La vida litúrgica como espiritualidad (Notas de espiritualidad litúrgica - XXVII)
¿Cómo se forja esta espiritualidad litúrgica? ¿Y cuáles son sus elementos constitutivos?
La espiritualidad litúrgica es un estilo de vida cristiana que configura con Cristo, que une con Cristo, a raíz del dato sacramental: el bautismo y la confirmación que nos inserta en Cristo, haciéndonos imagen suya, agraciados por la inhabitación del Espíritu Santo en nuestras almas. Es decir, su base o principio sacramental es el bautismo y la confirmación:
“Por el bautismo, los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con Él, son sepultados con Él y resucitan con Él; reciben el espíritu de adopción de hijos “por el que clamamos: Abba, Padre” y se convierten así en los verdaderos adoradores que busca el Padre” (SC 6).
“Por el bautismo, en efecto, nos configuramos en Cristo… ya que en este sagrado rito se representa y realiza el consocio con la muerte y resurrección de Cristo” (LG 7).
“Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo, quedan destinados por el carácter al culto de la religión cristiana, y, regenerados como hijos de Dios, están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios mediante su Iglesia. Por el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras” (LG 11).
El bautismo y la confirmación desembocan en el sacramento eucarístico (que sella la Iniciación cristiana): vivir la Eucaristía y vivir de la Eucaristía, y así se entiende de un modo espiritual, y no secularizado, la participación plena, consciente, activa, fructuosa, comunitaria, exterior e interior. Y junto a la Eucaristía, celebrada y también adorada en el Sagrario y en la exposición del Santísimo, la vivencia honda de los demás sacramentos, del año litúrgico siempre tan rico en vida, textos, encuentro con Cristo… y la Liturgia de las Horas para todos, especialmente las dos horas principales de Laudes y Vísperas. Ésta es nuestra vida litúrgica, la fuente espiritual que nos alimenta.
El punto de partida es lo objetivo de la vida sacramental; todo se cimienta en la norma objetiva de la liturgia: las celebraciones litúrgicas, los sacramentos y la oración de la Iglesia. Esto no significa prescindir de lo personal, de lo subjetivo e individual de cada uno en la espiritualidad. No. Lo personal, lo subjetivo, también ha de integrarse en la liturgia, y lo hará apropiándose de lo que se celebra en la liturgia, para traducirlo después a la existencia cotidiana.
Así se fundamenta y se desarrolla la espiritualidad litúrgica, en lo objetivo de la liturgia y en lo subjetivo de su apropiación transformándonos.
“El cristiano toma como maestra de espiritualidad a la liturgia, más aún a la Iglesia, que en las acciones litúrgicas nos guía hacia Cristo y hacia su misterio de salvación. Jesucristo es, en definitiva, la norma última de la vida espiritual, Jesucristo es la totalidad de su misterio como Hijo de Dios con su existencia histórica y con su condición gloriosa. La espiritualidad litúrgica evoca constantemente, de la mano de la Iglesia, los distintos momentos o pasos de la vida histórica de Jesús, único medio de penetración en el misterio de Cristo glorioso que ha hecho de su Iglesia el sacramento que comunica la salvación” (López Martín, J., En el espíritu y la verdad, vol. I, Salamanca 1987, 387).
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