La espiritualidad litúrgica en la vida cristiana (Notas de espiritualidad litúrgica - XXV)
Cuando se conoce la naturaleza de la liturgia, se descubre y se experimenta que existe como consecuencia una espiritualidad litúrgica, es decir, se vive la liturgia como fuente de vida espiritual.
Muchas veces se ha ignorado esta espiritualidad litúrgica, se ha desconocido su eficacia y su riqueza, porque se entendía mal qué es la liturgia y aún queda mucho de esa mentalidad como una rémora. Se consideraba la liturgia como una forma exterior del culto a Dios o un conjunto de ceremonias regladas por la jerarquía y así no hay forma de que aparezca como vida espiritual. Aún hoy muchos siguen pensando así y actuando así.
El movimiento litúrgico a lo largo del siglo XX y el Magisterio de la Iglesia han ido profundizando en la liturgia como «fuente indispensable del verdadero espíritu cristiano» (S. Pío X) o como «ejercicio del Sacerdocio del Cristo total, Cabeza y miembros» (Pío XII, Mediator Dei, n. 29).
Poco a poco –y aún queda mucho camino por recorrer- se ha redescubierto la liturgia como fuente y culmen de la vida cristiana (SC 40), es decir, es el medio más eficaz –con la garantía del Espíritu Santo- para transmitir y entregar a los hombres la vida de Cristo nuestro Señor. «La liturgia realiza el encuentro salvador del hombre con Dios según el modo que le es propio, es un régimen de signos, modo que ha sido querido por Cristo y que está en íntima dependencia de la revelación» (López Martín, J, En el espíritu y la verdad, Vol. I, Salamanca 1987, 384).
Bien sabemos que en la Iglesia existen diversas escuelas de espiritualidad, legítimas cuando son reconocidas por la Iglesia, fundamentadas en la revelación y en la Tradición de la Iglesia. Es legítimo decantarse por alguna de ellas como un enriquecimiento para vivir cristianamente, escuela carmelitana o ignaciana, etc. Pero, por encima de todo, y como base a un mismo tiempo, la Iglesia misma como tal tiene una espiritualidad propia recibida de Cristo y de la Iglesia apostólica: esa espiritualidad es la vida litúrgica.
Pero esta espiritualidad no es optativa, un camino entre otros, una escuela frente a otras. Hay que captar bien su naturaleza y, en cierto sentido, su obligatoriedad. Veamos el porqué, también con razones históricas.
«Desde el punto de vista histórico las escuelas de espiritualidad han nacido cuando la liturgia no conseguía ofrecer elementos de vida espiritual a los fieles y había dejado de ser la forma viva de la Tradición y de la didascalia de la Iglesia.
Las corrientes teológicas, por una parte, dieron contenido a las distintas escuelas de espiritualidad y, por otra, hicieron de la liturgia una pura especulación más de tipo filosófico que teológico» (López Martín, 384-385).
La piedad litúrgica es la espiritualidad de la Iglesia. La Iglesia es el misterio de Cristo entre nosotros, su Esposa, su Cuerpo, y los miembros de la Iglesia lo reciben todo de ella para vivir en Cristo. De ahí que el cristiano, por el hecho ya de serlo, tiene una espiritualidad eclesial, porque «en ese cuerpo, la vida de Cristo se comunica a los creyentes, quienes están unidos a Cristo paciente y glorioso por los sacramentos, de un modo arcano, pero real» (LG 7).
Por la liturgia entramos en contacto con la salvación: «por cuyo medio se ejerce la obra de nuestra redención» (SC 2), ya que Cristo envió a los apóstoles «también a realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica» (SC 6).
La liturgia ofrece realmente un medio y una fuente constante de crecimiento y desarrollo de la vida cristiana. La liturgia es la obra sacerdotal de Cristo hoy y ahora para nosotros, estando Él presente en la acción litúrgica. «Con razón, pues, se considera la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo En ella los signos sensibles significan y cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre» (SC 7).
De la liturgia brota la vitalidad de la Iglesia. La Iglesia bebe en la liturgia del Espíritu Santo y así se llena de vigor, fuerza, aliento y energía para todas sus actividades:
«La liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10).
«El carácter sagrado y orgánicamente estructurado de la comunidad sacerdotal se actualiza por los sacramentos y por las virtudes… Todos los fieles cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre» (LG 11).
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