Santo, Santo... (Respuestas XXVI)
4. Con leves variantes en el texto, el Sanctus es cantado en todas las liturgias, dentro de la anáfora o plegaria eucarística.
En el venerable rito hispano-mozárabe, tras la larga y solemne Illatio (equivalente al prefacio), se entona así, con la versión de san Mateo (“Hosanna al Hijo de David”) añadiéndole, además, el trisagio en lengua griega:
Santo, Santo, Santo,
Señor Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra
de tu majestad gloriosa.
Hosanna al Hijo de David.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
Hágios, Hágios, Hágios, Kýrie o Theós.
También la divina liturgia bizantina:
Te damos gracias por esta Liturgia que
Te has dignado aceptar de nuestras manos,
aunque Te asisten
miles de Arcángeles y miríadas de Ángeles, los Querubines
y los Serafines de seis alas y de muchos ojos,
que se remontan en las alturas volteando…
…entonando el himno de la victoria,
proclamando, voceando y diciendo:
Santo, Santo, Santo, Señor Sabaoth,
Tu gloria llena los cielos y la tierra.
Hosanna en las alturas,
bendito sea el que viene en Nombre del Señor,
hosanna en las alturas.
Nuestro rito romano es uno más cantando el Santo antes de la consagración, revelando así la antigüedad de este canto y su uso universal en las distintas liturgias.
La Ordenación general define el Sanctus como una “Aclamación: con la cual toda la asamblea, uniéndose a los coros celestiales, canta el Santo. Esta aclamación, que es parte de la misma Plegaria Eucarística, es proclamada por todo el pueblo juntamente con el sacerdote” (IGMR 79b).
Y más ampliamente lo trata el Directorio “Canto y música en la celebración”:
“El prefacio culmina y desemboca en la aclamación jubilosa, unánime y solemne, que por su contenido se llama ‘trisagio’ (tres veces santo), canto de los serafines, etc. ‘Con ella toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestes, canta o recita el ‘Santo’. Esta aclamación, que constituye una parte de la plegaria eucarística, la pronuncia todo el pueblo con el sacerdote’. Es el principal de los cantos de la misa y también el más antiguo, junto con el Salmo responsorial. Muchos prefacios invitan expresamente a cantarlo. Es tradicional y muy propio acompañarlo con instrumentos.
Conviene potenciarlo con la máxima vibración posible, sin prolongarlo demasiado, aun en el caso de que se utilice la técnica repetitiva del canon musical. El ‘hosanna’ tiene que ser especialmente festivo y gozoso.
Una catequesis bíblica, teológica, litúrgica e histórica nos haría interpretar mejor este canto cósmico, apretado en contenidos que nos evoca entre otras cosas los hosannas entusiastas de la entrada de Jesús en Jerusalén. Su sentido pleno no cabe en un mero recitado. La venerabilidad del texto impide radicalmente su sustitución por otro” (Directorio “Canto y música”, 165).
Siendo su letra bíblica, es decir, palabra de Dios, nadie sensato osará cambiarla, mutilarla, añadirle cosas, parafrasearla… Es un canto íntegro e invariable.
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