"No soy dignO"... también las mujeres
Existen pequeños detalles sobre la liturgia que resultan de tremenda actualidad, es decir, vas a un sitio u otro y sufres los mismos errores en esos pequeños detalles. No se hunde el mundo, ciertamente, ni se arruina el valor de la Santa Misa, ni su carácter latreútico, eucarístico, impetratorio, etc., pero es una nota disonante en medio de todo el concierto sinfónico.
Pues volvamos a ello.
El sacerdote dice, en el rito romano, antes de la Comunión: «dichosos los invitados a la Cena del Señor». Y todos los fieles, varones o mujeres, responden pidiendo las palabras prestadas al centurión romano: «Señor, no soy DIGNO -¡no »¡digna!«- de que entres en mi casa…»
El lenguaje de la ideología de género, tan políticamente correcto, ha penetrado en la liturgia. Suenen las sirenas y las alarmas ante tal aberración. Rásguense las vestiduras llenos de estupor.
Sí, sí ha entrado.
Antes de comulgar el sacerdote invita a acercarse al Misterio Sacramental: «Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor». Dos frases bíblicas unidas.
¿Qué se responde? Con una frase bíblica: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme».
Respondemos con las palabras del centurión, creyente profundo, y ni en Israel encontró el Señor tanta fe.
Los fieles antes de comulgar repiten una frase evangélica.
Pero el lenguaje de «miembros y miembras» la ha transformado en «Señor, no soy dignA…» en caso de ser pronunciada por mujer, seglar o religiosa.
No se trata del sentimiento personal de dignidad, sino de repetir las palabras del centurión con fe.
¿Se imagina alguien a un varón, recitando el Ángelus, y diciendo: «aquí está EL esclavO del Señor, hágase…». No. Repite en femenino las palabras de la Virgen («aquí está LA esclavA del Señor…»): simplemente recuerda y repita lo que dijo Ella.
Pues antes de la comunión, los fieles, sean varones o mujeres, repiten lo mismo del centurión: «no soy dignO».
Esto viene al hilo de un post de lexorandi.blogspot.com, donde mi colega y amigo Adolfo Ivorra trata de lo mismo, con mejor gracia y acierto que yo. Por ejemplo afirma:
«Pero no podemos dejar de lado la respuesta, que también es importante. Aquí algún caso se da de ‘inclusivismo’ feminista. Hay que estar ‘en medio de la masa’ de fieles para ver actuar el inclusivismo en el único lugar que podría caber: ‘Señor, no soy
dignade que entres…’. Ya sabemos que no eres digna. Pero aquí no se trata de reconocer personalmente la propia indignidad, sino hacer nuestras las palabras del único pagano del que Cristo dijo que tenía más fe que los judíos».
Os pido que pinchéis este enlace: «Dichosos los invitados a la Cena del Señor», y veréis que, sin ponernos de acuerdo, afirmamos lo mismo porque no son opiniones personales, sino el sentido y la verdad de la liturgia misma.
Espero que sirva a todos, que se corrija lo que se haga mal, y que penetremos de verdad en el sentido de los ritos de nuestra liturgia.
50 comentarios
El magnificat es un recitado de lo q dijo la Virgen María, eso lo tenemos muy claro todo el mundo, y no pensamos q se aplique nada a nosotros. Es María quien dice q el Todopoderoso ha hecho grandes obras en ella, no vd ni yo. No es lo mismo. La situación del centurión sí es la nuestra y se le cita por eso y no por ninguna otra razón. Que yo sepa. Y si no, como dije, q nos digan q repitamos: "el centurión dijo: tal y cual" y además q insistan en q no tiene nada q ver con la actitud humilde q tenemos q tener nosotros, q se limitan a citarlo porque sí.
Todos decimos (y no una sino tres veces): "Domine, non sum dignus".
Eso lo he oído más de una vez en Misa
En el Ángelus la cosa está clara porque ningún hombre puede ponerse en la situación de la Virgen María y ninguna mujer tampoco.
El Ángel del Señor anunció a María
Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.
Yo soy la esclava del Señor
Hágase en mi según su Palabra.
Y el Verbo se hizo carne
y habitó entre nosotros.
En la misa, en cambio no decimos: "y dijo el centurión: Señor, yo no soy digno" sino simplemente "Señor, yo no soy digno" y la indignidad del centurión es la de cada uno de nosotros, pero si se utiliza la primera persona del presente de indicativo del verbo ser habrá que tener en cuenta el sexo de la persona que habla como indica la gramática.
