Notas, sugerencias, revisión, sobre el canto en la liturgia (para coros, sacerdotes, diáconos, etc...)
Siguiendo un artículo de A. Taulé, sacerdote y compositor (“Los cantos en las celebraciones litúrgicas. Teoría y praxis”: Phase 188 (1992), 113-123), revisemos el canto en la liturgia en nuestras parroquias, conventos y monasterios, demos pasos para intentar mejorarlo, elevarlo y corregir aquello que se haya deformado o hecho mal.
1) Panorama general y cuestiones varias
Un canto es litúrgico y no simplemente “religioso” o “espiritual” si su texto o letra se adapta a la liturgia y a su estilo (letra en el plural no en singular, sin sentimentalismos, ortodoxa, inspirada en la Biblia o textos litúrgicos, etc.) y su música, su género musical, cuadra con la liturgia elevando, sin usar ritmos modernos, profanos, o adaptaciones (música de canciones populares adaptadas a letras “religiosas”). Texto y música deben servir para la liturgia por su calidad y por su belleza. No todo sirve para la liturgia, no todo vale con tal de que se cante.
El texto del canto –y su factura musical- debe corresponder a la liturgia, a los textos mismos de la liturgia (antífona de entrada, de comunión, himnos, etc.) y no a la libre creación o paráfrasis: “en cambio, los cantos con texto libre son abundantísimos y van cubriendo las necesidades de la liturgia sin que nadie se haga problema de ello, en parte por la indeterminación en que han quedado algunos cantos en la misa –entrada y comunión- y en los rituales de los sacramentos y de las exequias” (Taulé, p. 115).
Hay que añadir la gran “pereza” de renovarse y ajustarse en muchos coros. Hay rituales que en su segunda edición castellana ofrecen musicalizados los elementos propios: Matrimonio, Pontifical romano de Órdenes y Exequias. Los coros parroquiales y catedralicios deben conocer, ensayar y cantar estos elementos propios ya musicalizados oficialmente sin sustituirlos por otros cantos de libre composición, porque son los únicos que conocen y tienen ensayados.
Los cantos del ordinario de la Misa deben y pueden musicalizarse pero siempre respetando su letra invariable, sin alterarla ni realizar paráfrasis. Y, por tanto, debe suprimirse cualquier canto que no respete esto. Los cantos del ordinario de la Misa deben respetar su letra… y, en el propio de la Misa, destacar el canto del salmo responsorial, que tampoco admite sustitución por cualquier otro canto. Ya están musicalizados los salmos responsoriales –en el Libro del salmista- y sólo hace falta que todo coro parroquial tenga finura de alma para comprender que el salmo responsorial merece ser cantado bien. Volveremos a ello.
Pero los cantos de entrada y de comunión sí entraron en una fase de ambigüedad con una gran libertad para elegir en vez de cantar el propio de cada Misa que no se ha llegado a musicalizar entero (antífonas de entrada y de comunión).
Esto, no obstante, crearía una dificultad: “Los textos de las antífonas de entrada y de comunión –que figuran en el misal, están pensados para ser recitados por los fieles o un lector o incluso el mismo sacerdote. Por otra parte, su brevedad no se corresponde con el rito de una procesión de entrada y menos durante la comunión de una misa dominical o festiva. Los que los utilizan para ser cantados, les suelen añadir versículos de un salmo. Pero esta práctica provoca la existencia de tres salmos responsoriales en lugar del único salmo de la liturgia de la Palabra, que la reforma tanto ha potenciado” (Taulé, p. 116).
Siguiendo lo prescrito sobre el canto de entrada (cf. IGMR 48; 87) falta o musicalizar bien el Propio de cada Misa sin convertirlo en un salmo responsorial, o la creación de un buen cuerpo de cantos de entrada y de comunión con la aprobación oficial de los obispos (no empleando cualquier cancionero religioso, juvenil, fotocopiado desde los años 70 hasta hoy y que son más bien canciones para un fuego de campamento).
