InfoCatólica / Liturgia, fuente y culmen / Categoría: Liturgia general

15.02.25

Eclesiología de la catedral y sus consecuencias (1) (Tu Catedral - IX)

La Iglesia local se manifiesta y al mismo tiempo se realiza como tal cuando está reunida en asamblea eucarística presidida por el obispo.

Es una verdad eclesiológica la que se verifica en la catedral: en cada iglesia reunida en torno a su obispo está presente toda la Iglesia de Cristo, una, santa, católica, apostólica. Por esto, la importancia de la liturgia celebrada en la catedral no es de orden ceremonial sino teológico, porque deriva de la plenitud de significado de la asamblea litúrgica presidida por el obispo: es una “especial manifestación de la Iglesia” (SC 41).

Seguiremos la reflexión de Pere Tena, en un artículo suyo[1], para entrar más en la eclesiología de la catedra y ver sus aplicaciones litúrgicas y pastorales, que son muchas.

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12.01.25

Materia sacramental de la Unción de enfermos: el óleo

Unción enfermos

Desde el principio, y a tenor de lo prescrito por la epístola de Santiago, el óleo era la materia central del sacramento de la Unción de enfermos.

Una vez bendecido, durante el primer milenio era habitual que los fieles mismos, a modo de sacramental probablemente, se lo llevasen en caso de necesidad y se lo aplicasen o lo degustasen y, en los casos más graves, fueran los sacerdotes hasta el enfermo a rezar sobre él y ungirlo.

El rito sacramental se va centrando, cada vez más, en la presencia del sacerdote que reza, impone las manos al enfermo y lo unge con una fórmula sacramental.

En el rito romano, al vincularse la Unción con el perdón de los pecados y la penitencia, se retrasa el momento de su realización hasta después del viático, convirtiéndose en “Extremaunción”, ungiendo los miembros y sentidos del enfermo-agonizante con sentido penitencial.

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2.08.23

Vivir cristianamente (Notas de espiritualidad litúrgica - XIX)

Parecería que todo es divagación sin sentido si no atendiéramos y recordáramos el fin último, el objeto al que tiende la espiritualidad litúrgica. Si no fuese así, se seguiría mirando con sospecha la liturgia como ceremonias y ritos, algo público y oficial (o su extremo contrario: sesión divulgadora de catequesis, conceptos, moniciones), pero ineficaz para la vida espiritual, concreta, de cada cristiano.

La espiritualidad litúrgica es aquella que brota de la misma liturgia, con las pautas de la Iglesia, para santificar a sus hijos, elevar sus almas, que traduzcan en sus vidas el Misterio pascual del Señor y vivan cristianamente.

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30.07.23

Moniciones a las lecturas y la opinión de Farnés (bastante restrictiva, por cierto)

monicionLas moniciones son breves alocuciones, explicaciones muy sumarias, que ayudan a los presentes en la liturgia a situarse, vivir con atención o comprender mejor lo que se va a realizar. Estas moniciones, normalmente sacerdotales o diaconales, servían para ir dirigiendo a la asamblea: “Antes de participar en los sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados”, “Oremos”, “Orad, hermanos, para que este sacrificio”, “Levantemos el corazón”, “Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir”, “Daos fraternalmente la paz”, “Inclinaos para recibir la bendición”, etc. En la tradición eclesial, eso son moniciones: claras, breves, orientadoras; “expresarlo en pocas palabras” (IGMR 31) es el sentido de estas moniciones o su adaptación por el sacerdote.

   De ahí se pasó a permitir que el sacerdote, el diácono u otro hicieran una breve introducción a la Misa del día: “le está permitido introducir a los fieles, con brevísimas palabras, a la Misa del día, después del saludo inicial y antes del rito penitencial” (IGRM 31).

   También puede hacerlo el sacerdote antes de la Liturgia de la Palabra:

(“el sacerdote puede presentar a los fieles, con una brevísima intervención, la Liturgia de la Palabra” (IGMR 128);

“Corresponde al presidente introducir, de vez en cuando, a los fieles mediante unas  moniciones,  en  la  liturgia  de  la  palabra,  antes  de  la  proclamación  de  las lecturas. Estas moniciones podrán ser de gran ayuda para que la asamblea reunida escuche mejor la Palabra de Dios, ya que promueven el hábito de la fe y de la buena voluntad.  Esta  función  puede  ejercerla  por  medio  de  otros,  por  ejemplo,  del diácono o del comentador” (OLM 42).

 Recordemos por ejemplo la bellísima monición introductoria a la Liturgia de la Palabra de la Vigilia pascual, leída por quien preside (obispo o sacerdote): “Queridos hermanos: Con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado ya en la noche santa de la resurrección del Señor. Escuchemos, en silencio meditativo…”

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16.07.23

El buen oficio del salmista cantando el salmo responsorial

Salmodia

En la liturgia de la Palabra, la oración se hace canto suave cuando, después de la primera lectura bíblica, se entona el salmo responsorial. Es un texto destinado a ser cantado, a ser salmodiado, con melodía sencilla donde resalta el texto, y todos responden a cada estrofa cantando la respuesta.

Y es que los salmos son letras de cantos, composiciones poéticas para ser cantadas, y mediante ese canto los fieles oran y meditan, elevando su alabanza al Señor.

Fue esa la tradición de la Iglesia; un cantor, en el ambón (más exactamente, en las gradas o escalones del ambón) entonaba las estrofas del salmo, y el coro y los fieles respondían el estribillo. ¡Qué ministerio más hermoso el de ayudar a todos a orar cantando los versículos del salmo responsorial! ¡Cuánta estima se le tenía al salmista en la Iglesia y cuánto valor le daban al canto de los salmos!

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