En mi pensamiento al decir estas palabras, aunque sean las del centurión no está éste sino mi propia indignidad ante el regalo inmerecido del Cuerpo de Cristo.
EN el ofertorio, decir fruto del trabajo del hombre y la mujer; fruto del trabajo humano; etc.
Quiero decir que muchas veces son los propios sacerdotes los que con ese lenguaje de lo políticamente correcto, van introduciendo sutilmente- no digo que conscientemente- la ideología de género. La de género, la de número y la de caso.
Dios nos ayude.
Y, por favor, no caigamos en el error de ver ahora ideología de género por todas partes. No siempre la hay, en absoluto.
Desde luego q en plural el nosotros nos incluye. Lo de decir continuamente alumnos y alumnas etc me parece absurdo y ridiculo y no lo hago. Pero yo no puedo referirme a mi, hacer mia una idea utilizando el masculino singular. Yo no lo he sabido explicar bien, pero Palas si.
Si, como usted dice, se debe respetar el masculino en "no soy digno", para ser fieles al pasaje bíblico, ¿por qué en la misa se dice "bastará para sanarme", en primera persona?
Es decir, la respuesta de los fieles en la misa de hecho sí modifica el pasaje bíblico en cuanto a su sentido original. Decimos "para sanarme", en referencia a uno mismo, en vez de "para sanarle", en referencia a un tercero, como hace el centurión. Y justamente, si al decir "para sanarme", uno habla en primera persona, es razonable que las mujeres digan "digna", pues se están refiriendo a ellas mismas.
Como decía, no pretendo con esto dar por cerrado el asunto. Solo digo que al argumento de respetar el pasaje bíblico original no lo veo sólido. Y que la referencia a la primera persona en el "sanarme" es un factor en contra de lo que usted afirma.
Si tiene usted el tiempo de responderme le agradezco. Seguro aprendo algo.
Saludos.
En privado, es lógico que la mujer que reza diga: "no soy digna...".
La santa Misa es oración y debe ser vivida de forma intensa, interior y eclesial. Más es importantísimo que cada uno la viva como si estuviera viendo al Señor a lo largo de los 45 minutos que dura. Si cuando estamos en la celebración eucarística no la vivimos de forma personal e intransferible, es como un amigo que mientras le explicas algo importante, está distrayéndose con una película. Yo, Felicitas, no soy digna de recibirte, Señor, más una Palabra Tuya bastará para sanarme.
Me recuerda esto, un canto mariano que dice: "Mientras recorres la vida, tú nunca solo estás; contigo por el camino, Santa María va". Al cantarse en Comunidad, siempre escucho que las mujeres sustituyen el "tú nunca solo estás" por "tú nunca SOLA estás" y me parece perfectamente lógico.
Desde Bogotá, Colombia reciba un afectuoso saludo y mi deseo porque ya se encuentre totalmente recuperado.
Usted dice: El lenguaje de la ideología de género, tan políticamente correcto, ha penetrado en la liturgia. Totalmente de acuerdo.
Quiero compartirle lo que he venido apreciando en nuestras Eucaristías tanto las que transmiten por la televisión como las de nuestras parroquias. Y los sacerdotes son los primeros promotores de este nuevo lenguaje ya que les oímos decir: los discípulos y las discípulas, los misioneros y las misioneras, los hijos y las hijas, los religiosos y las religiosas, los laicos y las laicas, aquellos y aquellas, otros y otras, oremos por cada uno y cada una, juntos y juntas, todos y todas, etc. A un sacerdote le escuché decir al iniciar la Misa: “Hermanos y hermanas, sean todos y todas, bienvenidos y bienvenidas a esta Eucaristía”.
Y en cuanto a los textos de la liturgia, vea lo siguiente Padre Javier, de lo poco que he tomado nota:
En la fórmula de confesión general –Formulario 1– del Acto Penitencial: Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos y hermanas, que he pecado… Por eso ruego a santa María… a ustedes hermanos y hermanas, que intercedan…
En la conclusión del Acto Penitencial: Dios todopoderoso nos perdona a todos y a todas y nos lleva a la vida eterna.
En el himno del Gloria: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres y las mujeres que ama el Señor.
En el Credo: Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, que es Padre y Madre a la vez, creador del cielo y de la tierra…
Un párrafo del Prefacio Común VIII - Jesús, Buen Samaritano, dice: También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
Pero un sacerdote, muy moderno dijo: También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre y mujer que sufren en su cuerpo o en su espíritu, y nos cura con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
La Plegaria Eucarística III dice: Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación, traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Pero le escuche decir a un sacerdote: Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación, traiga la paz y la salvación a los hombres y mujeres de esta tierra.
