Venerar el Evangeliario (Palabra y Evangelio - I)
En breve, tras el tiempo litúrgico de Navidad-Epifanía, se volverá a celebrar el nuevo “Domingo de la Palabra”. Las iniciativas de tipo “litúrgico” se multiplicarán, no siempre acertadas y sí en exceso originales. Durante varios artículos ahondemos en cómo la liturgia, en su historia, en su espiritualidad y en sus rúbricas, ha celebrado venerando la Palabra. ¡Ahondar! |
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Siempre en la liturgia, la Palabra de Dios ha sido honrada, escuchada con amor, celebrada ritualmente. De manera muy particular, el santo Evangelio, cuando es Cristo mismo quien nos habla: “en la liturgia, Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio” (SC 33). Hay una progresión, del Antiguo Testamento al Nuevo y su cumbre en la proclamación del Evangelio. Ya decía san Agustín: “El Antiguo Testamento está patente en el Nuevo, y el Nuevo late en el Antiguo” (Quaest. In Hept., 2,73), y así se llega a la lectura evangélica en la Misa: “Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los Evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, puesto que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador” (Dei Verbum, 18).
Lo expresa bien la IGMR:
“La lectura del Evangelio constituye la cumbre de la liturgia de la Palabra. La Liturgia misma enseña que debe tributársele suma veneración, cuando la distingue entre las otras lecturas con especial honor, sea por parte del ministro delegado para anunciarlo y por la bendición o la oración con que se prepara; sea por parte de los fieles, que con sus aclamaciones reconocen y profesan la presencia de Cristo que les habla, y escuchan de pie la lectura misma; sea por los mismos signos de veneración que se tributan al Evangeliario” (IGMR 60).
Por ello merece que, sin inventar nada ni añadir nada ni fabricar nuevos ritos (como algunos hacen o pretenden hacer), potenciemos lo que ya está en la misma liturgia. Recordemos algunos elementos y también echemos una mirada tanto a la historia en nuestro rito romano como a lo que hacen otros ritos orientales.
- Normas e indicaciones de los libros litúrgicos
Para la liturgia se emplea siempre un leccionario, en el que se contienen las lecturas y salmo responsorial, y en ocasiones más solemnes, el Evangeliario, un libro con los evangelios para la liturgia, de mayor formato y belleza, en su diseño, en las pastas y en su impresión. Así nos viene de la Tradición de la Iglesia, con Evangeliarios cuidadosamente elaborados: “se tiñe el pergamino de color de púrpura, se funde el oro para trazar las letras, los códices se adornan con joyas”[1]. Este Evangeliario es un símbolo de las realidades celestes: “Téngase especial cuidado de que los libros litúrgicos, principalmente el Evangeliario y el Leccionario, destinados a la proclamación de la Palabra de Dios y que por esto gozan de especial veneración, sean en la acción litúrgica realmente signos y símbolo de las realidades sobrenaturales y, por lo tanto, sean verdaderamente dignos, bellos y decorosos” (IGMR 349).
Además este Evangeliario, y sólo él, se lleva en procesión –nunca el Leccionario (IGMR 120d)-, se deposita sobre el altar, y es este Evangeliario y sólo él, el libro con el cual el Obispo (sólo el Obispo, no un presbítero) puede bendecir al pueblo en ocasiones más solemnes (IGMR 175).
Terminado lo cual, el Evangeliario no se entroniza en parte alguna durante la Misa romana: es ajeno a nuestra tradición. Sólo se entroniza el Evangeliario en las sesiones de un Concilio o Sínodo provincial. Esto nos viene de la Tradición eclesial; sirva el testimonio de S. Cirilo de Alejandría tratando del Concilio de Éfeso al emperador Teodosio: “El Sínodo, congregado en la Iglesia de Santa María, constituyó a Cristo por su Cabeza, pues el venerable libro de los Evangelios fue colocado en la Santa Sede, como para inculcar a los santos prelados que juzgaran rectamente y dirimieran el litigio entre el Evangelio y Nestorio” (Apol. ad Theod. imp.)
