Terminamos: el ministerio instituido del acolitado (y III)
El segundo ministerio laical es el acolitado.
El ministerio instituido del acólito posee dos vertientes: el servicio directo al altar y el ministerio extraordinario de la Eucaristía. Es lo que determina el Motu proprio Ministeria quaedam (de 1972).
Referente al servicio del altar:
- Queda instituido para ayudar al Diácono y prestar su servicio al sacerdote
- Es propio del acólito instituido cuidar el servicio del altar.
Y referente al sacramento de la Eucaristía:
- Distribuir la comunión como ministro extraordinario cuando falten ministros, o estén imposibilitados por enfermedad, avanzada edad o ministerio pastoral, o cuando el número de fieles que se acerca a la Sagrada Mesa es tan elevado que se alargaría demasiado la Misa.
- En las mismas circunstancias, es decir, de forma extraordinaria y excepcional, “se le podrá encargar que exponga públicamente a la adoración de los fieles el Sacramento de la Sagrada Eucaristía y hacer después la reserva; pero no que bendiga al pueblo”.
Al igual que el lector instituido preparará otros lectores para ese servicio litúrgico, el acólito instituido enseñará a otros acólitos no instituidos y monaguillos a servir en la liturgia: “podrá también –cuando sea necesario- cuidar de la instrucción de los demás fieles, que por encargo temporal ayudan al sacerdote o al diácono en los actos litúrgicos, llevando el misal, la cruz, las velas, etc., o realizando otras funciones semejantes”.
Monaguillos y jóvenes acólitos: ¡diferente del ministerio instituido!.-
Es por tanto diferente ser acólito instituido, habiendo recibido ese ministerio laical de manos del obispo, que ser monaguillo, o los jóvenes acólitos de las parroquias o de las Cofradías.
Ante la ausencia de un acólito instituido, otro fiel laico puede desempeñar sus funciones, salvo las que son reservadas a los acólitos instituidos, como purificar los vasos sagrados tras la comunión en ausencia del diácono (IGMR 192).
Estos fieles, que no han sido instituidos mediante el rito litúrgico, se llaman servidores del altar. Cuando sin niños, se les suele llamar monaguillos (palabra que deriva de monjes pequeños). Un servidor del altar o un monaguillo puede serlo de facto en una celebración, pero es más conveniente que se les asigne la función temporalmente por el párroco o el rector de la iglesia mediante una bendición litúrgica (IGMR 107).
Si hay varios acólitos o servidores del altar, deben de distribuirse las funciones entre ellos (IGMR 187). Si hay un solo acólito instituido y también ayudan servidores del altar, el acólito instituido debe de realizar las funciones más importantes (Ídem), como llevar la cruz en las procesiones (188), presentar el libro al celebrante (189), colocar el cáliz y el purificador en el altar (190), incensar al celebrante y al pueblo en ausencia de un diácono (Ídem), extraordinariamente dar la comunión (191) ofrecer el cáliz a los fieles que van a comulgar (Ídem) y purificar los vasos sagrados. Ésta última función es reservada sólo a los acólitos instituidos (192, 247, 249 y 279).
Atendiendo a la función que desempeñan en una celebración, los acólitos y/o servidores del altar pueden recibir algún nombre en específico: turiferario será aquél que porta el incensario o turíbulo; ceroferario aquél que lleva las velas; y cruciferario quien lleva la cruz procesional.
Cumplir con alguna de estas funciones no inhabilita para otras. Por ejemplo, el cruciferario, quien llevó la cruz en la procesión de entrada, posteriormente puede ayudar con el misal o con la preparación del altar.
El rito de institución presidido por el Obispo
El rito de institución lo preside el Obispo (o el Superior mayor para los religiosos) que es quien confiere este ministerio del acolitado.
Terminada la homilía, el Obispo dirige una breve exhortación a los que va a instituir:
“A vosotros, pues, se os confía la misión de ayudar a los presbíteros y diáconos en su ministerio, y distribuir como ministros extraordinarios, la Sagrada Comunión a los fieles, incluso llevarla a los enfermos. Por vuestra dedicación especial al ministerio eucarístico, debéis vivir más intensamente del sacrificio del Señor y procurar identificaros más plenamente con él…”
Entonces todos, incluido el Obispo se ponen en pie; los candidatos se arrodillan (CE 815); y el Obispo invita a la oración:
“Pidamos, queridos hermanos, al Señor
que se digne bendecir a estos hijos suyos,
que él mismo ha elegido para el ministerio de acólitos,
y que les dé su fuerza
para que se mantengan con fidelidad
en el servicio de la Iglesia”.
Todos oran unos momentos en silencio y luego el Obispo, extendiendo las manos, pronuncia la oración de bendición:
“Padre misericordioso,
que por medio de tu Hijo único
has dado a la Iglesia el pan de vida,
bendice + a estos hermanos nuestros,
elegidos para el ministerio de acólitos;
que tu gracia, Señor,
los haga asiduos en el servicio del altar,
para que distribuyendo con fidelidad
el pan de vida a sus hermanos,
y creciendo siempre en la fe y en la caridad,
contribuyan a la edificación de tu Iglesia.
Por Jesucristo nuestro Señor”.