El desconcierto vigente es que hemos pasado a la dictadura del coro parroquial de “jóvenes” que absorben y monopolizan todo el canto de la liturgia. Hacen lo que pueden, no están por la labor de aprender cantos nuevos, carecen de formación y muchas veces nadie se puso junto a ellos para enseñarles… y cuando lo hicieron, se cerraron en banda a cambiar su repertorio juvenil por cantos que sí correspondiesen a la liturgia. Y este coro de jóvenes acapara la liturgia entera excluyendo el canto de los fieles, entre otras cosas.
Muy bien lo describía Taulé:
“Tengo la impresión de que en muchas partes el pueblo no cantaba todavía en la misa del domingo. Antes se lo impedía la coral polifónica, que asumía todo el rol de la interpretación del canto e, incluso de las respuestas cantadas de los ministros. Ahora, hay un nuevo grupo de cantores, los jóvenes, que con sus cantos de un determinado estilo bloquean también la participación cantada; y los fieles se limitan a escucharles. El exceso de producción de cantos para jóvenes ha distorsionado los repertorios de canto para el pueblo, de forma que una celebración a la que asisten personas de diversas edades, o se ven obligadas a utilizar cantos juveniles, que pierden todo su sabor sin el soporte instrumental con el que fueron pensados o apenas encuentran un repertorio adecuado” (Taulé, p. 118).
Es necesario crear un buen repertorio y seleccionar mejor en los cantorales; un repertorio en lengua vernácula con texto de contenido bíblico, litúrgico, más serio y doctrinal, inspirado en textos bíblicos y litúrgicos, y acompañado de una música suave, calmada, profunda, solemne (¡esto lo logra el órgano o el armonio!) que conduzca a la plegaria interior y pensando en el canto de los fieles.
2) Cantos concretos y praxis
Hay que mejorar el canto litúrgico en nuestras parroquias. Hacerlo mejor, hacerlo bien, hacerlo para gloria de Dios. Olvidarse ya de intentar una Misa “distraída”, olvidarse de “amenizar” para que no se aburran los demás, porque el canto en la liturgia es otra cosa bien distinta, más solemne y espiritual.
Las aclamaciones
Cantar las aclamaciones será un gran paso; junto con el canto de los saludos y respuestas. Es un primer grado, básico y fundamental, del canto en la liturgia según aparece en la instrucción Musicam sacram: saludos y respuestas, los diálogos del sacerdote con los fieles, las aclamaciones (“Aleluya”, “Gloria a ti, Señor Jesús”, “Amén”…), etc.
Potenciemos el canto de los saludos, respuestas y aclamaciones en nuestras Misas dominicales. Darán solemnidad sin duda, realzarán lo importante. Es el canto activo de todos los fieles.
Textos litúrgicos
Siguiendo lo que ya señalara la Musicam sacram, para la dignidad y solemnidad de la liturgia será muy conveniente potenciar el canto –la cantilación- de las tres oraciones de la Misa y el prefacio. Incluso la misma consagración se puede cantilar y le confiere gran relieve y unción. Esta es la parte que le corresponde cantar a los sacerdotes y diáconos.
Los obispos, sacerdotes y diáconos no pueden abdicar de cantar en la celebración, dejando el canto sólo para el coro. Orar cantando las oraciones, el Prefacio, la doxología, permite unirse a todos espiritualmente y dar solemnidad auténtica a la liturgia.
Salmo responsorial
¿Tan difícil es lograr que se cante, teniendo coros y corales? Hay que vence en primer lugar la rutina o costumbre que ve el salmo responsorial como una lectura y no un canto, afanándose en cantar otros elementos más secundarios (como el ofertorio, o después de la comunión… o el canto “de salida”) y dedicando mucho tiempo de ensayo a esto en vez de al salmo…
¿Difícil hallar un solista para ser salmista, cantando las estrofas? ¡Para otros muchísimos cantos hay solistas y sin problema alguno! Habrá, así pues, que vencer estas resistencias y ensayar cada semana el salmo responsorial como elemento integrante de la liturgia del día que siempre se canta.
Una buena formación litúrgica del coro y del equipo de liturgia -¡y del propio sacerdote, claro!- logrará superar la inercia, mejorar e integrar estos elementos.
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