"Nos haces dignos de servirte en tu presencia" (Plegaria euc.- XI)

procesión ordenación      “Adstare coram te et tibi ministrare", dice el original latino: “Estar delante de ti y servirte a ti". Esta breve frase de la plegaria eucarística II da pie a una reflexión que conduce a conocer la naturaleza de la liturgia misma y el concepto (recto, claro) de la participación litúrgica.

    De este modo, tomando pie en las mismas plegarias eucarísticas, nos vamos acostumbrando a descubrir la riqueza teológica y espiritual que se contienen en los textos litúrgicos de la Iglesia y, al mismo tiempo, a penetrar en las plegarias eucarísticas, que son la oración cumbre y fundamental de la celebración eucarística.

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    “Nos haces dignos de servirte en tu presencia”, reza la plegaria eucarística II.

      En la liturgia santa estamos en presencia de Dios; ante Él mismo, Dios vivo y verdadero, único Señor y centro de la acción litúrgica. La liturgia es el servicio divino, la Obra de Dios, que los fieles bautizados realizan y a la que nada deben anteponer. Servimos a Dios muy especialmente en la liturgia: “¡Servid al Señor con alegría!” (Sal 99), dice el Salmo cuando van a entrar en el Templo “por sus puertas con acción de gracias”.

    “¡Servid a Cristo Señor!” (Col 3,24), exhorta san Pablo. Cuando asistimos a la santa liturgia, con la debida unción y fervor, con recogimiento, estamos sirviendo a Dios, realizamos el servicio divino, el culto litúrgico.

     Entramos en la liturgia con alegría y llenos de respeto. Vamos a estar en presencia de Dios y las disposiciones espirituales deben ser las mismas que Moisés tuvo ante la zarza ardiente: descalzo, sin dominar, de rodillas “porque es terreno sagrado” (Ex 3,5). Él, el Señor, nos hace dignos de estar ante Él y servirle: no es por merecimiento, ni por méritos propios, sino por su condescendencia divina. Nos hace dignos al otorgarnos su Espíritu Santo y toda gracia; nos hace dignos revistiéndonos de su Hijo Jesucristo (cf. Rm 13,14).

      ¿Quién puede hospedarse en su tienda y habitar en su monte santo? (cf. Sal 14) “¿Quién puede subir al monte del Señor, quién puede entrar en el recinto sacro?” (Sal 23)

     Vivamos santamente, purificados, para estar en presencia del Señor y servirle: “el que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo” (Sal 14). ¿Quién sirve digna y santamente en la liturgia a Dios? “El hombre de manos inocentes y puro corazón” (Sal 23).

     Dios nos va purificando con su gracia para hacernos dignos de estar ante Él y servirle en la liturgia. El Espíritu Santo hace esto posible:

“La asamblea debe prepararse para encontrar a su Señor, debe ser ‘un pueblo bien dispuesto’. Esta preparación de los corazones es la obra común del Espíritu Santo y de la asamblea, en particular de sus ministros. La gracia del Espíritu Santo tiende a suscitar la fe, la conversión del corazón y la adhesión a la voluntad del Padre. Estas disposiciones preceden a la acogida de las otras gracias ofrecidas en la celebración misma y a los frutos de vida nueva que está llamada a producir” (CAT 1098).

      La liturgia santa no es un culto humano ni un espectáculo didáctico; es acción de la Trinidad misma y, por ello, Dios con su gracia santifica y dispone al hombre para que pueda entrar en su presencia, vivir santamente, y servirle en la liturgia con oraciones, acción de gracias, sacrificios espirituales y presentando la Ofrenda de su Hijo, el sacrificio de la cruz.

     Por eso, oramos y pedimos muchas veces, vivir santamente, desarrollando en la vida cotidiana, el servicio sacerdotal de alabanza y santificación, que luego presentamos en la Eucaristía:

Haz, Señor, que recordemos siempre nuestra condición de hijos tuyos, recibida en el bautismo, y que vivamos siempre para ti[1].

Ayúdanos a vestirnos del Señor Jesucristo y a llenarnos del Espíritu Santo[2].

Hijo del Padre, maestro y hermano nuestro, tú que has hecho de nosotros un pueblo de reyes y sacerdotes, enséñanos a ofrecer con alegría nuestro sacrificio de alabanza[3].

Cristo, sacerdote de la alianza nueva y eterna, que en el ara de la cruz ofreciste al Padre el sacrificio perfecto, enséñanos a ofrecerlo junto contigo[4].

 

 



[1] Visp. Lunes I Cuar.

[2] Laudes Dom. I Adv.

[3] Laudes Dom. Pascua.

[4] Laudes, Corpus Christi.

2 comentarios

  
Scintilla
Qué lástima dan los sacerdotes que se avergüenzan de "servir" en Su Presencia y que cambian la frase para que -supuestamente- no nos avergoncemos los fieles, cuando no hay nada más maravilloso. Ojalá Dios nos haga dignos de ello.
Que Dios le bendiga.
18/03/20 5:33 PM
  
maru
''En la liturgia santa, estamos en presencia del mismo Dios, vivo yverdadero, único Señor y centro de la liturgia''. Qué pena que muchos no tengan esta conciencia de que están ante el mismo Dios y vayan a misa,como un acto cultual sin más. Digo lo mismo que el comentario anterior, que Dios le bendiga P. Javier.
19/03/20 5:08 PM

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