La Plegaria Eucarística para diversas circunstancias IV dice: Santo eres en verdad y digno de gloria, Dios que amas a los hombres…
Pero a un sacerdote le pareció mejor decir: Santo eres en verdad y digno de gloria, Dios que amas a los hombres y las mujeres…
En la invitación al Banquete escuchamos ahora: Este es el Cordero de Dios el que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados y las invitadas a participar de la cena del Señor.
En la fórmula para la bendición final escuchamos: Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre cada uno y sobre cada una y permanezca para siempre.
¿Por qué no se cumple lo que dice el Código de Derecho Canónico – Canon 846 y la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium: “Por lo mismo, que nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia” – Canon 22 -3?
¿A dónde iremos a llegar? Porque lo que los sacerdotes están añadiendo, quitando y cambiando es infinito. ¿Qué liturgia le tocará a las futuras generaciones? ¿Dónde quedó el respeto por la liturgia que es de Cristo?
Desolador. Un curilla que osa cambiar el Credo de la Iglesia como sintal cosa.
También, si intentas comulgar de rodillas te niega la comunión... un encanto de hombre. ¿De dónde sale esta gente?
Naturalmente que hay una infiltración feministoide en la liturgia que no voy a discutir pero siempre en los plurales, en los singulares no. Lo de Dios Padre y Madre y otras tonterías está anulado por la misma oración del Padrenuestro, por el Credo y por múltiples oraciones, que insistan en ello es bochornoso.
La cuestión es si yo, ante Dios, también tengo que hablarle como si fuera varón ignorando el Génesis que dice: "Varón y Hembra los creó".
Imagenémosnos que, rezando a Dios, le digo: "Señor, perdóname por ser un pobre pecador, lujurioso y vago, desobediente e indigno de ti", el único adjetivo con el que puedo identificarme es desobediente, con los otros no. Y no digamos si me voy a confesar con ese planteamiento.
La confesión de Fe, el Credo, y la de los pecados es personal y por eso la oración empieza diciendo "Creo" y no "creemos", pero como esa Confesión de Fe es ajena a nosotros es igual para todos; no así la de los pecadores que se confiesan. Ni siquiera la Santísima Virgen María tuvo la ocurrencia de decirle al Ángel Gabriel: "Yo soy el esclavo del Señor".
En cuanto a la confesión comunitaria jamás la utilizo aunque tenga que buscar un confesor a 60 km. de distancia, como hice hace tres días. El pecador que confiesa sus pecados comunitariamente confiesa abstracciones, no pecados reales. Se echa encima todos los pecados, sean suyos o no, y eso le deja muy satisfecho; aquel que se confiesa con un sacerdote lo pasa muy mal porque sus culpas son reales y no hay manera de pasárselas a otro. No todo el mundo es un adorador de Mammón y por lo tanto confesarse comunitariamente de codicia le parece estupendo porque sabe que no le atañe, pero si realmente es codicioso ir ante el sacerdote para confesar eso le produce mucha más inquietud, desazón y dolor. Es casi imposible la contrición en una confesión en la que permaneces anónimo y asumes pecados colectivos.
Cuando subjetivamos, y estamos más atentos a lo que yo siento, lo que yo expreso, etc., mal vamos en la liturgia.
Todos a una responden: "Señor, no soy digno..." Tan fácil como obedecer al Misal.
Soy un seglar que durante tres años ha impartido los cursos de formación de liturgia en la parroquia a la que pertenezco. Al confeccionar el listado de los miembros asistentes en cada curso, al final expresaba una frase. En un curso expresé: En lo cierto unidad, en lo dudoso libertad y en todo caridad. En el curso 2018/19 escribí: Que nadie aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia. Concilio Vaticano II. Constitución sobre la liturgia 22,3.
En el Misal en la invitación a los fieles, el sacerdote hace genuflexión, toma................., diciendo: Éste es el Cordero de Dios............... Y juntamente con los fieles, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa,............
No soy partidario de rizar el rizo, bien sabemos lo que expresa el Evangelio sobre el centurión, pero ello no contradice la esencia de lo reseñado en el Misal.
