Espiritualidad indispensable: ¡la liturgia! (Notas de espiritualidad litúrgica - XXVI)
Hay que reconocer que la liturgia como tal, con toda su riqueza, sus textos meditados, etc., no ha estado presente en muchas escuelas de espiritualidad o espiritualidades, y sin embargo éstas a lo largo de la historia también han dado un fruto grande de santidad y de vida cristiana. Pero les faltaba la liturgia como fuente espiritual buscando caminos más subjetivos de oración, métodos y grados de intimidad, de meditación y contemplación. Lo litúrgico se reducía a lo ceremonial, a oír misa, confesar y el Oficio divino como carga, munus, officium que cumplir, pero sin entenderlo del todo.
Es, al mismo tiempo innegable, que la liturgia es el fundamento de toda espiritualidad cristiana porque ésta se basa -¡no puede ser de otro modo!- en la vida sacramental, en los sacramentos recibidos cuya gracia nos va regenerando. La vida sacramental impregna la vida entera de la Iglesia.
Entendido ampliamente, “sin el sacramento (Cristo, Iglesia, cristiano) no puede haber cristianismo. De hecho ninguna escuela de espiritualidad ha sido considerada como la espiritualidad de la Iglesia, sino como una escuela en la Iglesia” (López Martín, J., En el espíritu y la verdad, Vol. I, Salamanca 1987, 385).
La liturgia es la fuente primaria e indispensable del espíritu cristiano ¡Esto es fundamental!, es el secreto de una vida eclesial en santidad. Con la liturgia y a partir de la liturgia: “es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano” (SC 14).
La liturgia es necesaria para sentir y vivir la fe
Algunos han entendido el carácter indispensable de la liturgia sólo como una clave exterior que posibilita expresa la fe en común; sería algo sentimental y estético nada más.
Otros consideran que la liturgia puede ser útil, pero no indispensable porque piensan que la espiritualidad sólo es y puede ser vivencia interior, no tanto exterior y visible como lo es la liturgia. “Por eso encuentran en la escuelas de espiritualidad esa vivencia que la liturgia no parece ofrecerles. Este modo de pensar supone también una visión parcial e incompleta de lo que es la liturgia, y que una recta comprensión de la misma no olvida que en ella lo sensible y visible está al servicio de lo invisible e interno” (SC 2)” (López Martín, 386). Es cierto que el culto litúrgico debe ser interiorizado -¡eso es espiritualidad litúrgica!- y que lo exterior debe corresponder a lo interior, a una actitud auténtica… Pero sabiendo que las actitudes internas se van configurando con la ayuda de los gestos, ritos y acciones externas:
“Los mismos signos visibles que usa la sagrada Liturgia han escogidos por Cristo o por la Iglesia para significar realidades divinas invisibles” (SC 33).
“[Los sacramentos] en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico… Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad” (SC 59).
No vale tampoco sustituir la liturgia por las devociones populares, la piedad extra-litúrgica. Hay que conocer y valorar bien, en su justa medida, estas devociones: “no son sino formas populares de la liturgia misma, sustituciones en el mejor de los casos, nunca abolición de la liturgia. Han nacido cuando la liturgia no era capaz de nutrir la vida espiritual de los pueblos” (López Martín, 386). Pero es necesario recuperar la primacía de la liturgia, en el plan pastoral, en el teológico y en el espiritual.
Cuando se comprende la naturaleza de la liturgia y se reconoce a Cristo actuando en ella, se reconoce que la liturgia no puede sustituirse por nada. Por la liturgia glorificamos a Dios y somos santificados.
Con todo lo dicho anteriormente, se comprende que la liturgia es indispensable, necesaria para todos, siempre y en cualquier lugar. Porque “son las notas teológicas de la liturgia las que dan el carácter de universalidad… Las distintas escuelas espirituales, como caminos para vivir el evangelio, obedecen a situaciones particulares, psicológicas, ambientales, etc. El Espíritu del Señor da unidad y configura todos los caminos y todas las visiones en Cristo, Cabeza de la Iglesia y principio recapitulador de toda actividad humana” (López Martín, 386).
La liturgia, así pues, es indispensable para todos. Educar en ella es entrar en una espiritualidad muy eclesial, sacramental y mística.
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