Características de la espiritualidad litúrgica (y 2) (Notas de espiritualidad litúrgica - XXX)
5.- La espiritualidad litúrgica es una espiritualidad mistagógica. La liturgia no es una idea, un concepto, una clase, una conferencia, un discurso, una catequesis entretenida, un happening…
La liturgia es una realidad teologal; por “ritos y oraciones” (SC 48), Dios mismo actúa; en ese tejido de ritos, plegarias y signos, estamos ante el Misterio mismo de Dios, el Misterio de Cristo, que transforma la vida. Así la liturgia se convierte en mistagogia, en introducción viva y vital al Misterio de Dios. Es más, al ser mistagógica, la liturgia es realmente mística: “De aquí nace la espiritualidad mística en el sentido más genuino de la palabra: en cuanto actualización del Misterio en la vida del cristiano” (López Martín, J., En el espíritu y la verdad, vol. I, Salamanca 1987, 392).
Todo esto es lo que afirma y enseña la Constitución Sacrosanctum Concilium: “La liturgia… contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia” (SC 2).
6.- La espiritualidad litúrgica es espiritualidad pascual. El Misterio pascual del Señor está en la base de todo.
El Misterio pascual de Jesucristo es la obra de nuestra redención, el punto cumbre al que tendía toda la historia de la salvación. Incluye su bienaventurada y gloriosa pasión, muerte y resurrección; no hay Pascua ni redención sin cruz, ni hay Pascua sin sacrificio de Cristo, aunque hoy tanto la cruz como el sacrificio parecen conceptos alejados de la espiritualidad y del lenguaje cristiano que exalta una alegría sentimental e ingenua, un optimismo ilusorio y desea una liturgia que parezca más un festival alegre de exaltación de estados afectivos y sentimentales, y todo arropado por un concepto falseado de la Pascua y de la verdadera alegría cristiana.
Que sea pascual esta espiritualidad, supone unirse a Cristo en su Misterio pascual, muriendo con Él a nuestros pecados y resucitando con Él a una vida en gracia y santidad; es morir y vivir con Él mística y sacramentalmente hasta que se cumple plena y definitivamente el Misterio pascual en cada uno con su propia muerte y entrada en la vida eterna, completando así nuestra peregrinación terrena. Así el Misterio pascual, se hace realidad en el plano sacramental y que es eficaz en el orden salvífico. Sí, presencia del Misterio pascual.
“Los misterios que celebramos en la liturgia no son hechos que han quedado relegados en la historia, sino que son realidades de salvación objetivamente existentes y presentes en virtud del sacramento” (López Martín, J., En el espíritu y la verdad, vol. I, Salamanca 1987, 393).
La espiritualidad litúrgica va al ritmo de la liturgia, de su mistagogia. Resulta de ello una vivencia común para todos los católicos, un mismo lenguaje y ritmo para todos los católicos de modo que nos entendemos todos, un camino común, un lenguaje común, un ritmo común, sin arcanos ni secretismos, ni un particularismo espiritual del propio sistema o camino que pueda aislar y sentirse diferentes y mejores.
Este es el dinamismo de la espiritualidad litúrgica: para todos, ofreciendo un lenguaje común y un camino que todos podemos reconocer, sentirnos identificados y reconocernos unos a otros en la misma vida eclesial: la vida litúrgica, la espiritualidad litúrgica, es algo común, crea y nace a su vez de la comunión eclesial:
“Por último, el dinamismo que adopta la espiritualidad litúrgica al ritmo de la mistagogia de la liturgia permite sintonizar a cada creyente y a cada comunidad participantes en las celebraciones de la Iglesia, con toda ella, es decir, con todas las asambleas locales de los fieles legítimamente reunidas y presididas por sus pastores (cf. LG 26; SC 41-42). Más aún, les permite también estar en comunión de fe y de adoración con toda la Iglesia celeste, con los santos y con todos los que nos precedieron con el signo de la fe” (López Martín, 394).
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