Nunc dimittis (Respuestas XLVI)
1. Ha llegado la noche, es el tiempo del descanso nocturno. Una jornada más ha transcurrido, ofrecida a la gloria de Dios, santificada. Ahora, brevemente, la Iglesia reza las Completas para encomendar a Dios el descanso de la noche: «Las Completas son la última oración del día, que se ha de hacer antes del descanso nocturno, aunque haya pasado ya la media noche» (IGLH 84).
2. Su breve estructura –examen de conciencia, himno, salmo, lectura breve y responsorio– realza más si cabe el cántico evangélico «Nunc dimittis», el cántico de Simeón al ver a Cristo en su Presentación en el Templo de Jerusalén. «Con el cántico podemos decir que culmina esta Hora» (IGLH 89).
El cántico va precedido por una antífona fija, invariable, dirigida a Dios como una súplica: «Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz». Es un sueño confiado en las manos de Dios. Pero, como dice el Cantar, «mientras dormía, mi corazón velaba» (Cant 5,2) y se pide que velemos con Cristo incluso durante el sueño: «para que, despiertos o dormidos, vivamos con él» (1Ts 5,10). Es súplica esperanzada: «que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1Ts 5,23).
3. Entonces, santiguándose todos en las palabras iniciales, se entona el cántico de Simeón:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Son las palabras del anciano Simeón. El Espíritu Santo le había dado un oráculo: no moriría sin ver al Mesías Salvador. Al ver a Jesús, el Espíritu hace que Simeón lo reconozca y confiese. Lleno de gozo, ya puede completar sus días: ha palpado cómo las promesas redentoras de Dios se cumplen en aquel Niño. ¡No necesita más!
Este cántico se adecua muy bien al final día, en Completas. El Señor puede dejar a sus siervos irse a descansar en paz, entregarse al sueño sin temor. Ha sido un nuevo día donde nuestros ojos han visto al Salvador y hemos vivido el día junto a Él. Lo hemos visto en la Eucaristía, en el Sagrario, en la oración, en los hermanos; lo hemos visto en mil signos y acontecimientos y momentos de la jornada. La vida cristiana es siempre vida con Cristo, vida inseparable con Él.
Una vez más, Dios ha cumplido sus promesas y se ha mostrado fiel. Por la mañana se cantaba en Laudes: «por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto», Jesucristo; por la noche, reconocemos que así ha sucedido y que Cristo es «luz para alumbrar a las naciones». Lo decimos y reconocemos cuando la oscuridad de la noche ya nos envuelve, brillan las estrellas, los párpados se van cerrando.
Nos ha iluminado el Señor, su luz nos ha hecho ver la luz y nuestro día ha transcurrido junto a Cristo «luz del mundo». Podemos dormir tranquilos: Dios ha sido Fiel y hemos gozado durante el día de su fidelidad.
4. «Los cánticos evangélicos de Zacarías, de la Virgen María y de Simeón deben ser honrados con la misma solemnidad y dignidad con que se acostumbra a oír la proclamación del Evangelio» (IGLH 138).
1 comentario
Los comentarios están cerrados para esta publicación.