Padre Javier, he tenido varios profesores de liturgia, pero a usted a quien le sigo desde hace tiempo, lo considero mi profesor virtual por su excelentes conocimientos litúrgicos, en mi opinión, ajustados a la Sagrada Escritura, la Tradición y el bimilenario Magisterio de Nuestra Madre la Iglesia Católica.
El Señor le bendiga y le guarde.
Dicho eso, entiendo por otro lado que es perfectamente lícito presentar argumentos para sostener que ciertas palabras o acciones en el rito no son las mejores, y que deberían cambiarse. Si ha habido cambios en liturgia a lo largo de la historia de la Iglesia, ha sido (o debería haber sido) para mejorar el culto. En ese sentido me parece claro que hacer a las mujeres decir "no soy digno... pero una palabra Tuya bastará para sanarme", no es lo más apropiado. Cuanto menos constituye un error de concordancia gramatical. Creo que es algo que debiera cambiarse. Y no por sentimentalismos, no es eso. Entiendo que esa respuesta de los fieles ("No soy digno...") está en el misal para que cada uno de nosotros reconozca la propia indignidad, que poseemos por nuestra condición humana pecadora, frente a la altísima dignidad de Jesucristo en el sacramento. Con o sin sentimiento, eso es secundario, lo que importa es proclamar una verdad que adquiere relevancia en ese momento de la misa. Pero si esa verdad refiere a la propia indignidad, una mujer debería decirlo refiriéndose a sí misma, y por tanto en femenino. Esto no tiene nada que ver con ideología inclusivista, es una cuestión de hacer coherentes el lenguaje y el sentido de la liturgia.
En el caso hipotético de que esto llegara a cambiarse, me parecería poco feliz hacer que las mujeres digan "digna" y los varones "digno". No es porque sí que el misal obliga a todos a decir lo mismo. Entiendo que se trata sobre todo de la solemnidad que da la proclamación a una sola voz. Yo creo que lo mejor en este caso es el latín. Más solemne, y sin problemas con el masculino y el femenino, como señalaba Luis López.
Como decía, no sé nada de liturgia, así que cualquier corrección o clarificación que necesite la agradezco.
Saludos.
Respecto al asunto principal, si hay que usar el masculino por obediencia en la frase del centurión, pues qué se le va a hacer, aunque para las mujeres tiene menos sentido, por razones gramaticales. Es una pena que la frase no fuera dicha al Señor por una mujer, sería divertido oír a todos los varones, en Misa, diciéndola en femenino, con eso de la literalidad evangélica y tal (aunque, muy probablemente, la Jerarquía de la Iglesia, que por Voluntad de Dios es masculina, ya se habría encargado de readaptar la frase también en eso; que, de tonta, no tiene un pelo).
En fin, me alegro de poder expresarme de forma gramaticalmente correcta, al menos, en mi oración personal y privada, sin que se meta nadie que no sea, en su caso, la RAE. O de expresarme, directamente, como a mí me dé la gana, aunque eso sí, siempre con mucho amor y respeto a Nuestro Señor. Que una cosa no quita la otra.
Dios Todopoderoso lo colme de bendiciones Padre Javier... CUÁNTO DAÑO HACEN ESOS CAMBIOS.
Pensar que Benedicto XVI hizo el cambio por lo que dijeran no sé qué feministas me parece completamente absurdo, la verdad.
En fin, no todos los cambios son malos.
Y el CONFESOR, antes de nombrar las feministas, me dijo: "FUE POR LA TEORÍA DEL GÉNERO**, PORQUE LAS FEMINISTAS...".
Aquello de que dijo 'por muchos' porque NO TODOS SE SALVAN -por la libertad- (podemos libremente NO SALVARNOS; PERO SÍ ESTAR REDIMIDOS T-O-D-O-S, porque al condenarnos podríamos decirLe a DIOS: a mí no me redimiste... redimiste a muchos, no a mí... ¿¿¿sería J-U-S-T-O???) y además, no es creíble puesto que demasiadas veces la Sagrada Biblia repite que Dios Todopoderoso quiere la salvación de TODOS, y en muchas oraciones, algunas de ellas, en la Santa Misa se dice lo mismo.
¿Y DONDE ESTARÍA LA MISERICORDIA DE DIOS TODOPODEROSO QUE AMA A TODAS SUS CRIATURAS, SI LA REDENCIÓN HUBIESE SIDO NO PARA TODOS LOS HOMBRES, SINO PARA MUCHOS?
(Lo que dice Bertilda Galeano desde Bogotá, es muy muy muy cierto, yo también vivo allí... *es eco o nó de la TEORÍA DEL GÉNERO???)
