La credencia: ¡¡una mesita muy útil, muy práctica!!, también cuando no hay acólitos y está el sacerdote solo
Un elemento sencillo, discreto, pero necesario e imprescindible, es la credencia. Ésta, la credencia, es una mesa auxiliar en el presbiterio donde están todas las cosas necesarias para la celebración de la liturgia, ya sea la Misa u otro sacramento. Puede tener un pequeño mantel por respeto a los elementos que se van a colocar sobre ella. El mismo diccionario de la RAE la define: “Mesa o repisa que se pone inmediata al altar, a fin de tener a mano lo necesario para la celebración de los divinos oficios”.
Sobre la credencia, antes de la Misa, se coloca la patena con las hostias, el cáliz con su purificador y corporal, los copones que hagan falta consagrar, las vinajeras con el vino y el agua, el lavabo (jarra y plato) con su toalla para el lavatorio de manos, las bandejas para la comunión que sostendrán los acólitos, un vaso de agua o una botellita si hace falta para beber en un momento dado, el acetre con agua bendita y su hisopo, etc.
Todo esto debe estar en la credencia antes de la Misa, y no sobre el altar; cuando llega el momento del ofertorio, entonces los acólitos acercan al altar todo lo que sea necesario y retiran lo que ya no haga falta (por ejemplo, las vinajeras no se quedarán nunca sobre el altar desde ofertorio hasta el final de la Misa, ni el lavabo de la Misa)…, o acercan en su momento lo que haga falta –como el acetre- y lo retiran después, sin dejarlo encima del altar todo el tiempo.
Pero, ¿y si no hay acólitos y está el sacerdote solo para oficiar la Misa? Se acerca la credencia al altar para que el sacerdote se maneje solo y vaya del altar a la credencia sin que tenga que desplazarse mucho ni muchas veces; en una esquina del altar que no estorbe o separada del altar pero cerca. Solamente se consiente una excepción: cuando el sacerdote celebra solo, sin fieles, con la ayuda de un ministro: “Antes de la Misa se preparan los vasos necesarios en la credencia o sobre el altar al lado derecho” (IGMR 255).Lo que no es de recibo, ni está en el Misal, ni tiene lógica, ni es de sentido común, ni es signo de respeto… es colocar todo ya en el altar desde antes de empezar la Misa y encontrarnos el santo altar convertido en una repisa donde hay de todo: cáliz y patena, vinajeras, lavabo, toalla, la caja con la llave del sagrario, una botella de agua, el mechero o caja de cerillas de encender las velas, el acetre con el hisopo para la aspersión en un entierro o en la Misa dominical, la custodia si hay exposición del Santísimo tras la comunión, o los óleos si hay Unción de enfermos o los sacramentos del Bautismo y Confirmación, o las bandejas con las cenizas, o la bandeja con los escapularios para bendecirlos o imponerlos, o… etc. etc. ¡Todo encima del altar como si nada!
¿No nos enteramos que el altar es santo y merece sumo respeto? ¿Qué creemos: que el altar es una simple mesa donde colocamos de todo encima? ¡¡El altar es santo!! Por eso se besa al principio y al final de la Misa, y se inciensa con respeto, y se hace inclinación profunda cuando se pasa delante de él. ¡¡Porque el altar es santo!! Y encima del altar no deben colocarse todas esas cosas: para eso está la credencia, una mesa auxiliar muy práctica.
Hagamos repaso de las veces que la IGMR nos menciona la credencia.
“Al comienzo de la Liturgia Eucarística se llevan al altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. En primer lugar se prepara el altar, o mesa del Señor, que es el centro de toda la Liturgia Eucarística, y en él se colocan el corporal, el purificador, el misal y el cáliz, cuando éste no se prepara en la credencia” (IGMR 73).
Para preparar la Misa, la IGMR nos recuerda lo que hay que situar en la credencia:
“En la credencia: el cáliz, el corporal, el purificador, y según las circunstancias, la palia; la patena y los copones, si son necesarios; a no ser que sean presentados por los fieles en la procesión del ofertorio: el pan para la Comunión del sacerdote que preside, del diácono, de los ministros y del pueblo y las vinajeras con el vino y el agua; una caldereta con agua para ser bendecida, si se hace aspersión; la patena para la Comunión de los fieles; y todo lo necesario para la ablución de las manos” (IGMR 118c).
La purificación de los vasos sagrados, tras la comunión, puede muy bien hacerse en la credencia, o dejarlos cubiertos con un corporal en la credencia y purificarlos después de la Misa:
“El sacerdote regresa al altar y recoge las partículas, si las hay; luego de pie, en el altar o en la credencia, purifica la patena o el copón sobre el cáliz; después purifica el cáliz diciendo en secreto: Haz, Señor, que recibamos, y seca el cáliz con el purificador. Si los vasos son purificados en el altar, un ministro los lleva a la credencia. Sin embargo, se permite dejar los vasos que deben purificarse, sobre todo si son muchos, en el altar o en la credencia sobre el corporal, convenientemente cubiertos y purificarlos en seguida después de la Misa, una vez despedido al pueblo” (IGMR 163).
