Invitación a la Semana Santa y Pascua
¡Semana mayor!, la gracia de la santificación a raudales y su culmen, la santa Pascua.
No se han de desperdiciar tantos Misterios de amor de Dios como se hacen presentes desde el Domingo de Ramos a la santa Resurrección.
Liturgias distintas, a cada cual más llamativa, más envolvente, subiendo en escala hasta llegar al Triduo pascual, acompasados, marcados los ritmos, por el Oficio divino que canta Laudes y Vísperas, que medita con el Oficio de lecturas, sus salmos, lecturas y responsorios (más aún en su forma tradicional de Oficio de tinieblas), nutriendo el alma, conduciéndola, guiándola.
Van a llegar esos días grandes y santos; está próximo el Triduo pascual. El corazón del año litúrgico palpitando con Jesucristo en su pasión y gloria, Aquel que es el mismo ayer y hoy y siempre. La Iglesia Esposa se va a deleitar en la liturgia de estos días santos con amor esponsal. No se mirará a sí misma, ni vivirá para predicar o evangelizar esos días, sino que entrará en la cámara santa, para vivir la Semana mayor con los ojos vueltos sólo al Esposo Jesucristo.
Dispondrá la Iglesia a sus hijos, a las almas fieles, para que vivan muy unidos a Cristo en su Pascua, muriendo a nuestros pecados, convirtiéndonos, y viviendo en gracia.
Dispondrá la Iglesia Madre que sus hijos oren, mediten, y se entreguen a Cristo viviendo, asistiendo, participando, integrándose, en las grandes liturgias de estos días.
Comenzará el camino el Domingo de ramos en la pasión del Señor. Acompañará a Cristo en su entrada triunfal, lo aclamará con corazón noble y sencillo, escuchará su Pasión en el evangelio como pórtico de los días santos. ¡Va a entrar el Rey de la gloria en Jerusalén!, pero va a entrar para su pasión, voluntariamente aceptada.Lunes, martes y miércoles santos viviremos las lecturas de la santa Misa sobre los preparativos de la Última Cena y la conspiración de Judas, el traidor. El Oficio divino da el tono espiritual con sus antífonas propias de estos días.
Llega una primera celebración especial, profundamente eclesial y diocesana, que es la Misa crismal. El obispo rodeado de sus presbíteros y diáconos, y con todo el pueblo cristiano, va a bendecir los óleos y consagrar el santo crisma que deberán ser usados en la Pascua. Todo es nuevo con la santa Pascua, también los óleos, materias e instrumentos de la gracia, y muy especialmente, el santo crisma, instrumento del Espíritu Santo. Esta solemnísima liturgia, con el canto del Gloria, flores y ornamentos blancos anticipa y da a gustar la santa Pascua ya próxima y señala cómo de Cristo resucitado nacen los sacramentos y toda gracia. ¡Qué hermosa liturgia! Irresistible. Su convocatoria a todos ha de alcanzar.
El Jueves Santo se echa encima. Por la tarde, en hora vespertina, la Misa in Coena Domini, la institución de la Eucaristía y del sacerdocio, el amor fraterno como mandamiento; después la reserva eucarística, con solemne traslado, la adoración silenciosa y estar con Cristo.
Amanece el Viernes Santo, primer día del Triduo pascual, y el Oficio divino canta la gloria de la cruz y del Crucificado. ¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza! La acción litúrgica es el centro del día: impresionante el silencio y la postración del sacerdote, la liturgia de la Palabra con la Pasión según san Juan y la solemne intercesión, la adoración de la cruz y finalmente la comunión eucarística para unirnos al Señor en este día de Pascua, de ayuno y abstinencia, de silencio y contemplación.
El Sábado Santo es día de tristeza y aflicción, de dolor de la Esposa. La Iglesia se recoge, con la Virgen María, y ora la Liturgia de las Horas para sostener su esperanza.
¡Noche de Pascua! Velamos y aguardamos la santa Resurrección. En las tinieblas se enciende la luz que va a acompañarnos: el lucernario, con el fuego, el cirio pascual, las velas de los fieles y el canto del Pregón pascual haciendo vibrar las almas. Luego la larga serie de lecturas y salmos con sus oraciones, recuerdo de aquella última catequesis antes de recibir el bautismo y el santo Evangelio de la Resurrección, envuelto en incienso y a la luz del cirio pascual… La liturgia bautismal y renovación de las promesas bautismales desemboca en la Presencia del Resucitado en las especies eucarísticas, ¡la Eucaristía pascual!