**Lo omití antes para evitar polémicas.
DE NUEVO DIOS LE COLME DE BENDICIONES, PADRE JAVIER.
desde ahora encomiendo su enfermedad en la Misa diaria.
Creo que con pocas palabras has entendido, que lo que repetimos todos, hombres y mujeres, es la casi literalidad de un párrafo en esencia del Evangelio, digo en esencia, porque el Evangelio expresa para curarle (sanar al sirviente del centurión) y no sanarme. En mi opinión el Magisterio de la Iglesia ha considerado expresar sanarme por sanarle.
Paz y bien en el Señor.
CARTA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
AL PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ALEMANA
A Su Excelencia Reverendísima
Monseñor Robert Zollistsch
Arzobispo de Friburgo,
Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana
Herrenstraße 9
D-79098 FREIBURG
Vaticano, 14 de abril de 2012
Excelencia,
venerado y querido Arzobispo:
Con ocasión de su visita del 15 de marzo de 2012, usted me hizo saber que, por lo que se refiere a la traducción de las palabras «pro multis» en las Plegarias Eucarísticas de la Santa Misa, todavía no hay unidad entre los obispos de las áreas de lengua alemana. Al parecer, se corre el riesgo de que, ante la publicación de la nueva edición del «Gotteslob» [libro de cantos y oraciones], que se espera en breve, algunos sectores del ámbito lingüístico alemán deseen mantener la traducción «por todos», aún cuando la Conferencia Episcopal Alemana acordase escribir «por muchos», tal como ha sido indicado por la Santa Sede. Le había prometido que me expresaría por escrito sobre esta cuestión importante, con el fin de prevenir una división como ésta en el seno más íntimo de nuestra plegaria. Esta carta que ahora dirijo por medio suyo a los miembros de la Conferencia Episcopal Alemana, se enviará también a los demás obispos de las áreas de lengua alemana.
Ante todo, permítame una breves palabras sobre el origen del problema. En los años sesenta, cuando hubo que traducir al alemán el Misal Romano, bajo la responsabilidad de los obispos, había un consenso exegético en que la palabra «los muchos», «muchos», en Isaías 53,11s, era una forma de expresión hebrea que indicaba la totalidad, «todos». En los relatos de la institución de Mateo y de Marcos, la palabra «muchos» sería por tanto un «semitismo», y debería traducirse por «todos». Esta idea se aplicó también a la traducción directamente del texto latino, donde «pro multis» haría referencia, a través de los relatos evangélicos, a Isaías 53 y, por tanto, debería traducirse como «por todos». Con el tiempo, este consenso exegético se ha resquebrajado; ya no existe. En la narración de la Última Cena de la traducción ecuménica alemana de la Sagrada Escritura, puede leerse: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos» (Mc 14,24; cf. Mt 26,28). Con esto se pone de relieve algo muy importante: el paso del «pro multis» al «por todos» no era en modo alguno una simple traducción, sino una interpretación, que seguramente tenía y sigue teniendo fundamento, pero es ciertamente ya una interpretación y algo más que una traducción.
Esta fusión entre traducción e interpretación pertenece en cierto sentido a los principios que, inmediatamente después del Concilio, orientaron la traducción de los libros litúrgicos en las lenguas modernas. Se tenía conciencia de cuán lejos estaban la Biblia y los textos litúrgicos del modo de pensar y de hablar del hombre de hoy, de modo que, incluso traducidos, seguían siendo en buena parte incomprensibles para los participantes en la liturgia. Era una tarea novedosa tratar que, en la traducción, los textos sagrados fueran asequibles a los participantes en la liturgia, aunque siguieran siendo muy ajenos a su mundo; es más, los textos sagrados aparecían precisamente de este modo en su enorme lejanía. Así, los autores no sólo se sentían autorizados, sino incluso en la obligación, de incluir ya la interpretación en la traducción, y de acortar de esta manera la vía hacia los hombres, pretendiendo hacer llegar a su mente y a su corazón precisamente estas palabras.
