Partes de la Plegaria eucarística (y II)
6. 2ª Epíclesis
Suele haber una segunda epíclesis, es decir, una petición humilde para que el fruto de la Eucaristía sea la unión de la Iglesia, la comunión formando un solo Cuerpo vivificado por el Espíritu Santo: “para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la Comunión sirva para la salvación de quienes van a participar en ella” (IGMR 79). Es el Espíritu Santo quien edifica la Iglesia, Cuerpo de Cristo:
Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos tu ángel, para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar, seamos colmados de gracia y bendición (Canon romano).
Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo (Plegaria eucarística II).
Para que, fortalecidos con el Cuerpo y Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. Que él nos transforme en ofrenda permanente (Plegaria eucarística III).
Concede a cuantos compartimos este pan y este cáliz, que, congregados en un solo cuerpo por el Espíritu Santo, seamos en Cristo víctima viva para alabanza de tu gloria (Plegaria eucarística IV).
7. Intercesiones
En la Plegaria eucarística hay siempre intercesiones, es decir, suplicas de la Iglesia, expresando también la comunión eclesial, con la Iglesia que peregrina, con la Iglesia del purgatorio y con la Iglesia celestial: “Intercesiones: por las cuales se expresa que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, tanto con la del cielo, como con la de la tierra; y que la oblación se ofrece por ella misma y por todos sus miembros, vivos y difuntos, llamados a participar de la redención y de la salvación adquiridas por el Cuerpo y la Sangre de Cristo” (IGMR 79).
7.1.Comunión con la Iglesia peregrina
En primer lugar, destaquemos la comunión con toda la Iglesia, porque la Eucaristía ni es privada ni es de un grupo, sino es la Iglesia entera aunque esté un solo sacerdote celebrándola; en comunión con la Iglesia peregrina y pidiendo por ella y sus necesidades:
Ante todo, por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa N., con nuestro obispo N., y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica (Canon romano).
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra; y con el Papa N., con nuestro Obispo N., y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad (Plegaria eucarística II).
Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: al tu servidor, el Papa N., a nuestro obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti (Plegaria eucarística III).
Y ahora, Señor, acuérdate de todos aquellos por quienes se ofrece este sacrificio: de tu servidor el Papa N., de nuestro obispo N., del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos, de los oferentes y de los aquí reunidos, de todo tu pueblo santo y de aquellos que te buscan con sincero corazón (Plegaria eucarística IV).
En esas intercesiones por la Iglesia peregrina, hay embolismos, textos que se pueden añadir, por aquellos que han sido recién bautizados, o confirmados, o en la Misa del Matrimonio, etc. Por ejemplo, en el Canon romano:
En la misa de confirmación:
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, que hoy te ofrecemos por N. y N. (aquellos) que, renacidos en el Bautismo, te has dignado confirmar por el don del Espíritu Santo; recíbela en tu bondad y conserva en ellos tu gracia.
En la misa de primera comunión:
Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, que hoy te ofrecemos especialmente por N. y N. (aquellos) que por vez primera invitas en este día a participar del pan de vida y del cáliz de salvación, en la mesa de tu familia; concédeles crecer siempre en tu amistad y en la comunión con tu Iglesia.
O en la Plegaria eucarística II:
En la misa del matrimonio:
Acuérdate, Señor, de N. y N., a quienes has concedido llegar al día de su matrimonio; que permanezcan, por tu gracia, en el amor mutuo y la paz.
7.2. Comunión con la Iglesia purgante
Se celebra en comunión con la Iglesia purgante, es decir, con las almas del purgatorio, con los fieles difuntos que se están purificando antes de la visión plena en la gloria. Este es un punto importante de escatología en nuestra fe. Oramos por los difuntos, no nos encomendamos a ellos; intercedemos por sus almas, no los canonizamos ni es un recuerdo pensando que ya están en la casa del Padre. Oramos y suplimos con sacrificios y oraciones su purificación. “Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (CAT 1030). Por eso “Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios” (CAT 1032).
Oramos por los difuntos para que lleguen a la casa del Padre purificados y limpios, no dando por hecho que ya han llegado y están ahí por el mero hecho de morir. La mención a los difuntos es una intercesión en la Plegaria eucarística:
Acuérdate también, Señor, de tus hijos [N. y N.], que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz. A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz (Canon romano).
Acuérdate también de nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro (Plegaria eucarística II).
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino (Plegaria eucarística III).
O el embolismo por un difunto en la Misa exequial, precioso y breve resumen de la fe en las realidades últimas:
Recuerda a tu hijo (hija) N. a quien llamaste [hoy] de este mundo a tu presencia: concédele que así como ha compartido ya la muerte de Jesucristo comparta, también, con él la gloria de la resurrección, cuando Cristo haga surgir de la tierra a los muertos, y transforme nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo. Y a nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas (Plegaria eucarística III).
7.3. Comunión con la Iglesia celestial
Y comunión con la Iglesia del cielo, a la que esperamos llegar e integrarnos, en la Ciudad de Dios, alabando por siempre a la Santa Trinidad. La Misa no es reunión de un grupo visible, asociación, comunidad, movimiento, etc., sino que la Misa es el cielo en la tierra, con el altar de la tierra visibilizando el altar del cielo y rodeados por los ángeles y los santos. El cielo y la tierra se unen en la Santa Misa y alientan a la Iglesia peregrina a llegar al cielo, a gozar de la Jerusalén celestial, a esperar con esperanza sobrenatural. No es fiesta humana, ni asamblea terrena de comprometidos, ni catequesis subversiva de valores: eso es reducir y matar la liturgia con espíritu secular. Nada de eso es la Eucaristía celebrada. Veamos los textos de las Plegarias:
Reunidos en comunión con toda la Iglesia, veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor; la de su esposo, San José; la de los santos apóstoles y mártires Pedro y Pablo, Andrés, [Santiago y Juan, Tomás, Santiago y Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián,] y la de todos los santos; por sus méritos y oraciones concédenos en todo tu protección (Canon romano).
Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas (Plegaria eucarística II).
Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, [san N.: santo del día o patrono] y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda (Plegaria eucarística III).
Padre de bondad, que todos tus hijos nos reunamos en la heredad de tu reino, con María, la Virgen Madre de Dios, con su esposo san José, con los apóstoles y los santos; y allí, junto con toda la creación libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro (Plegaria eucarística IV).
8. Doxología
La doxología final. Es el broche de oro, el remate precioso de la gran Plegaria. “Doxología final: por la cual se expresa la glorificación de Dios, que es afirmada y concluida con la aclamación Amén del pueblo” (IGMR 79).
El sacerdote tomando la patena con ambas manos, y el diácono el cáliz, ambos bien elevados, canta (sí, canta, por lo menos los domingos y solemnidades): “Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente…” y todos, a una sola voz, responden cantando el “Amén” conclusivo de la Plegaria.
Hemos recorrido las partes de la Plegaria eucarística con sus textos para que nos iluminen. Recordemos, a manera de síntesis, esas partes:
-Prefacio y Sanctus
-Epíclesis
-Narración de la institución y consagración
-Anámnesis
-Oblación
-Intercesiones
-Doxología.
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