Luego cada candidato se arrodilla delante del Obispo, que está sentado, y recibe de sus manos la patena con el pan o el cáliz con el vino, mientras le dice:
“Recibe esta patena con el pan
(o bien: este cáliz lleno de vino)
para la celebración de la Eucaristía
y vive de tal forma
que seas digno de servir
la mesa del Señor y de la Iglesia.
R/ Amén”.
Y la Misa prosigue, como de costumbre, por la oración de los fieles.
Preparados y formados por la Delegación de Liturgia.-
También para recibir este ministerio instituido, los acólitos deben recibir por parte de la diócesis una conveniente preparación que, a su vez, les sirva para instruir a monaguillos y jóvenes acólitos de sus parroquias, comunidades cristianas y cofradías. La Delegación de Liturgia, una vez más, es la encargada de proveer esta formación:
“El mejor medio para impartir toda esta formación es la organización a nivel parroquial o de zona, de cursillos más o menos prolongados, en los que de una manera ordenada y sistemática se impongan todos estos conocimientos y se dé lugar al intercambio de experiencias y a la ayuda mutua de los que van a asumir estos ministerios y oficios.
Los secretariados y delegaciones episcopales o diocesanas de liturgia tienen aquí una importante tarea que realizar, ellos solos o solicitando la colaboración de las instituciones docentes de la diócesis, como teologados o centros de formación de los religiosos o de los laicos” (Directorio “El acólito y el ministro extraordinario de la comunión”, n. 13).
17 comentarios
Qué le parece lo que escribió sobre esto el obispo Schneider? Parece que sostiene que es contrario a la tradición de la Iglesia admitir a las mujeres a estos ministerios. Está en https://adelantelafe.com/significado-de-las-ordenes-menores-en-la-sagrada-liturgia/
Pero ahora a la Tradición la llaman disciplina, y la disciplina ni viene de los Apóstoles ni es inmodificable.
Y así lo apañan todo.
Si alguien puede explicármelo se lo agradeceré.
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JAVIER:
Suele ser una forma habitual de referirse al altar; es "mesa de la Iglesia", es "mesa del Señor", es "altar", etc. La Iglesia, en el altar, ofrece el "Pan de los hijos", el Alimento celestial a sus hijos.
Sí, como función al servicio de la Tradición.
El problema es que en Occidente la Tradición va a terminar siendo como el dios de los deístas: hablan de él, dicen que existe, pero ni saben nada de él, ni está ni se le espera.
Tal cual.
¿Cuántas veces tendré que explicarlo?
La Tradición es, y los fieles (todos) la reconocen y viven de ella. El Magisterio la salvaguarda, conserva y expone, subordinado a ella como un maestro de lengua española está subordinado a la gramática y al diccionario y no se va INVENTANDO o INNOVANDO una gramática y un diccionario según le da el aire.
Pero menos es lo que diga "Tulkas" que es.
Vamos a ver: en 2000 años, dos mil, la Iglesia no ha visto ni un caso de mujer acólito o lectora.
Lo que sí se ha visto son mujeres con cargos canónicos.
Pues por ahí.
Y dentro de esa casa de Febe el obispo o presbítero realiza su función de cura de almas.
Ahora lo que va a resultar es que dentro de la casa del presbítero, Febe ejerce la cura de almas.
Tal cual.
Osea, mencionar a Febe (que viene en la Escritura, eh, que no es un artilugio o legajo de las catacumbas o del archivo Vatucano) es “arqueologismo excesivo”.
Y sin embargo, que haya mujeres acólitas y lectoras (cosa NUNCA vista en 2000 años) resulta que es Tradición.
Así nos luce el pelo a los que lo conservamos.
No existen "ministros extraordinarios de la Eucaristía", únicamente existen "ministros extraordinarios de la comunión".
Los ministros de la Eucaristía son el Presbítero y el Obispo; los ministros "ordinarios de la comunión", en cambio, son los Obispos, Presbíteros y Diáconos. El acólito instituido es "ministro extraordinario de la comunión". Lo que el autor del artículo llama "vertiente" como "ministerio extraordinario de la Eucaristía", es una expresión que sigue causando confusión tanto entre los fieles laicos como en muchos presbíteros.
Instrucción Redemptionis Sacramentum:
"Como ya se ha recordado, sólo el sacerdote válidamente ordenado es ministro capaz de confeccionar el sacramento de la Eucaristía, actuando in persona Christi. De donde el nombre de «ministro de la Eucaristía» sólo se refiere, propiamente, al sacerdote. También, en razón de la sagrada Ordenación, los ministros ordinarios de la sagrada Comunión son el Obispo, el presbítero y el diácono..." (No. 154).
"Además de los ministros ordinarios, está el acólito instituido ritualmente, que por la institución es ministro extraordinario de la sagrada Comunión, incluso fuera de la celebración de la Misa..." (No. 155).
"Este ministerio se entienda conforme a su nombre en sentido estricto, este es ministro extraordinario de la sagrada Comunión, pero no «ministro especial de la sagrada Comunión», ni «ministro extraordinario de la Eucaristía», ni «ministro especial de la Eucaristía»; con estos nombres es ampliado indebida e impropiamente su significado". (No. 156).
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