Hasta un cierto punto, el principio de una traducción del contenido del texto base, y no necesariamente literal, sigue estando justificado. Desde que debo recitar continuamente las oraciones litúrgicas en lenguas diferentes, me doy cuenta de que no es posible encontrar a veces casi nada en común entre las diversas traducciones, y que el texto único, que está en la base, con frecuencia es sólo lejanamente reconocible. Además, hay ciertas banalizaciones que comportan una auténtica pérdida. Así, a lo largo de los años, también a mí personalmente me ha resultado cada vez más claro que el principio de la correspondencia no literal, sino estructural, como guía en las traducciones tiene sus límites. Estas consideraciones han llevado a la Instrucción sobre las traducciones «Liturgiam authenticam», emanada por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el 28 de marzo de 2001, a poner de nuevo en primer plano el principio de la correspondencia literal, sin prescribir obviamente un verbalismo unilateral. La contribución importante que está en la base de esta instrucción consiste en la distinción entre traducción e interpretación, de la que he hablado al principio. Esta es necesaria tanto respecto a la palabra de la Escritura, como de los textos litúrgicos. Por un lado, la palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta; por otro lado, a la Iglesia se le ha encomendado el cometido de la interpretación, con el fin de que – en los límites de nuestra comprensión actual – nos llegue ese mensaje que el Señor nos ha destinado. Ni siquiera la traducción más esmerada puede sustituir a la interpretación: pertenece a la estructura de la revelación el que la Palabra de Dios sea leída en la comunidad interpretativa de la Iglesia, y que la fidelidad y la actualización estén enlazadas recíprocamente. La Palabra debe estar presente tal y como es, en su forma propia, tal vez extraña para nosotros; la interpretación debe confrontarse con la fidelidad a la Palabra misma, pero, al mismo tiempo, ha de hacerla accesible al oyente de hoy.
En este contexto, la Santa Sede ha decidido que, en la nueva traducción del Misal, la expresión «pro multis» deba ser traducida tal y como es, y no al mismo tiempo ya interpretada. En lugar de la versión interpretada «por todos», ha de ponerse la simple traducción «por muchos». Quisiera hacer notar aquí que ni en Mateo ni en Marcos hay artículo, así pues, no «por los muchos», sino «por muchos». Si bien esta decisión, como espero, es absolutamente comprensible a la luz de la correlación fundamental entre traducción e interpretación, soy consciente sin embargo de que representa un reto enorme para todos aquellos que tienen el cometido de exponer la Palabra de Dios en la Iglesia. En efecto, para quienes participan habitualmente en la Santa Misa, esto parece casi inevitablemente como una ruptura precisamente en el corazón de lo sagrado. Ellos se dirán: Pero Cristo, ¿no ha muerto por todos? ¿Ha modificado la Iglesia su doctrina? ¿Puede y está autorizada para hacerlo? ¿Se está produciendo aquí una reacción que quiere destruir la herencia del Concilio? Por la experiencia de los últimos 50 años, todos sabemos cuán profundamente impactan en el ánimo de las personas los cambios de formas y textos litúrgicos; lo mucho que puede inquietar una modificación del texto en un punto tan importante. Por este motivo, en el momento en que, en virtud de la distinción entre traducción e interpretación, se optó por la traducción «por muchos», se decidió al mismo tiempo que esta traducción fuera precedida en cada área lingüística de una esmerada catequesis, por medio de la cual los obispos deberían hacer comprender concretamente a sus sacerdotes y, a través de ellos, a todos los fieles por qué se hace. Hacer preceder la catequesis es la condición esencial para la entrada en vigor de la nueva traducción. Por lo que sé, una catequesis como ésta no se ha hecho hasta ahora en el área lingüística alemana. El propósito de mi carta es pediros con la mayor urgencia a todos vosotros, queridos hermanos, la elaboración de una catequesis de este tipo, para hablar después de esto con los sacerdotes y hacerlo al mismo tiempo accesible a los fieles.
En dicha catequesis, se deberá explicar brevemente en primer lugar por qué, en la traducción del Misal tras el Concilio, la palabra «muchos» fue sustituida por «todos»: para expresar de modo inequívoco, en el sentido querido por Jesús, la universalidad de la salvación que de él proviene.
