La vida cristiana es experiencia sacramental (Notas de espiritualidad litúrgica - XXXI)
La liturgia, como sabemos, es la vida en Cristo, es la incorporación y asimilación en Jesucristo, hasta ser imagen de Cristo, uno con Él, y que Él viva en nosotros. Al mismo tiempo se nos introduce en la mistagogia de una conciencia agradecida del don de Dios que actúa ahora por la liturgia. Lo que hay que ver y conocer bien es cómo realiza esto la liturgia, cómo funciona, cómo actúa.
La vida cristiana ni es subjetividad ni es sentimiento ni es voluntarismo social; es una existencia nueva, una regeneración, y se hace posible y real por los sacramentos, que son obras de Cristo. La vida cristiana se inicia como vida por los sacramentos, y son los sacramentos los que marcan y acompañan nuestra vida hasta el final de nuestro camino terreno.
Comprender este punto es comprender la realidad del cristianismo, obra de Dios y de su gracia.
“La liturgia es instrumento de nuestra asimilación a Cristo y de nuestra divinización por obra de las tres divinas Personas que han querido hacernos “consortes de la divina naturaleza” (cf. 2P 1,4)” (López Martín, J., En el espíritu y la verdad, vol. I, Salamanca 1987, 394).
En este proceso, la liturgia es mistagogia, es decir, introducción ante el Misterio de Dios que se da, que se revela en la liturgia, y lo hace por medio de signos y palabras que nos conducen a Dios y por los que Dios se comunica al mismo tiempo. La liturgia es mistagogia (y necesita el complemento de una constante catequesis mistagógica) y a la vez informa, educa, ilustra la fe. Es una verdadera escuela de vida cristiana educando por sí misma (sin necesidad de añadidos, multiplicación de moniciones, discursos o salvaje creatividad). La liturgia por sí misma, celebrada con espíritu de fe, reverencia y unción, es escuela de fe. Ya afirmaba la constitución Sacrosanctum concilium:
“Es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano” (SC 14).
“Aunque la sagrada Liturgia sea principalmente culto de la divina Majestad, contiene también una gran instrucción para el pueblo fiel. En efecto, en la liturgia, Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio. Y el pueblo responde con el canto y la oración.
…También cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los participantes se alimenta y sus almas se elevan a Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia” (SC 33).
Para conocer estas dimensiones hay que acudir siempre a los textos litúrgicos, tanto bíblicos como eucológicos, interpretados en el marco de la celebración.
Los sacramentos dan forma real a la vida cristiana, la crean y la constituyen:
“La vida cristiana, como toda vida, tiene unos comienzos, un desarrollo, una plenitud y, finalmente, una consumación. Si contemplamos la vida cristiana como la asimilación y conformación a Cristo, el Hijo de Dios, descubrimos en ella un proceso que tiene como momentos más trascendentales los que señalan el comienzo de esta vida, es decir, los momentos de la Iniciación cristiana, y el momento de la consumación o del tránsito de restauración y de desarrollo de la vida cristiana, que tiene también su expresión sacramental y mistagógica” (López Martín, 395).
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