Las «Actas de los mártires» y las «Passiones» hispanas, origen y uso en la liturgia (Mártires - IV)
La redacción de las Actas de los mártires y de las “Pasiones” atestigua la consolidación y expansión del culto a los mártires a partir del siglo III.
Con amor, la Iglesia procuró conservar las Actas judiciales de los martirios siempre que fuera posible y que hubiesen sido sometidos a juicio; también se desarrolló el género hagiográfico de la “Passio” o Pasión del mártir, en la cual, aportando datos de su vida, narra con detalle los sufrimientos que padecieron, su glorioso martirio y en muchos casos la deposición de sus restos en las sepulturas, con el honor de la Iglesia. Estas Pasiones son un relato pensado para ser leído eclesialmente, en la liturgia.
Las Pasiones se empleaban ya en Cartago y de ahí fácilmente se difundió su uso litúrgico en España (como muchos otros elementos que dejaron su impronta en el rito hispano-mozárabe). “Se atribuye, generalmente, la buena calidad de la hagiografía africana al uso de leer las Pasiones en las reuniones litúrgicas, circunstancia que les aseguraba, al menos en cierta medida, la estabilidad propia a los textos consagrados por el uso eclesiástico” (Delehaye, Les origines du culte des martyrs, p. 372).
Para ello, el canon 47 del III Concilio de Cartago, año 397, ordena:
“Fuera de las Escrituras canónicas, nada se lea en la Iglesia bajo el nombre de Escrituras divinas… Sea lícito también leer las pasiones de los mártires, cuando se celebran sus aniversarios” (Dz 92).
Esta práctica es mencionada por san Agustín en algunos sermones sobre los mártires:
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“Dichosos aquellos cuya pasión se ha leído” (Serm. 273,6);
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“la lectura escuchada fue larga… y al estar de pie y escuchado tanto tiempo como que os habéis asociado a la pasión del mártir” (Serm. 274,3);
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“nuestro espíritu ha percibido un espectáculo grandioso y digno de toda admiración. Al leerse la gloriosa pasión del bienaventurado Vicente…” (Serm. 275,1).
El uso litúrgico del Pasionario
En nuestro rito hispano-mozárabe, se proclaman estas Pasiones dentro de la misma liturgia; por la mañana, en el Oficio divino de alabanza –Matutinum- se leía la Pasión, y se reservaba la parte final, la del martirio, para ser proclamada en la Misa en honor del mártir. El Pasionario pasó a segundo plano cuando a finales del siglo XI se empezó a sustituir por la liturgia romana. El Pasionario quedó para uso de los monasterios como lectura espiritual.
Cada Pasión del Pasionario hispano, pensando en su uso litúrgico, tiene tres partes:
- Título: el lector anuncia el nombre del mártir, la fecha del martirio según la cronología del Emperador o gobernador respectivo; la ciudad y la fecha en que se celebra litúrgicamente su aniversario, a lo que los fieles responden, como en las lecturas bíblicas de la Misa, “Demos gracias a Dios” (Deo gratias).
- Texto: es el núcleo de la Pasión.
- Doxología final: se glorifica a Cristo, Hijo consustancial del Padre, o a la santa Trinidad, respondiendo todos: “Amén”.
Por ejemplo: “Adiuvante Domino nostro Iesu Christo: cui est honor et gloria, virtus et imperium in secula seculorum. Amen”, de la Pasión de Acisclo y Victoria.
O también: “Con la ayuda de Nuestro Señor Jesucristo, que recibió a sus mártires y confesores en su paz y los glorificó en su virtud. A Él, junto con el Padre, el poder indivisible y la esencia igual en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén” (Passio de S. Torcuato y compañeros); “reinando nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios uno en la Trinidad por los siglos de los siglos” (Passio de S. Pelagio).
Así en el rito hispano-mozárabe, tal como lo prescriben las actuales rúbricas, tras la primera lectura, o Prophetia, y el psallendum (a modo de salmo responsorial), “en las principales fiestas de los mártires puede leerse aquí la continuación de su «pasión» según se encuentra en el Pasionario y a continuación el cántico de Daniel, llamado «Bendiciones»” (Oferencio, n. 10), continuando después por la lectura del “Apostolus” (Ordenación General, n. 37).
Las Pasiones de nuestros mártires hispanos
En nuestro ámbito hispano, poseemos un Pasionario (de los siglos VII-XI) con los mártires de nuestra Iglesia en el período romano, así como la bellísima aportación de S. Eulogio de Córdoba (s. IX) recopilando los martirios de los cristianos bajo el yugo musulmán en Córdoba, en sus obras: “Memorial de los santos”, “Apologético de los santos Mártires”, “Documento martirial”, etc.
Detengámonos en nuestros mártires hispanos, que confesaron la fe en las distintas persecuciones de los primeros siglos y cuyos martirios se narran en estas Pasiones; son mártires de toda la geografía española: Acisclo, Victoria y Zoilo (Córdoba); Facundo y Primitivo (Sahagún); Leocadia (Toledo); Eulalia de Mérida; Fructuoso, Augurio y Eulogio (Tarragona); Vicente (Valencia); Eulalia de Barcelona; Emeterio y Celedonio (Calahorra); Torcuato y compañeros (Guadix); Justa y Rufina (Sevilla); Cucufate (Barcelona); Félix de Gerona; Justo y Pastor (Alcalá de Henares); los cordobeses Fausto, Jenaro y Marcial; Servando y Germano (Medina Sidonia); Vicente, Sabina y Cristeta (Ávila); los Innumerables de Zaragoza.
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