Una segunda homilía más los avisos interminables
Lo fáciles que son las cosas y lo difícil y enrevesado que nos gusta volverlas. Bastaría leer y obedecer las rúbricas de la Ordenación General del Misal Romano para tener una liturgia mucho más cuidada y no la anarquía que muchas veces se ve y se padece.
En concreto, antes de la bendición final de la Misa se puso de moda en algunos soltar una segunda homilía. Pretenden a veces hacer un “resumen” de la Misa, como si la Misa fuera una catequesis o clase pedagógica que hubiera que inculcar con un resumen o síntesis. ¡No! Estamos en el ámbito de la celebración, no de la catequesis, no de la formación, no de la clase de teología. Y sin embargo, antes de la bendición, algunos empuñan con denuedo el micrófono para una intervención que es una segunda homilía, repitiendo conceptos ya dichos en la homilía después del Evangelio o añadiendo todo aquello que antes se le olvidó decir. El fruto es escaso. Todos de pie, sabiendo que no es el momento, apenas prestamos atención.
¿Acaso lo permiten las rúbricas? ¿Lo sugieren, lo insinúan, dejan abierta esa posibilidad?
Sobre el rito de conclusión dice la IGMR 90:
Al rito de conclusión pertenecen:
a) Breves avisos, si fuere necesario.
b) El saludo y la bendición del sacerdote, que en algunos días y ocasiones se enriquece y se expresa con la oración sobre el pueblo o con otra fórmula más solemne.
c) La despedida del pueblo, por parte del diácono o del sacerdote, para que cada uno regrese a su bien obrar, alabando y bendiciendo a Dios.
d) El beso del altar por parte del sacerdote y del diácono y después la inclinación profunda al altar de parte del sacerdote, del diácono y de los demás ministros.
Por tanto, después de la oración de postcomunión, en todo caso, “breves avisos, si fuere necesario”. No añade nada de una monición de despedida, ni de unas palabras finales del obispo o sacerdote.
Lo mismo se dice en IGMR 166: “Terminada la oración después de la Comunión, si los hay, háganse breves avisos al pueblo”.
Así pues, omítase toda “segunda homilía” en este momento.
Y ya que estamos, recordemos lo que ha dicho la rúbrica sobre los avisos: “si fuere necesario” (IGMR 90), “breves” (IGMR 90) “breves avisos al pueblo” (IGMR 166).
Lo primero es la necesidad de hacerlos y segundo la brevedad como cualidad. No puede ser que todos los domingos sean necesarios y extensos. A veces se convierten en el telediario parroquial, dando noticias para toda la semana. Otras veces parece RENFE con los horarios: “el miércoles adelantamos la reunión de adultos a las 17. El jueves todo igual. El viernes tendremos Misas de 19.30 y 20.30. El triduo de la Hermandad comienza mañana con el rosario a las 19, ejercicio del triduo a las 19.30 y luego la Misa. La próxima semana no os olvidéis de que…” Cuando se terminan los avisos ya nadie se acuerda de los días exactos y las horas exactas. Habría que ser sumamente escueto y señalar, en todo caso, que en la puerta hay un cartel anunciando los horarios…
Todo esto es de sentido común (el menos común de los sentidos) y de fidelidad a las rúbricas.
11 comentarios
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JAVIER:
No había considerado ese supuesto centrándome sólo en la santa Misa. Pero tiene razón. Dice el Ritual de Exequias (n. 52):
"Si alguno de los familiares o allegados del difunto -o un representante de la familia- desea pronunciar unas palabras de despedida y gratitud, puede hacerlo como parte integrante del rito exequial, después del último adiós y antes del rito conclusivo. En este momento -no en la homilía, que debe ser siempre un comentario a los textos bíblicos o eucológicos- es lícito y puede ser oportuno hacer una breve biografía del difunto, excluido en todo caso el género literario de "elogio fúnebre", se puede aludir al testimonio cristiano de la vida del difunto, si éste constituye motivo de edificación y de acción de gracias a Dios".
Mi opinión, particularísima, es que no me hace ni pizca de gracia. Se presta a sentimentalismo y canonizaciones espontáneas. Pero así lo explica el Ritual.
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JAVIER:
Sí, claro, lo leí y lo tengo. Es una crítica a todo, demoledora. Recuerdo que en algunos puntos sí estaba conforme con él, pero en general me pareció excesiva.
Creo que el problema es mucho más profundo, y afecta la vida entera de fe de la comunidad cristiana y su sentido de pertenencia eclesial. El intentar catequizar en la homilía y las moniciones, el llenarlo todo de avisos, y el poner globitos, cintas y faralaos (aunque sean cosas tan dispares entre sí) reflejan una única cosa: la superficialidad y ocasionalidad de la vida cristiana que queremos resolver de un modo inadecuado y en un momento inadecuado.
1. Pedir alguna colaboración específica (p.ej. para un aire acondicionado que se haya dañado)
2. para agradecer a los que han colaborado
3. para corregirnos (o regañarnos) sobre alguna actitud que hemos tomado o sobre algún acto en concreto (esto se ve sobre todo en las eucaristías neocatecumenales)
o 4. para hacer cualquier reflexión que le provoque en el momento.
Y, por supuesto, por si fuera el caso de que algún podemita estuviera viendo la misa y no se enterara de nada, ahí está el cura periodista para recordar al espectador que "ahora viene la liturgia de la palabra" (no la suya, sino la del otro).
En fin, una falta de respeto enorme.
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