Espiritualidad integradora (Notas de espiritualidad litúrgica - XXI)

La vida espiritual del cristiano está basada en la acción de Dios y de su gracia; es vida en la comunión con el Padre por medio de Jesucristo, Sumo y eterno Sacerdote, bajo la acción e influencia del Espíritu Santo, mediante la santa liturgia.

Por eso no hay vida cristiana sin liturgia. No hay cristianismo que no sea litúrgico.

Porque sin la liturgia, todo sería un horizontalismo absoluto, y la vida un pelagianismo de la buena voluntad, del esfuerzo, de la ética y del compromiso, sin pecado y sin necesidad de Redentor. La vida cristiana no es sentimiento privado de quien va por libre: es liturgia, el obrar real de Dios. Sin liturgia, no hay vida cristiana en el mundo, ni vida interior del alma, ni transformación en Cristo viviendo en santidad, ni redención de las almas, ni la salvación avanzando…

Con esta perspectiva clara, la liturgia se comprende mejor y se llegar a valorar y estimar la espiritualidad litúrgica. ¿Qué es? Es la “espiritualidad cristiana general, sin otros calificativos”[1].

Destaquemos esta primera afirmación: la espiritualidad litúrgica es la espiritualidad de la Iglesia, la espiritualidad cristiana general, para todos los hijos de la Iglesia. Es la base de todo, el elemento unificador para todos, su elemento aglutinante para todos los bautizados. Vivir la liturgia y vivir de la liturgia:

“Esta espiritualidad básica y común a todos los bautizados no sólo no excluye la existencia de modelos de espiritualidad basados en el estado de vida (espiritualidad sacerdotal, laical o religiosa), o en diversas escuelas (espiritualidad franciscana, carmelita, etc.), o en la historia (espiritualidad primitiva, patrística, medieval, etc.), sino que las fundamenta a todas. La espiritualidad, por otra parte, tiene en la liturgia algo más que un modelo” (López Martín, 381).

Las distintas espiritualidades son modulaciones, enriquecimientos, complementos, que brotan de esta espiritualidad litúrgica, pero que sin la liturgia y su vida interior difícilmente podrían sustentarse. Es erróneo poner o situar por encima de la espiritualidad eclesial-litúrgica lo particular, aquello que haya marcado el fundador o iniciador de un Movimiento, comunidad o asociación, aquello que marque una espiritualidad concreta por encima de la espiritualidad eclesial y de la misma liturgia.

La espiritualidad litúrgica se enriquece con los demás elementos de otras espiritualidades, de otros caminos espirituales, pero la liturgia, “fuente y culmen”, ha de estar en la base de todo y su espiritualidad es lo que a todos nos anima y nos enriquece, viviendo las mismas realidades sobrenaturales.



[1] LOPEZ MARTÍN, J., En el espíritu y la verdad, Vol. I, Salamanca 1987, 381.

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