Incluso lo recomienda, purificar en la credencia:
“en cuanto sea posible en la credencia” (IGMR 279).
Y en la Misa con diácono, se prescribe lo siguiente:
“Terminada la distribución de la Comunión, el diácono vuelve al altar con el sacerdote, recoge las partículas, si las hay, lleva el cáliz y los otros vasos sagrados a la credencia y allí los purifica y los arregla como de costumbre, mientras el sacerdote vuelve a la sede. Está permitido, sin embargo, dejar en la credencia, sobre el corporal, debidamente cubiertos los vasos que deben ser purificados y purifícalos inmediatamente después de la Misa, una vez despedido el pueblo” (IGMR 183).
Las rúbricas permiten preparar el cáliz antes de la Misa, en la credencia, vertiendo el vino y las gotas de agua (con su correspondiente oración secreta):
“Esta preparación del cáliz puede también hacerse en la credencia” (IGMR 178).
Así pues, la credencia es muy útil, porque ayuda a respetar el misterio y la santidad del altar. Nada debe estar sobre el altar desde el principio de la Misa, ni el altar es una repisa donde se puede colocar todo de cualquier manera, desde una caja de cerillas hasta el lavabo de manos: ¡¡la credencia está para algo!! Es cuestión de aprovecharla y celebrar mejor la liturgia.
12 comentarios
Gracias P. Javier.
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JAVIER:
¡Ah, sí! y los geles.... uff...
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JAVIER:
La liturgia es bellísima. La IGMR hay que leerla todos, sacerdotes y fieles. En los Seminarios debería verse en formación paso a paso.
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JAVIER:
Sinceramente, no sé el origen etimológico y no me he parado en buscarlo.
Tengo las siguientes dudas con respecto a la credencia:
1) ¿Es obligatoria su existencia? Por la lectura pareciese que no.
2) ¿Debe estar siempre junto al altar?
3) ¿Debe estar obligatoriamente a la derecha del sacerdote?
4) ¿Tiene algún significado litúrgico?
5) ¿Es necesario, en ausencia del acólito, que se acerque un laico?
6) ¿En el rito romano extraordinario, existe credencia?
7) ¿El altar debe tener el color litúrgico? ¿Está prohibido, es opcional u obligatoria?
Muchas gracias de antemano por su amable respuesta.
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JAVIER:
1. A tenor de lo expuesto, es más que claro que la credencia es obligatoria. ¡No van a estar las vinajeras o el lavabo (su jarra y su toalla) encima del altar toda la Misa!
2. No debe estar siempre junto al altar. Está en el presbiterio y desde la credencia se acercan al altar los elementos necesarios. Se sitúa junto al altar si el sacerdote no va a tener quien le asista.
3. Todo se sirve por la derecha del sacerdote.
4. Ningún significado en especial. Es un elemento auxiliar necesario, como lo pueda ser el pie del incensario… sino, ¿dónde se dejaría el incensario, en el suelo? Pues lo mismo.
5. Siempre es preferible un acólito –niño, joven o adulto- que asista al altar y ayude.
6. ¡Evidentemente! ¿O es que alguien ahora va a decir que la credencia es “modernista”? En la forma extraordinaria el cáliz y la patena cubiertos con el velo son llevados al altar desde el principio de la Misa por el sacerdote. Pero siempre –sin excepción- el sacerdote es ayudado por un acólito que le acerca las vinajeras y el lavabo que están en la credencia, que retira el velo del cáliz ya plegado, que toma la bandeja para la comunión, que deposita el acetre en la credencia una vez usado, etc.
7. Esta pregunta no sé bien a qué se refiere. Si se trata del antipendio, es opcional: le da solemnidad al altar, y puede ser blanco o del color de la fiesta o ciclo litúrgico.
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JAVIER:
De acuerdo, sí. Pero he editado la localidad para que esto no se convierta en un foro de denuncias y noticias.
En comunión de oraciones.
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JAVIER:
Normalmente, se le suele decir el "paño para el ambón", o también "atrilera".
¿Esto lo dicen las rúbricas o es opinión personal? A mí me parece sintomático del estado del clero poner la credencial cerca del altar. Parecen dependientes viejunos detrás de un mostrador: todo cerca, para no moverse mucho. Yo pienso que es mejor que el cura se mueva.
Creo que en otras tradiciones litúrgicas tiene más entidad la credencial, en ella se preparan los dones y se dice alguna oración.
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JAVIER:
Lo afirmo yo explicando, si fuera rúbrica estaría entre comillas y con la nota correspondiente de la IGMR.
A mí no me gusta que esté pegada al altar, pero hay que ser razonables y tener sentido práctico.
Si estuviera alejada se producirían más paseos de lo necesario (y de lo solemne a lo ridículo hay un paso):
-lleva en un primer paseo la patena con el corporal y formas en una mano y en otra el cáliz con el purificador (que ya ha preparado en la credencia echando el vino y el agua)
-(si quiere preparar el cáliz en el altar, nuevo paseito para coger las vinajeras y llevarlas también al altar, y luego devolverlas a la credencia)
-vuelve a la credencia y de nuevo al altar si hay que llevar también un copón o más para consagrar
-realiza el ofertorio, reza profundamente inclinado y vuelve por tercera vez a la credencia para el lavatorio de las manos...
