Liturgia y vida espiritual (Notas de espiritualidad litúrgica - XXIII)
La reforma de la liturgia, con sus luces y aciertos y también con sus deficiencias, pretendía que la liturgia volviera a estar en el centro de la vida espiritual de los fieles; el celo de la Iglesia era promover y acrecentar la vida litúrgica de los fieles ya que es fuente de espiritualidad y de vida cristiana.
Se trata de integrar la liturgia en la vida espiritual de cada fiel cristiano. Son abundantísimas las riquezas y tesoros espirituales de la liturgia: merecen ser vividos, conocidos, meditados, asimilados. Sin embargo, hay mucho que hacer, formar, enseñar, catequizar aún en este terreno. Son muchísimos los fieles –incluso religiosos y ministros ordenados- que desconocen muchas cosas fundamentales de la vida litúrgica y que no la tienen como centro de su vida espiritual.
La renovación espiritual de la Iglesia entera, y por tanto, de cada fiel, pasará por la vida litúrgica y así habrá un progreso en la vida de santidad tanto personal como comunitaria.
Éste es el camino: intensificar la vida litúrgica, comprendiéndola y conociéndola mejor, y vivir espiritualmente de lo que la liturgia nos ofrece. Hace falta mucha teología, mucha catequesis de adultos formativa, mucha iniciación espiritual y una liturgia bien celebrada.
Sí que tienen que ver, y mucho, la liturgia y la vida espiritual. La vida cristiana es sacramental, es decir, nace y se sostiene por los sacramentos: no nace ni es un voluntariado social, ni un sentimiento de admiración a un Jesús de Nazaret como hombre bueno, etc. Ser cristiano se origina por los sacramentos, por el don de Dios en nosotros que nos toma, nos asimila y transforma.
La vida cristiana es vida sacramental, viene de Dios por los sacramentos. Todo está contenido en los sacramento s dela Iniciación cristiana, este es el fundamento, el dinamismo de nuestra vida cristiana (y de ahí nacerá la espiritualidad litúrgica).
Porque, ¿qué hallamos en el Nuevo Testamento? Hallamos una existencia pascual:
-Rm 6,1-14, el bautismo cristiano y la vida nueva que inaugura en el bautizado. Morir con Cristo para resucitar con Él comenzando ya una vida nueva que proviene de la Pascua y cuya plenitud será escatológica, en el cielo, en la vida eterna. “El bautismo, pues, no es una celebración puntual, sino una realidad presente y operante a lo largo de toda la existencia del cristiano” (Soler Canals, J.M., La liturgia, fuente de vida espiritual, CPh 106, Barcelona 2000, 8).
-Col 2,12. Con teología semejante al texto anterior pero insistiendo más en la “resurrección” ya realizada en el bautismo: “Con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios”. De ahí se deduce la necesidad de una coherencia de vida, la vida moral, que es la vida de los que están unidos a Cristo glorioso.
-1Co 6,11 y 1Co 12,13: la consecuencia del bautismo es una vida en el Espíritu Santo, con sus dones, gracias y carismas, que orientan un determinado comportamiento moral.
Junto al bautismo, la Eucaristía. El pan de vida por el que Cristo habita en nosotros y nosotros en Él (cf. Jn 6), la Cena del Señor (1Co 11, 27-34) donde comemos su Cuerpo y bebemos su Sangre tras examinarnos si podemos hacerlo y no actuar a la ligera, sin discernimiento.
Y además, la oración cotidiana al ritmo de la jornada, las distintas Horas litúrgicas, que hoy llamamos Oficio divino o Liturgia de las Horas. En Hch 2, 42-47 se afirma cómo participaban “en las oraciones”… además de los ejemplos apostólicos al rezar en determinadas horas del día.
Así pues, para el NT, el Misterio pascual de Cristo se actualiza en la liturgia y es el fundamento de nuestra vida cristiana. Es decir: “Para el Nuevo Testamento la vida espiritual consiste en vivir la relación con Dios que se estableció en el Bautismo-Confirmación (incorporación a Cristo, a la Iglesia, a la vida divina) y en alimentarla con la celebración de la Eucaristía y la oración personal (es por medio de estos elementos que Dios va transformando al cristiano)” (Soler, 9-10).
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