La Vigilia nos ha preparado para vivir intensamente la Misa del día de Pascua, con sus Aleluyas, con el canto de la secuencia antes del Evangelio, con el gozo vibrante de la Iglesia Esposa que ve vive a su Señor y Esposo. Y el santo Triduo se cierra con el canto de las II Vísperas la tarde del domingo de Pascua: “Venid a ver el sitio donde yacía el Señor. Aleluya”.
Venite!!
¡Venid, no faltéis!
¡Nadie puede ausentarse de estas celebraciones, nadie faltar a estos oficios santos!
Con palabras más inspiradas, un dominico francés[1] escribe así, desarrollando sugerentemente la belleza de la Pascua:
“Si alguno te preguntase sin rodeos: ‘¿En qué crees? ¿Cuál es tu fe?’, si eres cristiano la fe pascual debería inspirar en tu corazón la más loca de las respuestas: ‘¡En el amor que vence, el amor que es más fuerte que la muerte!’ Es lo que canta la liturgia de la ‘noche luminosa’, la noche de Pascua ‘¡Esto lo ha hecho el Señor, una maravilla ante nuestros ojos!’ (Sal 118, 23).
¡Entonces ven! ¡Escucha y contempla! ¡Siéntate a la mesa: gusta hasta la saciedad y reparte feliz!
La fe pascual es vida para los resucitados. Es misterio y don. ¡Ninguna demostración racional! Afronta la noche: en ti, en torno a ti. Pero ‘ven y ve’ (cf. Jn 1,39): déjate iluminar. ¡La fe se comunica como un fuego: de rostro a rostro, de corazón a corazón!
Porque nuestra alegría es un fuego fraterno. Se percibe como un ‘volverse a poner en pie’ a nivel interior. ¡Te habitará como un cántico nuevo!
Es así como desde hace veinte siglos hombres y mujeres que creen en aquel Jesús llamado Cristo se han elevado en su resurrección y han recibido de Él este nuevo modo de vivir y de morir.
Una capa de luz ha pasado sobre ellos y desde aquel momento ha iluminado el camino, ha guiado sus pasos.
La fe pascual no es saber humano sino radical novedad de su gracia, sobre la base de confidencias y testimonios de hombres y de mujeres que la han recibido de Él.
¿Sabes por qué lo llaman ‘Cristo’? Quiere decir ‘Ungido’, ‘Mesías’, aquel que ha recibido la fuerza de Dios. Su fuerza es el amor, ¡y la cruz es ya su signo victorioso!
¿’Tener’ fe? ¡Diría más bien ‘vivir’ la fe! Ser con Él resucitados, mirar a la vida y a la muerte con ojos de perdón y de paz.
Y si no sabes cómo hacerlo, ¡Él lo sabe! Camina tras Él, sigue sus pasos…
Más allá de ti mismo, ve hacia Él que ya está en ti… Él te precede… ¡ve hacia su vida! Él te la ofrece: ¡renovará la tuya!
La noche de Pascua es ‘con el cuerpo y en el fuego’ como nosotros acogemos su memoria. Es quien habla, el ‘Verbo crucificado’: va hacia ti mismo, sentirás su llamada en lo profundo de tu deseo.
Con Él, cambia la vida, renueva tu corazón.
Deja que nazca en ti la humanidad inesperada la que viene a nosotros del Hijo de Dios.
¡Con Él, resucítate a ti mismo!
¡Resucitarás a tus hermanos, resucitarás a Dios: sí, entonces un viviente!
Entonces, ‘¡ven y verás!’
Porque hay un tiempo, hay una noche en la que desde hace dos mil años, la Iglesia cristiana hace memoria de este fracaso de la muerte, el surgimiento de la vida. Durante siete días, como en las primeras mañanas del mundo, se deja recrear por su Señor, renueva la propia vida, saca fuerzas vivas para afrontar el mal y la muerte.
¡Semana santa! ¡Noche luminosa!
Estas páginas recorrerán los gestos, las palabras, las costumbres de la gran semana. Nos harán intuir su profundidad y su belleza.
Porque es de forma poética como la liturgia habita el misterio, nos lo revela y nos lo transmite.
¡Buena Pascua!”
[1] André GOUZES, La notte luminosa. Iniziazione al mistero della Pasqua, Edizioni Qiqajo. Comunitá di Bose, 2015, prólogo.
4 comentarios
*************+
JAVIER:
Efectivamente, con esa frase hiperbólica quiero subrayar lo siguiente: esta Semana en ninguna parroquia hay reuniones de programación, catequesis de niños ni de confirmación, etc., todo el ritmo habitual de catequesis, predicación, se altera para vivir todos y con intensidad la liturgia de estos días.
Por todo lo que nos enseña
Buena Pascua y que Dios le bendiga
Buena y Santa Pascua, d. Javier!!!
Muchísimas gracias por este escrito tan Sublime.
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