Riquezas de la Liturgia de las Horas para los fieles laicos

Al orar con la Liturgia de las Horas, especialmente las dos Horas principales, las de Laudes y Vísperas, se está nutriendo la oración personal, se convierte en oración personal:

“es, además, fuente de piedad y alimento de la oración personal. Por eso se exhorta en el Señor a los sacerdotes y a cuantos participan en dicho Oficio, que al rezarlo, la mente concuerde con la voz, y para conseguirlo mejor adquieran una instrucción litúrgica y bíblica más rica, principalmente acerca de los salmos” (SC 90).

La oración personal se enriquece muchísimo cuando se rezan cada día las Laudes y las Vísperas. “La oración interioriza y asimila la liturgia durante y después de la misma” (CAT 2655).

Durante la celebración de Laudes y Vísperas, ya se está orando, y debe elevarse el corazón hacia el Señor, personalizando, interiorizando la liturgia:

“Para que se adueñe de esta oración cada uno de los que en ella participan, para que sea manantial de piedad y de múltiples gracias divinas y nutra al mismo tiempo la oración personal y la acción apostólica, conviene que la celebración sea digna, atenta y devota, de forma que la mente concuerde con la voz. Muéstrense todos diligentes en cooperar con la gracia divina, para que ésta no caiga en el vacío” (IGLH 19).

La oración personal y la oración litúrgica mutuamente se reclaman y se necesitan, sin oponerse:

“Puesto que la vida de Cristo en su Cuerpo Místico perfecciona y eleva también la vida propia o personal de todo fiel, debe rechazarse cualquier oposición entre la oración de la Iglesia y la oración personal; e incluso deben ser reforzadas e incrementadas sus mutuas relaciones. La meditación debe encontrar un alimento continuo en las lecturas, en los salmos y en las demás partes de la Liturgia de las Horas… Cuando la oración del Oficio se convierte en verdadera oración personal, entonces se manifiestan mejor los lazos que unen entre sí a la liturgia y a toda la vida cristiana. La vida entera de los fieles, durante cada una de las horas del día y de la noche, constituye como una leitourgia, mediante la cual ellos se ofrecen en servicio de amor a Dios y a los hombres, adhiriéndose a la acción de Cristo, que con su vida entre nosotros y el ofrecimiento de sí mismo ha santificado la vida de todos los hombres.

La Liturgia de las Horas expresa con claridad y confirma con eficacia esta profunda verdad inherente a la vida cristiana. Por esto, el rezo de las Horas es propuesto a todos los fíeles, incluso a aquellos que legalmente no están obligados a él” (Pablo VI, Const. Laudis canticum, n. 8).

Será un buen paso pastoral, un incremento de vida interior, divulgar e inculcar el rezo de la Liturgia de las Horas entre el laicado católico, orando en común, o incluso en privado.

Será una riqueza de vida comunitaria (y parroquial) rezar en común de vez en cuando alguna Hora, las Vísperas del domingo, o ante el Santísimo expuesto en adoración, o en jornadas de oración, de retiro o de formación. Lo mismo que bueno será que los Monasterios -pienso en monjas de clausura- faciliten el acceso a la iglesia para orar con la comunidad el Oficio divino.

Será oración litúrgica que une a los esposos en caridad al recitarla, y que logra hacer de la familia una Iglesia doméstica que alaba al Señor con la Liturgia de las Horas.

Será un ancla firme en los momentos de sequedad interior para la oración silenciosa o la meditación.

Será un compromiso firme para orar sin depender de los gustos personales, o de las ganas o apatía que se tengan.

Será un gran medio para unirse a toda la Iglesia en su oración cotidiana y que crezca el sentido de Iglesia en las almas.

Todo esto vendrá muy bien, será un don, para todos los fieles seglares que reciban la Liturgia de las Horas en su educación y formación. Lo agradecen y mucho cuando se les descubre, se les enseña el Oficio divino.

¿Lo intentamos? ¿Lo conseguiremos? Seguro que después nos alegramos. Porque esto… ¡¡esto es pastoral de la buena!!