Pero surge inmediatamente la pregunta: Si Jesús ha muerto por todos, ¿por qué en las palabras de la Ultima Cena él dijo «por muchos»? Y, ¿por qué nosotros ahora nos atenemos a estas palabras de la institución de Jesús? A este punto, es necesario añadir ante todo que, según Mateo y Marcos, Jesús ha dicho «por muchos», mientras según Lucas y Pablo ha dicho «por vosotros». Aparentemente, así se restringe aún más el círculo. Y, sin embargo, es precisamente partiendo de esto como se puede llegar a la solución. Los discípulos saben que la misión de Jesús va más allá de ellos y de su grupo; que él ha venido para reunir a los hijos de Dios dispersos por el mundo (cf. Jn 11,52). Pero el «por vosotros» hace que la misión de Jesús aparezca de forma absolutamente concreta para los presentes. Ellos no son miembros cualquiera de una enorme totalidad, sino que cada uno sabe que el Señor ha muerto «por mi», «por nosotros». El «por vosotros» se extiende al pasado y al futuro, se refiere a mí de manera totalmente personal; nosotros, que estamos aquí reunidos, somos conocidos y amados por Jesús en cuanto tales. Por consiguiente, este «por vosotros» no es una restricción, sino una concretización, que vale para cada comunidad que celebra la Eucaristía y que la une concretamente al amor de Jesús. En las palabras de la consagración, el Canon Romano ha unido las dos lecturas bíblicas y, de acuerdo con esto, dice: «por vosotros y por muchos». Esta fórmula fue retomada luego por la reforma litúrgica en todas las Plegarias Eucarísticas.
Pero, una vez más: ¿Por qué «por muchos»? ¿Acaso el Señor no ha muerto por todos? El hecho de que Jesucristo, en cuanto Hijo de Dios hecho hombre, sea el hombre para todos los hombres, el nuevo Adán, forma parte de las certezas fundamentales de nuestra fe. Sobre este punto, quisiera recordar solamente tres textos de la Escritura: Dios entregó a su Hijo «por todos», afirma Pablo en la Carta a los Romanos (Rm 8,32). «Uno murió por todos», dice en la Segunda Carta a los Corintios, hablando de la muerte de Jesús (2 Co 5,14). Jesús «se entrego en rescate por todos», escribe en la Primera Carta a Timoteo (1 Tm 2,6). Pero entonces, con mayor razón, una vez más, debemos preguntarnos: si esto es así de claro, ¿por qué en la Plegaria Eucarística esta escrito «por muchos»? Ahora bien, la Iglesia ha tomado esta fórmula de los relatos de la institución en el Nuevo Testamento. Lo dice así por respeto a la palabra de Jesús, por permanecer fiel a él incluso en las palabras. El respeto reverencial por la palabra misma de Jesús es la razón de la fórmula de la Plegaria Eucarística. Pero ahora nos preguntamos: ¿Por qué Jesús mismo lo ha dicho precisamente así? La razón verdadera y propia consiste en que, con esto, Jesús se ha hecho reconocer como el Siervo de Dios de Isaías 53, ha mostrado ser aquella figura que la palabra del profeta estaba esperando. Respeto reverencial de la Iglesia por la palabra de Jesús, fidelidad de Jesús a la palabra de la «Escritura»: esta doble fidelidad es la razón concreta de la fórmula «por muchos». En esta cadena de reverente fidelidad, nos insertamos nosotros con la traducción literal de las palabras de la Escritura.
Así como hemos visto anteriormente que el «por vosotros» de la traducción lucano-paulina no restringe, sino que concretiza, así podemos reconocer ahora que la dialéctica «muchos»-«todos» tiene su propio significado. «Todos» se mueve en el plano ontológico: el ser y obrar de Jesús, abarca a toda la humanidad, al pasado, al presente y al futuro. Pero históricamente, en la comunidad concreta de aquellos que celebran la Eucaristía, él llega de hecho sólo a «muchos». Entonces es posible reconocer un triple significado de la correlación entre «muchos» y «todos». En primer lugar, para nosotros, que podemos sentarnos a su mesa, debería significar sorpresa, alegría y gratitud, porque él me ha llamado, porque puedo estar con él y puedo conocerlo. «Estoy agradecido al Señor, que por gracia me ha llamado a su Iglesia…” [Canto religioso “Fest soll mein Taufbund immer steen”, estrofa 1]. En segundo lugar, significa también responsabilidad. Cómo el Señor, a su modo, llegue a los otros – a «todos» – es a fin de cuentas un misterio suyo. Pero, indudablemente, es una responsabilidad el hecho de ser llamado por él directamente a su mesa, de manera que puedo oír: «por vosotros», «por mi», él ha sufrido. Los muchos tienen responsabilidad por todos. La comunidad de los muchos debe ser luz en el candelero, ciudad puesta en lo alto de un monte, levadura para todos. Esta es una vocación que concierne a cada uno de manera totalmente personal. Los muchos, que somos nosotros, deben llevar consigo la responsabilidad por el todo, conscientes de la propia misión. Finalmente, se puede añadir un tercer aspecto. En la sociedad actual tenemos la sensación de no ser en absoluto «muchos», sino muy pocos, una pequeña multitud, que se reduce continuamente. Pero no, somos «muchos»: «Después de esto vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lengua», dice el Apocalipsis de Juan (Ap 7,9). Nosotros somos muchos y representamos a todos. Así, ambas palabras, «muchos» y «todos» van juntas y se relacionan una con otra en la responsabilidad y en la promesa.