Si está alejada, resulta muy forzado para el ritmo de la Misa; mejor que esté cerca.
Recuerdo en la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo que en la credencia con una lanceta se parte el pan en trocitos y se dispone para luego llevarlo al altar en la Gran Entrada, y se hace lógicamente rezando.
En el rito romano es más funcional; no obstante, si se prepara el cáliz en la credencia, se reza al echar el agua en el vino; y también si se purifica en la credencia en lugar del altar, se realiza recitando la oración prescrita.
Cuando llegué, vi encima del altar, vinajeras, patena, cáliz y el famoso gel(no agua para el lavado de manos), la credencia vacía. Entro en la sacristía y, a propósito, pregunto ''todo eso queda en el altar?'' Y me contesta el celebrante: ''si, si''. En fin, ya le digo, se lo comento para desahogarme.
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javier:
¿No es preceptiva? ¿Seguro?
¿Ha leído las rúbricas por ejemplo del Messale Romanum, editio de 1962? Porque me parece que está dando su opinión y no las rúbricas cuando escribe que le parece a vd. que es facultativa y no obligatoria.
En el Missale Romanum, cap. XX de las Rúbricas generales –la edición anterior incluso a Juan XXIII y la reforma de su Código de rúbricas- se prescribe:
“In cornu Epistolæ cussinus sup-ponendus Missali: et ab eadem parte Epistolæ paretur cereus ad elevationem Sacramenti accendendus, parva cam-panula, ampullæ vitreæ vini et aquæ cum pelvicula et manutergio mundo, in fenestella seu in parva mensa ad hæc præparata. Super Altare nihil omnino ponatur, quod ad Missæ sacrificium vel ipsius Altaris ornatum non pertineat”.
Le copio rúbricas del Ritus servandus:
n. 5. In Missa sollemni Missale apertum super Altare, Calix vero, et alia necessaria præparentur in Credentia cooperta linteo, antequam Sacerdos veniat ad Altare. Ipse autem procedit cum Diacono et Subdiacono, qui capite cooperto simul cum eo tenent manus junctas ante pectus; Acolythi vero ante eos deferunt candelabra cum candelis accensis, quas deinde collocantur super Credentia: et cum pervenerit ante infimum gradum Altaris, ibi medius inter Diaconum a dexteris, et Subdiaconum a sinistris, ante-quam ascendat ad Altare, facit cum ipsis (ut infra) Confessionem.
Para leer el Evangelio en la Misa solemne:
et osculata illius manu, præcedentibus Thuriferario, et duo-bus Acolythis cum candelabris accensis de Credentia sumptis, vadit cum Subdiacono a sinistris ad locum Evangelii contra Altare versus populum, ubi Subdiacono librum tenente medio inter duos Acolythos ten-entes candelábra accensa.
Y lo mismo en el ofertorio, donde se afirma que las vinajeras (ampullas vini et aquae) se traen de la credencia:
n. 9. Diaconus amovet Calicem, si est in Altari, vel, si est in Credentia, ut magis decet, accipit eum de manu Sub-diaconi, qui illum cum Patena et Hostia, coopertum Palla et Velo a collo sibi penden-ti manu sinistra tenens, et alteram manum superponens Velo, ne aliquid decidat, de Credentia detulit, comitatus ab Acolytho ampullas vini et aquæ portante; ipse Dia-conus Calicem detegit, et dat Patenam cum Hostia Celebranti, osculando ejus manum: Subdiaconus extergit Calicem Purificatorio; Diaconus, accepta ampulla vini de manu Subdiaconi, imponit vinum in Calice…
Y al final, tras la purificación en la Misa solemne:
[el subdiácono] Patena et Palla cooperit, plicat Corporale, reponit in Bursam, et illam ponit super Calicem coopertum Velo, quem collocat in Altari, vel super Credentia ut prius.
En el ya clásico Manual de Liturgia del P. Antoñana, vol. II (4ª ed., Madrid 1930), tratando sobre el altar y su ornato, afirma: “Las Rúbricas hablan también: a) de la credencia, que, decentemente cubierta con un mantel que llegue hasta el suelo por ambos lados, ha de estar al lado de todos los altares para poner las vinajeras y todo lo demás concerniente al sacrificio” (p. 423).
El Caeremoniale episcoporum (el de Clemente VIII, 1600, el anterior al actualmente vigente) prescribe:
“Mensa vel nulla, vel multo brevior, et dimissior erit adhibenda, cum pauca sint in ea reponenda, nempe pelui cula cum urceolis vini, et aquae, calix cum bursa, et corporalibus, et quandoque alia pro celebrationis necessitate, et usu; sed satis erit scamnum oblongum coopertum aliquo tapete, aut panno aptari a latere Epistolae, in quo sedeat Sacerdos celebrans cum Diacono, et Subdiacono” (L. I, cap. XII (p. 60 ed. anastática).
Creo que con esto basta, más lo afirmado en el cuerpo del artículo con los actuales libros litúrgicos de rito romano.
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