ha de ser la iniciación y la profundización mistagógica.

Como bien dijera Ratzinger:

“Al respecto se me viene a la mente que Romano Guardini tituló su importantísima obra sobre la renovación litúrgica: “El sentido de la celebración de la Santa Misa”; y titula otra importante obra: “Formación litúrgica”. Hoy día se busca de muchos modos darle forma a la liturgia de modo que ya no necesite que se explicite su sentido ni precise una formación previa, porque se la quiere hacer comprensible en su forma más superficial. Aquí es urgente un regreso al espíritu original de la renovación litúrgica: lo que necesitamos no son nuevas formas con las que desviarnos cada vez más hacia lo externo, sino formación y sentido, aquella profundidad espiritual sin la cual toda celebración se evapora rápidamente en la exterioridad”[2].

Leer más... »

24.06.23

La naturaleza de la Iglesia; reflexiones sobre algo de pastoral, algo de eclesiología y algo de liturgia

Cathopic

Sin liturgia, sin vida litúrgica, la Iglesia no sería Iglesia del Señor, perdería su ser más íntimo, su tarea redentora, su función santificadora, su maternidad sacramental.

La Iglesia es litúrgica, la Iglesia vive de la liturgia, y sin liturgia, ¡nada es!, perdería su razón de ser, su naturaleza divina y humana a un tiempo, quedando reducida a los escombros, a una empresa humana y secular, con objetivos meramente humanos, sociales o políticos. La Iglesia sin liturgia es un grupo de beneficencia como mucho, si acaso, con ideales religiosos o filantrópicos: algo meramente humano, o una estructura más, con barniz ético. La fe sería un añadido insustancial; no habría necesidad alguna del Redentor ni de su Cruz ni de su gracia.

¿Correspondería esto al Vaticano II, a su “aggiornamento”, a su “espíritu” de modernización y adaptación al mundo? ¡En absoluto! La Iglesia posee una estructura sacramental; “es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). En la santa Iglesia, Dios “estableció convocar a quienes creen en Cristo” (LG 2). Es la Iglesia-Misterio (título del capítulo I), es “el misterio de la Iglesia” (LG 5).

Leer más... »

17.12.22

Riquezas de la Liturgia de las Horas para los fieles laicos

Liturgia de las Horas

Al orar con la Liturgia de las Horas, especialmente las dos Horas principales, las de Laudes y Vísperas, se está nutriendo la oración personal, se convierte en oración personal:

“es, además, fuente de piedad y alimento de la oración personal. Por eso se exhorta en el Señor a los sacerdotes y a cuantos participan en dicho Oficio, que al rezarlo, la mente concuerde con la voz, y para conseguirlo mejor adquieran una instrucción litúrgica y bíblica más rica, principalmente acerca de los salmos” (SC 90).

La oración personal se enriquece muchísimo cuando se rezan cada día las Laudes y las Vísperas. “La oración interioriza y asimila la liturgia durante y después de la misma” (CAT 2655).

Durante la celebración de Laudes y Vísperas, ya se está orando, y debe elevarse el corazón hacia el Señor, personalizando, interiorizando la liturgia:

“Para que se adueñe de esta oración cada uno de los que en ella participan, para que sea manantial de piedad y de múltiples gracias divinas y nutra al mismo tiempo la oración personal y la acción apostólica, conviene que la celebración sea digna, atenta y devota, de forma que la mente concuerde con la voz. Muéstrense todos diligentes en cooperar con la gracia divina, para que ésta no caiga en el vacío” (IGLH 19).

La oración personal y la oración litúrgica mutuamente se reclaman y se necesitan, sin oponerse:

“Puesto que la vida de Cristo en su Cuerpo Místico perfecciona y eleva también la vida propia o personal de todo fiel, debe rechazarse cualquier oposición entre la oración de la Iglesia y la oración personal; e incluso deben ser reforzadas e incrementadas sus mutuas relaciones. La meditación debe encontrar un alimento continuo en las lecturas, en los salmos y en las demás partes de la Liturgia de las Horas… Cuando la oración del Oficio se convierte en verdadera oración personal, entonces se manifiestan mejor los lazos que unen entre sí a la liturgia y a toda la vida cristiana. La vida entera de los fieles, durante cada una de las horas del día y de la noche, constituye como una leitourgia, mediante la cual ellos se ofrecen en servicio de amor a Dios y a los hombres, adhiriéndose a la acción de Cristo, que con su vida entre nosotros y el ofrecimiento de sí mismo ha santificado la vida de todos los hombres.

Leer más... »

1.12.20

¿La Liturgia de las Horas es para los seglares? ¿O eso es clericalizar? Y además una app

Liturgia de las Horas

Con suma claridad, expuso el Concilio Vaticano II lo siguiente: “Procuren los pastores de almas que las Horas principales, especialmente las Vísperas, se celebren comunitariamente en la Iglesia los domingos y fiestas más solemnes. Se recomienda, asimismo, que los laicos recen el Oficio divino o con los sacerdotes o reunidos entre sí e inclusive en particular” (SC 100).

Obsérvese: se insta que los laicos recen el Oficio divino, con los sacerdotes, o reunidos entre sí o en particular, cada cual en su hogar. ¡Eso sí es doctrina del Vaticano II y no otras cosas que se le atribuyen basados en un supuesto “espíritu del Concilio”, tan subjetivista!

La Liturgia de las Horas, llamada también Oficio divino, es oración de toda la Iglesia, de todo el Cuerpo místico, uniéndose a Cristo: “la voz de la Iglesia o sea, de todo el Cuerpo místico, que alaba públicamente a Dios” (SC 99). Si se dice que es de toda la Iglesia, eso incluye a cada uno de sus miembros, sea clérigo o seglar, consagrado por votos o unido en santo matrimonio. Siendo la oración de la Iglesia, pertenece a cada uno de sus hijos, sea cual sea su estado de vida cristiano. Cada bautizado, con esta oración litúrgica, realiza la “oración pública de la Iglesia” (SC 98), se constituye en Iglesia orante, incluso si está solo en su hogar orando o de rodillas ante el Sagrario. “Expresa la voz de la amada Esposa de Cristo, los deseos y votos de todo el pueblo cristiano, las súplicas y peticiones por las necesidades de todos los hombres” (Pablo VI, Const. Laudis canticum, n. 8).

Unos tienen encomendado el oficio y obligación de rezar la Liturgia de las Horas, los contemplativos, monjes y monjas en el coro, y los obispos y sacerdotes, garantizando así que cada día, en comunidad o en particular, se eleve la oración de alabanza y súplica de la Iglesia. Es un encargo, un oficio: asegurar ininterrumpidamente la Liturgia de las Horas. Y deben dedicarle tiempo y amorosa entrega, también los sacerdotes, orando por sus fieles y en nombre de sus fieles, frenando la actividad frenética. ¡Preocupante señal si un sacerdote apenas reza o nunca reza la Liturgia de las Horas, arrinconando el Breviario!

Leer más... »