Excelencia, queridos hermanos en el episcopado. Con todo esto, he querido indicar la línea del contenido fundamental de la catequesis, por medio de la cual se debe preparar a sacerdotes y laicos lo más pronto posible para la nueva traducción. Espero que pueda servir al mismo tiempo para una participación más profunda en la Santa Eucaristía, integrándose en la gran tarea que nos espera con el «Año de la Fe». Confío que dicha catequesis se presente prontamente, y forme parte así de esa renovación litúrgica, a la cual se comprometió el Concilio desde su primera sesión.
Con la bendición y el saludo pascual, me confirmo suyo en el Señor.
Benedictus PP. XVI
Le agradezco el artículo y le ruego reenlace el artículo de lexorandi pues no he podido leerlo y me gustaría disfrutarlo.
Intentaré cambiar mi respuesta y hacerlo en masculino, pero...
Pienso que ningún texto, por venerable que sea, debe anular nuestra capacidad de pensar.
¿Es que la mujer no está lo suficientemente marginada y ninguneada en la Iglesia? Frente al pseudofeminismo farsante cabe la postura radicalmente contraria: el machismo desbocado.
“Quia respéxit humilitátem ancíllæ suæ: ecce enim ex hoc beátam me dicent omnes generatiónes. Quia fecit mihi magna, qui potens est:”,
que en castellano dice así:
“Porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”
Y durante siglos miles y miles de mujeres por la noche se atrevían a decir durante las Completas:
“Nunc dimíttis servum tuum, Dómine, secúndum verbum tuum in pace”,
que en castellano se ha traducido así:
“Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz”
Si en la liturgia oficial de la Iglesia, pues el Oficio divino / Liturgia de las horas es el rezo oficial de la Iglesia, los varones no han tenido problemas en hacer suya una oración femenina sin masculinizarla, y las mujeres una masculina sin feminizarla, ¿a qué viene cambiar el “Señor, no soy digno”? Si alteramos esta frase, sacada de los Evangelios, no hay razón para que en el Nunc dimittis las mujeres digan que el Señor puede dejar a su “sierva irse en paz” o que en el Magnificat los varones digamos que el Señor “ha mirado la humillación de su esclavo”.
No juguemos con empezar a masculinizar o feminizar la liturgia de la Iglesia según la moda del momento porque si en algunos momentos les toca a las mujeres usar el masculino, en otras les toca utilizar a los varones el femenino.
( Por lo que veo la Real Academia de la Lengua también lo desconoce pues no veo que lo mencione).
En la misa el sacerdote es el que representa el pueblo ante Dios y la oracion no es tuya es la respuesta de todo el pueblo.
decir "no soy digno" abarca hombres y mujeres.
Cuando se cite al centurión tal cual, sin ninguna alusión a nosotros mismos y sin pretender q nos proclamemos indignos personalmente, yo lo citaré tal cual con las palabras bíblicas exactas.
Y resulta bastante decepcionante este trato desigual ninguneante sin ninguna razón lógica. Como si se notase algo q se dice una "a" en vez de una "o" y como si importara más esa minucia q el hecho de q las mujeres puedan identificarse con esa indignidad exactamente igual q los varones.
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JAVIER.
"Una voce dicentes..." Diciendo con una sola voz. Todos lo mismo con una sola voz (y un solo corazón).
Pues nada, si tanta importancia tiene q la vocal final la pronuncien todos exactamente igual, q todos cambien la "o" y la "a" final, por una "e" abierta cordobesa, "dignE*", q no se sabe muy bien de qué va.
O podemos introducir la schwa inglesa para usos litúrgicos en sílabas q no estén acentuadas.
Q se obligue a pronunciar la sílaba final de digno, con schwa, neutra y átona. Digo yo.
Por cierto,¿no deberían también prohibirnos decirlo con una voz femenina? Se nos debería obligar a las mujeres a cambiar el timbre de voz y recitarlo en tono más grave, para no desentonar y q suene exactamente igual esa dichosa vocal q tanto les preocupa.
Eso pasa por admitir a mujeres en la asamblea litúrgica - mejor q nos prohiban la entrada.
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