La iglesia de la cátedra única (Tu Catedral - V)
La iglesia de la cátedra única es la catedral. Es la iglesia donde el obispo ejerce para todos la plenitud de su sacerdocio sacramental.
Es la cátedra única, la Iglesia principal por ser la iglesia de esa cátedra episcopal. ¡Dignidad y honor! Esa cátedra es todo un signo eclesial, de comunión, santificación y magisterio
La iglesia catedral debe su nombre a que en ella, en lugar preeminente, central, normalmente en el ábside, reside la cátedra del obispo, su sede. Baste recordar la cátedra de san Juan de Letrán, hermosísima, o la basílica de san Vital de Rávena con su cátedra y el banco corrido para los presbíteros y otros tantos ejemplos de basílicas y cátedras.
Única, hermosa, algo elevada es la cátedra que sólo el obispo titular puede ocupar, mientras que los demás, canónigos u otros sacerdotes, deberán ocupar otra sede si presiden la Misa catedralicia: la sede es única y es del obispo, cabeza de esa iglesia local.
Esa importancia queda destacada y da razón de ser en las rúbricas del Ceremonial de Obispos:
“La cátedra… deberá ser única y fija, colocada de modo que se vea con claridad que el obispo preside toda la comunidad de los fieles. El número de los escalones de la cátedra se adecuará a la estructura de cada iglesia de manera que el obispo sea bien visible a los fieles… Excepto en los casos previstos por el derecho, en la cátedra se sienta el obispo diocesano u otro obispo a quien él autoriza. Para el resto de los obispos o prelados que puedan estar presentes se prepararán asientos en un lugar adecuado, pero que no sean de forma semejante a la cátedra. La sede para el presbítero celebrante se preparará en un lugar diferente” (Ceremoniale, n. 47).
La cátedra episcopal es profundamente simbólica: encierra el sentido del ministerio episcopal en una diócesis, lo significa, lo recuerda a los fieles católicos.
Hemos de considerar muy mucho el sentido de esa cátedra, de la sede episcopal:
“En la catedral se encuentra la cátedra del obispo, signo de magisterio y de potestad eclesial, así como símbolo de la unidad de los que comparten la fe que el obispo, como pastor de la grey de los creyentes, custodia, proclama y comparte con la Iglesia universal” (Juan Pablo II, Mensaje por la reapertura de la catedral de Urbino-Urbania-Sant’Angelo in vado, 27-mayo-2002).
Y con Benedicto XVI ahondamos aún más en el sentido eclesial de esa cátedra:
“La “cátedra”, literalmente, es la sede fija del obispo, puesta en la iglesia madre de una diócesis, que por eso se llama “catedral”, y es el símbolo de la autoridad del obispo, y en particular de su “magisterio”, es decir, de la enseñanza evangélica que, en cuanto sucesor de los Apóstoles, está llamado a conservar y transmitir a la comunidad cristiana. Cuando el obispo toma posesión de la Iglesia particular, que le ha sido encomendada, llevando la mitra y el báculo pastoral, se sienta en la cátedra. Desde esa sede guiará como maestro y pastor, el camino de los fieles en la fe, en la esperanza y en la caridad” (Benedicto XVI, Aud. Gen., 22-febrero-2006).
Y por el sentido mismo de la cátedra, la homilía debe hacerla el obispo allí, sentado (Ceremoniale, 142) y evitar predicar en otro lugar menos simbólico, como algunos hace por costumbre, siempre delante del altar. ¡La cátedra debe realizar su cometido!
Y con la cátedra, la mirada de fe que reconoce quién es el obispo y cuál el ministerio episcopal en bien de la Iglesia, alejándonos de la democratización, que pretende construir la Iglesia con voz y votos de todos, democracia secularizadora y multitud de consejos deliberativos a los que el obispo debe someterse, según dicen, porque según parece, eso el espíritu del Vaticano II, un espíritu fantasma y donde nadie ha leído su letra.
¿Pero eso es el ministerio episcopal significado en la cátedra? Vayamos a los documentos del Concilio Vaticano II: “El Obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende, en cierto modo, la vida en Cristo de sus fieles” (SC 41); “sucesores de los Apóstoles… pastores de la Iglesia” (LG 18); “son pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros de gobierno” (LG 20); “en la persona, pues, de los Obispos, a quienes asisten los presbíteros, el Señor Jesucristo, Pontífice supremo, está presente en medio de los fieles” (LG 21); “elegidos para apacentar la grey del Señor, son los ministros de Cristo y los dispensadores de los misterios de Dios” (LG 21); “la consagración episcopal, junto con el oficio de santificar, confiere también los oficios de enseñar y de regir… los Obispos, de modo visible y eminente, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Pontífice, y actúan en lugar suyo” (LG 21).
¿Todo eso dice el Vaticano II del ministerio episcopal? ¿Todo es un Obispo, el Obispo, mi Obispo diocesano? ¡Eso y más! “Los Obispos han sido constituidos por el Espíritu Santo, que se les ha dado, verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores” (CD 2); “la diócesis es una porción del Pueblo de Dios que se confía a un Obispo para que la apaciente con la cooperación del presbiterio, de forma que unida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular, en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica” (CD 11).
El Obispo recibe, por el sacramento del Orden, la autoridad episcopal y ojalá posea también la autoridad moral, que evita todo autoritarismo, pero su palabra cobra un peso especial, de autenticidad, de santidad pastoral de vida. Y ojalá sea pastor santo, como lo describe S. Gregorio Magno en su Regla pastoral o san Isidoro en los Oficios eclesiásticos.
Todo esto significa y expresa la cátedra de un obispo en su iglesia catedral. La cátedra de la santa iglesia catedral nos lo debe recordar a todos siempre.
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