Desde luego no se emplea nunca directamente una Biblia en la liturgia ni fotocopias ni subsidios varios. Sólo el leccionario y en solemnidades se utiliza el Evangeliario. Éste se deposita sobre el altar desde el inicio de la Misa hasta su proclamación en el ambón, pero luego se lleva o a la credencia u otro lugar conveniente y digno (IGMR 175). No se lo coloca en un atril, ni en el Sagrario, ni se le entroniza de ninguna otra manera. En el altar no se le coloca de pie, en vertical, sobre un atril, sino horizontalmente: ninguna rúbrica da pie para semejante innovación.
Pero el Evangeliario no es equiparable al Santísimo Sacramento; al Evangeliario se lo venera, al Santísimo Sacramento se lo adora. Hay presencia real cuando se proclama la Palabra, no en la materialidad del libro, y hay presencia real y sustancial, por antonomasia, en las especies consagradas, en el Santísimo Sacramento eucarístico (cf. SC 7; Mysterium fidei, n. 5). En la liturgia ambos no se equiparan; por eso, un simple detalle: el paño de hombros o humeral se emplea para dar la bendición con el Santísimo, pero en el rito romano nunca para llevar el Evangeliario en procesión.
Sí es muy necesario realizar bien, incluso realizar con mayor frecuencia, los ritos de honor que merece el Evangeliario, la procesión de entrada, la procesión luego al ambón, el canto de los saludos y aclamación al Evangelio, etc., es decir, realzar lo que ya está en los libros litúrgicos, vivirlo significativamente, con expresión y unción en los ritos, en vez de inventar cosas nuevas tal vez porque no se conozca ni valore lo que ya se tiene en la misma liturgia.
P.D. Estando de sobra este artículo ya escrito y preparado, me encuentro con alegría la Nota de la Congregación para el Culto divino recordando que no se pueden utilizar fotocopias ni folletos para la liturgia de la Palabra, sacándolos a veces arrugados del bolsillo del chaqué en bodas, o fotocopias para que lean los niños (!) en las “Misas de (con) niños” (!!) o improvisaciones semejantes en otros tipos de Misas. ¡Dignidad de la Palabra!
[1] S. JERÓNIMO, Ep. 22,32.
4 comentarios
Padre Javier, aprovecho para desearle todo lo mejor en el próximo año 2.021
Muy interesante. Muchas gracias.
(¿Cómo va ese proyecto de publicación?9
Feliz Navidad. Que el año 2021 esté lleno de bendiciones.
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JAVIER:
Biblia litúrgica tampoco, porque el leccionario tiene organizadas las perícopas o textos que hay que leer según los días, fiestas o domingos.
Lo de las publicaciones, espero, pero no hay resultado. Del CPL ni siquiera han contestado.
¿Donde se puede encontrar que el humeral no se usa en la procesion de entrada para llevar el Evangeliario, o llegamos a esa conclusión porque nada se dice al respecto en los rituales?
Gracias por todo lo que aprendemos con Ud. y que tanto nos ayuda para vivir mas intensamente la Eucaristía
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JAVIER:
Efectivamente, ¡y no es poco!, que cuando se describe la procesión de entrada de la Misa o la procesión del Evangeliario al ambón durante el canto del Aleluya, nada se dice de llevarlo con el humeral, ni en la IGMR ni en el Ceremonial de Obispos al tratar de la Misa estacional, mientras que sí se prescriben otras muchas cosas. Tampoco se habla del paño de hombros cuando se entroniza el Evangeliario en un Concilio o Sínodo.
En algunos Ordines Romani y en Pontificales antiguos (medievales, Durando y Trento) sí hallamos "velos" o paños de hombros para otros menesteres tales como llevar el vaso de crisma y las ánforas en la Missa chrismatis o para llevar las reliquias de los santos, de modo solemne, en el rito de dedicación de una iglesia; pero nada de eso está hoy vigente ni prescrito en los actuales libros litúrgicos.
Fíjese en el papa Pablo VI entronizando el Evangeliario en una sesión conciliar:
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